Lo primero que tiene que hacer una persona que quiera entrenar la atención (la propia y la ajena) es conocer qué es la atención y cómo funciona. “No he querido hacer un libro de “recetas” sobre cómo educar la atención en el aula. Creo que no debo decirle a un maestro qué es lo que tiene que hacer en el aula, ese no es mi tema. Los maestros son quienes saben cómo hacen eso; son los expertos en saber qué hacer en el aula”. Cosa que no quita para que en un primer momento el maestro sepa qué es lo que quiere entrenar (la atención, la motivación) y, además, saber evaluar cuáles son las necesidades individuales de su alumnado. “Para eso los maestros necesitan conocimiento”.
Es lo que Charo Rueda ha intentado hacer en las más de 400 páginas que dedica, en su libro Educar la atención con cerebro, a comprender qué es la atención, cómo funciona, cómo se entrena y qué puede hacerse en educación al respecto. Eso sí, además de huir de los recetarios, esta investigadora de la Universidad de Granada también se muestra preocupada por que la llamada “neuroeducación” sea un ámbito que resulte útil a los educadores: “Creo que a veces se transmite una idea demasiado simplista del cerebro, intentando hacer metáforas fácilmente asimilables para no expertos pero que, al final, están vacías de contenido”.
Por eso Charo Rueda ha escrito un libro en el que se describe en profundidad cómo se aborda el estudio de la atención y su relación con el cerebro, así como su desarrollo a lo largo de la vida, y los aspectos que influyen en este desarrollo. En su opinión, “para entrenar la atención hay que ser un poco experto, saber en qué consiste, qué procesos la ponen en marcha y cuáles son sus funciones; para qué es importante. La persona que educa debe conocer qué es lo que pretende educar, e identificar qué es lo que el aprendiz necesita. Esta es mi filosofía”.
La primera pregunta de todas, claro, es obligada. ¿Qué es la atención?
«Esta no es una pregunta fácil. De hecho, en Psicología es famosa la frase de que todo el mundo sabe lo que es la atención, aunque es muy difícil definirla. La atención tiene que ver con muchas cosas, y cuando una trata de definirla, la sensación que provoca en el otro es que la atención tiene que ver con todo, básicamente.
Creo, continúa Rueda, que la clave está en que tu cerebro recibe tanta información que es imposible procesarla toda con un alto grado de agudeza y de forma consciente; hay una limitación. La atención, bajo esta premisa, es el mecanismo necesario para priorizar la información que nuestro cerebro va a procesar de forma consciente. Dicho de otro modo: la atención es el mecanismo que nuestro sistema cognitivo, nuestro cerebro, ha inventado para poder priorizar la información.
Aquí es importante hablar de la distinción entre lo que el cerebro hace de modo automático y lo que procesa con control. Este segundo modo de procesar de forma consciente y voluntaria tiene más que ver con lo que llamamos la atención. Lo que trato de transmitir, y es una idea central en todo el libro, es que la atención es necesaria para gestionar nuestro comportamiento, para ajustarnos a nuestros objetivos o a las normas sociales o culturales. Por tanto, es importante no solo en tu vida mental sino también en cómo te comportas. Si no estás atento te comportas de forma automática y los automatismos a veces, por ejemplo en el contexto socioemocional, no son buenos. Por ejemplo, podríamos decir que los prejuicios sociales son ideas automáticas que facilitan tu interacción con la gente, pero si tienes un prejuicio negativo hacia un grupo social concreto, tu comportamiento automático para con una persona de ese grupo al que no conoces será bajo este prisma. Si quieres dominar esa tendencia automática en lo social, necesitas atención. Estar atento es necesario para que seas más consciente de tus pensamientos y acciones y te ajustes a tus objetivos propios; eso en los niños es importantísimo, desarrollar esa conciencia es importante».
La atención es el mecanismo que nuestro sistema cognitivo, nuestro cerebro ha inventado para poder priorizar la información
De esta forma, finaliza, la atención es lo que te permite priorizar tu actividad mental hacia la consecución de tus propios objetivos, hacia un modo más controlado de comportamiento. Esto nos distingue de los animales. El comportamiento de los animales está mucho más determinado por impulsos y deseos que están mucho más en el presente. Su capacidad para ajustarse flexiblemente a situaciones cambiantes, o de dejar de lado un deseo en el momento en pos de un objetivo más a largo plazo, es mucho menor».
La importancia de la atención, por tanto, es meridiana. No solo nos ayuda a discriminar información que queremos priorizar, sino que es la herramienta que necesitamos para sintonizar nuestro comportamiento con objetivos propios o instrucciones recibidas. La premisa del libro es que esta atención puede ejercitarse a lo largo del tiempo. Para ello, Charo Rueda expone en sus páginas algunos de los ejercicios que han utilizado en su investigación. Aunque se trata de unos ejercicios que, tal vez, no puedan tener una traslación directa, por ejemplo, a las aulas o al salón de casa.
“Lo importante es entender la filosofía de cada ejercicio, de modo que el maestro pueda proponer actividades similares para clase. Por ejemplo, ser capaz de corregir una tendencia de respuesta dominante y producir una alternativa es importante para entrenar la atención. Estoy segura de que muchas actividades se pueden diseñar en el aula para entrenar esta capacidad”, asegura la investigadora.
Los ejercicios con los que ejemplifica Rueda en el libro están sacados de la investigación que se lleva a cabo en los laboratorios de neurociencia cognitiva, como el que ella dirige en la Universidad de Granada. En sus investigaciones querían comprobar, entre otras cosas, si se producían cambios en el funcionamiento del cerebro al ejercitar la atención. Esa es la razón por la que las pruebas son tan controladas: “Para poder utilizar tecnología de neuroimagen que nos permitiera medir cambios en el cerebro”. En sus primeros estudios observaron cambios en el cerebro tras unas pocas sesiones de entrenamiento. “El cerebro es muy sensible al aprendizaje”. Bien es cierto, aclara, que esos cambios no tienen por qué ser estables, para ello hay que cultivarlos con el tiempo. Pero, en cualquier caso, es la demostración de que “el cerebro, especialmente el humano, es altamente educable”, asegura Rueda, “nunca debemos perder esto de vista». «Un educador no debe perder de vista que el cerebro de su alumnado acabará teniendo unas habilidades que se determinan, en gran medida, por la educación que recibe, por el esfuerzo que se le pide y las funciones que se le requieren”.
Esta es una de las claves de todo el asunto. La activación del cerebro ante una acción que debe desarrollar. En el libro, Charo Rueda insiste en no pocas ocasiones en la necesidad de que el conocimiento al que debe aspirar el alumnado no sea ni muy difícil ni muy fácil. Debe encontrarse en lo que Vygotsky definió como zona de desarrollo próximo. Es uno de los elementos clave para el aprendizaje.
El libro recoge otros elementos que “maximizan el aprendizaje de habilidades”, comenta. “Cosas que son de importancia general y creo que el maestro las tiene que tener en cuenta”. La primera, claro, son las horas de dedicación o práctica aunque, afirma, “los siguientes son casi más importantes”. Esta práctica no debe ser intensiva, sino que debe estar repartida en el tiempo. Otro aspecto importante, como se comentaba antes, es la zona de desarrollo próximo, “cómo tienes que adaptar el material para que al niño no le resulte ni excesivamente fácil ni difícil” ya que “cualquier cosa que esté en uno de estos extremos produce una gran desmotivación”.
Otro de los elementos fundamentales es el “andamiaje”, dice Rueda. Se trata del papel que tiene el docente en este entrenamiento de la atención, entre otras cosas. Según uno de los últimos estudios publicados por su equipo sobre el entrenamiento de la atención y su relación con la guía metacognitiva por parte del entrenador. “Cuando un educador enseña al niño a ser más consciente de lo que está haciendo el efecto del entrenamiento en el cerebro es mayor y se transfiere a habilidades generales de razonamiento”.
Como explicaba en el caso de evitar respuestas automáticas ante algunas situaciones, el papel del profesorado es importante si explica a chicas y chicos qué es lo que está ocurriendo. “Explicar eso para que el pequeño entienda qué está haciendo, les sirve para generalizarlo a otras situaciones de la vida”. La idea es que el niño o la niña vea cuál es el ingrediente básico que puede aplicar en otros momentos o situaciones. “Esto le va a ayudar a controlar mejor su atención y su comportamiento”, asegura la investigadora.
Prestar y controlar la atención es una cosa muy costosa y cansa mucho, por eso necesitas variar un poco de actividad
A todo lo anterior se uniría la necesidad de “proponer una cierta variedad de actividades. Que el maestro comprenda bien el ingrediente principal y sea capaz de ponerlo en distintas actividades”. Rueda explica que esto es importante porque “prestar y controlar la atención es una cosa muy costosa y cansa mucho, por eso necesitas variar un poco, para ‘rellenar el saco de la motivación’ que se va vaciando a medida que repites la misma cosa”. Estar atento es muy costoso para el cerebro. Hay que tener en cuenta que el cerebro “gasta” el 25% de la energía del cuerpo suponiendo solo el 2% de la masa corporal.
Prestar atención es, según lo ve Charo Rueda, “la clave cognitiva que nos hace ser este animal tan raro que somos”, “donde nuestra especie ha dado un salto evolutivo”. Controlar la atención, poner la mente en el estado de procesamiento selectivo de la información que recibe para así poder tomar decisiones que, por ejemplo, podrían implicar no hacer algo que queremos hacer porque tenemos un objetivo estratégico a medio o largo plazo. Esto es algo que, comenta Rueda, niñas y niños más pequeños no pueden hacer porque su capacidad para representar el futuro escasamente llega al día siguiente. Por eso, prestar atención es algo tan complicado, porque requiere representar el futuro, tener presentes los objetivos propios, traer a la memoria situaciones o eventos similares para idear diferentes posibilidades de acción… todo esto hay que desarrollarlo para conseguir que la atención ayude a regular el comportamiento. “La atención no funciona aisladamente, necesita de otros componentes cognitivos para hacerlo con eficacia”, asegura la investigadora.
Esto implica cuestiones como saber en qué momento se le puede pedir a alguien una cosa concreta. Una cosa es la atención involuntaria, esa que se pone en marcha, por ejemplo, cuando oímos una sirena o cuando alguien nos llama por nuestro nombre. Pero si lo que queremos es que alguien tenga un control interno, propio, de la atención “tienes que eliminar distractores que puedan captar su atención de forma automática”. Un ejemplo vale más que mil explicaciones: “Si quieres que el niño esté centrado en una actividad como comer o conversar, no debes poner la tele u otros distractores que compitan con la actividad que quieres que se haga de forma consciente”.
La educación de la atención debe ser una cosa integral, no solo algo que corresponde a las escuelas y a las familias
Ya desde los 6 meses de edad se ha visto cómo comienza a surgir un control endógeno, interno, de la atención en las criaturas. Es bueno que los padres y madres sean conscientes de esto y, además, tener en cuenta, que existen muchos factores que pueden afectar al desarrollo en los meses posteriors de esta capacidad en los pequeños. Elementos como el estrés, la ansiedad, la sensación de soledad, la falta de sueño, las situaciones de pobreza… “son situaciones que deterioran la capacidad de controlar la atención”.
Pobreza y atención
Las condiciones materiales de vida, la situación sociocultural y económica de las familias, en definitiva, el entorno en el que se mueven niñas y niños son otro de los factores que influyen de forma importante en el control de la atención. Y, con eso, en los aprendizajes que adquieran a lo largo de toda su vida. Se unen a elementos ya nombrados como el estrés, la falta de sueño o su calidad, la seguridad o sentirse emocionalmente bien. Según Charo Rueda, “son fenómenos cuyos impactos pueden medirse en el cerebro”.
La investigadora explica que es muy probable que chavales de entornos socioeconómicamente empobrecidos o difíciles sean “muchísimo más desafiantes” que otros en lugares con mejores condiciones. Y esto es así “porque no han tenido todas las condiciones para desarrollar de forma optima su capacidad atencional, y sus habilidades de autorregulación se verán potencialmente mermadas”. “Uno de los efectos que produce la pobreza a nivel cognitivo es que la persona no desarrolle objetivos estratégicos a medio o largo plazo, sino más bien a corto plazo”, aclara Rueda.
«Imagina una comunidad donde los individuos pueden desarrollar su atención, su capital mental de forma adecuada, y compáralo con otra donde no sucede, donde esto está mermado porque hay una situación de estrés, de violencia, de carencias, de agresividad, situaciones que sabemos que afectan al desarrollo de las regiones del cerebro en las que se sustentan las habilidades de control de la atención y la autorregulación…», comenta. A lo que habría que sumar, además, que las y los niños son quienes más sufren estas condiciones adversas, entre otras cosas, porque éstas escapan absolutamente a su control.
Para ella, mantener estas situaciones de desigualdad material supone, finalmente, «dilapidar el capital mental que tiene una comunidad en su conjunto». «Si no somos todos conscientes de esto, estamos perdiendo lo que hace que las sociedades sean más creativas, más prósperas». En este sentido, Rueda asegura que «creo que la educación de la atención debe ser una cosa integral, no solo algo que corresponde solo a las escuelas y a las familias». «Invertir en que la gente pueda desarrollar su capacidad mental es la mejor inversión que una nación puede hacer», afirma.
Para hacernos una idea de la importancia de esto, es interesante conocer que ya desde el primer año de vida «conocemos los efectos del estatus socioeconómico familiar en el funcionamiento del cerebro, en cómo emerge la capacidad de desarrollar el control endógeno de la atención». «El cerebro crece de forma jerárquica, como por pisos, digamos, si los cimientos no están bien, y el primer piso ya se tambalea un poco, el último es posible que no puedas ni construirlo». Esto supone que el efecto que producen las situaciones de pobreza y adversidad en las habilidades cognitivas, en lugar de menguar según aumentan los años aumentan según se requieren habilidades cada vez más sofisticadas de los chicos y chicas.
«La clave estaría en tratar de reducir las desigualdades del entorno, de la forma más efectiva posible», afirma Charo Rueda. Y, otra clave sería que «la escuela no fomente la desigualdad, sino que sirva para paliar sus efectos». En este sentido, lo importante es que «las escuelas sean inclusivas, en lugar de estratificarse en función del nivel socioeconómico de las familias de los alumnos».
«Si tú tienes una clase de 25 niños, todos con dificultades familiares, necesitarías cuatro o cinco profesores, casi uno por niño. Pero si tienes mezclados niños con distintas situaciones, con ratios bajos de alumno-profesor, y aulas bien dotadas de recursos educativos, la escuela puede ser un elemento que ayude a paliar el efecto de entornos empobrecidos». Para la investigadora, dadas las horas que pasan niñas y niños en la escuela, el sistema educativo podría paliar en cierta medida las situaciones adversas del entorno. «Por eso creo firmemente en la necesidad de tener escuelas inclusivas».