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Es evidente que la pandemia nos afecta a todos y todas. Esa certeza es incuestionable, pero la forma en que lo hace no es la misma en todos los contextos sociales. En el ámbito educativo, por ejemplo, parte importante de las escuelas públicas albergan comunidades de estudiantes y familias que están viviendo esta experiencia extraordinaria bastante alejadas de las deslumbrantes (y a veces performáticas) iniciativas didácticas mediadas por tecnologías digitales.
Este es el caso del Instituto Escuela “El Til-ler” (IET) en Barcelona (España), y del Centro Educacional José Miguel Carrera (JMC) en Santiago (Chile), dos instituciones educativas situadas en barrios de clase trabajadora, y con numerosa presencia de población migrante. Hace unas semanas, en el marco de la iniciativa #charlascovid, mantuvimos un diálogo con sus directoras, Domi Vinas (IET) y Karen Concha (JMC), con el fin de conocer el impacto del confinamiento en sus escuelas.
Para ambas directoras, liderar una institución en estas circunstancias ha sido todo un reto. Las ha llevado (junto a sus comunidades docentes) a ser más creativas y productivas que nunca, sobre todo a la hora de intentar mantener el vínculo afectivo con las familias y el estudiantado. Para Domi, del IET, “el cuidado y el acompañamiento emocional, son los ejes centrales de acción de nuestra escuela durante este confinamiento”. Karen, del JMC, sostiene que “a pesar de la preocupación constante y la incertidumbre global, lo prioritario para nuestro equipo directivo y docente es contener emocionalmente a las familias”.
Ambos centros desarrollan a diario, y desde hace años, un proyecto socioeducativo que, además de apuntar a los aprendizajes curriculares, busca propiciar y fortalecer un vínculo estrecho entre el estudiantado y sus familias con la escuela, en tanto herramienta central para la inclusión y la movilidad social.
Se pueden obtener múltiples revelaciones y conclusiones de un diálogo entre dos directoras de escuelas públicas de distintos países, pero con realidades sociales similares. En este artículo, rescataremos esencialmente dos dimensiones que resultan clave para comprender los genuinos desafíos que enfrentan ambas escuelas durante el confinamiento y la crisis del Covid-19: la situación social y afectiva del estudiantado, y la situación pedagógico- educativa.
En relación a la situación social del estudiantado y sus familias, ambas escuelas desempeñan un rol inclusivo esencial, que no han dejado de asumir durante la presente crisis.
Seguimos apoyando a nuestros estudiantes y familias…
Las condiciones de vida del estudiantado y su entorno cercano son, en general, complejas en ambas escuelas. Se trata de familias en situación de vulnerabilidad y precariedad laboral. El acompañamiento de ambos centros entonces, además de lo emocional o afectivo, también es económico. En el IET, por ejemplo, el 90% del estudiantado cuenta con una “beca de comedor” con subvención estatal. El centro, por tanto, sigue encargándose de organizar la distribución de estos alimentos a las familias. En el caso del JMC, Karen agrega: “No solo seguimos siendo responsables de distribuir la comida en los hogares de los estudiantes, también distribuimos el material escolar físico, como las hojas, libreta, lápices, pinturas, etc., para que, en la medida de lo posible, nuestros estudiantes intenten hacer tareas o actividades educativas”. Para Domi el desafío en estas circunstancias es claro: “Nuestro objetivo es intentar caminar al lado de las familias en este duro momento”.
Contención emocional
Otro de los grandes desafíos que han debido asumir como comunidad educativa es la contención emocional. “Llamadas o mensajes a cualquier horario, personas que necesitan un desahogo o exteriorizar sus miedos y angustias y que dependen de la escucha, la palabra y el sostén del docente. La tarea que tenemos hoy es el lazo con las familias, el acompañamiento socioemocional”, subraya Domi. Para Karen, lo que mueve a su comunidad educativa es, sobre todo, una “gran voluntariedad para ayudar a cubrir las necesidades del estudiantado, ya que sin bienestar emocional y afectivo, no se puede aprender”.
Revalorización de la escuela
Ante las realidades complejas en las que suelen vivir sus estudiantes, ambas escuelas públicas se transforman, entonces, en espacios protectores en todos los sentidos. Como relata Domi Viñas, “en la escuela vuelven a ser niños, protegidos por sus profesores”. Es decir, durante esta crisis el rol de las escuelas está siendo central como un motor de desarrollo comunitario y social del estudiantado y sus familias. El compromiso en definitiva, no es solo pedagógico, sino humano y personal con la sociedad. Algo que hoy se ve de manifiesto, pero que previo a la pandemia también sucedía.
Una de las mayores lecciones que deja esta situación histórica tiene que ver con cómo ha cambiado la opinión del estudiantado sobre su escuela. Quienes antes faltaban mucho, según ambas directoras, hoy son quienes más interés manifiestan por volver a clases. Según Karen, sus estudiantes “extrañan el colegio, sus compañeros, un baño digno, un comedor limpio, comida caliente y que estén preocupados por ellos”.
Las escuelas públicas, instituciones que años anteriores eran vistas como espacios de encierro, hoy con un confinamiento real, pasan a ser vistas como territorios de fraternidad, liberación, de creación de vínculos humanos.
En relación a la situación pedagógico-educativa, es conveniente resaltar que para ambas directoras, no solo se trata de cuidado, sostenimiento y acompañamiento. Ambas expresan su preocupación por el hecho de que esta crisis les ha impedido continuar con la transferencia de los contenidos curriculares de las asignaturas. Este hecho puede aumentar la segregación escolar y, por consiguiente, la brecha social, problemáticas que afectan con particular intensidad a las dos escuelas.
Un difícil tránsito hacia la virtualidad…
El tránsito hacia la educación virtual era algo impensado para cualquier centro educativo, y especialmente para estos dos centros públicos. En este sentido, ambas directoras nos manifestaron que si bien esta situación les permitió descubrir una nueva manera de trabajar y de relacionarse, el tener que reconfigurar las pedagogías a espacios digitales ha sido un reto bastante complejo de franquear, sobretodo teniendo en cuenta las dificultades en materia de acceso a dispositivos y a conectividad del estudiantado. Para Domi, además, sus alumnos y alumnas tienen una cultura digital más ligada al ocio y el entretenimiento que al uso educativo, haciendo que el desafío sea aún más complejo.
Karen indica que al trabajar con una población con un índice de vulnerabilidad del 93%, las estrategias y iniciativas que han podido llevar a cabo otros centros educativos (con una población de estudiantes con otras condiciones estructurales), quedan muchas veces lejanas a la realidad que les toca enfrentar. Así, las posibilidades de utilizar activamente herramientas digitales con el estudiantado, se torna más complicada. Incluso considera que las herramientas que ofrece el Ministerio de Educación (MINEDUC) no empatizan con la realidad de sus estudiantes: “En el JMC lo primero que hicimos fue una encuesta acerca de la conectividad de los alumnos. La hicimos vía WhatsApp, para conocer las posibilidades de acceso a las TIC (Tecnologías de la información y comunicación). Nos dimos cuenta que muchos de nuestros estudiantes no disponen de acceso a internet en sus hogares, por lo que para nosotros, la alternativa era mixta. Por un lado hacer actividades a través de Google Classroom, Drive, Zoom, Skype, Facebook, Instagram lives o, incluso, las plataformas del MINEDUC. Pero también hacer guías y prepara material didáctico físico, imprimirlo e ir a dejárselo a nuestros estudiantes a su casa. Esta es nuestra realidad”, sentenció la directora del JMC.
En el IET la situación tampoco ha sido fácil. Pedagógicamente trabajan durante el año a partir del desarrollo de aprendizajes basados en la ejecución de proyectos. Esto significa que se establece junto al estudiantado sobre qué realidad o problemática se va a trabajar para que, desde ahí, se pueda tejer de manera colectiva el aprendizaje que se genera. “No se trata de que aprendan lo que nosotros queramos, sino lo que el estudiantado esté preparado para aprender en distintos contextos y realidades”, manifiesta Domi. Al estar separados por el confinamiento, esta tarea se torna aún más complicada. “Ha sido difícil continuar haciendo los proyectos. Hemos pensado en distintas alternativas. Por ejemplo, creamos retos semanales que pueden incluir desde la resolución de textos, matemáticas, cuestiones sociales, etc. Son propuestas de actividades que tienen como objetivo generar interacción. Con este contexto, no podemos exigir mucho más”.
Brecha de aprendizajes
“Evidentemente se van a ver mermados los aprendizajes curriculares. Pero la pandemia nos deja otros y muchos tipos de aprendizajes”, nos dice Karen. Esta afirmación no es un eslogan mediático, ambas escuelas públicas están sumamente preocupadas por el hecho que no todos los alumnos y alumnas aprenden de la misma forma y la situación actual agudiza esta realidad.
“El aprendizaje pasa por valorar lo que tenemos, pero también lo que pueden lograr”, manifiesta Karen. En ese sentido, se busca que el costo del aprendizaje curricular perdido sea el menor, en el marco de que como ya hemos mencionado, acompañar a las familias social y emocionalmente sea lo prioritario para ambos centros: “Por ahora, el contenido curricular que pueda llegar a perder el estudiantado nos es lo que más nos preocupa. Más adelante ya veremos cómo desarrollar algunos procesos de aceleración. La prioridad en el presente es otra”, sentencia Domi. Y enfatiza que lo significativo de esta etapa ha estado también en poder acercarse a las familias y que sientan a la escuela como suya. “Sabemos que cuando volvamos tendremos que nivelar porque van a volver todos distintos. Pero lo más importante es que sientan que sus profesores están ahí”, nos dice Karen.
Para ambas directoras, en la era post Covid-19, será fundamental para evitar el aumento de la segregación escolar pre-existente, y la creciente brecha de aprendizaje entre el estudiantado de distintos centros (públicos, concertados y privados), el apoyo y soporte de las instituciones públicas y las políticas educativas.
Algunas consideraciones finales
En las escuelas públicas situadas en contextos vulnerables, la desigualdad se agudiza y hace carne en estos tiempos de crisis. Las inequidades preexistentes aumentan, y desde luego se hacen más visibles las diferencias entre las escuelas públicas, concertadas y privadas. El gran desafío de cara al presente y el futuro para el JMC y el IET será cómo conciliar los objetivos primarios (vinculares, humanos) con el objetivo de movilización social (que requiere adquisición de aprendizajes), de cara a favorecer un futuro material y emocional más integral para el estudiantado.
Finalmente, se hace evidente que, a pesar de la distancia geográfica, el virus refleja dos realidades comunes: por un lado, las profundas desigualdades sociales y educativas con las que convivimos de manera habitual se están agudizando en estos tiempos de confinamiento y pandemia (a nivel económico, cultural, y también curricular). Y, por otro lado, que independientemente de los niveles de desarrollo de los países, la segregación social siempre está presente, y mientras exista, habrá una escuela pública intentando hacerle frente.