La crisis sanitaria ha destapado, para muchos, las costuras del sistema español. Ortodoxia curricular y dirigismo a ultranza. Alumnado inerme cuando el paradigma transmisivo se topa con los escollos de la distancia. Sin su rígida logística, la enseñanza tradicional se ha aferrado, por norma, a su versión más cruda. Deberes a mansalva, fichas para rellenar, tareas mecánicas donde la reflexión brilla por su ausencia. La incierta vuelta a las aulas hace temer que las máquinas de una educación fabril vuelvan a rugir con fuerza inusitada.
Hace casi un siglo, Celestin Fréinet, maestro de pueblo francés, soñó y llevó a la práctica un enfoque pedagógico que hoy cobra especial vigencia. Un modelo que cede al pupilo las riendas de su aprendizaje. El galo fue pionero de varias etiquetas que hoy pululan por los círculos de innovación. Aprendizaje significativo, cooperativo, por proyectos, centrado en el alumno, experiencial, abierto al entorno. Su legado pervive en el quehacer de incontables profesores españoles. No pocos se agrupan en el Movimiento Cooperativo de Escuela Popular (MCEP). Una confederación de grupos regionales y locales, horizontal y asamblearia, poco amiga de las jerarquías.
Charlamos una mañana de agosto con dos figuras activas del MCEP en Madrid. Marta González de Eiris dirige el CEIP Manuel Núñez de Arenas, en el barrio de Entrevías. “No somos un cole Freinet puro”, matiza, “aunque sí es quizá nuestro principal inspirador”. Gueto gitano hace unos años, la escuela es ahora ejemplo integrador y polo de atracción para familias de la capital que apuestan por las aulas divergentes. Encarna Rosillo, jubilada en 2018, atesora una prolífica trayectoria en diversos frentes de la docencia. Ha ejercido en Primaria y Secundaria, como maestra, profesora y orientadora, sus últimos 20 años de profesión en el IES José de Churriguera, en Leganés.
(Marta) “La pedagogía Freinet fomenta la seguridad del estudiante, su autonomía, su capacidad de organizarse”.
(Encarna) “Durante el confinamiento, los maestros y maestras MCEP han seguido haciendo asambleas con sus alumnos, otorgándoles voz para aprender de acuerdo a sus intereses, que lógicamente han dependido, en gran medida, de la situación que estaban viviendo”.
(Marta) “Ahora con la vuelta, pienso en el primer día en tantos centros. Se va a hablar de las normas de seguridad e higiene y, al día siguiente, van a abrir el libro, con los animales vertebrados, Cristobal Colón o lo que toque. Y el gran interés del alumno es, evidentemente, la Covid-19”.
El texto libre —técnica Freinet por antonomasia— se ha erigido, para los centros de la órbita MCEP, en salvaguarda de continuidad didáctica. Su correlato técnico, la famosa imprenta, hace tiempo que cedió el testigo a las TIC. Pero la esencia permanece: favorecer que el chaval se exprese sin cortapisas, de acuerdo a sus motivaciones y anhelos, en un ejercicio de uso lingüístico funcional. Escrito u oral, negro sobre blanco o en formatos audiovisuales, lo fundamental es que el alumno aprenda a dominar el idioma, que comunique y comparta. Los blogs de aula o repositorios digitales, así como sus equivalentes analógicos (cuadernos, libros colectivos), son moneda de uso corriente cuando la clase respira una atmósfera Freinet.
(M) El lenguaje es el vehículo de cualquier aprendizaje.
(E) Y siempre dotando de sentido a la comunicación, que puede venir del contexto, de la actualidad, del proceso de experimentación que emprende el alumno. Un curso, mis alumnos de 1º de ESO organizaron una asamblea feminista, se reunían en los recreos… Otros emprendían acciones voluntarias: ¿Puedo dar una conferencia sobre robótica? ¡Claro, adelante! El alumno es capaz de ir afinando sus intereses y le gusta compartirlos con el resto.
(M) Cuando pasan al instituto, nuestros alumnos destacan por su inicitiva. A algunos profesores no les gusta esto porque suelen ser más protestones, más reinvindicativos.
Aunque el francés nunca oyera hablar de ABP o PBL, su propuesta contiene una clara vocación interdisplinar. Los proyectos se antojan su metodología predilecta, la argamasa que articula sus cimientos epistemológicos: expresión, descubrimiento, cooperación. “Él nunca habló de proyectos, pero sí de investigación del medio y de tanteo experimental, que viene a ser lo mismo”, aclara Rosillo.
Cuando un proyecto arranca, resulta difícil contener el afán explorador del niño, así que los muros del aula y la escuela caen por su propio peso. Surge entonces la clase-paseo, en terminología Freinet; el ecosistema de aprendizaje según la noción en boga. Parques, tiendas de barrio o asociaciones próximas son lugares de visita frecuentes para los estudiantes del Manuel Núñez de Arenas. El colegio se proyecta al exterior y abraza las colaboraciones de familias u otros miembros de una comunidad educativa entendida de forma amplia.
(M) “Me viene a la mente un proyecto que hicimos sobre Egipto. El Nilo: 8.000 no sé cuántos kms. ¿Y eso cuánto es? Vamos a ver cuánto es un km. Fuimos a un campo de fútbol municipal que hay al lado del cole y, con ovillos, dando vueltas a las instalaciones, hicimos un kilómetro de lana”.
(E) “En una experiencia que recuerdo, no sé por qué había que multiplicar algo por 7. La maestra aprovechó para dar la tabla del 7, cuando sus alumnos aún no sabían las anteriores. ¿Qué más da? Otra vez veremos la del 4… Lo importante es que en esa experiencia, la idea de multiplicación quedó clara”.
No siempre resulta fácil sintonizar la libertad de acción con las exigencias del currículum. Freinet colisiona —como la mayoría de tendencia renovadoras— con los temarios cerrados y su fiel compañero, el libro de texto. Ambas docentes admiten el reto que supone, en el día a día lectivo, acomodar al corsé institucional una pedagogía que hace de la exploración personal y colectiva su bandera. Aunque en ocasiones, explican, su propio afán expansivo permite recorrer los dominios curriculares e ir más allá.
(M) “Los contenidos en Primaria son limitados y repetitivos. Tú haces un proyecto, por ejemplo, sobre descubrimiento de los animales, y los niños aprenden muchísimo más de lo que viene en el temario”.
(E) “En Secundaria, la interdisplinariedad se complica por cuestiones organizativas, no porque el currículum no lo permita; de hecho, la enriquece al abarcar más campos de conocimiento”.
La conciencia reflexiva sobre el aprendizaje, piedra angular cognitiva para el francés, culmina (o continua, en un flujo que no cesa) con una evaluación esencialmente formativa. Las escuelas españolas que hoy plasman las ideas de Freinet recurren a la auto y la co-evaluación. González de Eiris desglosa preguntas básicas que el alumno ha de formularse: “¿Qué es lo que mejor sé hacer? ¿Qué no sabía antes y sé ahora? ¿Qué quiero aprender en el futuro?”. Rosillo añade la dimensión socioemocional: “¿Cómo me he sentido en el grupo? ¿Qué he aportado a mis compañeros?”. Talleres sobre contenidos concretos, algún examen puntual y la propia evaluación del profesor añaden ingredientes al cóctel que (requisitos del sistema) conforma nota. Los alumnos acaban conociendo o no su calificación, dependiendo del centro.
El impacto de Freinet en la España actual esconde alguna paradoja. Hay docentes freinetianos sin saberlo. Y otros que así se declaran pero apenas rozan la superficie de su mensaje. “A veces se aplican sus técnicas sin ir al fondo, y no se trata de hacer cuatro cuadernitos o salir a un par de visitas. Es el fondo lo que es realmente revolucionario y lo que permite que aún esté tan vigente”, apunta Rosillo. A ser maestra Freinet, coinciden ambas, se aprende en clase, intercambiando vivencias y pareceres con otros colegas, contextualizando la práctica en función del alumnado y los tiempos que corran. Esa inercia de flexibilidad ha albergado un tesoro docente ante las limitaciones del confinamiento.
Profundizar en la herencia del francés les ha supuesto algún choque con la inspección. Fricciones que han suavizado apelando a la autonomía de centro y detallando planes pedagógicos que calmen el furor burocrático. Rosillo y González de Eiris animan a nadar contra las corrientes antirrenovación, a hacer caso omiso al miedo y a revitalizar el legado de un pedagogo que, hace 100 años, quiso conjugar libertad e igualdad en la escuela. Y cuya propuesta podría iluminar, pase lo que pase en los próximos meses, la amenaza de apagón educativo.
Bajón durante el Franquismo y boom en la Transición
La propuesta de Freinet encajó a la perfección con las tendencia renovadoras de la II República. Gracias en parte a la labor divulgadora de Herminio Almendros —por aquel entonces inspector en Lérida— se crea en 1934 en esa provincia el grupo Batec (latido en catalán), de suma importancia para irradiar la nueva pedagogía hacia otros lugares de nuestro país. Al poco nace la Cooperativa Española de Imprenta Escolar, la cual celebra dos congresos antes de que la Guerra Cívil y el Franquismo acallen su pulsión innovadora. Habrá que esperar hasta finales de los 60 para que renazca abiertamente el interés por las ideas freinetianas. En 1973 se legaliza el MCEP. Antes había operado con perfil bajo y algún nombre ambiguo de cara a esquivar la censura. El movimiento vive su época dorada durante la Transición y los años posteriores. Es entonces cuando el grupo de Granada (que llegó a tener 200 miembros) logra apoyo institucional para poner en marcha sendos proyectos piloto en el Colegio Fuentenueva y en las escuelas del Polígono La Cartuja. Experimentos que se apagaron, entre otras razones, por las dificultades para mantener equipos estables en el engranaje funcionarial.