“El símbolo de la escuela son tres cipreses, que son el símbolo de la hospitalidad. Antiguamente, cuando en una masía había dos cipreses, tenías un plato en la mesa; si había tres, podías quedarte a dormir. Es nuestro talante. Esta es una escuela concertada e inclusiva. Nuestro reto es acoger a personas que inician su aprendizaje a los 3 años o menos, que sean felices en este entorno y que quieran aprender a lo largo de la vida, sean cuales sean sus necesidades”. Así presenta Agustí Olivares la escuela Thau de Barcelona, de la que es director desde hace cinco años y en la que trabaja desde 1999.
El diseño del edificio, que mira a la ciudad de Barcelona, es una parte esencial de esta apuesta de crear un buen espacio educativo desde diferentes puntos de vista. En 1972, un equipo de arquitectos liderados por Oriol Bohigas, lo ideó no como un centro cerrado, sino orientado al horizonte, y pensando en la concentración del alumnado. «Buscaron un espacio que fuera un modelo de pequeña ciudad, con plazas y calles, con espacios diáfanos y polivalentes», resume Olivares.
Así, por ejemplo, en el parvulario no hay paredes, y entre pasillo y aulas los cristales hacen de pared. “Es un ambiente coherente y de serenidad en la que la arquitectura ha tenido un papel clave. Se pensó en un tipo de escuela en la que podemos realizar un trabajo muy interesante pedagógico”.
De esta forma, se trabaja indirectamente la oralidad. El alumnado está acostumbrado a que, mientras está en clase, fuera del aula haya personas arriba y abajo, pero ni se distrae ni se siente observado. Esto facilita hablar en público con mayor naturalidad.
Con los años, la mejora de las condiciones acústicas y ambientales para ayudar a tener este espacio de serenidad ha sido uno de los retos. Las aulas tienen sensores de CO2, que muestran si es necesario abrir o no ventanas, por ejemplo. “Si hay unas buenas condiciones acústicas, los niños no gritan. Esto es complicado de entender en una escuela, pero si ellos se sienten, no necesitan gritar”.
Arte y educación emocional
Una de las áreas más cuidadas de la escuela es el arte, sea pintura, escultura o arte contemporáneo. Cuatro artistas plásticos, con formación de magisterio y en plantilla, imparten las clases con el objetivo de vincular arte y educación emocional. Ésta es una de las señas del centro. “El trabajo del arte así planteado es muy beneficioso. Cuando hablamos con antiguos alumnos, sean maestros, ingenieros, arquitectos o abogados, todos tienen un especial recuerdo del trabajo de arte que vivieron en la escuela. No existe un modelo o una elaboración de si se hace bien o mal, sino que son personas que crean. Existe el disfrute ante la expresión y la creatividad”.
Más que en el resultado, la importancia está en el proceso creativo. «Hay un trabajo de frustración, de ensayo error, y nosotros profundizamos especialmente en esta vertiente». El dibujo natural es uno de los fuertes de este programa desde P3, y está muy vinculado al silencio, la observación y el hecho de que no salga del todo bien en la primera.
“Tiene que ver con el conocimiento de uno mismo y con la estimación de la naturaleza a través del dibujo. Éste es un trabajo directamente relacionado con la sostenibilidad y la ecología que se adquiere con el hábito de sentarse, observa y dibujar en el entorno natural”.
El Consejo de Niños
El centro, que acoge a unos 1.300 alumnos en cuatro líneas, cuenta con un Consejo de Niños. Se trata de un órgano participativo de alumnos que realiza diferentes propuestas de mejora. Además de los delegados y delegadas que hay en las asambleas de clase, cada dos años el alumnado escoge a sus consejeros, que son 28 niños y niñas de entre 5 y 16 años.
Entre las sugerencias que han visto hacer realidad gracias al Consejo de Niños, hay un mejor aprovechamiento de los espacios exteriores, lo que ahora se conoce como proyecto Fem Verd. Consiste en que una parte de la montaña que antes estaba cerrada, se ha convertido en un camino en forma de zigzag que suele aprovecharse a la hora del patio para comer con vistas a Barcelona. Actualmente, se está implementando una zona de viñedos en la parte alta y está previsto ampliar el proyecto sumándole un pequeño bosque colindante.
También propusieron hacer un espacio de juegos en la entrada de la escuela para que no fuera tan grande, asfaltada y gris, y lo consiguieron. Lo mismo ocurrió con la obligatoriedad de llevar batas: argumentaron que podían utilizarlas en el laboratorio y en plástica, pero no durante todo el horario lectivo, y así fue.
El círculo
El corro es uno de los elementos básicos no tangibles que forma parte de la esencia de Thau. Como su nombre indica, se trata de que el alumnado se coloque en forma de círculo, y de esta forma se pueden tratar diversos temas, que pueden ser conflictivos o de reflexión. “Es el corro de toda la vida, que ancestralmente recuerda al descubrimiento del fuego ya reunirnos a su alrededor. Si la dignificas, puedes trabajarla a todas las edades”.
En este sentido, durante un año realizaron la prueba en una clase de cuarto de primaria y recogieron evidencias de inconvenientes y ventajas para tener un tipo de mobiliario que se adaptara a esta iniciativa. Decidieron utilizar en clase unas mesas que el alumnado puede recoger fácilmente doblando la parte de arriba, para hacer un círculo sin barreras físicas y poniendo las sillas en círculo. «Es muy diferente mirar los ojos de los compañeros que las nucas», ejemplifica el director, «y el mobiliario es importante para poder gestionar el espacio».
El corro genera un espacio vacío y al mismo tiempo potencia el trabajo de educación emocional. A partir de ahí, con un trabajo sistematizado y reflexionado a nivel pedagógico, aportando la mirada del grupo, se pueden trabajar aspectos como la prevención de conflictos. «Esto no es para hacerlo una vez a la semana porque toca hacer una asamblea, sino que puedes hacerlo en 30 segundos cuando lo necesites».
Olivares recuerda las palabras del director de teatro Peter Brook cuando decía que sólo crear un espacio vacío ya es un acto teatral. «Se puede aprender a hablar en público», resalta Oliveres, relacionándolo con la importancia de la expresión oral, de enriquecer vocabulario y trabajar la pérdida de vergüenza.
Meditación
La espiritualidad es otro de los motores de la escuela. “Se trabajan aspectos esenciales para el desarrollo humano, como son la compasión, la amistad, el respeto y la solidaridad. Indudablemente, esto ocurre por momentos de silencio, pero no sólo momentos de silencio físico, sino de momentos de conciencia como equipo. Una escuela debe poder encontrar el espacio para poder reflexionar sobre su proyecto”.
Prueba de ello es que la reunión de los miércoles del equipo directivo comienza con unos 15 o 20 minutos de meditación. A Olivares le costó cuatro años convencer al resto de la importancia de tomar estos minutos antes de tratar de los asuntos de la escuela, siempre de forma voluntaria para quien quiera hacerlo. El equipo directivo realizó un curso de meditación avanzada que, asegura, ha dado unos resultados excelentes.
“Mis compañeros dicen que no es un curso, es un regalo. Yo estoy convencido de que la meditación en las escuelas, empezando por los equipos directivos, debe ayudar a que realmente haya un trabajo de toma de conciencia y que las escuelas tomen decisiones diferentes. No es una cuestión mística, me refiero a que la meditación comporta un estado de bienestar y una capacidad de enfocar el día a día de una manera serena”.
Aprendizaje servicio
El aprendizaje servicio es otra de las patas para que el alumnado encuentre sentido a lo que aprende y hace, y que vea cómo puede repercutir en la comunidad. Ejemplos son muchos, desde niños de seis años que han expuesto sus obras en la Fundació Tàpies, hasta alumnos de tercero de secundaria que han colaborado en la elaboración de un huerto terapéutico en el recinto hospitalario del Vall d’Hebron.
Una vez, vinieron médicos del hospital infantil San Juan de Dios y explicaron a alumnos de secundaria algunas de las dificultades que se encontraban en su día a día. Una de las más dramáticas era cómo poner un inhalador a un niño que llegaba a urgencias. En el proceso de hacer propuestas de mejora, unas alumnas diseñaron unas máscaras de animales para que el niño escogiera qué animal quería ser y se la pusiera. Las alumnas consideraron que podría ayudar a rebajar la tensión del momento porque el niño puede escoger, por ejemplo, ser un pingüino y estar más distraído.
“Participan en proyectos reales y pasan cosas. Es lo que dicen muchas veces: “no somos el futuro, somos el presente, también estamos viviendo ahora”. Puede parecer utópico, que ya nos va bien la utopía, pero es que somos una escuela de Barcelona, ¿qué hacemos? Tocar en la puerta de otras instituciones. En los últimos años hemos establecido diferencias sinergias con otras instituciones”.
En el marco de este espíritu de cuidar la naturaleza, el respeto y la creatividad, en la escuela Thau no sólo hay tres árboles, los tres cipreses símbolo de la hospitalidad, sino que con la colaboración del alumnado , han plantado limoneros, membrillos, ciruelos, higueras y melocotoneros, entre otras especias, que sirven tanto para cocinar en la escuela y fomentar los productos de proximidad, como para ayudar a dar clases de matemáticas a la hora de calcular proporciones y particiones .
Este modelo de pequeña ciudad diseñado en los 70 y actualizado a lo largo de los años permite trabajar diferentes metodologías que, en esencia, quieren potenciar el bienestar del alumnado, las relaciones sociales y la estabilidad emocional, poniendo énfasis en que los ratos de silencio son esenciales para dejar descansar el cerebro. Como explica Olivares, «el silencio es poesía y Thau es una escuela eminentemente poética».