Sabemos de primera mano que están incrementándose los casos de patologías de salud mental en adolescentes y jóvenes. Unas cifras alarmantes y muy preocupantes que han puesto sobre la mesa la urgencia de atender esta realidad, asistiendo y metiendo recursos para acompañar a las necesidades actuales además de ofrecer herramientas de prevención como la educación emocional.
Como datos más recientes tenemos la macroencuesta que ha publicado la Generalitat de Cataluña, según la cual el 8,8% de adolescentes catalanes expresan que tienen ganas de morirse o que cerca del 12% arrastra importantes secuelas mentales a raíz de la pandemia. Son datos de hace ya días, sabiendo que están incrementando los casos, la actualidad debe ser más desoladora todavía.
Todos los agentes implicados están trabajando ya para abordar esta situación complicada. A pesar de la urgencia, hay que tener muy claro que además de poner el foco en el que se puede hacer también es necesario ponerlo en cómo lo haremos para que sea realmente transformador.
Estamos hablando de nuestros hijos e hijas y, en caso de que ponemos sólo el foco en el que niños y jóvenes tienen una dificultad o problema, quizás estamos obviando que nosotros también, ya que somos las personas responsables de la sociedad y del medio que les estamos proporcionando.
La mejora del bienestar emocional de los niños y jóvenes pasa por la mejora emocional de los adultos que les acompañan
Los niños y niñas aprenden a gestionar su mundo interno teniendo como referente el de las personas adultas más cercanas de su entorno. Estas son las que influirán en la creación de su estructura interna, sus patrones, sus creencias y el aprendizaje de su gestión emocional.
Después de 12 años de experiencia como entidad acompañante a los centros educativos en el ámbito de la educación emocional, hemos comprobado que la mejora del bienestar emocional de los niños y jóvenes pasa por la mejora de la de los adultos que les acompañan.
La revolución y el cambio debemos liderarlo nosotros: las familias, maestros, educadores y, cómo no, toda la sociedad responsable del mundo que tenemos. Y puede parecer difícil o quizá abrumador, pero si somos conscientes del beneficio individual, familiar y colectivo que nos puede proporcionar seguro que tenemos una motivación. Para seguir en el proceso de conocernos más, de entendernos y comprendernos por ser más conscientes de cómo gestionar nuestro mundo interno y poder así ser realmente un referente. En definitiva, responsabilizarnos de tomar conciencia de cuidar de nuestro cuerpo físico, mental y emocional para nutrirnos como seres.
Yo sola no puedo cambiar el mundo, pero sí puedo mirarme a mí y saber si puedo hacer algo distinto
Las herramientas de prevención, como las competencias emocionales y las habilidades sociales y para la vida, no deben ser solo para los niños y jóvenes, sino también para las personas adultas. Podemos hacernos las preguntas: ¿qué puedo hacer yo?, llevando la mirada hacia adentro, ¿Qué me ocurre a mí?, ¿Cómo gestiono mis emociones? ¿Qué patrones inconscientes estoy repitiendo?, ¿Qué hago ante un conflicto?, ¿Cómo me hablo?, ¿Cómo hablo a los demás?, ¿Cómo acepto las diferencias?, ¿Qué me despierta a mí la actitud del niño?
Yo sola no puedo cambiar el mundo, pero sí puedo mirarme a mí y saber si puedo hacer algo distinto. En caso de que todos y todas sigamos haciendo lo mismo, resolviendo los conflictos de la misma manera, gestionando igual las emociones, dando mensajes que merman la autoestima, repitiendo patrones consciente e inconsciente que no acompañan a los niños y niñas a desarrollar sus capacidades, será más difícil que estos adultos y adultas del futuro hagan algo distinto.
Como sociedad, en el ámbito de bienestar emocional, queda mucho camino por recorrer, pero teniendo en cuenta que ahora todo va muy deprisa puede que no esté tan lejos como creemos.
Sabemos que podemos tener una sociedad que sea realmente inclusiva, con respeto, donde se puedan potenciar las capacidades de todos y donde se fomente el bienestar físico, emocional y mental. Por tener una sociedad con más salud y que sea capaz de generar más paz, más inclusividad y más equidad.
Adjuntamos un cortometraje que acompaña a nuestra reflexión con la voluntad de generar debate en torno a la educación emocional en la educación en la familia, en los centros y en la sociedad.