Hace unos días, José Luis Pazos hacía una pregunta muy pertinente en este mismo medio ¿Qué tal si aplazamos el inicio de curso a octubre?. Confieso que me llamó la atención cuando lo leí, después de escuchar una entrevista que le hicieron en la Cadena Ser. Acababa de terminar un trabajo con un grupo de colegas sobre el comienzo de curso en Andalucía y habíamos concluido que era la solución más razonable dada la situación de caos que estábamos viviendo durante todo el mes de agosto en nuestra tierra como consecuencia de la actitud indolente y prepotente de la Consejería de Educación y de su Consejero, Javier Imbroda.
Cuando iniciamos ese trabajo, una recopilación de datos y textos publicados en el último mes sobre las decisiones que se estaban tomando por parte de la mencionada consejería y las diferentes respuestas que habían recibido desde todos los ámbitos de la comunidad educativa andaluza, nuestra intención era proponer una serie de medidas que recogiera el sentir de lo que se había dicho al respecto, tratábamos de utilizar el sentido común y, al margen de las críticas vertidas, actuar de forma proactiva, para dar respuestas a las dudas e incertidumbres que se habían generado sobre el comienzo del curso escolar 2020/21.
A todo ello se unían las consecuencias de un cierto malestar por la supuesta inanición del Ministerio de Educación. Malestar que había sido orquestado, entre otros, por la propia Junta de Andalucía, que después de llevarse un mes vanagloriándose de la manera tan eficaz y consensuada como habían abordado el inmenso problema del comienzo de curso, en cuestión de dos días, reclamaba no solo la coordinación del Ministerio sino la puesta en marcha de medidas desde el gobierno central.
Pues bien las conclusiones de nuestro trabajo eran bastante sencillas, por un lado no se habían puesto en marcha las medidas necesarias para bajar la ratio de las aulas, se había trasladado la responsabilidad de los protocolos de seguridad sanitaria a los equipos directivos de los centros, no se había consensuado con los ayuntamientos un buen número de medidas que se debían haber hecho, de manera extraordinaria, en los centros docentes y en otros espacios factibles de ser usados y, sobre todo, a pesar de la actitud colaboradora de las distintas asociaciones de padres y madres, de las asociaciones representativas de directores y directoras de centros de las etapas obligatorias y del conjunto de sindicatos de la mesa sectorial de Educación, no habían hecho ningún esfuerzo de consenso para llegar al menos con la máxima tranquilidad a este comienzo de curso. No parecía que fuera una cuestión titánica, otra comunidad lo había conseguido con un acuerdo razonable. Parecía solo cuestión de prioridades. Era algo que ya sabíamos, la educación no es un asunto prioritario para el actual gobierno de la Junta de Andalucía.
Pero nuestro compromiso iba más allá de esas conclusiones y de la certeza que teníamos, debíamos ayudar a salir de una situación endiablada. Por ello consideramos que la mejor salida era el aplazamiento del inicio del curso escolar. Y además lo ciframos justo en los mismos términos que proponía José Luis Pazos. Trasladar el comienzo al principio de octubre.
Teníamos varias razones de peso, una de ellas, la situación de los rebrotes en el último mes lo aconseja, demorar en el tiempo las posibilidades de contagio en un mes, ayuda a una vuelta más segura. También valoramos que una vuelta a los centros con un alto riesgo de contagio, como el actual, es la peor de las formas de cerrar los colegios. Ello conllevaría un periodo largo de cierre de los centros, con las consiguientes consecuencias sobre la conciliación familiar y la actividad laboral. Era preferible aguantar un poco más el estado vacacional que terminar confinados por falta de escuelas.
Hicimos un ejercicio de confianza con respecto a la administración andaluza, no habían hecho los deberes, pero le hemos dado una segunda oportunidad para mejorar adecuadamente. Y eso pasa por tener tiempo para sentarse hasta consensuar todas las medidas con todos los sectores de la comunidad educativa, con transparencia y con compromiso, juntando esfuerzos y sumando colaboraciones, estamos ante una situación de emergencia social y sanitaria, eso requiere apurar todos los momentos y todas las posibilidades. De no hacerlo así merecerá nuestra reprobación y desde luego nuestra falta de confianza en la administración educativa de la Junta de Andalucía.