Nihil novi sub sole. La educación es un sector laboral fundamentalmente femenino. Por supuesto, con matices. Mientras en la educación infantil son la inmensa mayoría, con cifras de ocupación por encima del 90%, en la universidad las cosas cambian y mucho.
Desde hace ya años, uno de los principales puntos negros era la ocupación de puestos de responsabilidad en los centros educativos pero, hoy día, son mayoría las directoras, secretarias y jefas de estudio. Eso sí, siguen infrarepresentadas si se tiene en cuenta el volumen de mujeres docentes en los centros educativos. De nuevo, la universidad y los centros de secundaria postobligatoria son los lugares donde más diferencias se encuentran.
Uno de los problemas principales que tiene el sistema educativo público es el de la interinidad. Con unos porcentajes lejanos todavía al famoso 8% acordado por los sindicatos con el exministro Cristóbal Montoro y que ya, por estas fechas el año pasado parecía más que claro que no se iban a cumplir. Un año de pandemia y excepcionalidad, sin oferta de empleo público, ha empeorado esta situación.
Aunque no parecen existir cifras desagregadas por sexos en relación al personal interino, ni en las estadísticas del Ministerio de Educación y FP ni en las de Función Pública, no parece descabellado pensar que ellas se llevan la peor parte de una situación de temporalidad sobre la que la Unión Europea ha puesto el punto de mira. Si en la media global las mujeres suponen el 65% de todo el personal docente, es muy probable que esa cifra también sea la de interinas. Más o menos, estarían entorno a las 70.000 mujeres que no tienen una plaza fija, y cuyas jornadas se ven en peor situación, con vacaciones no pagadas, jornadas reducidas a un tercio o menos y, lógicamente, con menos salario y, en el futuro, peores pensiones.
El reto de la postobligatoria
Las diferencias que se ven en relación a los estudios que elijen ellas frente a ellos se ven claramente en las modalidades de bachillerato, en donde las opciones de ciencias no están entre las primeras opciones. Esta situación se traslada, porteriormente, a los estudios universitarios también.
Por supuesto, en el caso de la formación profesional, ya sea la básica o las de grado medio y superior, estas diferencias están presentes y son mucho más marcadas.
El problema, más allá de que las chicas elijan unos estudios u otros, es que en el futuro laboral se encontrarán con puestos de trabajo peor considerados y pagados y, seguramente, con condiciones laborales algo peores. A lo que habría que sumar, claro, que ellas copan la mayor parte de los contratos a media jornada y de las reducciones de jornada por guardia y custodia o cuidado de familiares.
En el caso de la FP, cualquiera sea la etapa en la que se encuentren matriculadas, los estudios que más elijen las chicas para seguir suelen ser Imagen personal, Servicios socioculturales y a la comunidad o Textil, confección y piel. Y los que menos, Instalación y mantenimiento, Transporte y mantenimiento de vehículos o Fabricación Mecánica.
En los estudios universitarios pasa algo parecido a lo que se ve en el bachillerato y en las diferentes modalidades de formación profesional. Algo ya conocido y para lo que existen diferentes iniciativas relacionadas con el aumento de las matrículas en estudios STEM.
Profesorado
La distribución del personal docente también es dispar. Aunque las mujeres copan, mayoritariamente, el sector docente, existen importantes diferencias en función de las etapas. En este sentido, las enseñanzas universitarias son las que menos mujeres ocupan, a pesar de que ellas son mayoría entre el estudiantado y aprueban en mayor medida tesis doctorales.
Desagregando las cifras de la educación no universitaria se advierten también importantes diferencias en el porcentaje de mujeres en las diferentes enseñanzas, desde la práctica totalidad en educación infantil a poco más de la mitad en los centros de secundaria obligatoria y postobligatoria.
En contraste con las cifras de mujeres en el sector educativo se encuentran las de aquellas que forman parte de los equipos directivos. En general están bastante cerca dichas cifras, salvo algunas excepciones como en el caso de los centros de educación secundaria obligatoria y postobligatoria.
Caso a parte es el de las mujeres dentro de la universidad. Aun siendo mayoría entre el estudiantado, a pesar de obtener mejores rendimientos académicos en general que sus compañeros o aprobando en mayor número tesis doctorales, todavía hoy son minoría entre el cuerpo de profesorado.
En los últimos 10 años, según cifras del Gobierno, el número de profesoras universitarias ha pasado de 39.485 a 53.208, algo más de 13.000 más. La cifra de hombres, en este caso, ha tenido un crecimiento inferior, de 68.445 hasta 72.263. De esta manera, el porcentaje de mujeres dentro del profesorado ha pasado de ser el 36,6% en el curso 2008-2009 a ser del 42,4% una década después.
Resultados de la enseñanza
Los resultados de la enseñanza es otro de esos apartados, dentro de la educación, en el que se ven claramente las diferencias entre chicos y chicas. Por lo general son ellas las que obtienen mejores notas, repiten en menor medida, abandonan menos y llegan más lejos en sus estudios.
El porcentaje de AET recomendado para españa en 2020, según la Unión Europea, era del 15%. El objetivo está prácticamente conseguido si se hace la media, aunque las cifras desagregadas cuentan otra historia. Una según la cual ellas ya alcanzaron el objetivo para España en 2016 (y están cerca del objetivo europeo del 10%), mientras que ellos, a pesar de que ha habido una evolución muy positiva, todavía están a cinco puntos porcentuales (10 en el caso del objetivo europeo).
Pero, a pesar de los mejores resultados generales de las mujeres, así como de alcanzar cotas mayores de educación, sus tasas de empleo son peores que las de los hombres para todos los grupos de edad y estudios alcanzados.
A estas diferencias hay que sumar las que se dan también en las tasas de paro en estas edades y con las mismas titulaciones. Unas diferencias entre hombres y mujeres que van disminuyendo en relación a los logros alcanzados a lo largo del sistema de formación.