“El sistema de enseñanza público, si se ajusta al sentido que se le asignó en su origen por las revoluciones para el cambio desde la tiranía a la democracia, fue el de enseñar a los miembros de las nuevas generaciones a ser sujetos (libres y conscientes) de sus vidas y, como tales, enseñarles como iguales a socializarse democráticamente conformando colectivos que permitan a todos sus miembros a seguir viviendo como sujetos libres y responsables.” (I. Fdez de Castro, en El sujeto sujetado, inédito)
El término sujeto, que en su sentido gramatical sirve para manifestar quién ejecuta lo que expresa el verbo, se ha ido cargando de significaciones y de complejidad paradójica en la relación entre la ampliación de la autonomía de los sujetos y en la creciente dependencia por la sujeción (alienación) creciente en la sociedad actual, donde caminamos del sujeto al algoritmo, recordando al sociólogo crítico Jesús Ibáñez, en la sociedad de la tecnología digital y los big data que nos sujeta y deshumaniza. Me he acercado a su significado cuando he reflexionado sobre lo que supone ser sujeto en la vida cotidiana en la sociedad actual. Ser sujeto es tener un nombre, una singularidad autoconstruida en las relaciones humanas y una perspectiva de vida que quiere ser vivida desde dentro y no impuesta desde fuera. En una sociedad y una educación sin sujeto se borran los nombres, se destruyen las singularidades y se diluyen las identidades.
El triunfo del modo de producción capitalista parece inapelable, porque ha destruido el sujeto (clase obrera y los oprimidos) capaz de superar ese sistema y producir otro más humanizado. Hoy hay una búsqueda de un nuevo sujeto capaz de liberar a la humanidad y liberarse de la barbarie en que se encuentra dentro del poder absoluto del capitalismo. Ese nuevo sujeto es el colectivo humano que se construye a sí mismo como protagonista, con todas sus contradicciones históricas y actuales. La toma de conciencia de que todos los seres humanos somos los sujetos protagonistas de nuestras vidas podría significar el asentamiento de la idea y la realidad de un nuevo paradigma. A medida que vamos siendo conscientes de nuestro ser sujetos en el querer vivir desde la dignidad humana de todos, pasamos a constituirnos como dueños de nuestras propia vidas y responsables de una nueva construcción de la relación individuo-sociedad-especie-naturaleza. En esa relación entre sujetos construimos también con una cosmología en la que entendemos la Tierra como un sujeto viviente, no como un objeto que podemos utilizar sin más.
Hoy se nos dice con frecuencia que estamos ya en una sociedad que ha borrado al sujeto y que se está produciendo una revolución sin sujeto. Ello puede llevarnos a una gran catástrofe, porque el sujeto es negado sistemáticamente en todos los ámbitos del vivir. Desde la alienación ideológica en la que vivimos, – miremos el apoyo de los oprimidos a los opresores y a los que provocan su destrucción -, se nos cierran los ojos a los posibles referentes donde poder dirigir la mirada para poder saber por donde transitar hacia la liberación humana. Sirva como ejemplo el silencio sobre P. Freire en el centenario de su nacimiento.
En una sociedad sin sujeto ¿cuál sería la función que se le asignaría a la educación? Posiblemente, al servicio del poder, sería seguir bloqueando, eliminando y deconstruyendo al ser humano como sujeto
La sociedad poshumana, que se está construyendo desde hace tiempo, elimina definitivamente al ser humano como sujeto. Se nos está convirtiendo en esclavos inconscientes de algoritmos predecibles y manejables con los que somos vigilados y manipulados. El ser humano está siendo despojado de los atributos que le dignifican como agente activo de su vivir. Su subjetividad ha sido ocupada hasta convertirse en la subjetividad de quien le ocupa y modula. Caminaríamos ya más allá de esa sociedad distópica descrita por tantos ilustres imaginadores (Orwell, Husley, Bradbury, Wells…) de esas u otras distopías que parece están siendo superadas hoy. De hecho todo lo que estamos viviendo con el Covid-19 y las guerras como la de Ucrania son una catastrófica distopía que en ningún caso podíamos haber soñado vivir y que está siendo aprovechada para aumentar, hasta extremos impensables en otros momentos, el control sobre la población en la sociedad de la vigilancia y el escandaloso aumento de la desigualdad y la pobreza. Están pensando, diseñando, organizando y poniendo en marcha un mundo sin nosotros.
En una sociedad sin sujeto ¿cuál sería la función que se le asignaría a la educación? Posiblemente, al servicio del poder, sería seguir bloqueando, eliminando y deconstruyendo al ser humano como sujeto con procesos educativos dirigidos a ese fin. Este proceso de destrucción del ser humano como sujeto iría acompañado de la pérdida de la autonomía intelectual, de la capacidad de pensar por sí mismo y de la autonomía moral, haciendo bueno o malo lo que se le impone en cada momento.
En el proceso de vivir también podemos hacer el camino sabiendo que somos “sujetos en proceso” de serlo lo más plenamente posible, a lo largo y ancho de nuestros espacios y tiempos vitales. Es preciso aprender a vivir construyendo constantemente la condición de sujeto y saber mantenerse en ella, sabiendo que es un proceso siempre inacabado. No es sencillo. Requiere una atención y una alerta constantes. La “escuela del capitalismo total”, nos quiere ignorantes para que nunca podamos desalienarnos ideológicamente, ni comprometernos responsablemente con los problemas de la humanidad y de la vida. La pedagogía del sujeto requiere un conocimiento profundo de todo lo que nos impide ser personas en el proceso educativo.
Hoy, dentro de las prácticas educativas más conservadoras están las que en la escuela colaboran eficazmente en la creación de sujetos cosificados convertidos en capital humano robotizado, en recursos de la economía capitalista, por habérseles robado la capacidad de pensar por sí mismo al haber sido pensados por los diseñadores de nuestras vidas y ejecutado por serviles enseñantes en la escuela del capitalismo. En ello siguen jugando un papel central los currículos que interesan y transmiten una visión de la vida, de la ciencia y de la cultura coherentes con los objetivos del poder, para que el sistema establecido nunca sea cuestionado desde su raíz. Los planes de convivencia con sus reglamentos de régimen interior van generalmente en la dirección de sujetar al alumnado a las normas establecidas desde arriba y a la construcción de una forma de ser sumisa; la gestión del aula que tiene un objetivo, que nadie levante la voz ante unos contenidos académicos instruccionistas y poco relevantes que, con demasiada frecuencia, no dicen nada motivador para la vida del alumnado. La pedagogía del sujeto le interpela constantemente para que sea el propio alumnado quien se informa, transforma esa información en conocimiento crítico emancipador, experimentando su vivir como él quiere.
En todos los textos orientadores de las leyes de educación, de las políticas educativas basadas en los principios constitucionales que defiende el derecho a la educación de la ciudadanía, se promueve explícitamente el desarrollo pleno de sujetos libres. ¿Por qué se hace lo contrario de forma habitual?. Hoy, más que nunca, se sabe bien que el fin fundamental de la educación es la creación de sujetos, protagonistas de su propia vida y cooperadores necesarios en la formación de colectivos de sujetos, ciudadanos comprometidos con su propia liberación y la de la humanidad.
El objetivo central de una escuela pública emancipadora, que se constituye como comunidad que cuida lo fundamental, es hacer de la persona un sujeto libre
Las pedagogías del sujeto son las que proponen y desarrollan en cada ser humano la conciencia de ser el dueño y protagonista de su vida y de su historia. Son las que transitan la educación de todos y cada uno para llevarnos de la dependencia absoluta cuando nacemos a la mayor autonomía interdependiente posible. Es la pedagogía contraria a la que Giroux llama las “pedagogías de la represión”. Es la pedagogía de la liberación. Por eso la creación del ser humano como sujeto exige que se aprenda a transgredir todo lo que impide hacer que realmente la educación sea la práctica de la libertad (Freire).
El objetivo central de una escuela pública emancipadora, que se constituye como comunidad que cuida lo fundamental, es hacer de la persona un sujeto libre, autónomo, crítico, interconectado, interdependiente, consciente, atento, solidario y fraterno en cada uno de los seres humanos que se educan, que son todos. Así todos los procesos educativos (objetivos, contenidos, metodologías, convivencia, clima de relaciones, recursos, evaluaciones…) irán en esta dirección y tendrán este objetivo central. Lo dice el artículo 27, 2 de la constitución: El desarrollo pleno de la personalidad humana. Así las pedagogías del sujeto son las que proponen y activan el desarrollo pleno de las personas. Los educadores críticos se reconocen como sujetos en proceso constante de crecimiento y humanización. Y esto se hace desde el reconocimiento de la vulnerabilidad y fragilidad humanas, de la conciencia de los límites, de la interdependencia, del valor del compartir y la fuerza del amor y del cuidado en el espacio y el tiempo educativo público.
La pedagogía del sujeto está desarrollada e inacabada en los saberes adquiridos y plasmados en los escritos de muchos de los grandes pedagogos (como Freinet, Freire, Milani, etc), en los movimientos emancipadores de la historia de la educación y en muchos centros educativos que hoy la ponen en práctica y tiene como referencia principal a los “nadie” de Galeano. Creo que las personas sujeto son las que pueden producir saberes fuera del control del poder, generadores de rebeldía y resistencia en una sociedad que nos quiere cosificados, manipulables y sujetados.
La situación actual, con todo lo que hasta aquí hemos visto, nos permite y nos exige al profesorado un compromiso ético y político desde la idea misma de sujeto. Así, nuestra capacidad de soñar una “nueva” sociedad, humanizada y posible, pasa por imaginar un ser humano como sujeto liberado que la haga posible. “La educación no cambia el mundo. La educación cambia a las personas que han de cambiar el mundo” nos dice Freire. La pedagogía del sujeto posibilita la transformación de las personas que pueden humanizar el mundo y abrirnos nuevamente a la esperanza, en la catástrofe que vivimos, de que eso es posible.
Esta idea de sujeto –que todavía está por consolidarse- permite redefinir la función de la educación: ésta consistirá en promover sujetos libres y fraternos para una humanidad emancipada.