Guías para que los equipos directivos o para que el profesorado haga todo lo posible para hacer de los centros eduativos los lugares más inclusivos posibles, hay muchas. En diferentes idiomas, con mayores o menores grados de profundidad en un proceso que puede llevar muchos años hasta su implementación.
Guías pensadas para que sea el alumnado quien sea el motor de los cambios necesarios para lograr la transformación de los espacios y las prácticas, no hay tantas. Ahora, al menos, hay una. Y ha salido del ingenio y el trabajo esforzado de un grupo de chicos y chicas, alumnado de diferentes lugares del territorio, con bagajes diversos que ha cubierto buena parte del espectro de capacidades, diversidades de género y sexualidad, de etnia… Un grupo muy heterogéneo, como un centro educativo. Sus artífices han sido: Alberto Sánchez Montes, Antón Fontao Saavedra, Carmen Manzano Fernández, Darío Calderón Cano, Indira Martínez de Ilarduya, Jorge Osa Fernández, Juan Stefan Marí-Mayans Maximet, Leo Osa Fernández, Malena Calderón Cano, Mariama Samba, Martín Zabaleta Verde, Pablo García Luque, Patricia Fernández Jiménez, Rafael Soto Molina, Yasmina Ennadi El Alami Mouis y Zulaika Hadmed Cortés.
Durante varios meses han estado reflexonando sobre la manera de hacer de las escuelas lugares mejores para la diversidad de personas. Lo han hecho teniendo en cuenta las vivencias que cada quien ha ido aportando a la reflexión, al mismo tiempo que han contado con la guía y el asesoramiento de tres adultos, investigadores, expertos en inclusión educativa: Nacho Calderón, de la Universidad de Málaga; Luz del Valle Mojtar, también profesora e investigadora de la misma Universidad, y Florencio Caballero, profesor de la Facultad de Ciencias de la Comunicación también en Málaga.
Luz Mojtar comenta que durante el confinamiento, el grupo de investigación en el que participa y que dirige Calderón, realizaron algunas sesiones, por videoconferencia, con diferentes actores de la educación: familias, docentes, orientadoras… incluso políticos. Una de estas mesas estuvo protagonizada por chicas y chicos. De ahí nació la necesidad de mantener en el tiempo una especie de asamblea permanente en la que seguir escuchando sus voces, sus opiniones, sus vivencias.
«Fue muy valioso», asegura la investigadora. Valioso por aquello que pudieron aprender de estas chicas y chicos. Un grupo que no se conocía previamente pero que encajó muy bien y que durante muchas sesiones tuvieron la generosidad suficiente como para hablar de unas experiencias que, en definitiva, han sido de sufrimiento. Mojtar comenta cómo, entre estas experiencias, está la de la imposibilidad de que docentes y compañeros quieran conocer a alguna de estas personas. La etiqueta de un diagnóstico pesa tanto como para que quien está detrás de ella sea invisible.
A esto se suma, cuenta Mojtar, que niños y niñas son expertos, al menos, en relación a sus experiencias en el sistema educativo. Es importante escucharles, que sientan que tienen voz y pueden dar claves importantes sobre cómo pasar de la teoría a la práctica de la inclusión. «Tienen mucho que enseñar», asegura esta investigadora y maestra de formación.
La guía, en menos de 30 páginas, propone un recorrido para que chicas y chicos hagan un camino posible para conseguir aumentar los índices de inclusión en su colegio. Un camino de siete pasos que, claro, comienza con la creación de un grupo inicial, motor, lo más diverso posible. Que contenga diferentes capacidades, sexos, ideas. Un grupo que pueda crecer con algunos amigos más de clase o del centro y que intente, durante un momento inicial observar la vida del centro para intentar recopilar algunas manos más: quién se queda al margen en los recreos; quiénes tienen dificultad para estudiar y aprobar; quienes están en aulas hospitalarias o en aulas especiales dentro del cole… Se trataría de que hubiera un núcleo duro, un grupo más o menos grande que esté interesado en la inclusión y la equidad.
El siguiente paso sería el de hacer partícipe a la institución. Para ello, el grupo debe darse a conocer entre el profesorado, también al equipo directivo. Se trata de buscar alianzas con ellos. También dentro del AMPA del centro. Acto seguido, comienza el trabajo de campo: examinar la escuela más allá del grupo creado. Una opción es pasar un cuestionario por el centro para conocer las barreras para el aprendizaje que se encuetran chicas y chicos. También se pueden hacer entrevistas a las y los compañeros con las que poder entresacar análisis de la situación y propuestas de mejora. Además de alcanzar este objetivo, una de las finalidades más importantes de este paso es que chicas y chicos dentro del centro educativo se hablen. Que lo hagan personas que hasta ahora no tenían contacto entre sí.
Con toda la información que se recoja se pueden organizar diferentes grupos, según temáticas que el grupo motor vea claras, para realizar análisis de los datos y, con este análisis, poder elevar propuestas de mejora al centro. Este sería e cuarto paso, que iría seguido de uno de devolución y toma de decisiones. La guía propone diferentes maneras de realizar esta devolución: a través de una asamblea grande, con performance, o collage… En cualquier caso, es necesario ir tomando nota de las propuestas que vayan saliendo de esta devolución de la información para poder desarrollar, al menos, una de ellas. Es importante medir bien las fuerzas que el grupo motor tiene a la hora de elegir esta propuesta.
Las dos últimas acciones serían, por una parte, la de desarrollar diferentes acciones en función de la información y propuestas que se hayan venido recogiendo a lo largo de todo el proceso y, después, valorar su impacto en la vida del centro. El último, claro, es, de nuevo, hacer una devolución a la comunidad de estos logros y, también, proyectar nuevas actuaciones para el futuro.
La guía se cierra con dos peticiones expresas. La primera, celebrar y festejar los logros, por un lado y, por el otro, socializar el trabajo que se vaya haciendo en relación a esta guía para poder ampliar el que otras chicas y chicos puedan estar realizando.
El documento, no muy extenso, jpuede ser una interesante ayuda para muchos chavales, también para docentes y familiares, que quieran emprender un camino más inclusivo para sus escuelas pero que no sepan bien cómo empezarlo. Que sean chicas y chicos quienes lo comiencen puede resultar interesante ya que aportarán una mirada muy directa de algunos de los aspectos fundamentales de su vida en el colegio o el instituto.