En la primavera de 2021, las profesoras del Colegio Público Santa Engracia en Tauste (Zaragoza) hicieron del estudio del pinar, que rodea el centro, el núcleo organizador del aprendizaje de sus estudiantes.
Fomentar en las generaciones actuales y futuras el deseo de protección de los bosques y la vida que albergan es el modo de impulsar y afianzar un cambio de actitudes a nivel local y global. La escuela como recurso formativo comunitario no puede mantenerse al margen; necesita comprometerse y transformar esa aspiración en núcleo de interés curricular.
Esta es la perspectiva que otorga sentido al proyecto La Ruta del Bosque. Una iniciativa pedagógica desarrollada por estudiantes y profesoras, en estrecha colaboración con los 300 vecinos de Santa Engracia. A través de esta ruta, el alumnado conoce, en colaboración con su comunidad, los seres vivos de la zona, sus características y cuidado. “Ampliar el conocimiento del entorno local, darle valor y generar un vínculo de unión y respeto con su pueblo y con la comunidad educativa”, escriben en el plan de trabajo.
Como centro escolar estaban identificados con los objetivos de las llamadas Escuelas Transformadoras. Una red impulsada por la Diputación Provincial de Zaragoza, la Universidad de Zaragoza y la Federación Aragonesa de Solidaridad con la que incorporar la Educación para la Ciudadanía Global en los proyectos educativos de centro y aula. Formar en “el respeto a la diversidad, la conciencia ambiental, el consumo responsable, los derechos humanos, la igualdad de género y la participación democrática.” (Oxfam Intermón).
Este marco conceptual les exigía contemplar escenarios educativos alternativos. Plantear otros espacios de aprendizaje, más allá del aula, otros recursos del entorno próximo, otra manera más transdisciplinar de trabajo escolar y nuevas metodologías de aprendizaje basadas en la indagación.
Sus peculiaridades de escuela rural facilitaban este enfoque holístico de aprendizaje inclusivo y conectado con su entorno. En el curso 2020-21 acudían al centro 24 estudiantes de Educación Infantil y Primaria y ejercían la docencia 3 maestras. La organización de los grupos era internivelar y los libros de texto un recurso más, no el único, o el principal. Amaya Pola y Cristina Vilas las profesoras que lideraron el proyecto eran firmes defensoras de este enfoque.
Relatar este proyecto, en el que participó todo el alumnado del centro, nos permite ilustrar la viabilidad y posibilidad de una práctica docente renovadora. Pensar en “educar de otra manera en estrecha relación con la naturaleza, entendiendo sus ritmos y no solo explicar lo que es el cambio climático en un libro de texto” (Miriam Campos, maestra, coordinadora de Teachers for Future Spain).
Sensibilización y fichas de registro
¿Por qué son importantes los bosques, qué hacemos para conservarlos? ¿Qué nos ofrecen? ¿Cuáles son los problemas actuales a los que deben enfrentarse? ¿Qué iniciativas conocemos de sensibilización y cuidado de los bosques?
Algunas reflexiones de los grupos se reflejaron en carteles, fijados en las paredes del colegio y en lugares señalados del pueblo. Querían hacer partícipes a sus vecinos del debate que estaban teniendo.
Estas actividades iniciales impulsaron el estudio; las respuestas que sometían a debate no podían ser arbitrarias, tenían que estar fundamentadas, basadas en conocimiento. Necesitaban dedicar tiempos a la búsqueda de fuentes y saber de las tipologías de animales y plantas: su diferenciación en subgrupos relacionados con su capacidad adaptativa al medio (obtención de energía, relación con el entorno y perpetuación la especie). Estudiar los ecosistemas como lugares donde intervienen factores bióticos y abióticos, sus interacciones, especialmente en el bosque, en su pinar, las relaciones con otros sistemas, etc.
Recabaron esa información antes de proceder a una observación in situ. Era importante definir lupas conceptuales contrastadas “¿Qué categorías utilizamos para el registro ordenado de datos, para que la investigación fuese completa y permitiera aprender sobre animales y plantas en su bosque?”, comenta su profesora Amaya Pola.
De esta manera y cooperando crearon un formato de ficha de recogida de información útil para la identificación y observación de las especies.
Estudio de situación
Antes de visitar el bosque y proceder al registro de especies, acordaron realizar una acción más que les ayudara a centrar el foco de sus observaciones. Decidieron hablar con sus abuelos sobre las especies que habitaban el pinar.
Pudieron conocer cómo era el pinar antaño. Poco a poco, fueron entendiendo el significado del bosque de Santa Engracia, desde sus comienzos, en los años 70, en el mismo tiempo que se creaba el pueblo.
El encuentro les sirvió también para suscitar conversaciones sobre el pasado, sobre su experiencia vital, cómo se relacionaban con el pinar, qué labores realizaban para cubrir las necesidades de los vecinos, que les contasen ejemplos de buenos y malos usos de sus recursos y sus consecuencias. “En nuestro centro animamos al alumnado continuamente a acudir a sus mayores. Consideramos que las relaciones intergeneracionales son clave en la educación de las nuevas generaciones”, comenta Amaya Pola.
Con las categorías de información obtenidas del estudio previo y con la información anticipada de sus mayores, disponían de recursos conceptuales e instrumentales suficientes para acometer con garantías la investigación. Decidieron visitar el pinar, acordando que cada estudiante presentaría sus hallazgos al resto de la clase.
Se centraron en la selección de flora y fauna autóctonas, realizando la parte más documental del proyecto. Cada estudiante elegía una especie de animal vertebrado, otra de invertebrado y una de flora. Cuando localizaban una planta en la que un alumno era experto, allí mismo paraban y el estudiante llevaba a cabo una master class.
Registro
El estudio de las plantas fue más directo que el de los animales; las tenían frente a sus ojos y en mejores condiciones de ser observadas. En la visita al pinar, surgieron muchas preguntas. Descubrían con asombro la cantidad de plantas que convivían con los grandes pinos. De algunas conocían los nombres, las habían estudiado en clase, o les habían informado sus abuelos, otras no.
En estos casos, decidieron hacer fotos y buscar la ayuda de fuentes y expertos. Tenían la suerte de contar con la colaboración de una educadora ambiental, madre de dos alumnas. Consultándole pudieron avanzar en la identificación de muchas plantas.
Aprovecharon las vacaciones de Semana Santa para completar el trabajo haciendo fotografías de las especies elegidas. En Educación Artística habían trabajado recientemente la fotografía, los planos generales, americano/tres cuartos, medio, primer plano… y las reglas básicas de la composición fotográfica, la de los tercios, horizontalidad y mirada. Todo lo que aprendieron les fue muy útil.
Una ruta turística por el pinar
El proyecto incorporaba un propósito añadido. Había que poner su pueblo en el mapa; confeccionar una ruta que promoviera la visita guiada al pinar por parte de vecinos y foráneos. Era un buen recurso para vincular áreas curriculares, en este caso la de Educación Física. Habían estado trabajando la orientación espacial en espacios abiertos.
“Tuvimos la suerte de contar con un grupo de estudiantes de primero de Magisterio de la Universidad de Zaragoza, de la asignatura La Educación en la Sociedad el Conocimiento, impartida por Ana Cristiana Blasco, que nos ayudaron a elaborar la ruta, hicieron los QR y lo enlazaron a todo el material recopilado”, explica Amaya Pola.
Dibujaron la ruta en un plano, marcando los lugares que disponían de códigos QR, colocados en troncos de árboles, en vallados del camino, en postes, etc. Cuando se encontraban con un código, utilizaban el dispositivo móvil que llevaba cada grupo, lo abrían y visionaban las fichas de animales y plantas y las imágenes y vídeos alusivos a los modos de vida de las especies asignadas.
Hicieron copias del mapa con la ruta y cada estudiante se la llevaba a casa para compartirlo con familiares y vecinos.
Finalizada la tarea, realizaron una sesión de evaluación final para valorar lo aprendido, las lagunas detectadas, dificultades encontradas, cómo habían trabajado, cómo habían recurrido a contenidos y habilidades de muchas materias e incluso a experiencias de sus familiares, cómo continuar… “Al final se hicieron una pregunta muy lógica ¿Por qué no unir las rutas del bosque y las de su pueblo, con la que habían colaborado en curso anteriores, y elaborar una ruta completa para futuros visitantes y que nos conozcan un poco más?”
En colaboración con los vecinos, en el marco del proyecto ODS Rural Labs, publicaron una versión reducida en papel de un libro histórico sobre los primeros cincuenta años de Santa Engracia y una ampliada en versión electrónica.
“Quién sabe, a lo mejor es una vía para que nuestro pueblo deje de perder población y evite pertenecer a esa parte de este país, que cada vez se vacía más y más”, comenta Amaya Pola. A su juicio el proyecto, para su continuidad, necesita implicar mucho más a las instituciones. “Como siempre decimos, lo que conocemos y hacemos nuestro, terminamos por quererlo y sobre todo defenderlo”.
La tarea no está acabada. No todos conocen del significado ecológico del pinar y, últimamente, observan que está más descuidado. No hay suficientes muestras de conciencia ambiental. La comunidad educativa del Colegio Santa Engracia no decae en su voluntad de cuidado y protección, están decididos a continuar. Amaya Pola insiste “lo abordaremos, de nuevo, el curso 2022-23 con un proyecto pedagógico que llamamos: Basuraleza ¡No Gracias!”