Esta entrevista se publicón en El bloc de l'educació local
Núria Andreu es una persona muy habladora, tal y como ella misma reconoce. Su voz está llena de sonrisas y pasión por un trabajo y una carrera que ha estado desarrollando durante 30 años. Comenzó estudiando psicología y acabó haciendo magisterio, especializándose en educación especial. Hizo prácticas en la Escuela Levante de Badalona, que se convirtió en su escuela, dice, efatizando la palabra mía. «Mi escuela es aquella donde empecé, donde me desarrollé y me comprometí al 100%». En esa escuela fue maestra, coordinadora, jefa de estudios y llegó hasta directora. Ahora se jubila y termina una larga carrera que le ha hecho conseguir un nombre en el sector de la educación especial: por su compromiso, su pasión y su dedicación.
¿Cómo era la educación especial cuando usted comienza a ejercer?
Muy distinto. Ahora la educación especial se ha profesionalizado y los chavales aprenden más. Cuando yo entré, me dieron un cartapacio donde ponía qué cosas trabajaban con los niños. Todo cabía allí: eran cosas sobre orientación especial, psicomotricidad, trabajo con punzón y poco más. Pero es cierto que los niños eran muy distintos; eran sobre todo discapacitados intelectuales medio y los severos estaban en los llamados centros de profundos. A medida que avanzaban los cambios de leyes que nos encaminan a un único sistema educativo, los niños que recibíamos eran cada vez más complejos, porque la discapacidad ligera la absorbía la escuela ordinaria.
En un principio teníamos grupos de 8 alumnos con un docente y ahora son grupos de cuatro con dos educadores y, en algún caso, incluso tres, debido a la alta complejidad. Antes sólo teníamos a cuatro alumnos con autismo entre 100. Hoy, el 70% son autistas severos. Esto ha hecho cambiar mucho la escuela y nos ha llevado a ser menos como un esparcimiento y adherirnos a las líneas pedagógicas que nos enseñan cómo hacer que una persona discapacitada pueda ser activa en la sociedad. También tuvimos que adaptar las escuelas para acoger al alumnado con silla de ruedas y hemos tenido que cambiar el currículum, para empezar, porque no teníamos. Y fuimos introduciendo nuevos objetivos.
Antes sólo teníamos a cuatro alumnos con autismo entre 100, hoy lo son el 70%; esto ha hecho cambiar mucho la escuela y nos ha llevado a ser menos como un esparcimiento
Entiendo que la formación fue indispensable para aplicar estos cambios.
Sí, aunque en mi caso no me formé en metodologías específicas sino en dirección de centros. Antes de llegar yo todo era muy asambleario, que está bien, pero si quieres avanzar e introducir en el centro nuevas metodologías, debes ejercer una buena dirección de equipo. Porque los cambios no entran fácil para todos. Hay personas a las que les cuesta mucho evolucionar. «Lo que hacemos ya lo hacemos bien», decían. Pero no era así: necesitamos formarnos en logopedia, sistemas conductuales positivos, comunicación alternativa… Los alumnos que teníamos no eran los mismos y no nos servían las mismas estrategias.
Quería conseguir que la gente dejara de pensar que con lo que hacíamos era suficiente; quería que se hicieran preguntas y se plantearan adoptar novedades. Mi tarea era facilitar que los profesionales se formaran, que encontraran su valor y encargar a cada uno un trabajo que le corresponda, inculcando el gusanillo de la curiosidad. Es todo uno que conseguir esto, pero es cierto que con la gente joven es más fácil, porque tienen más pasión y entienden mejor que los cambios deben aceptarse sí o sí.
El modelo de escuela inclusiva ha hecho que los alumnos que tenían pasaran a la ordinaria. ¿Cree que estas discapacidades más ligeras están bien atendidas?
Nosotros enseguida creímos en el modelo de inclusión. Incluso creamos un servicio de soporte externo que duró 12 años y con el que hacíamos apoyo y formación en el entorno ordinario. Creo que el modelo inclusivo es muy necesario y, de hecho, me gustaría que la escuela de educación especial no existiera, porque significaría que tendríamos escuelas en las que estarían todos. Debemos tener centros con perfiles profesionales diversos para dar respuesta a cualquier necesidad. Un sistema educativo verdaderamente inclusivo ayudaría a hacer una sociedad más abierta, solidaria y hermosa que la actual.
Pero claro, por eso se necesita dinero. Y de eso falta. De hecho, este proyecto de formación en el entorno ordinario siempre lo hemos hecho estrechándonos nosotros el cinturón y ahora que hemos pedido financiación al Departamento de Educación nos lo ha denegado. Así que hemos tenido que suspender un servicio que llevaba 12 años funcionando. Esto no sólo nos ha supuesto un golpe económico, sino que nos ha condenado aún más a la invisibilidad que tiene la educación especial.
Durante 12 años hemos apoyado y formación en el entorno ordinario apretándonos el cinturón, ahora hemos pedido financiación al Departamento pero nos lo ha denegado y hemos tenido que suspender el servicio
Ante la falta de recursos, optó por unirse a la Red de Escuelas Municipales de Educación Especial de la Diputación de Barcelona
Es un gran espacio. Compartir experiencias y saberes con gente con la que hablas y te entienden no tiene precio. Todos nos sentimos presionados por la administración, que dice que somos una anomalía –en tanto que escuelas municipales–, pero a pesar de ser una anomalía atendemos a una cantidad de alumnado impresionante y hacemos un trabajo que el Departamento no está asumiendo. Si somos una anomalía, que contrate a todo el personal que soportan los ayuntamientos y que nos den más opciones de formación y adaptación. Pero, en vez de eso, el Departamento nos menosprecia. Por suerte, la Diputació nos ha ayudado a poder compartir metodologías y problemas. Nos ha dado voz y nos apoya para conseguir formación, que es básica.
¿Cuáles son los conocimientos que echan más de menos?
La oferta que tenemos no está mal, sobre todo teniendo en cuenta que en los centros tenemos muchos conocimientos y experiencia que deben saber aprovecharse. Cuando llegó la crisis, que acabó con la posibilidad de hacer cursos a raudales, empezamos a hacer lo que podíamos e intentamos mover los saberes que teníamos dentro de los centros, haciendo formaciones entre nosotros. Pero lo que sí echamos de menos es más formación en el ámbito emocional, porque tenemos un trabajo que puede ser muy duro. También nos gustaría formarnos más en metodologías sistémicas para prevenir problemas de comportamiento o sistemas alternativos de comunicación. Éstas son las necesidades comunes que más han destacado los centros a través de la Red y, por suerte, la Diputación nos ha facilitado formarnos.
Sigue utilizando el ‘nosotros’. ¿Le cuesta marcharse y terminar esta carrera tan larga?
Sorprendentemente, estoy muy tranquila con el traspaso, pero es cierto que, aunque ahora mismo no creo que tuviera fuerza para ponerme en un aula con niños y niñas autistas, sí que lo echaré de menos. Al igual que echaré de menos a mi equipo. He disfrutado muchísimo y he aprendido mucho, aunque también me he llevado grandes decepciones, sobre todo con unas administraciones que hacen política en vez de trabajar. Me decepciona que no entre en el cerebro de quien tiene las competencias que los recursos deben ponerse donde hace falta.