A estas edades son demasiado pequeños como para ser conscientes de si son niños o niñas. ¿Qué daño puede hacer decir que una niña es bonita y un niño valiente? No hay cuentos para niños y niñas. Estas son algunas de las creencias que, a menudo, se tienen sobre la primera infancia. Muchos adultos, ya sean familias o personal educativo, no son conscientes de que, con sus actitudes, acciones y comentarios, están perpetuando roles de género que, aunque parezcan inofensivos, acaban afianzando una cultura sexista en la que no se espera de los niños que muestren sus emociones y en la que las niñas son las que cuidan.
«Parece que, como en estas edades todavía no hablan, no sea una etapa importante, pero es cuando las criaturas, a base de observación, se hacen una idea mental de cómo es el mundo y de cómo se relacionan con ellas», explica Alba González, formadora de la cooperativa feminista Vira (antes Coeducacció). Como suele decirse, las criaturas son esponjas. Sobre todo en esta etapa, que es el momento en el que comienzan a observar, sin ser conscientes de ello, que la mayoría de cosas de su entorno están vinculadas a la masculinidad y la feminidad. «Así que, a medida que crecen, buscan reconocerse con lo que les han dicho que son», añade González.
En otras palabras: si en casa y en la escuela ven que son las mujeres las que cuidan y se preocupan de los aspectos reproductivos de la vida, las niñas aprenderán estos roles y entenderán que su papel es cuidador. Sin embargo, si los hombres nunca explican cómo se sienten y se ocupan de las tareas más físicas, aprenderán que ellos deben ser valientes y poco expresivos.
Cuando se habla de roles de género, vienen a la cabeza episodios que se dan en etapas más avanzadas de la vida y, es cierto que por sí mismos estos roles no comportan episodios de violencia de género. Pero, según González, son su base. “Es imprescindible intervenir desde edades muy tempranas para no llegar a puntos de no retorno. Y en eso, la escuela infantil es una aliada clarísima”, dice.
Es por ello que desde la Red de Escuelas Infantiles Municipales de la Diputación de Barcelona se pusieron manos a la obra para elaborar una guía de coeducación en estos centros municipales. Este documento de referencia fue presentado en el Encuentro de inicio de curso de la Red el pasado 27 de octubre.
Delia Risques es directora de la Escuela Municipal Marrecs de Sant Just Desvern, uno de los centros que ha participado de la elaboración de la guía. Su experiencia con la coeducación comenzó en 2017, con un curso que se propuso desde el Ayuntamiento. «Pensábamos que estábamos muy avanzados, pero nos dimos cuenta de que había muchas reflexiones que no habíamos hecho», recuerda Risques. Después del curso, se propusieron realizar algunos cambios en la escuela y empezaron por la comunicación con las familias.
“Todos los formularios y cartas daban por supuesto la existencia de un padre y una madre. No teníamos en cuenta la diversidad familiar”, recuerda la directora del EBM Marrecs. Este pequeño cambio fue recibido muy positivamente por las familias y encendió la chispa de la coeducación. Es a partir de aquí que este centro educativo se une a la Red de Escuelas Municipales de la Diputación de Barcelona para participar en la elaboración de la guía.
Cambiar la mirada de las educadoras
Aparte de los beneficios para los niños y familias de trabajar la coeducación en la cuna, profesionales como Alba González y Delia Risques consideran que también ha supuesto un beneficio para las mismas escuelas. “Cada vez creemos más en la importancia que tenemos como etapa educativa. Ponemos los cimientos de su desarrollo y no somos sólo guarderías”, reivindica Risques. Esta revelación fue determinante para que las educadoras se decidieran a formarse y a revisar materiales de los centros.
Según Alba González, las herramientas educativas en las que hay más carga de género son los cuentos y las canciones, que muchas veces están “vinculadas a hábitos, objetos o animales que siguen roles de género”. Ellas, princesas, madres, o bellas. Ellos, valientes, héroes y fuertes. Revisar estos elementos es tan importante como revisar, también, la forma en que nos dirigimos a las criaturas y las propuestas de juego que les hacemos. Así, aunque muchas escuelas hayan renunciado a los juegos simbólicos (como las cocinitas o los talleres de herramientas) y se hayan decantado más por espacios indefinidos y naturales, los roles de género se siguen notando.
«Hay que ver si, aunque decimos que todo el mundo juega a lo mismo, los niños ocupan más espacio que las niñas o quién es el primero en elegir los juguetes», reflexiona González. Asimismo, apunta que hay muchas actitudes de las educadoras que pueden ayudar a reforzar roles de género, aunque no sean conscientes de ello. “Se tiende a decir que no vemos a niños ni niñas, sólo a personas, pero eso no es verdad. Nuestra mirada está llena de prejuicios y esto afecta”, dice la experta, quien insiste en que todavía existe la tendencia a alabar la belleza de las niñas y la valentía o energía de los niños.
Es precisamente ese punto en el que más incide Vira, en cambiar la mirada de las educadoras. Y es uno de los aprendizajes mejor valorados por parte de docentes como Delia Risques. “Donde hemos visto más cambios es en los adultos y no en los niños. Cuesta que los prejuicios no se cuelan en la tarea, pero ahora tenemos más habilidad para detectarlo”, reconoce.
En esta línea, González dice que las educadoras son el público “más abierto y agradecido” para trabajar la coeducación, ya que tienen la “conciencia de que trabajan desde los cuidados, desde el respeto a las necesidades individuales. Una tendencia que se pierde cuando se llega a la primaria, cuando los objetivos se dirigen cada vez más hacia lo productivo”.
Sin embargo, aunque esta mirada cuidadora sea muy positiva, el hecho de que la mayoría de educadoras sean mujeres supone perpetuar otro rol de género. “Debemos hacer un esfuerzo por incorporar a más educadores hombres, para mostrar que los cuidados no tienen que ver sólo con las mujeres. Conseguirlo sería un mensaje muy potente, tanto para niños como para familias”, explica Risques.
Todos estos aprendizajes no se han realizado en solitario. Ha sido gracias a formaciones por parte de entidades como Vira y gracias también a la labor de trabajo en colectivo desarrollada desde la Red de Escuelas Municipales. «Nos ayuda a valorar lo que tenemos y a ver otras problemáticas o situaciones con las que todavía no nos hemos encontrado», apunta Risques. Ambas profesionales consideran que todavía queda mucho trabajo por hacer, pero que el simple hecho de ser conscientes de ello ya planea el camino para alcanzar la plena coeducación.
Esta información ha sido publicada en el blog de l'educació local de El Diari de l'Educació