“El origen social es un factor clave para la elección de una vía académica o profesional, lo que evidencia las dinámicas de reproducción social, la restringida igualdad de oportunidades efectivas y el limitado grado de equidad social de nuestro sistema educativo”.
Ésta es una de las principales conclusiones del estudio Las transiciones a la educación postobligatoria en Barcelona: vías diferentes, itinerarios desiguales, elaborado por el investigador del Instituto de Estudios Regionales y Metropolitanos de Barcelona (IERMB), Andreu Termes, a raíz del análisis de las características del alumnado que cursa bachillerato o ciclos formativos de grado medio en la capital catalana.
El informe señala que, pese a los intentos por «dignificar» la FP, «esta todavía ocupa una posición simbólica e institucionalmente subsidiaria en relación a las vías académicas (bachillerato, universidad)». Argumenta que existen más posibilidades de cursar FP en caso de repetición, necesidades educativas especiales, asistir a un grupo de alta complejidad y ser hombre. En menor medida, también influye ir a un centro público o ser extranjero.
Cuatro perfiles escolares
El análisis identifica cuatro itinerarios escolares: académico, profesional, ruptura y lento. El primero se refiere a la juventud que hace bachillerato, que representa el 67% del total y mayoritariamente se asocia a grupos de baja complejidad y con trayectoria previa a la ESO. El alumnado típico lo forman chicas (54%), autóctonos (92%) y personas sin necesidades educativas especiales (NESE) (92%).
El itinerario profesional (17%) tiene trayectorias más periféricas, de rentas básicas, de grupos de alta complejidad y que han repetido algún curso. El 64% son chicos, un 24% están diagnosticados con NESE y ocasionalmente son extranjeros (15%).
El de rupturas es más minoritario, con un 11% del total, y tiene como protagonista a un alumnado que acumula vulnerabilidades sociales y dificultades académicas. El 64% son chicos, el 30% es extranjero y el 33% está diagnosticado con NESE. El itinerario lento (5,5%) incluye a quienes no han accedido a enseñanzas obligatorias y tiene un perfil muy parecido al anterior, con un 49% de NESE.
Por todo ello, el análisis recomienda aumentar la oferta pública de FP, reconocer las competencias del mundo profesional y flexibilizar su semipresencialidad. Además, aconseja realizar campañas comunicativas para evitar las reticencias a estudiar FP, que a menudo vienen más del entorno familiar que del alumnado, y visibilizar referentes profesionales no normativos en clave de género que cuestionen el imaginario colectivo.
Sesgo de género
El autor del informe afirma que “pese a los esfuerzos que se han hecho en el sistema educativo desde el punto de vista institucional, las dificultades socioeconómicas y el sesgo de género persisten, y lo hacen de forma tozuda. Hay un punto amargo al ver que, pese a los intentos, hay cosas que se mantienen”.
Termes señala que si bien la ESO debería proporcionar las mismas oportunidades a todo el mundo, todavía existe la idea de que “el alumno bueno va a Bachillerato y el malo a FP”. “Tiene un sesgo de género en el sentido de que rara vez se animará a una chica a hacer un grado medio de informática. Si es una alumna brillante se le orientará a Bachillerato”.
Remarca que el tráfico de la enseñanza obligatoria en el postobligatorio es más complicado para el alumnado que acumula “desventajas educativas”. “Hay desventajas sociales y educativas que se solapan, todo lo complicado recae en los mismos, y eso es tremendamente injusto”.
Orientación docente
Hacer una buena orientación desde el conjunto del equipo docente, centros y direcciones es, para Termes, una asignatura pendiente que va más allá de incorporar la figura del orientador. “Todo lo que sea trabajar con competencias emocionales, bienvenido sea, pero debe haber un trabajo formativo por parte del profesorado que ponga en valor una mirada menos académica y que también ponga en valor la FP, para que ambos conocimientos, teórico y práctico, son válidos”.
Para Termes, “no se valora con suficiente atención la FP” y prueba de ello, dice, es que mientras todos los municipios tienen un instituto donde estudiar Bachillerato, no ocurre lo mismo con la FP, que considera peor distribuida territorialmente en el conjunto de Cataluña.
En esta misma línea, ejemplifica que el distrito barcelonés de Sants recibe muy joven de L’Hospitalet de Llobregat, por proximidad geográfica, mientras que en Sant Andreu llegan alumnos de Badalona y en Les Corts llegan de Sant Cugat. «Esto demuestra que las diferencias sociales existen, y que hay afinidades de clases».