El 19 de septiembre se cumplieron cien años de su nacimiento en el nordeste brasileño. Abogado de formación inicial, se convirtió en peregrino del mundo, forzado primero por los golpes militares en Brasil y Chile, luego, para participar en proyectos en Europa y África, hasta la vuelta a su país natal, donde murió en mayo de 1997.
Alrededor del planeta se están realizando distintas actividades conmemorativas, algunas de ellas organizadas desde, con y por los Institutos Paulo Freire diseminados en la geografía mundial. Ojalá la efervescencia temporal se tradujera en una reinserción crítica del pensamiento freireano en el currículum de las escuelas de pedagogía, educación y formación de maestros, aunque, me temo, podría ser sólo motivo para reuniones académicas fugaces, con la epidemia de plataformas que invaden desde el confinamiento.
Paulo Freire, su pensamiento y obra, no son contenidos relevantes hoy en el currículum oficial. En México, por ejemplo, no se le estudia en las carreras próximas de las facultades universitarias, a juzgar por la “Guía para el sustentante” del examen general de egreso que presentan los alumnos que cursan carreras de pedagogía o ciencias de la educación, para estimar sus niveles de preparación e, incluso, como opción de graduación.
Aunque parezca inverosímil, quienes integraron ese documento en el Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior A. C., no incluyeron ni uno de los libros de Freire. Leerlo, entonces, es prescindible entre los “conocimientos y las habilidades necesarias para iniciarse eficazmente en el ejercicio de la profesión”.
Que no esté incluido ahí podría parecer asunto menor, pero en la Guía se informa que el examen se construye con el apoyo de cuerpos colegiados de expertos, que representan a diferentes instituciones, colegios o asociaciones de profesionistas, empleados de los sectores público, privado e investigadores de “reconocido prestigio en educación o evaluación”. Con ese entramado que avala el examen, entonces, la situación no es irrelevante.
Se lee también en la Guía que un “referente fundamental” en su hechura es la opinión de profesionistas activos formados con planes de estudio distintos y en diferentes instituciones, quienes opinan en una encuesta nacional sobre actividades profesionales frecuentes, nivel de importancia de las tareas en la profesión, conocimientos y habilidades necesarios para estudiarse o desarrollarse durante la licenciatura.
¿Será verdad que Paulo Freire es una referencia caduca para comprender la problemática educativa?
Más allá de esa pregunta, que obliga a respuestas profundas, en México se cursan licenciaturas en pedagogía o ciencias de la educación sin pasar los ojos por la obra del más universal de los educadores latinoamericanos, a pesar de que sus concepciones inspiraron durante un tiempo el método y materiales del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos, ariete en el combate al analfabetismo.
Ojalá que los cien años de Paulo Freire sirvan para muchos pretextos, el más elemental: conocerlo, leerlo o releerlo, para revisar las obras escritas en torno a su pensamiento y menos para los que él eludía: convertirse en estatua, erigirle un credo o iglesia para venerarle.
La obra del educador brasileño y universal es inconmensurable. Cada relectura, en un contexto espacial o temporal distintos, admite interpretaciones vigentes. Es autor clásico. Entre sus obras, son señeras las primeras más conocidas, Pedagogía del oprimido y Educación como práctica de la libertad; pero luego viene una larga lista de títulos. Ahora, pondero los libros basados en conversaciones personales con otros educadores o intelectuales, porque pueden ser la puerta a su pensamiento, como Por una pedagogía de la pregunta, con Antonio Faundez; Esa escuela llamada vida, con Frei Betto; Pedagogía: diálogo y conflicto, con Moacir Gadotti, Sergio Guimaraes e Isabel Hernández; Alfabetización. Lectura de la palabra y lectura de la realidad, con Donaldo Macedo y Miedo y osadía. La cotidianidad del docente que se arriesga a practicar una pedagogía transformadora, con Ira Shor.
Para ese mismo propósito es relevante las conversaciones que tuvo Paulo con la educadora ecuatoriana Rosa María Torres, publicadas en el libro Educación popular. Un encuentro con Paulo Freire.
Los textos epistolares de Freire testimonian su forma de ejercer la praxis pedagógica, como Cartas a quien pretende enseñar o Cartas a Cristina. Reflexiones sobre mi vida y mi trabajo.
Paulo Freire era incisivo en su deseo de que no se le repitiera, sino que se le reinventara. En La naturaleza política de la educación. Cultura, poder y liberación retrata su actitud política y epistemológica: “Propongo a mis lectores que actúen como sujetos y que, por lo tanto, rechacen la idea de limitarse a aceptar mi análisis”. Un reto intelectual y político extraordinario que la pandemia y su confinamiento pedagógico vuelven imperativo para encontrar otros ángulos desde los cuales comprender y transformar el hecho educativo.