Ramon Breu es historiador y sociólogo, y aunque no viene del mundo del periodismo, ha conjugado desde muy joven la pasión por el cine y la comunicación y su vocación de docente. Gracias a ello ha dedicado gran parte de su trayectoria profesional a la docencia en secundaria, especialmente interesado en la enseñanza y divulgación de la educación mediática.
Asume que ésta, sin embargo, no tiene suficiente espacio ni reconocimiento dentro del aula, una evidencia que no lo ha hecho desistir de sus ganas de aterrizar proyectos sobre comunicación y cine en los centros y de generar lecturas y recursos que acerquen la educación mediática a los niños y jóvenes y faciliten el trabajo de maestros, profesores e incluso, familias.
¿Qué es para ti la educación mediática?
Para definirla me he guiado por tres ejes: el primero es conocer el lenguaje audiovisual y comunicativo; el segundo es la producción escolar creativa, que los alumnos sean capaces de crear, y el tercer eje sería la educación en el sentido crítico, el análisis crítico de todo lo que sale de las pantallas. Los tres combinados darían pie a la educación mediática. Si hoy miramos el currículum, serían muy interdisciplinarios, competenciales, inclusivos y motivadores. Sin embargo, yo he hecho 30 años de educación mediática sin tener un espacio y un tiempo para hacerla, pero como en mi centro les parecía bien, se buscaban unos espacios para poder aplicar, así que también podríamos decir de ella que son unos aprendizajes hipotéticos o clandestinos.
¿Por qué pasa o por qué no es posible que se enseñe en las escuelas?
Sé que si es posible, es porque hay una acción de voluntarismo por parte del profesorado para llevar adelante los proyectos de esta clase. En los centros hay tres tipos o grados de educación mediática: el primero es dedicar una clase o dos a hablar de un tema como, por ejemplo, la publicidad. El segundo sería decir: «Me interesa el tema y quiero tratarlo con más profundidad y hacer alguna práctica». Y, por último, el tercer tipo, que es muy minoritario, consiste en hacer un proyecto con una cierta continuidad. Por ejemplo, la Escuela Sol es una especie de laboratorio de proyectos audiovisuales y comunicativos donde se trata la imagen desde P3. Hacer un proyecto durante un tiempo y dejarlo hasta después de 3 o 4 años sirve de poco. Si no se hace, es porque el Departamento de Educación no lo hace, por un tema burocrático o por miedo, es un panorama muy complicado de por sí. Una alumna me decía que tenía mucho interés en la educación mediática, porque decía que las cosas que hablaban en el patio después eran las que se hablaban en clase, y nos debería interesar lo que se habla en el patio.
Hacer una nueva asignatura suena a algo muy antiguo, ahora se habla de proyectos. Si no se le quieren decir asignaturas que no se haga, pero que se le dé un tiempo y un espacio a este aprendizaje (los móviles, la publicidad, los youtubers, etc.). También se debería poner sobre la mesa el tema de la privatización de las pantallas. Cuando los hermanos Lumière inventaron el cine, este era algo colectivo, la gente reía y aplaudía en grupo.
¿Y con qué nos encontramos ahora?
Ahora la televisión privatiza la mirada, ya llevamos la pantalla en el bolsillo y tenemos una mirada solitaria y privatizada. Esto hace que dependa de los contenidos, lo que sale de la pantalla sea tóxico para la gente que la mira. La educación mediática es todo lo contrario de lo que quieren los operadores, ellos quieren la soledad de la habitación del adolescente, allí a oscuras mirando un videojuego, un vídeo de YouTube, lo que sea. En cambio, cuando lo pones en el aula y tienes un grupo de alumnos hablando de eso, lo desmontas, se descodifica. Esta es la esencia de la educación mediática, a veces da miedo, pero es la esencia: desprivatizar los medios.
¿Cómo se puede esperar de los niños que tengan una mirada crítica cuando todo lo que les rodea induce a todo lo contrario?
El antiescuela es mucho más poderosa que la escuela y cuando sales te desmienten todo y se convierte en una lucha entre David y Goliat. Había una periodista ilustre, Margarita Rivière, que estaba muy interesada con los temas de educación mediática y participó de un manifiesto que se hizo a favor de la educación mediática. Se planteó que en cada centro educativo hubiera un «educomunicador» que coordinase el tema mediático, y pedía a los medios públicos que tuvieran programas de alfabetización y de crítica. El manifiesto tenía 10 puntos y ninguno se ha cumplido, aunque lo firmaron todos los sindicatos y diferentes entidades.
Margarita Rivière decía que había un malentendido, ya que los medios no informan porque necesitarían reflexión sobre la información que dan y no tienen tiempo para hacerlo, por lo tanto, nos dan otra escuela, nos dan ideologías, valores, hábitos culturales, una visión del mundo, y la gente que no sigue aquella realidad es una marginada. Por lo tanto, los medios de comunicación son un elemento de la educación. En cambio, en la educación de verdad, la oficial, no hacemos mucho.
Si la escuela hace este esfuerzo, después quedará en la memoria, será como montar en bicicleta, es el lugar ideal. Hace unos años se decía que no se puede dejar que los niños vean la televisión solos, pero deberían poder ser ellos los que lograran tener una visión crítica de lo que están viendo. Y, al mismo tiempo, no se puede basar la educación cultural únicamente en la pantalla de la televisión, debería pensarse en cómo no centralizarla en una pantalla.
El videojuego se puede vivir solo dentro de una habitación o en familia, con amigos, y hacer que dé pie a la discusión y al debate, y que sea un canal para llegar a otro lugar. Las salas de cine hacen que levantemos la vista, crean una ceremonia colectiva, en cambio, cuando miramos el móvil bajamos la cabeza. Cuando utilizas una pantalla grande en el aula todo el mundo está encantado. Con el cine se puede apreciar el lenguaje audiovisual, lo que no se puede hacer desde la pantalla de casa. Y no olvidemos que la educación mediática no es sólo denunciar la telebasura, sino ofrecer más formación y que la imagen y la historia se disfrute más.
¿Qué hay que hacer para que esto empiece a tener espacio en el aula?
Algo que se podría hacer es la formación del profesorado de base, ya que no hay ninguna asignatura que trate este tema y es siempre una formación voluntaria, y así no vamos a salir. Hay algo que hizo el Departament que se llama Juntos por la Educación, que son unos consejos para las familias. A mí me tocó hacer el apartado de medios de comunicación.
Hay mucha parte del libro dedicada a la representación que se hace del periodismo en el cine, ¿por qué le has dado esta importancia?
Lo que he hecho es utilizar películas sobre periodismo para hacer una panorámica de cómo el cine ha tratado la profesión.
¿Con ello buscabas dibujar la imagen del periodismo?
Primero quería transmitir cuál es la tarea de los periodistas, ya que a veces no queda claro para los alumnos, y luego determinar diferentes mensajes que se pueden ir sacando gracias a las películas. La película Spotlight, por ejemplo, demuestra que el periodismo de investigación es algo que se hace muy poco, que casi no existe.
¿Crees que corremos el peligro de que los niños y jóvenes que ahora empiezan a relacionarse con las pantallas y los medios se acostumbran a una relación poco analítica, superficial y excesiva en su sobreexposición?
Sí. Podríamos decir que se está fomentando la cultura del flash. No es casual, interesa esta dinámica del Twitter, de dos frases y nada más detrás. Esta brevedad y rapidez es algo muy contemporáneo que, a la vez, nos puede ayudar a entender muchos comportamientos electorales. Si esto se transporta a la política, vemos que votamos por una frase que dijo uno de los representantes, sin tener en cuenta el discurso que hay detrás.
Podemos decir que la educación mediática también incluye educación política.
Absolutamente. Creo que una democracia sin educación mediática es una democracia muy pobre, que es la que tenemos ahora, una democracia empobrecida. Ahora no paramos de oír y ver el uso de la palabra «constitucionalista», por ejemplo, pero muy poca gente ha leído la Constitución, y si realmente profundizamos, veremos que esa persona no es «constitucionalista» porque se contradice en muchas cosas. Es la cultura del titular, el fast food cultural y es una pena para la educación, para la comunicación y para la democracia.
Ahora que ya no trabajo con alumnos, no sé si podré hacer más libros porque son producto de ellos, pero me gustaría crear materiales que expliquen la democracia, a veces a través del cine y de los medios de comunicación. Encuentro que sería interesante hacer esto porque este aprendizaje de la democracia no ha funcionado o, tal vez incluso, no se ha hecho, pero democracia y medios es una relación que va de la mano.
¿Qué recursos encontrarán los maestros interesados en el libro?
Hay 16 propuestas y todas siguen el mismo esquema: hay un apartado de lenguaje y técnicas audiovisuales, que son el ABC del lenguaje audiovisual. Hay técnicas más elementales, porque intentaba alentar a los profesores porque esto no es difíci; además aparece un blog donde se pueden consultar más materiales y recursos.
Hay un capítulo, el cuarto, que me lo sugirió Xavier Besalú, y consiste en hacer un poco la demostración de cómo se podría hacer la alfabetización múltiple en medios, la comprensión lectora de imágenes artísticas, etc. Aparece una batería de propuestas que ofrecen mezclar la cultura escrita con el audiovisual porque no son antitéticas, y eso sería una pequeña demostración. En cada propuesta hay lecturas clásicas que amplían lo que dice en la película, para hacer esta mezcla entre la cultura escrita y el audiovisual.
A veces se piensa que pasar una película en clase es no tener ganas de trabajar, pero si hay una intención y un proyecto, y lo preparamos como es debido, veremos que es una herramienta útil, estimulante y muy didáctica.
Asimismo he procurado tratar los aspectos técnicos, porque hay maestros que por desconocimiento no se atreven a trabajarla. Añadí el enlace a un blog que incluye aspectos técnicos con ejemplos de películas: diferentes movimientos de cámara, sonido y luces… Con la voluntad de que los maestros se animen.
Para mirarlo con la importancia que damos a saber hacer la distinción entre el sujeto y el predicado de una oración.
Exactamente lo mismo. Las imágenes tienen un peso importante en sociedad y no podemos obviarlo por miedo o desconocimiento. Y además veremos que no es algo tan difícil, y más si lo hacemos con ayuda y recursos. Es un libro muy práctico, y también incluye lecturas relacionadas, para hacer la mezcla entre cultura literaria o escrita y audiovisual.