Si miro a mi alrededor, veo dos tipos de docentes en las etapas de educación infantil y primaria: los que atienden a la diversidad y los que no. También podríamos decir: los que atienden a todo el alumnado y los que no.
Existen aquellos que llamo maestros de la negación. Aquellos que no quieren a «ese alumnado» en sus aulas y solicitan constantemente que se le atienda fuera de ellas. Que, si les comentan que la atención es dentro, les sale un sarpullido solo de imaginarlo, y se niegan taxativamente amparándose en su discurso rancio. Esos docentes suelen ser los mismos que se quejan de que su alumnado no sabe trabajar en equipo. Esos que no quieren que nadie entre en su aula bajo ningún concepto. Los docentes que no son capaces de trabajar con otros profesionales en la misma aula están abocados a la extinción. O, al menos, eso espero.
Dentro de los que sí atienden a la diversidad tenemos los docentes del apoyo individualizado y los de la docencia compartida. La tendencia en los últimos tiempos es mantener a dos profesionales dentro del mismo grupo para atender a todos y cada uno de los alumnos y alumnas, y no solo a aquellos que tienen una etiqueta o algún área suspensa. Pero una cosa ha de quedarnos clara: tener a dos docentes en el aula no es docencia compartida. El modelo entraña mucho más. Es una pauta de trabajo en equipo, organizada y con muchísima planificación y programación conjunta. Y, por eso mismo, es la modalidad más difícil de llevar a cabo, porque requiere un alto grado de implicación de todas las partes. Y, por qué no decirlo, también de formación.
El quid de la cuestión es el siguiente: ¿estamos formados para atender a la diversidad? Tras hablar con más de 400 docentes, monitores y padres y madres de alumnado que contestaron a unas preguntas por privado en Twitter, mi respuesta es un no rotundo. El profesorado se siente abandonado y decepcionado tanto en su formación inicial como en la que se ofrece desde los centros de profesorado a lo largo de sus carreras. Seguimos sintiéndonos huérfanos cada vez que comenzamos con un grupo y nos presentan las características del mismo. ¿Y qué nos salva? La experiencia, la de los compañeros y compañeras que nos asesoran y nuestra propia inversión en nosotros mismos.
Y ahí es donde quería llegar. Estoy convencida de que la atención a la diversidad se paga de nuestros bolsillos. No de nuestra aportación a las arcas del Estado en forma de impuestos, no. Literalmente de nuestros propios bolsillos. Porque somos nosotros mismos los que buscamos formaciones de calidad fuera de los centros del profesorado que deberían hacerlo. Porque somos nosotros los que desembolsamos nuestro dinero en la adquisición de materiales que los centros no pueden -o no quieren- comprar. Y porque somos nosotros los que invertimos muchas horas, más allá de las 37,5 semanales, para poder sacar a nuestros grupos adelante. Nos estamos robando nuestra propia vida, porque sustituimos horas de tiempo personal por horas de dedicación laboral. Y lo hacemos por el alumnado, porque queremos sacarlo adelante por encima de todo. Y que nadie me venga con el cuento de la vocación, porque ya está bien de que la vocación sea el sostén que lo justifique todo.
El profesorado que ha contactado conmigo tiene unas demandas muy claras, y me he propuesto ser en este pequeño artículo la portavoz de todos ellos. Porque son los docentes reales que están día a día en las aulas los que tienen que ser escuchados, los docentes hartos de pseudometodologías mágicas ofertadas por gurús y vendehumos que aprovechan las circunstancias para hacer negocio. Atender a un grupo de alumnos y alumnas no es sencillo. Atender a un grupo con un alto grado de necesidades educativas, a veces es casi imposible. Y no existe receta alguna para hacerlo, y menos aún te va a enseñar quien no pisa un aula o hace muchos años que ya dejó de hacerlo.
El profesorado necesita formación de calidad, tiempo para la coordinación y elaboración de materiales, bancos de materiales por cursos en los centros, personal específico de apoyo de quien aprender, un equipo de orientación con tiempo para hacer algo más que diagnosticar. Necesitamos rodearnos de calidad para poder ofrecer calidad.
Y os voy a decir una de las frases más repetidas en sus diferentes variantes: “siento que no soy capaz de llegar a todos”. Duro, ¿verdad? Pues ese profesorado implicado necesita que se escuche su voz, necesita que se le apoye para desarrollar aquello que se le exige. Y, curiosamente, ninguno ha demandado una subida de sueldo o una reducción de su jornada laboral, algo que siempre se nos critica desde fuera el sector, y que también sería muy lícito hacer.
Y ahora paso a hablar en primera persona, si me lo permiten. Yo misma he evolucionado en mi forma de ver y entender la atención a la diversidad. He sido de esas docentes que se sentaban al final de clase a leer con aquellos que lo necesitaban de uno en uno, la que entraba a dar apoyo en un grupo y preguntaba al llegar qué tenía que hacer y la que ahora no lo entiende de otro modo que el trabajo en equipo con todos aquellos que entran en el aula -que no mi aula-. Soy esa que tiene muy claro que los profesionales que vienen a apoyar son recursos para el alumnado, no para el profesorado. Soy la que cree que cada vez que le dices a un docente que hoy no necesitas ayuda estás desperdiciando la oportunidad de llegar a quien no llega, y quizá ni siquiera te has percatado. Soy la que cree que la atención a todo el alumnado es una obligación y es el camino, y no la meta. Y soy la que, a pesar de todo lo que tenemos en contra, seguirá haciéndolo lo mejor que puede, y equivocándose multitud de veces.
Y si crees que sabes ya todo acerca de cómo atender a la diversidad, escribe un libro. Probablemente no lo compraré ni lo leeré, porque tengo claro que alguien que cree estar en posesión de la verdad absoluta es habitualmente el que está más lejos de ella. Seguiré aprendiendo de los docentes que entran conmigo en el aula, de aquellos con quienes comparto ideas en un canal de Telegram y, por supuesto, de todo el claustro virtual de Twitter. Pero eso no va a impedir que siga exponiendo aquello en lo que creo: necesitamos más y mejor inversión, y la necesitamos ya.