Este curso escolar entramos en las aulas de Madrid con el proyecto “Cambio climático e igualdad de género. Hacia la construcción de centros educativos transformadores comprometidos con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)”, llevado a cabo por la ONGD InteRed junto a Oxfam Intermón con la financiación del Ayuntamiento de Madrid, cuyo principal objetivo es profundizar en la relación entre el cambio climático (ODS-13) y las desigualdades de género (ODS-5) en una realidad local y global, en el marco de la Agenda 2030, lo que ha motivado a jóvenes de centros educativos de Madrid comprometidos con la igualdad de género y el cuidado del planeta.
Son las mujeres quienes más perciben las consecuencias del cambio climático y la degradación ambiental en los países empobrecidos, porque son ellas las responsables de trabajos como cultivar alimentos, recoger agua para sus comunidades o conseguir leña para utilizarla como combustible. Cuando hay sequías prolongadas, se deforesta un bosque cercano o el cauce de un río es interrumpido, son las mujeres campesinas del sur global las que invierten más horas de su día en obtener los recursos necesarios para el mantenimiento de la vida en la comunidad. Por ello, no es extraño que de entre las personas desplazadas por motivos climáticos, la mayoría sean mujeres.
Es esta realidad la que intentamos acercar a las aulas, pero no es fácil transitar por un camino en el que te vas encontrando con tus privilegios. Observas cómo tus decisiones diarias sobre alimentación, transporte o consumo de bienes tienen implicaciones en el planeta y en los pueblos que viven al otro lado del mundo. Te vas reconociendo en los discursos que nos han alejado de aquello de lo que dependemos. Vas entendiendo cómo el sistema en el que vivimos, un sistema capitalista, patriarcal, colonial y ecocida es el generador de la crisis climática a la que nos enfrentamos y, cómo éste, se desarrolla de espaldas a todo aquello que sostiene la vida.
Es este vínculo con aquello que nos sostiene el que pretendemos recuperar. De esta manera, durante el proceso, reflexionamos colectivamente sobre nuestra conexión con la naturaleza, permitiéndonos pensar sobre aquello que nos mantiene vivas y vivos, no solo el aire, no solo la fotosíntesis de las plantas, sus frutos, también las manos, también la voz de aquellas que nos cuidan. No podemos seguir educando sin valorar el vínculo que nos une con la naturaleza y con las personas que nos cuidan, sin reconocernos como seres ecodependientes, sin reconocernos como seres interdependientes. Los y las jóvenes lo saben y demandan una educación que rompa con el asfalto, una educación que crezca en el huerto, que germine en el bosque y en los barrios en los que viven. Una educación que no se desarrolle obviando la crisis ecológica y social que presenciamos.
En las aulas, podemos sentir el miedo, la angustia, la rabia, frente al cambio climático y sus consecuencias. No podemos permanecer indiferentes ante las emociones de nuestro alumnado. Nuestro trabajo es escuchar, validar y canalizar esta rabia, este miedo y esta angustia y encaminarla hacia la construcción de una sociedad más equitativa y sostenible. El futuro de nuestros jóvenes está siendo interpelado y no están dispuestos ni dispuestas a quedarse esperando y nuestro deber es acompañarlos en este camino.
Y así, escuchando y dando respuesta a las demandas de nuestro alumnado, fue como se conformaron los grupos motores en los tres institutos de Madrid donde se llevó a cabo el presente proyecto: IES Villa de Vallecas, IES Valdebernardo y Colegio Lourdes. Se generaron así espacios donde los y las jóvenes se erigieron como agentes de cambio en sus centros educativos, no solo fortaleciendo sus conocimientos y capacidades para el análisis crítico de la realidad local-global, sino también adquiriendo un papel activo en la difusión, movilización e incidencia para promover una sociedad comprometida con la igualdad de género y el cuidado del planeta en el marco de la Agenda 2030.
En el contexto de dichos grupos, se organizaron y llevaron a cabo una gran diversidad de acciones de sensibilización y movilización hacia sus pares. Desde la generación de una exposición sobre violencias en los cuerpos y en el territorio; hasta unas sesiones de sensibilización, a cursos inferiores, sobre la deuda de cuidados o el impacto de la ropa que consumimos y las mujeres que la producen y el planeta.
De esta manera, generamos espacios seguros en la comunidad educativa, donde los y las jóvenes pudieron proponer, sentir, reflexionar y actuar, construyendo colectivamente su futuro, rompiendo el adultocentrismo presente en las aulas. Ellos y ellas nos incitaron a cambiarnos las gafas con las que miramos al mundo y así poder, por fin, ver e imaginar otros mundos posibles.