«¿Cómo educar en la autonomía personal y en la capacidad crítica desde un sistema extractivo, predictivo y modificador de las conductas, que se está aplicando a través de una tecnoeducación en manos del mercado o del Estado?». Adela Cortina, catedrática de Ética de la Universidad de Valencia y autora de varios libros, se hacía esta pregunta, al final de su discurso de aceptación del doctorado honoris causa por la Universidad de Barcelona. Antes había ejecutado una breve radiografía de las múltiples amenazas que se ciernen sobre el futuro de la humanidad, derivadas principalmente de un “nuevo orden económico” marcado por la inteligencia artificial, los algoritmos y la economía de la atención, en combinación con el actual contexto de auge de las autocracias y la polarización.
Cortina recibió esta distinción a propuesta del Grupo de Investigación en Educación Moral (GREM) de la UB, para el que la filósofa valenciana fue fuente de inspiración y apoyo desde su creación en los años 80, según explicó quien ejerció de padrino, el catedrático de la UB, Miquel Martínez. “Las sucesivas contribuciones que ha hecho la profesora Cortina a la educación muestran que estamos ante un caso exitoso de cimentación cruzada entre filosofía y pedagogía”, apuntó Martínez, quien subrayó la importancia y la vigencia de Ética mínima, posiblemente el libro más conocido de la pensadora, que desde su publicación en 1986 ha tenido sucesivas reediciones.
La pensadora valenciana tiene un currículo impresionante, como demuestra el hecho de que, en realidad, con el de ayer acumula ya diez doctorados honoris causa. Es catedrática de Ética y Filosofía Política de la UV desde 1987, y suele destacarse de ella que en 2008 ingresó como académica numeraria en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, y que fue la primera mujer en hacerlo desde la fundación de esta entidad en 1857.
Pero Miquel Martínez, Josep Maria Puig, Jaume Trilla y el resto de los miembros del GREM que propusieron esta distinción sobre todo destacan de Cortina su aportación a la educación en valores, ya que sus ideas y reflexiones sobre ética cívica y, por tanto, aplicada a muchos ámbitos de la sociedad (la tecnología, la política, la ciencia, la economía, el periodismo…), han definido buena parte de las propuestas curriculares de Educación en Valores y Educación para la Ciudadanía de primaria y secundaria , así como los estudios de grado y master de los futuros docentes.
Así lo argumentaban en su propuesta: “¿Cómo educar a ciudadanos en una sociedad plural y democrática? En ese momento [años 80] no teníamos referencias claras sobre cómo hacerlo. La obra inspiradora de la Dra. Adela Cortina fue fundamental para desarrollar esta labor en el ámbito de la educación. En este sentido, muchas propuestas curriculares y materiales de aula preparados durante estos años son deudoras directas de sus ideas. Lo que hoy, con todas las limitaciones, sabemos que debe ser la educación en valores y para la ciudadanía en una sociedad plural y democrática es resultado de la colaboración constante que hemos podido mantener y en la que siempre estuvo del todo abierta”.
Razón cordial versus razón instrumental
Pero volvamos a la pregunta que se hacía Cortina en su discurso de aceptación. La pensadora valenciana advertía de los peligros de lo que llama “tecnoeducación”. “La duda –reflexionaba– es si se pretende incorporar estas tecnologías a la educación para alcanzar el futuro compartido de la humanidad, en el sentido de cultivar una ciudadanía democrática y cosmopolita, o si se trata de preparar a los estudiantes para competir en la carrera económica y política para alcanzar la primera posición, sea el Estado el que pugna por este sitio, siguiendo el modelo chino, sea el mercado, en la línea de Silicon Valley”.
Así, la aplicación de sistemas de inteligencia artificial en la educación ha tenido beneficios ampliamente aceptados, en cuanto a la mayor capacidad de personalizar la respuesta educativa, pero a su vez presenta límites y riesgos. Entre ellos, destaca el aumento de la brecha digital (ergo, en desigualdades), la dificultad de proteger la privacidad, los sesgos en iniquidad fruto de unos contenidos decididos por algoritmos, o el hecho de que la teleeducación llegue a despersonalizar la relación entre docente y alumno. Según Cortina, “hay un inmenso mercado tecnoeducativo que se ofrece como personalización y automatización del aprendizaje y está impregnando todo el mundo de la educación. Pero puede ocurrir que, al igual que el resto de plataformas, se esté convirtiendo en un mecanismo extractivo de datos”.
Pero, por encima de todo, la peor amenaza es sobre el “cultivo de la capacidad crítica”, de modo que triunfe “la razón instrumental”, es decir, que “las personas se conviertan en instrumentos”. Esto nos aboca a una sociedad de consumidores compulsivos, sin autonomía personal ni capacidad crítica. Y de ahí la pregunta que se formulaba al final de su discurso.
La respuesta, sostiene Cortina, pasa por “no resignarse a vivir como individuos aislados unidos por la pura conectividad en un mundo de plataformas que nos tienen en sus manos”, puesto que, “afortunadamente, existe una racionalidad comunicativa, pero que los seres humanos nos reconocemos como interlocutores válidos llamados a decidir conjuntamente sobre nuestra vida compartida”. Y terminaba: “Tenemos la oportunidad de asumir la responsabilidad de nuestro mundo como personas autónomas, estrechamente vinculadas por lazos de solidaridad. Personas que desean utilizar instrumentos cualesquiera, también los sistemas inteligentes, para estrechar la intersubjetividad entre los seres humanos. Para conseguirlo, es necesario educar en esta unión de corazón y razón, que ya hace tiempo que llamo razón cordial”.