Este texto ha sido publicado en el blog Educa Barcelona
El cuento de Josepha sirve para explicar a los más pequeños y a las más pequeñas que hay otros países en el mundo donde, por causas diversas, hay personas que necesitan marcharse y empezar desde cero. Un centenar de niños de primero y segundo de Primaria se han reunido en la sala de teatro de la escuela Rambleta del Clot (Barcelona) para escuchar a Ángeles Schjaer, coordinadora pedagógica de la ONG Open Arms, que les relatará una de las historias que la entidad publica junto con la editorial La Galera bajo la colección ‘Cuentos a la deriva’.
Captar la atención de un centenar de niños durante cuarenta minutos es algo que se consigue con un “Había una vez…”. Esta vez, «existía una vez una elefanta preciosa llamada Josepha y que vivía en Camerún». “¿Sabéis dónde está Camerún?”, pregunta la narradora. Y sigue leyendo: “Es un país africano lleno de animales que viven en libertad: jirafas, hipopótamos, guepardos, búfalos, leones, gorilas, chimpancés, elefantes como Josepha, ñúes y bongos. Un país en el que los animales corren libremente y las elefantes pueden ser maestros de escuela”, y les enseña las páginas coloreadas del libro.
Esta introducción servirá para hablar después de la necesidad de cuidar el planeta y todos los seres vivos, pero el alumnado todavía está descubriendo a la elefanta maestra, que se casó con un elefante “más tonto que una piedra” que no quería que estuviera contenta, ni que se riera, ni que diera clases. Y Josepha, poco a poco, se convirtió en una elefanta triste y miedosa. Cuando pidió ayuda, no la obtuvo, porque en su país es el macho quien dicta las normas dentro y fuera de casa.
Un tío suyo le contó que tenía una posibilidad para huir. Pero necesitaría dinero. Y ser valiente, porque era un camino largo y lleno de peligros. “Con el corazón roto, se marchó de casa por la noche”, dice el cuento, que sigue explicando cómo otros animales se fueron encontrando y cómo llegaron a subir a una barcaza mal construida hasta 130 animales.
Los niños y niñas de la Rambleta del Clot han viajado en avión, tren, coche, bus, metro y, alguien, en un barco en cabina. Y casi todo el mundo sabe nadar muy bien. Nada que ver con ‘La canción de Josepha’, donde en medio del mar unos cocodrilos mordieron la barca y a los animales, y todo quedó destrozado. Gritaron, pero nadie les oía. Vieron un barco, y pidieron auxilio, pero el barco pasó de largo. Unos delfines y unas ballenas que sabían mucho del mar les estaban buscando y, al final, vino otro barco. “¡Está viva!”, dijeron desde la embarcación de rescate.
No es fácil seguir todo el cuento, y Ángeles continúa con sus palabras: “Yo estaba en el barco cuando encontraron a esta mujer. Ella era maestra en Camerún. Tenía que huir de un marido que no la trataba bien e hizo ese largo viaje. Su embarcación estaba rota y había trozos de madera flotante, camisetas, zapatos, botellas de agua… No le quedaba voz, levantó la mano y vimos que estaba viva”.
La sala está ahora algo más silenciosa. “Al otro lado del Mediterráneo, ¿sabéis dónde está el Mediterráneo?, pasan cosas muy terribles”, explica Ángeles. «Y quiénes eran los cocodrilos», pregunta un niño muy atento. «Eran guardacostas libios», indica ella, «son como la policía que está en el mar, en teoría deben proteger la costa, pero no protegen a las personas».
Ahora que comienzan a ver que en la historia real no había cocodrilos, tienen muchas preguntas. Una chica levanta la mano: “¿Y cómo les mordieron?” “Dispararon”, contesta Ángeles. “Pero, ¿por qué disparaban? ¿Por qué disparaban?”, repite. La atención aumenta, y aprenden que hay un país llamado Libia donde hay guerra y personas con armas. La siguiente pregunta que hacen es: “¿Pero por qué no hacen nada por ayudar?”. «Eso mismo me pregunto yo», confiesa la coordinadora pedagógica de Open Arms. «A vosotros, ¿os parece correcto?» “¡Nooooo!”, afirman todos a la vez.
Están insatisfechos porque han visto plásticos en el mar y porque hay suciedad en la playa. Seguramente, hacen esta reflexión porque recientemente han realizado una visita al Centro de Recuperación de Animales Marinos (CRAM), y ven muy mal que no se cuide la naturaleza, el mar, los animales y las personas.
Fábricas de chocolate y juguetes
Vuelven a preguntarse por qué dispararon Josepha y el resto de animales/personas. Las respuestas no les satisfacen. De hecho, les generan más porqués: «Pero, ¿por qué hay fábricas de armas?». Y, en vez de armas, inventan un mundo con cosas que les harían felices: una fábrica de chocolate, una fábrica de golosinas, una fábrica de ordenadores, de tiendas, de quioscos, de juguetes, de cromos, de libros y de todo lo que les gusta. Como no pueden hablar todos a la vez (a veces se les olvida), levantan el pulgar. Y todo son pulgares hacia arriba, salvo en las fábricas de armas, que no las quieren.
Cuando la clase está a punto de terminar, todavía hay quien tiene dudas y hace un último esfuerzo por entender: “Pero, ¿por qué los humanos matan a otros humanos?”. Merece la pena alargarse unos minutos. “Escuchad”, Ángeles intenta que estén atentas, “han dicho algo muy importante. ¿Por qué los humanos matan a otros humanos? ¿Qué piensa?” Y del auditorio salen consideraciones como: porque son de diferentes países, porque quieren tener el mundo por sí solos, por tener mucho dinero, porque no se quieren, porque quieren lo que tienen los demás o, la respuesta que más sorprende, porque obedecen a órdenes de otras personas.
Ahora, los niños y niñas de Primer y Segundo de Primaria de la Rambleta del Clot tendrán que hacer un dibujo relacionado con ‘La canción de Josepha’, sea del cuento o de algo que hayan hablado o pensado, y el centro se encargará de hacerlos llegar a Open Arms. De hecho, este encuentro está enmarcado con un conjunto de actividades sobre los valores que se realizan en diferentes cursos, adaptándose a las edades del alumnado. El profesorado, que previamente les ha hecho cinco céntimos sobre quien venía a verlos, continuará con la tarea de hacerles pensar y preguntarles.