“Me di cuenta de que seguía por inercia muchas definiciones de la sociedad, en particular la del hombre hetero, y no me había autodefinido ni dado la oportunidad de contemplar otras posibilidades”. Vic Maggiolo, estudiante chileno de 21 años, recuerda así el momento en el que –dice– se “liberó de su yo interior” e inició “una revolución” en su forma de pensar. Fue en 2018 cuando se dio cuenta de que existía “otra forma” de entender el género: “No como un transito de uno a otro, sino más bien lo considero como un grano de arena dentro de una caja: cada uno es libre y único en su propia expresión”, sostiene.
En América Latina cada vez es más frecuente el uso del pronombre todes en redes sociales, medios de comunicación y en las calles entre los jóvenes (y no tan jóvenes). El no binarismo ha tomado fuerza dentro de un cambio más amplio sobre la forma como la sociedad percibe el género. Son muchas las personas que no se identifican ni con el género masculino ni con el femenino y que piden que se las trate con un pronombre neutro –elle–, por ahora fuera de la norma lingüística. “Antes me burlaba del lenguaje inclusivo y se me hacía ajeno porque la ‘e’ me parecía innecesaria dentro del binarismo”, reconoce Vic. Cambió el chip cuando dos de sus profesores le enseñaron otro discurso: “Empecé a respetarles y a respetar también el no binarismo y el lenguaje inclusivo hasta que llegó el día en que yo mismo comencé a identificarme con ese pronombre”, recuerda.
Conflicto con la academia
La Real Academia Española (RAE), en un informe de 2020, consideró el uso de la ‘e’ y de otras formas utilizadas para expresar el no binarismo –la “@” y la “x”– como “ajenas a la morfología del español”. En Chile, la Subsecretaria de la Niñez emitió en mayo un instructivo en el que pedía utilizar la palabra “niñes”, junto con “niños, niñas y adolescentes”, para referirse a menores de edad, lo que desató una ola de críticas en redes sociales. También fue objetado por la RAE: “Si se refiere al conjunto de todos los niños, con independencia de su sexo/género, el uso de la letra ‘e’ es, además de ajeno a la morfología del español, innecesario, pues el masculino ‘niños’ ya cumple esa función como término no marcado de la oposición de género”.
Según la académica del Departamento de Lingüística de la Universidad de Chile y miembro de la Academia Chilena de la Lengua, Soledad Chávez, los morfemas de género y los usos pronominales son los aspectos “más difíciles de cambiar en una lengua” y puede resultar “complejo e incómodo”. Para la lingüista, la academia suele ir “un poco por detrás” de la sociedad y la RAE acepta que una lengua se va modificando con el tiempo y valida los cambios “cuando el fenómeno lingüístico en sí se asienta y es utilizado por buena parte de la población”.
Para editora de la revista Soy de Argentina, especializada en diversidad sexual y comunidad LGBTIQ+, Dolores Curia, quienes ponen en práctica el lenguaje inclusivo “no quieren fundar una nueva gramática, no buscan entrar en la norma, ni discutirle a la RAE”, sino que su idea es “llamar la atención –en el buen sentido– sobre una exclusión real que hay que decodificar desde la infancia, cuando te enseñan que lo masculino es lo universal”.
“Invisiblización y ninguneo”
Hace décadas que las feministas intentan romper con el uso del masculino genérico y omitir la regla gramatical en la que la forma masculina tiene prioridad cuando se refiere a un grupo de personas si este incluye a un hombre.
“Han sido los niños y niñas quienes han tenido que desarrollar la habilidad de entender que cada vez que se hablaba del ‘hombre’ en una clase había que decodificar que ese ‘hombre’ era una generalización y entender entre líneas que ahí también estaban incluidas las mujeres”, subraya Curia. Para ella, faltar al respeto de quienes no se encuentran en el binarismo y se oponen a que el masculino se interprete como la medida de todas las cosas es “una invisibilización, un ninguneo y menosprecio considerado como una forma de violencia que estaría en la base del iceberg de las violencias”.
Chávez considera que el lenguaje inclusivo permite destacar “una realidad históricamente omitida, marginada y no tomada en cuenta”. Y añade: “Hay un acto político e ideológico al utilizar este lenguaje porque aúna o excluye a determinados grupos y sus creencias”. En la misma línea reflexiona Vic: “No se pude hacer caso omiso del hecho que existen muchas personas marginalizadas o discriminadas por el no reconocimiento de este lenguaje”.
Una cuestión política
Más allá del asunto puramente lingüístico, el uso de la “e” y los pronombres neutros se ha convertido en una batalla política y cultural en América Latina. En países como Perú, Uruguay, México, Argentina o Brasil autoridades de distintos niveles han prohibido o limitado su uso, mientras que gobiernos como los de Colombia o Chile –ambos de izquierda– lo han fomentado.
La generación Z latinoamericana –a la que pertenece Vic– se ha despojado de muchos estereotipos en relación al género y la orientación sexual. Es más libre y abierta en la forma de entender sus relaciones. “Entre mis pares, hay muchas personas no binarias, está tomando mucho más alcance, pero en generaciones mayores creo que no hay tantos referentes”, apunta.
Aunque considera que hay espacios como la universidad y las instituciones donde existen dificultades para utilizar el pronombre neutro, apuesta que en un futuro no tan lejano eso puede cambiar: “Hay que hacer valer el lenguaje inclusivo, utilizarlo porque es la mejor manera de demostrar que existe, que se expande y que cada vez somos más”.