La educación hoy día es un gran tema de debate. Realmente hace muchos años que lo es, pero parece que estos días se le haya dado algo más de voz, ya que nos encontramos en un momento de crisis. Y una crisis genera un cambio. Pero, como de costumbre, hemos tenido que esperar a que llegara un huracán para que nos ponga todo “del revés” obligándonos a salir de la zona confort. Nos han hecho reinventarnos. Y no, no es fácil. Claro que no, sobre todo de hoy para mañana. Estoy segura de que la inmensa mayoría de los docentes estamos dando lo mejor de nosotros para que nuestros alumnos sufran lo menos posible las consecuencias de algo que llegó sin avisar (vamos a dejarlo ahí).
De un día para el otro, hemos hecho un máster en nuevas tecnologías, cambiado así la metodología, materiales, realizado nuevas programaciones, modificado criterios de evaluación, etc.
Y todo esto está muy bien, al final entiendo que hemos de justificar nuestro trabajo porque, claro, si no “parece que estamos de vacaciones”. No dejamos de estar dentro de un sistema. Lo entiendo. Pero por favor, hay que centrarse: ¿Para quién hacemos la escuela?, ¿quiénes son los protagonistas de todo esto?, ¿cuál es nuestro objetivo? Son los niños, los alumnos de hoy día, que son nuestro futuro de mañana, pero también de nuestro presente. Hoy también han de tener voz. ¿Qué les estamos enseñando? ¿Qué estamos evaluando? Convivimos con un currículum totalmente alejado de la realidad, obsoleto. Creemos que la enseñanza viene dada por el maestro o profesor y el alumno es el que recibe. ¡NO! No hay pirámide aquí. El alumno es GUIADO por el maestro. Pero el aprendizaje ha de salir de su curiosidad. Somos los profesores y maestros quienes hemos de provocar esas ganas de aprender y que sea cada alumno quien encuentre su potencial, porque TODOS, sí, TODOS VALEN. Y lo siento, pero en la mayoría de los casos si un alumno “fracasa”, la responsabilidad es nuestra porque no hemos sabido llegar a él. Duele, sí, pero es así. Y no porque seamos malos maestros o profesores, no porque no lo hayamos hecho lo mejor que hemos sabido. Simplemente, porque a veces no podemos llegar a todos. No somos superhéroes. Somos humanos y también nos equivocamos. Y no pasa nada.
Actualmente, tenemos una notable tasa de abandono escolar y la mayoría de este porcentaje es por desmotivación, por creer que ellos no son capaces, porque se les pone una etiqueta, etc.. Y, créanme, que esa desmotivación muchas veces viene provocada por lo que enseñamos, ya que la mayoría de las veces no es significativo. Es un aprender “porque me obligan”, porque “tengo que” y sin saber porqué. Es un memorizar y “vomitar” sin sentido. Preparemos, por favor, a nuestros alumnos para la vida de mañana, no para la vida de hace 50, 20 o 15 años. Enseñémosles a ser críticos, a tener voz, a que luchen, a que no se rindan. Que las cosas cuestan pero, si luchan, pueden conseguirlo. Nadie regala nada. Y sí, la vida es injusta, por ello hay que aprender a trabajar la frustración, entre otras emociones. La gestión emocional es básica en el aprendizaje.
Enseñar es crear, es motivar, es imaginación, es creatividad, es ilusión, es superación, es autoconocimiento, es valor, es respeto, es dar, recibir; es, ante todo, AMOR. Por ello, la escuela ha de ser POR y PARA el alumno, no para la institución, no para el maestro.
Os confieso que durante este momento que estamos viviendo he aprendido mucho pero, sobretodo, he confirmado que si antes el sistema educativo me gustaba poco, ahora me gusta menos. Y es que, desgraciadamente, a veces tienes que volver al pasado y recordar por qué elegiste esta profesión, ya que durante el camino es fácil perder esa ilusión, ese brillo en los ojos al enseñar,… muchas veces causado por la presión de este sistema que nos oprime y agota con burocracia irrelevante, entre otras cosas.
Este no es un mensaje de crítica, os aseguro que es todo lo contrario. Es un mensaje de reflexión y de ánimo al cambio. Ya hemos salido de la temida zona de confort. Lo que tanto miedo daba, ya ha pasado. ¿A que no ha dolido tanto? Despídete del miedo que no te dejaba avanzar. Este es el gran aprendizaje que hemos de sacar de todo esto: ¡YA ESTÁ! ¡Estamos fuera! No vuelvas atrás. Y si vas a hacerlo, antes pregúntate si es eso lo que realmente quieres para ti. Si eras feliz ahí donde estabas.
Estoy segura de que, aunque justo ahora no es momento para esta transformación, sí que lo es para coger toda la fuerza que necesitamos para realizar este cambio. Porque ya es hora de que la escuela se transforme.
Gracias a mis compañeros, y a todos los docentes que luchan cada día para que nuestro pequeño templo aporte a nuestros dioses lo que realmente necesitan: LUZ.
Sara Marí. Maestra de primaria