Lectura del contexto
La relación comunidad-escuela viene sufriendo en Colombia una ruptura que ha desembocado en el distanciamiento entre las partes generando aislamiento, desinterés, pérdida de valores culturales en el proceso educativo y pérdida de los saberes ancestrales.
Las aspiraciones de estudiantes del Centro Educativo Permanente Mazo, sede Piedras Blancas, escuela rural ubicada en el pulmón de Medellín, conocida también como la tierra de los silleteros y el bosque de niebla, están alineadas más con la vida de sus ídolos de medios y televisión, con despojarse de la ruralidad y vivir en la civilización que ofrece lo urbano, que con el territorio que habitan.
Sus proyectos imaginarios escapan del interés de los procesos de enseñanza y aprendizaje que viven en la escuela, y de los saberes ancestrales agrícolas que han permitido el sustento de muchas de las familias de la región y que han generado un saber importante sobre la siembra. La siembra y cuidado de los cultivos, actividades principales en la agricultura, se ha gestionado por cada una de las familias de acuerdo a sus experiencias y al conocimiento de sus miembros, sin una documentación e integración de saberes como comunidad rural, convirtiéndose en actividades que no despiertan la atención de las últimas generaciones. De esta forma, niñas y niños de preescolar y primaria empiezan a desconocer las riquezas de su territorio, se alejan de un rol e identidad de personas campesinas sembradoras, y truncan la línea de transferencia de saberes de las generaciones mayores a las más chicas.
Como maestra fui aprendiendo a ver la riqueza que poseía el entorno de mis estudiantes de preescolar al grado quinto (de 5 a 11 años), un entorno que ellos y ellas no podían ver y tal vez desconocían, quizás en una cierta fragilidad del sentir de pertenencia o necesidad de alejarse de ella en la búsqueda de otras formas de vida y horizontes profesionales. La lectura del contexto me llevó a plantear hacer apuestas desde reflexiones pedagógicas para intentar convertir y sentir la escuela como el lugar donde se producen conocimientos y saberes. La escuela es un campo de producción de saberes que conectado al territorio permite la construcción de otras comprensiones superando las concepciones clásicas a las que se acusa a la escuela de solamente reproducir saber sin vida, de ser estática.
Otras formas de vivir la escuela
Vivir la escuela de manera distinta, requería de un proceso sensible para conversar con mis estudiantes desde las emociones, las experiencias, los conocimientos adquiridos. Sabía que, aplicando la máxima de Pablo Freire “no hay enseñanza sin investigación ni investigación sin enseñanza”, con la pregunta y acciones colectivas, podríamos de manera conjunta imaginar mundos posibles para la enseñanza y reelaboración de los sueños. Fue así como se acudió a la investigación escolar para elaborar aprendizajes y a su vez formar investigadores e investigadoras.
Pensar la escuela y pensar sus prácticas era necesario para romper con ese distanciamiento con contexto de vida, con sus saberes, involucrando a la familia, la escuela y el territorio. De esta manera, hay un cambio de perspectiva respecto al ceñimiento a un contenido propuesto en una cartilla y el currículo se adapta a metodologías activas en un programa que genera competencias científicas para que niños y niñas se pregunten e identifiquen los problemas y los conocimientos adquiridos al tratar de resolverlos, sean coherentes con el territorio.
Lo primero que reconocimos fue que sería potente conectar la escuela con la familia y el territorio en la que construimos una triada poderosa. Las preguntas iniciales que nos conectaron a 26 niños y niñas investigadores, fueron las siguientes: ¿Cuál es la importancia de sembrar? ¿Sembrar se hace igual en todo nuestro territorio? ¿Quiénes nos pueden enseñar a sembrar?
Estas preguntas motivaron diversas acciones:
- Se adoptó la siembra y los saberes relacionados como eje de interacción entre estudiantes y entre ellas y ellos y sus familias. Decidimos como personas investigadoras recorrer el territorio para visitar e interactuar con las familias; para conocer sus saberes y motivaciones y sean compartidos, estimulando así el interés del grupo.
- Se propuso compartir lo aprendido con profesorado y los investigadores e investigadoras de otras instituciones.
- Se buscó construir alianzas con actores interesados de la región para cimentar saberes.
- Se crearon memorias para documentar lo que la vivencia iba aportando y podía ser divulgado o replicado a futuro.
- Se hicieron proyectos de sembrar una huerta en la escuela y ampliar la de la casa a partir de los conocimientos y buenas prácticas, identificadas durante los recorridos.
Ir tras las huellas, sembrar, transformar
Se trata, pues, de una experiencia educativa que fue tomando forma a través de una investigación-acción participativa, un modelo en el que actores sociales (los y las estudiantes), a partir de la acción y reflexión, crean una conciencia crítica, formulan preguntas de investigación y transforman su propia realidad.
Nuestra ruta siguió diversos momentos en los cuales se aprendió a preguntar, observar, leer, sentir, conversar, compartir, crear:
1) Escritura del proyecto de investigación: problema, preguntas, estado del arte, ruta metodológica, cronograma y resultados esperados.
Creamos el logo y eslogan “Sembradores de Vida” y el blog “Mágicos caminos para aprender a sembrar”.
2) Caminar juntos nuestro territorio. Nos fuimos de la escuela a las casas para que las familias nos enseñaran cómo sembrar, en los trayectos de los caminos leímos y mapeamos el territorio, reconocimos su biodiversidad y aprendimos de los saberes ancestrales de la siembra y la solidaridad de las familias.
3) Luego de cada recorrido vivimos una experiencia de escritura para plasmar los sentimientos y aprendizajes. La escritura la hicimos por medio de fanzines, que permitían expresar 8 micro-experiencias para luego ser difundido en la comunidad con un tiraje reducido. Fue un ejercicio liberador de experiencias.
También pudimos construir círculos de lectura llamadas “Lecturas para otro mundo” con énfasis en biodiversidad y género, y se divulgaron los saberes aprendidos a través de la radio con el programa que se conoce como Divertisiembra radial: sembradores de vida.
4) Nos visitaron estudiantes e investigadores locales e internacionales. Iniciamos círculos de conversación de los desarrollos de la investigación. La voz siempre la tuvieron los niños y las niñas, fortaleciendo su empoderamiento y su competencias comunicativas. Creamos nuestra huerta escolar aplicando los saberes adquiridos sobre la siembra en los recorridos y a su vez también creamos el herbario escolar de plantas nativas donde los estudiantes cambiaron su rol a herbolarios.
5) Se activa una enseñanza situada desde el territorio a través de la aplicación de los saberes aprendidos en los recorridos donde se visitaron a las familias, que sirvió para utilizarlo en la huerta familiar, garantizando sostenibilidad y seguridad alimentaria en tiempos de pandemia por causa del Covid 19.
El cultivo familiar de las huertas caseras, los procesos de siembra, fueron compartidos a través de videos por WhatsApp. Las conexiones familia, escuela y territorio se divulgaron aquí: https://bit.ly/2EBSBW6
Nuestras conquistas
Muchas otras propuestas dentro y fuera de la escuela fueron nutriendo a nuestra investigación enfocada en generar acciones para transformar la realidad social de las personas involucradas, la realidad que cotidianamente viven niñas y niños y sus familias. Esto ha sido posible porque la investigación:
- Si bien tiene relación directa con todas las áreas que se enseñan en la escuela, ha permitido que haya ruptura del asignaturismo, se replantee el currículo estático dominante y se permita la elección y construcción de contenidos útiles y relevantes donde niños y niñas son protagonistas y líderes de su aprendizaje.
- Fomenta aprender y producir saber científico y social de forma cooperativa. Además, como se abordan saberes vitales desde los hogares, entonces se evita la deserción escolar y mejora la motivación para seguir aprendiendo.
- Implica que niñas y niños participantes pueden desarrollar su capacidad de leer su territorio y propiciar cambios conjuntamente con la escuela, las familias y otras instancias de la comunidad.
- Favorece el aprender a dialogar, a tomar decisiones y a dotar de significados formativos los procesos. Así, por ejemplo, el nombre de la investigación “Mágicos caminos para aprender a sembrar” atiende a interminables conversaciones en el salón de clase que genera un proceso como este donde surge la magia. “Mágicos caminos” porque se plantea la intención de caminar juntos el territorio y para “aprender a sembrar” porque el caminar juntos lleva a visitar a las familias de cada estudiante para que cada una de ellas enseñe los secretos y saberes de la siembra que adquirió y construyó por generaciones.
Esta experiencia ha permitido leer el territorio, sentir y escribir; y también la creación de relaciones fuertes y útiles de la escuela con la familia. Los niños y las niñas de Piedras Blancas transforman sus imaginarios, y dan valor a ser guardianes y protectores de su territorio. Ven en él una riqueza única.
El programa ha permitido, asimismo, la conformación de una red de aliados, uso de otros idiomas, creación de redes de divulgación, habilitación de herramientas y formación continua de los docentes.
Fue tanta la emoción de lo construido y de lo que estaba pasando que escribí el proyecto institucional de investigación con miras a formarnos como docentes y estudiantes en investigación para luego crear un centro de investigación rural. Hoy el centro está reconocido como tal por la comunidad y la Secretaría de Educación de Medellín.