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Desde el primer momento, el Ministerio ha adoptado numerosas decisiones que han respondido siempre a criterios de salud pública, coordinación con las comunidades autónomas y transparencia informativa. El 17 de marzo convocamos de urgencia la Comisión General de Educación, y el 25 la Conferencia Sectorial, en la que acordamos por unanimidad continuar el curso, a pesar de que muchas voces clamaban por darlo por finalizado; también adoptamos las primeras decisiones relativas a la Formación Profesional, a las pruebas de acceso a la Universidad o a la situación de los jóvenes que cursaban estudios en otros países.
Éramos conscientes de que se abría un panorama inédito, que nos obligaba a dar una respuesta sólida y eficaz para evitar contagios y dar continuidad al aprendizaje. Por eso se inició un estrecho trabajo de cooperación a todos los niveles. Se celebraron reuniones de las Comisiones de Educación, Formación Profesional y Personal. También la Comisión Permanente del Consejo Escolar del Estado mantuvo reuniones para aportar criterio. El Gobierno movilizó fondos, se facilitaron recursos tecnológicos y pusimos en marcha iniciativas digitales y audiovisuales. Se aprobaron más de ochenta Reales Decretos, Órdenes Ministeriales y Resoluciones. Comparecí en varias ocasiones en la Comisión del Congreso y respondí a numerosas preguntas escritas, e interpelaciones y preguntas orales. Trabajamos también en coordinación con otros países e instituciones multilaterales, y a tal efecto participé en encuentros con responsables educativos de UE, OEI, UNESCO, UNICEF, OCDE y G-20.
La educación de más de ocho millones de estudiantes se había visto alterada, pero no interrumpida
La historia enseña que, en épocas de crisis, la solidaridad se debilita y suelen crecer las actitudes egoístas. Esta vez ocurrió lo contrario. Los profesionales de la educación fueron capaces de dar respuesta a una situación que impactaba en las dinámicas de convivencia más básicas. Pasamos de una educación presencial analógica a una educación a distancia y en línea. Durante el confinamiento, profesorado y equipos directivos desarrollaron metodologías y fórmulas para adaptarse a una nueva forma de relación con el alumnado. Tuvieron que desarrollar destrezas digitales, responder a desafíos desconocidos, sostener emocionalmente a los estudiantes… Padres y madres convirtieron sus hogares en aulas, compatibilizando situaciones laborales complicadas con el apoyo en el estudio a sus hijas e hijos, que crecieron en madurez emocional, civismo y responsabilidad.
A pesar de las innegables dificultades, logramos flexibilizar el currículo y las programaciones didácticas, así como adaptar la evaluación, promoción y titulación. La progresión del alumnado debía de ser la norma; la repetición, una excepción. En la Sectorial del 14 de mayo decidimos comenzar una apertura prudente y controlada de los centros para la realización de actividades puntuales, en función de las fases de desescalada de cada región. También empezamos a trabajar en aspectos que garantizasen la seguridad de las personas y la continuidad de los aprendizajes de cara al nuevo curso, así como en el establecimiento de planes de contingencia para dar respuesta a la evolución, difícilmente previsible, de la pandemia. Se celebraron también reuniones con los agentes educativos (Mesa de negociación sindical y Mesa de la enseñanza concertada). El personal no docente y de servicios realizó una tarea ímproba en relación con los procesos de admisión, emisión de boletines de calificaciones, certificados y documentación diversa, preparación y limpieza de los centros… El curso finalizó de manera razonablemente satisfactoria, y en condiciones de equidad. La educación de más de ocho millones de estudiantes se había visto alterada, pero no interrumpida.
Siendo conscientes de que no hay riesgo cero, teníamos claro que los beneficios de asistir a la escuela eran superiores a los posibles riesgos asociados a la pandemia. Era imprescindible dar certidumbre y directrices claras para que los centros educativos, en el marco de su autonomía de funcionamiento, adecuasen los planes de actuación a sus condiciones específicas para convertirse en entornos seguros. Fue muy importante la reunión conjunta de dos Conferencias de cooperación territorial (Educación y Sanidad) del 27 de agosto, en la que acordamos la presencialidad para todos los niveles y etapas, así como medidas como asegurar los servicios de comedor, apoyar a menores con necesidades especiales o pertenecientes a familias socialmente vulnerables, designar una persona responsable de los aspectos relacionados con el Covid, etc. Gracias al esfuerzo de administraciones, equipos directivos y docentes, los treinta mil colegios del país abrieron sus puertas. Aquel esfuerzo ha merecido la pena. Según los datos estimativos más recientes que proporcionan las comunidades autónomas, el 99,5% de las aulas están abiertas.
La mejora de los datos de incidencia de la pandemia y el comienzo de las vacunaciones nos animan a mantener las medidas de prevención
La crisis socioeconómica, paralela a la sanitaria, evidenciaba la necesidad de servicios públicos de calidad, con recursos suficientes y una gestión eficaz. Pero la exigencia a la que se ha visto sometido el sistema educativo también ponía de manifiesto la urgencia de una nueva legislación, y la necesidad de actuar con ambición y determinación. En pocas ocasiones lo urgente y lo importante han coincidido tan claramente. Por eso, la tramitación de la Lomloe no podía esperar. En el último trimestre de 2020 centramos nuestro trabajo en la fase final del debate parlamentario y aprobación de una Ley que va a ser motor de transformación y modernización, y que pretende garantizar los niveles de excelencia y equidad propios de un servicio público esencial. Ya estamos trabajamos a fondo en su desarrollo normativo, así como en la preparación del proyecto de la futura Ley de Formación Profesional.
Los centros siguen siendo lugares seguros, y por eso es importante mantener las clases presenciales. Pero no podemos ni debemos bajar la guardia. La mejora de los datos de incidencia de la pandemia y el comienzo de las vacunaciones nos animan a mantener las medidas de prevención para que el último trimestre se desarrolle con la misma normalidad con la que, en términos generales, ha transcurrido el curso.
El mayor empeño de quienes compartimos la pasión por la educación es lograr que alumnas y alumnos puedan desarrollar al máximo su talento, sin que nadie se quede atrás, y que puedan contar con el respaldo de un sistema educativo que les acompañe en su adaptación a la vida adulta, repleta de retos e interrogantes. Debemos seguir situando la educación y la formación por encima de cualquier otra consideración. Porque, como recuerda Irene Vallejo, Premio Nacional de Ensayo, en su libro El futuro recordado, “la educación es, más que ningún otro oficio, el territorio donde soñamos y creamos el futuro”.