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Hace 14 años que se aprobó la LOE, una ley que solo fue de punto medio durante sus primeros siete años de vigencia, porque la Lomce supuso una ruptura del intento de consenso que aquella había supuesto. Esa ruptura ha durado un segundo periodo de siete años, que se han caracterizado por un ataque frontal a la educación pública para beneficio exclusivo de quienes quieren hacer negocio con la educación y de quienes la usan para adoctrinar impunemente.
Ahora con la Lomloe se intenta que la LOE vuelva a ser una ley de punto medio, eliminando todas las barbaridades que la Lomce insertó en su articulado y que le dieron entonces la vuelta de forma sustancial.
Con estas idas y venidas en el devenir legislativo, y anunciado ya por la derecha que intentarán hacerlo de nuevo en un futuro que espero que no llegue nunca, hablar de la búsqueda de consensos no sólo es utópico sino que ya se me antoja que es apostar a vivir en la ingenuidad. Pero, en el fondo, la LOE se debería haber visto como una ley de consenso también por una derecha democrática y liberada del nefasto pasado de este país, si ésta existiera. Y lo mismo debería ocurrir con ella una vez que se aprueben los cambios que trae consigo la Lomloe. Para demostrarlo solo es necesario ver cómo se posicionan los extremos ideológicos de este país en los asuntos de mayor controversia y el punto medio entre ambos que recogerá la LOE tan pronto se termine su modificación con los nuevos cambios.
Sobre la subsidiariedad de una de las dos redes de centros
La derecha busca la subsidiariedad de la escuela pública, manteniéndola solo para atender al alumnado que la privada no quiera escolarizar por no ser posible hacer negocio con sus familias. En el otro extremo se quiere la subsidiariedad de la privada porque la pública debe ser la red que escolarice a todo el alumnado, o casi. La LOE seguirá sin declarar subsidiaria a ninguna de las dos redes, aunque obviamente recupere para las Administraciones la obligación de impulsar adecuadamente la red de la escuela pública como sus titulares.
Sobre la concertación de la red privada
Desde ambos lados se pide la eliminación de la privada concertada, pero por diferentes razones. Desde la derecha para instaurar el cheque escolar y liberar a la enseñanza privada del control social de los fondos públicos que le puedan llegar. Se encuentran en las hemerotecas declaraciones de representantes del PP sobre su deseo de caminar hacia ese escenario y su lamento porque la legislación educativa se lo impide, así como también de la ultraderecha urgiendo al PP actual a ir por esa senda. Y desde la izquierda para eliminar la anomalía que supone la escuela concertada y que no se sigan destinando fondos públicos a la financiación de estos centros privados. La LOE seguirá sin decantarse por alguno de los dos lados, al no eliminar la financiación a la red privada por la vía de los conciertos, pero tampoco los controles para recibirla.
Sobre el éxito escolar
La derecha quiere imponer su visión de la calidad del sistema que consiste en ir cribando al alumnado mediante pruebas que se configuren como reválidas a superar, expulsando a quienes no las superen o derivándoles a segundas vías con menores posibilidades de progreso educativo y social. La izquierda, que desaparezcan las pruebas estandarizadas configuradas como barreras a salvar, para permitir que todo el alumnado alcance los estudios superiores, eliminando también la necesidad de obtener titulaciones específicas en las etapas obligatorias cuya no obtención lo pueda impedir. La LOE mantendrá las pruebas, pero como elementos de diagnóstico y no como reválidas excluyentes, y también la necesidad de titular al final de la secundaria obligatoria, pero dando la capacidad al sistema educativo de facilitar la máxima promoción del alumnado, con el objetivo de evitar que abandone prematuramente su proceso educativo.
Sobre el currículo escolar
La derecha aboga por basarlo en la adquisición de contenidos desestructurados en materias separadas, con estándares de aprendizaje y criterios de evaluación prefijados, cuya superación hacen equivaler sobre el papel a la adquisición de las competencias básicas. La izquierda, en enseñar por ámbitos que estructuren e interrelacionen los diferentes conocimientos para que sean usados en la adquisición de las competencias básicas. La LOE mantendrá las materias separadas pero plantea facilitar una mayor autonomía de los centros educativos a la hora de abordarlas. Además, se potenciará una remodelación profunda del currículo para encontrar una nueva formulación con el mayor consenso posible. Acertar en esto es vital para el futuro de nuestra sociedad.
Sobre la presencia confesional de las religiones en el currículo
La derecha quiere que la religión católica impregne la vida diaria de los centros educativos y condicione su proyecto educativo, así como la media de los expedientes académicos, influyendo con ello incluso en la obtención de las becas. La izquierda, que se deroguen los acuerdos con el Vaticano, y otras confesiones, y que la religión confesional salga de los centros educativos. La LOE cumple con los acuerdos vigentes, pero devuelve la religión a un estatus adecuado a la situación actual, como materia optativa sin valor académico.
Sobre la coeducación
La derecha quiere que puedan existir centros educativos privados que separen por sexo al alumnado y que puedan recibir financiación pública a través de los conciertos. En el otro extremo, que dejen de existir estos centros privados por ser contrarios al mandato constitucional de no segregación. La LOE retira la financiación pública a estos centros pero no impide su existencia en el ámbito completamente privado, aunque con ciertos requisitos.
Sobre la educación especial
La derecha quiere que los centros de educación especial escolaricen a todo el alumnado que por discapacidad pueda llegar a tener dificultades para estar en un centro denominado ordinario, incluso aunque pudiera progresar en ellos como el resto del alumnado si existieran los recursos específicos necesarios. En el otro extremo se quiere la inclusión de todo el alumnado en los centros ordinarios, implementando todos los recursos que lo hagan posible. La LOE mantiene los centros de educación especial, por considerar que son necesarios para una parte del alumnado escolarizado en ellos, pero dotará de recursos a los centros ordinarios para que pueda permanecer en estos todo aquel alumnado que puede progresar en ellos con dichos recursos.
Sobre el uso de las lenguas
La derecha, en su papel de nacionalista centralista, quiere que el castellano sea la lengua predominante en el proceso educativo que se desarrolla en todos los centros educativos del país, incluso en aquellas comunidades autónomas con otra lengua propia cooficial. En el otro extremo, los nacionalistas no españolistas, quieren que lo sean sus respectivas lenguas propias distintas del castellano. La LOE se ajusta a lo establecido en la Constitución Española, garantizando la obligación de conocer todas y el derecho a usarlas, no dando tanta importancia a cuánto tiempo se usa cada una de las lenguas propias en el proceso educativo, sino a asegurar que se adquiera la competencia lingüística en ambas.
Podríamos seguir revisando en todos sus extremos la LOE con la nueva redacción que le dará ahora la Lomloe, si un artículo como éste diera para ello, porque encontraríamos más puntos medios. El texto está lleno de ellos. Pero la cuestión principal no es solo que existan, sino que sean aceptados por las partes como puntos de acuerdo para dar tranquilidad al sistema educativo y como bases para un debate sosegado sobre los cambios profundos que necesitamos consensuar y acometer en los próximos años.
Y eso no parece que esté cerca de suceder, porque aunque la izquierda esté dispuesta a ello, como la Lomloe vuelve a demostrar, la derecha es insaciable y solo aceptará la imposición de su modelo ideológico. Así que, quienes podemos aceptar la LOE como texto de punto medio en el contexto actual, pero defendemos un sistema educativo basculado hacia la izquierda, tendremos que seguir tirando hacia nuestro lado para compensar los efectos de la insaciabilidad de la derecha, hasta que ésta acepte sentarse a consensuar el sistema educativo de futuro que necesitamos construir, dejándonos de idas y venidas, que deberá nacer de un consenso sobre el modelo de sociedad en el que todos nos podamos sentir integrados.
Sinceramente, creo que estamos en un momento histórico muy singular en el que nuestra sociedad tiene que ser valiente ante muchos retos; el cambio del sistema educativo es uno de ellos. Pero para tener esa valentía necesitamos muchos más líderes políticos que asuman riesgos y se liberen de los corsés partidistas heredados. Veremos si ocurre pronto. ¡Ojalá!