Estas información ha sido publicada en el blog educa.Barcelona de El diari de l'Educació
Martí Boneta es director del Centro de Recursos Pedagógicos (CRP) del distrito de Les Corts (Barcelona), especializado en ciudadanía y valores (CIVA), que acompaña y promueve en los centros espacios de encuentro, intercambio y trabajo en red de sus profesionales e intercentros. El CRP atiende a las demandas de los centros y también impulsa proyectos y acciones para favorecer la formación continua, la innovación metodológica y la transformación educativa en escuelas, institutos y otras instituciones educativas.
«El problema que tenemos es que, a menudo, cuando nos llaman los profesores, es cuando ha saltado un conflicto y no saben cómo resolverlo», explica Boneta, que insiste en la importancia de conceptos como prácticas restaurativas, círculos de diálogo y paz positiva, que lo que buscan es dar las herramientas para fomentar cómo abordar situaciones de conflicto antes de que se convierta en crisis, trabajando las emociones, haciendo que todo el mundo se sienta representado para facilitar que haya un clima de convivencia, cuidado mutuo, comunidad y pertenencia.
“Se trata de preparar al alumnado y al profesorado para el diálogo y de ayudar a crear una cultura de saber escuchar y saber hablar, que cuando un habla trate de no ofender a la otra persona. Con los cursos que hacemos, que muchos vienen de la Escuela de Cultura de Paz, intentamos preparar a los niños para el conflicto. Cuando no se ve, pero el conflicto está latente, en los círculos de diálogo los niños hablan y así puedes detectar si algo se está incubando. El objetivo a largo plazo es que tomen conciencia. Esto cuesta mucho, debe prepararse a fuego lento, no cuando haya estallado el conflicto. Es un trabajo de tiempo, de concienciar al profesorado”.
Estos círculos de diálogo, que como su nombre indica son espacios en los que todo el mundo se ve las caras y puede hablar, tienen seis fases. “Las dos primeras y las dos últimas son de reflexión. Las dos del medio se pueden realizar en medio de la clase, sea de matemáticas, de historia o de tutoría, por ejemplo. Se hace un círculo y la persona dinamizadora hace una pregunta. Todo el mundo debe contestar, todo el mundo habla y todo el mundo es escuchado”. Con diferentes dinámicas, se consigue que el alumnado que normalmente habla menos tenga también la oportunidad de expresarse. En otra dinámica, se acaba con la pregunta de “qué me llevo de la sesión”.
“Se crea esa confianza y ese autoconocimiento. La primera pregunta puede ser qué música más te gusta. A veces, los conflictos comienzan por desconocimiento. A veces, el alumnado piensa que nada tiene que ver con alguien, pero sabiendo cuál es la peli, el color, el libro, la música, el deporte o el regalo ideal, se van conociendo. Si se realiza con una rutina y con unos hábitos, el profesor puede detectar si hay algún conflicto. Si a la hora del patio, hay un conflicto, en el aula puedes realizar un círculo. O dos círculos. Los chavales deben estar concentrados. Es importante acostumbrarnos a escuchar, a ver por qué la otra persona lo ha hecho. Esto no quiere decir que no existan medidas correctivas, sino que hemos analizado el conflicto, que he escuchado y que a mí se me ha escuchado”.
Son pocos los centros que tienen esta cultura restaurativa, que tiene como una de sus máximas hablar en igualdad de condiciones y no juicios de lo que diga el otro. Para Boneta, “estamos en una sociedad en la que no hay espacios de encuentro y debemos saber encontrarlos. Es un aprendizaje. Si esto lo hago bien en el instituto, también lo haré diferente a la familia o al mundo laboral”.
La provención: proveer y prevenir
Cécile Barbeito es investigadora y formadora en educación por la paz en la Escuela de Cultura de Paz. «El conflicto debe ser, permite transformar las relaciones», afirma, naturalizando que haya desacuerdos y que hablar de ellos ayuda a madurar y crear formas de participación. Para Barbeito, es esencial trabajar la provención, que define como la necesidad de “proveer y prevenir a las personas de las habilidades adecuadas para que, cuando salga el conflicto, sepan ser asertivas, saber qué necesitan y qué decir. Es bueno que antes de que salga el conflicto lo hayan entendido”.
La provención es, según la guía ‘La escalera de provención’, “lo que podemos hacer para prepararnos para abordar un conflicto, antes de desencadenarse una crisis que nos desborde”. La guía, orientada para el aula universitaria, quiere proveer de habilidades, herramientas y estructuras a la comunidad educativa para trabajar con anticipación las condiciones para una convivencia pacífica, y parte de los valores del cuidado, el respeto y la empatía.
La escalera de provención consta de siete escalones, y cada uno de ellos responde a diferentes necesidades: presentación, conocimiento y confianza (para trabajar la seguridad); conocimiento y aprecio (para cuidar el reconocimiento y la pertenencia); comunicación y toma de decisiones (sobre todo para la conexión y la seguridad); y cooperación, que las incluye todas.
Con la provención, se crean dinámicas de grupo y juegos cooperativos para trabajar habilidades de escucha, asertividad, cariño, confianza y cohesión de grupo.
“Ahora, la mediación y las restaurativas trabajan mucho más la parte previa. No debemos esperar hasta que surja el conflicto; cuanto antes intervengas, mucho mejor”, indica Barbeito. «Somos personas diversas, se trata de preparar al profesorado, que no se estrese».
Que todo el mundo sea visible
La investigadora resalta la necesidad de dar voz a las personas que habitualmente intervienen menos: “Hay personas que vienen de otros países, que no tienen un uso de la palabra muy fluido y resultan invisibles. La habilidad de la lengua significa provincia y más o menos poder; es muy palpable que existen diferentes grados de poder dentro del aula, en función de la lengua. Debemos hacer un esfuerzo de hacer visibles a personas que parecen no tener voz en el aula, pero que tienen criterio. Es muy importante dar voz a quien, por algún motivo, no habla”.
La experta sostiene que, a menudo, los problemas en primaria tienen que ver con configuraciones de amistades que van cambiando y generan dolor, con inquietudes del tipo “Antes eras mi amigo y ahora no”. Tanto en primaria como en secundaria tienen peso los prejuicios y las etiquetas, por lo que personas LGTBI+ o de algunas nacionalidades pueden recibir insultos o un trato no respetuoso. El bullying suele empezar a partir de los 8 años, pero el grosor del problema suele darse hacia los 13 años.
Boneta y Barbeito coinciden en que es necesario que haya más contenido sobre cómo abordar los conflictos en las facultades de pedagogía y magisterio o en los másteres del sector educativo, además de la formación continuada para ir actualizándose. «No es un contenido que se considere clave, hasta que el profesorado llega al aula y se encuentra con un problema grave», remarca Barbeito.