Entrevistamos esta semana a Liliana Arroyo, doctora en sociología por la universidad de Barcelona y especializada en el impacto social de la tecnología. Su último libro, Tú no eres tu selfie, ahonda en la representación que hacemos de nosotros mismos en las redes sociales y lo hace acompañada por los testimonios de 12 jóvenes que nos cuentan sus experiencias.
Llevamos años hablando de los peligros y virtudes que tiene el mundo digital: tráfico de datos, volcar nuestras vidas en redes sociales, la libertad de expresión, los trolls son protagonistas de este siglo XXI y más ahora en pandemia, que nos obliga a quedarnos en casa y a relacionarnos a través de pantallas, y hace que nuestra manera de mostrarnos sea nuestro avatar digital. En el libro planteas que tú no eres tu selfie pero ¿en esta nueva realidad seguimos sin serlo o nuestro avatar y nuestra personalidad se están entremezclando más que nunca?
Muy buena pregunta. Creo que los selfies y la realidad presencial siempre han estado mezclados, una cosa continuación de la otra. Algo que, por ejemplo, los adolescentes tenían muy asumido. Sí que diría que para quien ha cambiado notoriamente con la pandemia y los confinamientos ha sido para los adultos. Que quizá hablábamos más en términos de la vida digital vs la vida real cuando lo digital también es real en sus consecuencias.
Para el mundo adulto ha supuesto un cambio interesantísimo, puesto que teníamos una manera de relacionarnos más en el mundo tangible y los jóvenes no. Pero me imagino que para ellos también ha sido un cambio. El hecho de no poder elegir cuándo te relacionas en digital,mente y cuándo en persona…
Sin duda y, de hecho, esto ha sido una cuestión que a ojos de algunos también ha sido sorprendente porque podía parecer que para adolescentes y jóvenes, el hecho de poder solo relacionarse online era estar en su salsa, digamos, pero la verdad es que han echado mucho de menos ese contacto directo con sus pares, con sus iguales. De hecho, una proporción notable de jóvenes han incluso manifestado sentimientos de soledad por el hecho de no poder encontrarse con sus amigos, con sus conocidos y mantener sus rutinas.
Y otra cosa interesante también: es muy distinto cuando ves a un joven haciendo un vídeo para TikTok o uno para Instagram, o cuando le ves haciendo un Zoom para seguir una clase telemática. Es absolutamente distinto y, de hecho, ellos no estaban acostumbrados a hacer videoconferencias en las que fueran elementos pasivos. Ha sido un reto competir con el aburrimiento y con su necesidad de estar aportando. Cuando se ponen en el aire, cuando se exponen a través de una pantalla, es para estar diciendo algo.
El cambio de formato hay que tenerlo en cuenta. Nos relacionamos distinto si estamos en un bar, en una entrevista de trabajo, en una clase… y parece que el mundo digital nos ha allanado todo esto y nos relacionamos un poco igual. Parece que todo lo hacemos en pijama. Eso tiene un efecto, la sensación que tenemos a la hora de relacionarnos.
Digamos que ha fusionado lo que son las fronteras entre lo profesional y lo personal, no solo a nivel de comportamiento. Es verdad que nos parece que estamos en la misma posición, tanto si estamos jugando a una partida online, haciendo cena virtual de cumpleaños de un conocido o en una reunión de trabajo.
Esto tiene algunas ventajas. El otro día estaba con directivos de una gran empresa que decían que había allanado mucho la estructura en el sentido de que en otros momentos era impensable invitar otros perfiles a reuniones de equipo y que ahora era mucho más fácil. Al romper la lógica espacial.
Pero, a nivel de sentido, nos está alterando, lo simbólico del espacio, los distintos lenguajes… lo hace el hecho de saber a quién tenemos delante, el interlocutor, variamos el lenguaje, pero es verdad que nos hemos quedado sin contexto de alguna forma.
Esa sensación de estar expuestos todo el rato. Estamos las dos en nuestras casas y jamás tanta gente había tenido acceso a nuestro salón, a nuestros hogares. Esto se aúna a la sensación de estar todo el rato conectados. Eso igual genera un estrés porque siempre estás disponible, están dispuesto a darle al botón de zoom porque tienes el móvil siempre en la mano…
Lo que se llama el always on, este estar siempre disponible, esta a un clic parece que nos ha hecho perder un poco el margen de decisión de a qué nos unimos y a qué no; parece un poco injustificable que si estás a un solo clic y en tu casa ¿por qué no te vas a conectar? Pudiendo estar ahí, participando en esa reunión, en ese webinar o aprendiendo de esa nueva cosa. Nos ha alimentado también en términos de ocio, por ejemplo, ese miedo a estar perdiéndonos cosas. Los jóvenes lo explicaban bien: durante el confinamiento entrar en Instagram a las 7 era tener que escoger entre centenares de likes, el prime time de los likes de todo tipo de cosas: manualidades, ejercicio, cocina, viajes… es verdad que nos ha alterado esta idea del participar, del no hacerlo, la disponibilidad, cuándo estamos visibles, cuándo no…
Relacionarnos a través de las pantallas no es tan evidente como apretar el botón de conectar o sumarte a la reunión. Implica otros códigos, lenguajes y hábitos
Apuntas a la participación. Aunque estemos pasivos, recibiendo información, stories y demás, tenemos un rol activo al dar esos likes, de dar ese feedback en redes. Esto también genera presión…
Sí, esto también genera presión. Y, además, hay un tema que no hemos comentado antes pero relacionado con esa idea del zoom fatigue, esa idea del cansancio… ya no es solo la obligación de estar disponible y si tienes el móvil en la mano no hay horarios. Es cierto que, cuando nos relacionamos a través de pantallas, al igual que se borran los contextos, también se genera un efecto de fatiga porque estamos acostumbradas a una relación presencial que tiene en cuenta no solo lo que estamos diciendo sino una serie de elementos de lenguaje no verbal. Lenguaje que nuestro cerebro capta sin que nos demos cuenta. Cosas tan sencillas como que la otra persona está a punto de hablar… todo esto en Zoom queda anulado y está demostrado que nuestro cerebro no para de funcionar como si quisiera captar todo eso, pero con las pantallas es mucho más difícil. Con lo cual, relacionarnos a través de las pantallas no es tan evidente como apretar el botón de conectar o sumarte a la reunión. Implica otros códigos, lenguajes y hábitos; y todavía no los tenemos. Estamos intentando traducir a lo digital lo que hacíamos antes. Y no es exactamente lo mismo.
Esto me lleva a las clases. Para un docente, el feedback de ver a los alumnos, si se aburren o no, si están atentos o lo entienden… a la hora de dar una clase por Zoom que, a lo mejor, por temas de conectividad hay gente que no tiene la cámara puesta, no sabes cómo están, si atentos, si en Twitter o Instagram… esto tiene efectos y estamos adaptando la realidad analógica a la digital. ¿Cómo deberíamos hacer esto? Cómo hacer las clases onlne para hacerlas bien?
Sin duda han venido para quedarse. Las clases online tienen que ser tan interactivas como sea posible. Así como en una clase magistral o presencial al uso, el contenido tiene mucha importancia, en el entorno online la dinámica tiene mucha importancia también. No quiere decir que el contenido esté en segundo plano, pero para que puedas hacer circular el contenido, que la información fluya en todas direcciones y llegue, tiene que haber un punto de interactividad muy fuerte. Si no, el riesgo de pasividad es muy alto. En la Universidad estamos experimentando con las clases híbridas, quiere decir unos cuantos en el aula contigo y otros en casa. El reto de hacer debates entre unos y otros, implica tirar de recursos más allá de la plataforma de videoconferencia, como encuestas, murales colaborativos… otras herramientas en las que los alumnos tengan una parte activa. Necesitan una pedagogía muy activa que, en realidad, es una buena noticia. Nos hace pensar en los estudiantes y los alumnos como unos agentes activos de su aprendizaje. Por sacar algo bueno de este jaque mate que vivimos.
Esto me plantea la pregunta por los alumnos con necesidades educativas especiales. Qué pasa con una persona sorda o ciega que tiene muchas dificultades o impedimentos para unirse a una reunión de zoom. Algunos artículos que has escrito ponen el foco en estas personas con dificultades, pero ahora que parece que no es posible relacionarnos con las pantallas, cómo los tenemos en cuenta?
Intentando adaptar las dinámicas a que estas personas se puedan sumar o aportando recursos de personas de apoyo que les puedan ayudar en el sentido de hacer un poco más tándems, hacer equipos con personas con capacidades distintas y lo que uno no oiga lo verá la otra persona y viceversa.
Y hay medidas que no son a corto plazo pero que a largo hay que presionar a la industria para que todas estas herramientas puedan ser accesibles. En el mundo de la tecnología y del diseño tecnológico se empieza a hablar bastante de lo que es el diseño universal, que en realidad, en cuanto a implementación casi cuesta lo mismo. Si lo planteas desde el inicio no tendría que haber problemas.
Las clases online tienen que ser tan interactivas como sea posible
Podemos pensar en soluciones basadas en inteligencia artificial para alguien que sea sordo. No le hace falta la voz para intervenir, puede escribir, y si no oye, puede haber sistemas de transcripción automática. Quizá ahora no son perfectos o 100% fiables, pero entre no oír y esto… o que se enfoque la persona que esté hablando para poder entender… si entramos aquí en dificultades de conexción, puede que la imagen quede congelada y el sonido siga avanzando. Es un conjunto de herramienta que poner encima de la mesa. Pero sobre todo, sobre todo, creo que mientras no conseguimos que la industria se ponga las pilas, podemos intentar adaptar lo mejor posible. En mi experiencia, lo mejor que se puede hacer es adaptarlo junto a entidades de tercer sector que trabajen con los colectivos. Hay una oficina de atención al cliente de una gran empresa en Andalucía que desarrolló una oficina 100% inclusiva junto a ONCE, a una asociación de personas del espectro autista… esta gente sabe lo que este tipo de perfiles necesitan, pues diseñémoslo conjuntamente. Al ginal son entidades del tercer sector que además están encantadas de que se las tenga en cuenta. No hace falta que inventemos la rueda cada vez. A veces hace falta que llamemos a las puertas de coletcivos que tenemos cerca y hacer diseño conjunto. Esa idea de tándem. Esta era que tenemos aquí es una época de colaboraciones, de sumas, alianzas, proyectos conjuntos para diseñar la sociedad que queremos ser en estas condiciones.
Se ha hablado mucho de no dejar a nadie atrás, pero siempre se deja a gente atrás, quizás por sesa falta de cooperación. Es imposible que pensemos en todas las situación. Si cooperáramos un poquito más lo tendriamos más claro.
Sí, de hecho hay un dicho que dice: si tú quieres diseñar una innovación, quieres innovar en algún campo y solo tienes 10 sitios, no sientes a 10 expertos, sienta a 10 protagonistas. Al final, las casuísticas que se encuentran las personas en su día a día solo las saben quienes las encuentran. Nosotras podemos ponernos a imaginar, pero si no tenemos esa condición, es difícil. Si pensamos en organizaciones que de dedican a dar voz a colectivos con características especiales, ese trabajo está hecho. Y pones en valor su tarea. Todo el mundo acaba ganando.
Te quería preguntar por cómo nos formamos. Todo lo que comentas requiere una formación para los adultos y para los jóvenes que se relacionan con la tecnología de una manera distinta. También por la brejcha digital. Se ha hablado de la falta de dispositivos, de la falta de acceso a una red de internety de la falta de conocimiento para usar los dispositivos. Es evidente que la educación digital es necesaria y se tiene que hacer bien ¿cómo la plantearías en las aulas y fuera?
Creo que esta educación hay que diseñarla, no se puede actuar de forma reactiva. Lo bueno es que hemos estado de forma reactiva en el último medio año, hemos visto lo que no nos funciona. Ahora es el momento de coger esos aprendizajes y convertirlos en propósitos. Hemos estado trabajando con una fundación en esa idea de inputs de educación híbrida. A nivel de bienestar y seguridad digital, teníamos muy en cuenta la idea de la brecha de calidad de uso. Lo que comentabas. La brecha de acceso y la de uso. Las personas que solo usan internet para jugar a juegos, no tienen por qué saber cómo buscar trabajo, por ejemplo. O si solo usan Instagram y TikTok no tienen por qué saber cómo, no sé, otro tipo de elementos como un videocurrívulum. Esto es importante ponerlo en valor y educar en este sentido.
Es importante que ubiquemos a cada perfil docente en lo que es bueno, en cuál es su fortaleza. Se trata de crear equipos de nuevo
No es realista pensar que todos los docentes y maestros van a tener que ponerse las pilas en lo digital porque no es necesario. Creemos que es una exigencia que puede ser a largo plazo, que se puede plantear. Obviamente en las facultades de educación tiene que ser ya una asignatura obligatoria. Pero no podemos exigir que toda la plantilla que tenemos ya actuando, bajo todas las presiones administrativas y demás, más la realidad del día a día en el aula, encima les pidamos que sean expertos en lo digital. Sobre todo cuando hay perfiles que son expertos en su contenido, en su materia, o en hacer seguimiento de los alumnos. Es importante que ubiquemos a cada perfil docente en lo que es bueno, en cuál es su fortaleza. Se trata de crear equipos de nuevo, que uno aporte contenido, que otro aporte herramientas.
Otra cosa que hemos pensado también es hacer partícipes a los alumnos en esta educación digital. En el sentido de que ellos pueden enseñar porque tienen un manejo instrumental fuerte. Pueden enseñar entre ellos, crear mentores d cursos más avanzados con alumnos más pequeños y mentorías hacia los profesores y de los profesores hacia los alumnos. Estas cuestiones pasan necesariamente por pensar en equipos interdisciplinares. La misma lógica que se está siguiendo ahora en la industria o en la academia. Hay que sentar voces diferentes a trabajar en equipo. En la educación creo que es lo mismo.
Para ir acabando. En el libro hablar del detox digital, con estos jóvenes que te acompañaban. Quizá dejarlo del todo para siempre es radical, pero sí que es importante cuidarnos un poco y desintoxicarnos. Cuáles son las necesidades que hay llevado, por lo que has estudiado, a este detox y, por otro lado, cómo llevarlo a cabo sin desvincularnos del todo el mundo digital.
La idea detox es muy atractiva que tomamos del mundo de la alimentación sana. Pero es verdad que es controvertida. Yo no soy partidaria del detox, sí lo soy de unos buenos hábitos digitales, de una buena higiene digital. Como si dices que no me ducho toda la semana pero me paso un día duchándome. Ese día estarás muy limpia pero no se trata de eso. Se trata de encontrar los equilibrios adecuados. Cosas que podemos hacer desde ya: configurar bien qué notificaciones queremos, no tener notificaciones por defecto. ¿Nos hace falta que cada vez que alguien nos hace un like nos llegue un mensaje? ¿podemos esperar a entrar nosotros en la aplicación para ver qué ha pasado y que se refresque? Las notificaciones ¿tienen que ser un sonido, una vibración y un mensaje en pantalla? O puede ser una sola? Limpiar notificaciones. Hacer limpieza de aplicaciones de lo que no necesitemos, lo dejamos ir, nos ha hecho servicio mientras un tiempo y si ya no, lo soltamos. Un poco Marie Kondo (risas). Y después, algunos hábitos, por ejemplo, declarar alguna zona de la casa que sea libre de pantallas, ahí yo recomiendo que la habitación donde se duerme sea zona libre de pantallas. Y pensar que el móvil no se tiene que despertar y a dormir que al mismo tiempo que nosotros. Puede despertarse más tarde que nosotros y podemos levantarnos, empezar el día, desayunar y asearnos y cuando estemos despiertas, dos horas después, ya encenderemos el móvil, cuando estemos listas de abrirnos al mundo. Y lo mismo por la noche. Quizá después de cenar ya podemos apagar el móvil y terminamos el día en analógico. Y descansaremos mejor, además.
Esto no quiere decir que a lo largo del día no podamos estar en comunicación con nuestros amigos, con nuestros contenidos y demás. Pero podemos poner estos ciertos límites. Y, después, se pueden hacer pruebas. Están lo que se llama ayunos digitales intermitentes: hay quien dice que los domingos solo enciende el móvil una vez al día. Pensando que entre semana es imposible apagar el móvil y las redes, por trabajo o lo que sea, pero el domingo nos lo podemos permitir.
No hay soluciones mágicas, a cada uno le funciona algo, pero son ideas de cosas que se pueden aplicar.