La historia es una maestra sabia por vieja y porque acumula lecciones transparentes, por ejemplo, que México, el tercer sistema educativo más grande de América Latina, progresó en alfabetización durante el siglo 20, pero también, que perdió mucho tiempo en políticas educativas (y en otros ámbitos) basadas en improvisación, intuiciones o creencias de ineficacia constatada.
Antes de la pandemia el sistema educativo mexicano y en las 32 entidades federativas exhibían agotamiento. Pero seamos cautos; otra vez, de la mano de la historia. Desde el siglo XVII uno de los fundadores de la pedagogía, Juan Amos Comenio, cuando escribió la Didáctica Magna, tituló a su capítulo XI: Las escuelas no responden al fin para el que fueron creadas.
La de la escuela no es la crónica del desastre, aunque sus rezagos son notorios e inocultables, y rebrotaron con la pandemia. Es una historia de luces y sombras, aunque sus bondades son mayores. No hay otra tecnología más igualadora y con capacidad de construir ciudadanía, ni otra vía para la mejora social o alejarnos de la barbarie que amenaza permanentemente.
Antes de la pandemia la escuela en México ya enfrentaba dificultades en las dos grandes banderas para medir el progreso en la materia: derecho a educación y calidad de los aprendizajes.
Sobre el derecho a la educación, aunque apreciamos avances en las décadas recientes, los rezagos son extensos: en el seguimiento de la generación que comenzó su educación primaria en 2004 y concluyó la licenciatura en 2020, se repiten patrones que urgen a la sensibilización ciudadana e intervención gubernamental. Nada más en la primaria son expulsados cinco de cada cien; 22 no tendrán un certificado de secundaria. En el bachillerato se perderán 28 estudiantes; restando, sólo 26 concluirán la licenciatura.
Los avances en este campo son pobres, como pobres son los perdedores en un sistema escolar que cercena brutalmente a chicos y jóvenes de las posibilidades de un derecho humano que abre la puerta a otros.
Respecto al progreso en los aprendizajes, los resultados del Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes, aplicado por la Secretaría de Educación Pública y el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, son testimonio de las dificultades para que se cumpla el derecho a la educación, y el compromiso plasmado en la Constitución General del país de certificar excelencia. En conclusión, más de la mitad de los estudiantes en los campos de Lenguaje y Matemáticas se ubicaron en los niveles más bajos de las pruebas en primaria, secundaria y bachillerato.
Transformar la escuela requiere actuar en muchas dimensiones. Pero no puede emprenderse sin un diagnóstico, ausente de evidencias e indicadores, con voluntad de escrutinio riguroso.
En Sonora, estado del noroeste de México, el segundo más extenso, aunque uno de los menos densamente poblados, limítrofe con Estados Unidos, la Secretaría de Educación, a través de la Comisión Estatal para la Evaluación y Mejora Educativa, publicó recientemente un libro ejemplar en muchos sentidos. Se llama Panorama del rezago educativo en el Estado de Sonora 2021. Un estudio diagnóstico.
Es una radiografía de avances y deficiencias en el sistema educativo sonorense, con material valioso y comunicado con claridad. La intención es loable: construir conocimiento de manera detallada. Las autoras recogen indicadores, resultados de aprendizajes y opiniones de los docentes, mediante un sistema automatizado y un foro, con lo cual iniciaron un diálogo que permite distintas comprensiones que deben discutirse en las regiones, municipios, zonas escolares y en cada centro escolar, para que se desate una iniciativa estatal con aterrizajes locales.
Recoger la voz de los docentes de primaria y secundaria es mérito mayor del libro, porque incorpora otras dimensiones al análisis numérico. Hacerlo es un gesto de congruencia. Un acierto que puede potenciarse cuando las opiniones docentes se traduzcan en decisiones que ellos reconozcan y acojan, porque también son suyas. La estrategia adoptada por las autoras, Alicia del Carmen Hernández Villa, Nohemí Guadalupe Calderón González y Noelia Anahí Sarabia Sáenz, es pertinente. El autor del epílogo la califica con acierto como: inteligente y práctica.
El secretario de Educación de Sonora, Aarón Grageda, en el mensaje inicial del libro afirma que la reconstrucción social inicia en los dos hogares naturales: la familia y la escuela. El reto afloró con dimensiones mayúsculas durante el confinamiento. Escuela y familia tienen que trabajar juntos, convirtiendo a padres y madres en actor pedagógico. Sin la familia el esfuerzo de enseñar y aprender en casa habría sido imposible para millones de estudiantes mexicanos.
El libro incluye propuestas para el camino de la reconstrucción de la escuela, a partir de los datos y conclusiones del análisis estadístico y las opiniones docentes. Son parte de la agenda para el acercamiento con los colectivos magisteriales, que deberán enriquecerlas y adaptarlas o reinventarlas en sus contextos.
Después de la pandemia se aceleraron las prioridades. Es inobjetable la urgencia de intervenciones precisas, multidimensionales, participativas y bien comunicadas. Antes de la pandemia, ya sabíamos que existía el rezago. Así lo reconocieron el 75.5 % de los docentes consultados en este estudio. La mitad de ellos estiman que el rezago escolar es de un grado; el 20 % lo calcula en dos. La gravedad obliga. Pero saberlo, es un conocimiento decorativo sin actuaciones, programas, políticas y recursos. Desde la Secretaría de Educación hasta los salones de clases.
No es fácil, pero es posible. Urge. El estado, como otros del país, vive sacudido por oleadas de violencia criminal, en contextos geográficos y naturales heterogéneos, con zonas desérticas, praderas, serranías y costas en el Golfo de California. Además, entre sus casi tres millones de habitantes, viven ocho grupos indígenas, destacando los mayos y los yaquis.
Este es el reto siguiente para el gobierno sonorense. Elaborar un proyecto al mismo tiempo pedagógico y político, regado con generosidad presupuestal, con acompañamiento sensible y evaluaciones orientadoras. En las manos tienen la semilla de un ejemplo para otros estados, así como del futuro para sus niños y jóvenes.