A falta de pan, buenas son tortas. En su versión francesa, este refrán castellano debe de acudir a la mente de los miles de profesores galos que, desde 2006, utilizan los kits pedagógicos creados por Interbev, la patronal de la industria de la carne roja (de vacuno, de cordero, etc.) en el país vecino. Los materiales que distribuye Interbev se presentan con un barniz aséptico. Noble, incluso. El objetivo es, supuestamente, que los alumnos conozcan mejor el mundo de la ganadería. Que las nuevas generaciones valoren al sector primario y aprendan sobre alimentación saludable. “Publicitan intereses privados de forma muy sutil, con referencias constantes al equilibrio nutricional y conceptos similares; los materiales son tan bonitos y están tan bien elaborados que los profesores recurren a ellos masivamente”, explica por vídeoconferencia Laure Ducos, responsable de alimentación en Greenpeace Francia.
Según ella, es el Ministerio de Educación Nacional quien debería editar este tipo de materiales. Con una mirada honesta y puramente científica. Contando toda la verdad sobre el sector ganadero. Sus innegables virtudes pero también su lado oscuro: las explotaciones intensivas, con su mecanización del maltrato animal y su alto impacto para el medioambiente. En los kits de Interbev, asegura Ducos, “se idealiza a las granjas francesas”. Vacas en semilibertad que pastan en verdes prados. “Muchos docentes saben quién está detrás, pero, en ausencia de alternativas, acaban utilizándolos; me dicen que, entre esto y nada, prefieren esto”, continúa.
Laure Ducos es la autora principal del informe Comment les lobbies de la viande nous manipulent (cómo los lobbies cárnicos nos manipulan), lanzado hace unas semanas por la división francesa de la ONG internacional. Se trata de un pormenorizado estudio sobre hasta qué punto los grupos de presión del sector ganadero se han ido colando en diversos ámbitos de influencia para vender su mensaje unívoco: hay que comer más carne. O, al menos, no comer menos de lo que ya hacemos. En la escuela, la estrategia incluye —además del reparto masivo (físico y online) de folletos y cuadernillos para todas las edades— charlas de expertos (debidamente seleccionados) o visitas a granjas. “Interbev paga y organiza todo. Desde el inicio de la pandemia, las salidas al campo han sido especialmente apreciadas”, señala Ducos.
Lanzado en 2020, el sitio web Mon assiette, ma planète (mi plato, mi planeta) fue un paso más allá en cuanto a tácticas de disimulo. Como alerta el informe de Greenpeace, el logo de Interbev no aparece por ningún lado. La página contiene 22 recursos educativos, incide en la dimensión eco-friendly de la ganadería francesa y maneja términos de moda que Interbev redefine. Por ejemplo, flexitariano es un “omnívoro bien informado que come vegetales y carne de calidad”. Ducos admite que, en Francia, la producción de carne de vacuno suele hacerse con métodos extensivos, sin excluir una fuerte presencia de ganadería industrial, aunque menor que en España. Peor suerte corren los animales catalogados como carne blanca, en especial cerdos y pollos. “Con el mensaje machacón de ‘comer carne está bien, comer carne está bien’ y la insistencia en la sostenibilidad, los alumnos asimilan que es así siempre y en todos los casos”, estima la autora del informe.
Los tentáculos de Interbev y otras organizaciones sectoriales también se filtran en los comedores escolares al otro lado de los Pirineos. Allí son compañeros de mesa habituales los miembros de la familia Jolipré, simpáticos personajes reproducidos en libros infantiles, revistas, muñecos, todo tipo de complementos para niños, pósters y series de dibujos animados. Creados por Interbev, los Jolipré encarnan a la familia ganadera perfecta. Cuidan a sus animales y se preocupan por la preservación de los ecosistemas. “Se trata de una inmensa campaña de publicidad encubierta, difícil de identificar incluso para los adultos”, denuncia el informe.
Equilibrio de poder
En cuanto a la composición de los menús que se sirven en los centros, Greenpeace logró en 2017 equilibrar la influencia de los lobbies cárnicos y los productos lácteos. Hasta ese momento, estos participaban sin un “contrapoder”, explica Ducos, en un grupo de trabajo que traduce en cantidades y frecuencia exactas las “directrices nutricionales elaboradas por el Ministerio de Sanidad”. Ese año, la ONG publicó otro informe sobre esta capacidad desmedida de impactar en los menús escolares mientras se defienden intereses privados. “Hizo mucho ruido mediático”, apunta Ducos. Hoy en día, Greenpeace y otras organizaciones también forman parte del grupo de trabajo.
España no escapa a esta injerencia de la industria alimenticia —con la lógica promoción de sus intereses corporativos— en el proceso de decisión que finaliza en las bandejas de nuestros alumnos. A principios de la pasada década, el Ministerio de Educación publicó unas guías nutricionales que cada comunidad autónoma ha ido adaptando a su contexto. El responsable de soberanía alimentaria de Amigos de la Tierra y coordinador de la asociación Del Campo al Cole, Andrés Muñoz Rico, se queja de que estas guías son “muy antiguas” y apela a su “necesaria actualización”.
En la redacción de los documentos que aún sirven de referencia para el diseño de los menús escolares en España, tuvieron, en su momento, mucho que decir “las grandes patronales de la industria alimentaria y la restauración colectiva, que al final defienden los mismos intereses”, protesta Múñoz Rico. “Esto”, continúa, “hace que el contenido de proteína animal (a través de carne, pescado, lácteos…) en los menús escolares esté sobrerrepresentado”. Aunque en los últimos tiempos, indica Muñoz Rico, autonomías como la Comunidad Valenciana o Cataluña “han hecho un esfuerzo por reducir la cantidad de carne, atendiendo a criterios de salud y medioambientales”.
A petición de Greenpeace España, el coordinador de Del Campo al Cole cuantificó en 2019 el consumo de carne en los comedores de cinco provincias españolas: Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza y Soria. Publicado meses antes de la irrupción de la Covid (que en gran medida ha congelado cualquier tendencia de cambio), el informe resultante pone de manifiesto el exceso cárnico en los colegios españoles. De media, los alumnos comen carne un 50% de los días que acuden al comedor del centro, muy por encima de las recomendaciones del propio Ministerio de Educación. Y, “salvo contadas excepciones”, detalla el informe, la proteína animal está presente en abundancia todos los días. Muñoz Rico confirma en conversación telefónica que, por una cuestión económica, la carne que consumen nuestros alumnos en la escuela suele “ser de poca calidad y tener procedencia industrial”.
Muñoz Rico detecta entre las familias españolas una sensibilidad creciente en cuestiones alimentarias. El elevado consumo de carne con producción intensiva preocupa cada vez más a madres y padres. “No solo tras el boom mediático que propiciaron las declaraciones del ministro (de Consumo, Alberto) Garzón”, aclara: “Es algo que viene de años atrás”. Desde la CEAPA, su portavoz de la comisión de comedores escolares, Olga Leralta, sostiene que aún se trata de una tendencia minoritaria. Es por ello que la principal confederación de padres y madres de la pública organiza cada vez más campañas de sensibilización con el objetivo, explica Leralta, “de desvincular alimentación saludable con consumo de carne”.
Ni Muñoz Rico ni Leralta tienen constancia de acciones pseudo-pedagógicas masivas en las escuelas españolas orquestadas desde los lobbies cárnicos. Pero ambos sostienen que quizá en nuestro país estas no sean tan necesarias como en Francia. “Aquí, el elevado consumo de carne está todavía muy impregnado en la sociedad, los alumnos ya lo asimilan en casa”, dice Muñoz Rico. “Es posible que sea algo que arrastremos de los años del hambre. A nosotras nos llegan incluso quejas de familias que aseguran que sus alumnos comen poca carne, que no se sacian en el comedor”, añade, por su parte, Leralta.
En cualquier caso, la industria cárnica empieza a ser consciente de que, aunque tímida aún, la tendencia a favor de reducir la dieta carnívora entre los más jóvenes también va al alza en España. No es casualidad que una empresa como Grupo Miguel Vergara —que se vanagloria de contar, según su web corporativa, “con el macrocebadero más grande de España [en Vidanes, León]”, al que describe como “joya de la industria ganadera con capacidad de engorde anual de más de 14.000 cabezas” de vacuno— tenga publicada en su blog una entrada bajo el título “La carne en los menús de los comedores escolares”. Entre vagas referencias al bienestar animal y la protección del medioambiente (puestas en entredicho por Justicia Alimentaria), la empresa deja clara su postura: la carne de vacuno “es trascendental [sic] para nuestros hijos”.