Hablar de violencia contra la infancia es algo complicado. Cuando esta violencia es sexual, la dificultad aumenta exponencialmente. Se mezclan cosas que nos resultan tabú: sexo, infancia y familia. Una triada en la que es complicado entrar. Noemí Pereda es una de esas personas que intenta desentrañar una realidad compleja que suele pertenecer a un pasado más o menos lejanos.
En la actualidad está realizando una investigación con chicas y chicos de 14 a 17 años, a gran escala. La primera que se hace en España desde 1994.
¿Cuál es la realidad de la violencia sexual hacia la infancia en España?
La violencia sexual es un problema bastante más frecuente de lo que querríamos creer. Estamos hablando de entre un 10 y un 20% de los niños y niñas. Naturalmente esto no equivale a penetración o a violación, que serían los casos más graves y que son una minoría. Pero sí se producen tocamientos de las partes íntimas, que es lo más frecuente.
El Consejo de Europa incluso ha llevado a cabo una campaña, que se llama Uno de Cada Cinco, donde se intenta alertar y sensibilizar a la población respecto a algo que es, repito, más frecuente de lo que querríamos creer, y que es un tema tabú. Y cuanto más tabú es más difíciles de detectar, más difícil es que los niños lo identifiquen como algo que pueden explicar al adulto, con lo cual se crea aquí un contexto muy favorable para que siga produciéndose.
¿Existen diferencias en cómo es el abuso según la edad de la víctima, su género?
El autor que marca de algún modo el contexto de la violencia contra la infancia y que crea una teoría explicativa de los factores de riesgo específicos, de las consecuencias, es David Finkelhor. En el año 2005 propone, la Teoría de la Victimología del Desarrollo. En función de la edad se dan formas de victimización distintas, así como en función del género. Y es importante tenerlas en cuenta para hacer una buena prevención.
En función de la edad nos encontramos, por ejemplo, que el victimario es distinto. Cuando los niños son pequeños y dependen de su familia, el agresor estará muy vinculado a este entorno cercano. Otra cosa es en la adolescencia, cuando entran, no desconocidos sino conocidos que ya no son del núcleo familiar cerrado. Hablaríamos de un entrenador, de un profesor, del novio de una amiga…
Son figuras distintas en función de la edad, así como las formas de victimización. Por ejemplo, el abuso sexual es más frecuente que se dé en edades prepúberes, es decir, siete, ocho, nueve años.
Ahora bien, siempre la perspectiva tiene que ser interseccional. ¿Por qué? Porque interactúa con el género también. Es decir, en niñas es en edades prepúberes, pero nos encontramos que en niños el abuso sexual suele darse en lo que se denomina efebofilia, no pedofilia. Son niños que ya están desarrollándose y que entran en la adolescencia. En niños nos hemos encontrado, sobre todo en el entorno eclesiástico, que eran más adolescentes, más que niños pequeños, las víctimas de este tipo de abuso en este contexto determinado.
Tienes que tener muy en cuenta estos contextos de riesgo en función de edad y género, sobre todo que son dos variables muy importantes.
¿Por qué hay esas diferencias en cuanto a las edades?
Generalmente el abusador busca niños que empiezan a desarrollarse, o niñas, me da igual; empiezan a desarrollarse sexualmente, pero aún tienen las características y los rasgos de la infancia. Esto sería lo característico. Por esto, no son niños muy pequeños, generalmente, tampoco adolescentes mayores, sino que estamos hablando de esta prepubertad. Este inicio de una mayor autonomía, ya no hablan tanto con los padres, tienen 9, 10 años…
No se conocen bien tampoco los motivos, pero sí que está este plus de aún es un niño, aún es alguien que puedo manipular, estoy en una posición de poder, pero ya empieza a tener una cierta inquietud, un cierto interés por el tema afectivo-sexual, etc. Este grupo de edad sería en el que se iniciarían los abusos en la mayoría de casos.
Pero no sabemos qué ocurre antes del preescolar. Hasta los 6 años va a ser muy difícil que, si se ha producido una situación de este tipo y ha parado en esas edades, el niño luego la recuerde bien, con lo cual los datos pueden estar sesgados. Hay autores que dicen “cuidado con los preescolares, que no sabemos qué ocurre ahí”. Dependemos de lo que diga la víctima, solo tenemos eso, porque no hay un testigo, no hay señales claras. Es una experiencia, y como experiencia cada niño o niña la vive de forma distinta, puede recordarla o no, puede tener unos síntomas de malestar o no tenerlos. No es nada sencillo de detectar si no es a partir de lo que diga el propio niño.
La realidad del abuso sexual en los niveles sociales más altos queda muy oculta, está muy marcada por este silencio
Por aclarar, ¿Hay diferencias en cuanto a clase social?
No. Se da en todas; hablamos de abuso de poder y sexo, ¿de acuerdo? Se da en todos los contextos sociales. Ahora bien, el número de denuncias sí relaciona con niveles sociales más bajos, porque es más sencillo para el profesional encontrarse con una familia que puede que ya esté en contacto con servicios sociales. Es más fácil que empezar una denuncia de una familia de la que no tenemos nada. Suele correlacionar. Pero la notificación no es la realidad del abuso sexual. Nunca.
La realidad del abuso sexual en los niveles sociales más altos queda muy oculta, está muy marcada por este silencio, porque ni tan siquiera los profesionales tenemos acceso a estas familias. Con lo cual hay que siempre relativizar esto porque, si no, acabamos creyendo que las denuncias son la realidad del abuso sexual. Y, en España se denuncian menos de un 10 % de los casos que hay. Es decir, nos queda un 90 % de niños y niñas sin denuncia. Esto es un dato que se corrobora desde los años 90, y nosotros lo corroboramos hace poco. Publicamos en el 2016 un artículo en el que veíamos cuántos casos se habían denunciado entre quienes nos decían que habían sido víctimas de abuso y nuevamente eran menos de un 10%. Las denuncias nunca son la realidad del abuso sexual, la realidad del abuso está oculta.
Esto que me dices de que está oculta se refleja también mucho en el volumen de estudios a gran escala sobre las violencias sexuales en la infancia. Está el del año 94…
Sí, el único estudio que hay de alcance nacional, atendiendo a víctimas de abuso sexual de toda España. Es de Félix López de la Universidad de Salamanca. Es un estudio retrospectivo, es decir, preguntó a adultos sobre sus experiencias de abuso sexual en la infancia. Con lo cual es un estudio que nos está dando datos de los años 60-70, imagínate si es antiguo. Porque claro, son los adultos de los 90, del 94.
Luego se han hecho estudios, en Cataluña, el País Vasco, Andalucía, sobre experiencias de abuso sexual en estudiantes universitarios que muestran el mismo porcentaje, el 10 y el 20%.
Ahora estamos haciendo un estudio a nivel nacional que finalizará la recogida de datos en junio de este año y que se presentará probablemente a principios del año que viene. Un estudio sobre abuso sexual y otras formas de violencia en adolescentes de 14 a 17. Es decir, les preguntábamos por sus experiencias. Todos los datos que tenemos hasta el momento van en la misma línea siempre, de 10-20%.
No estamos hablando, como te decía, de un porcentaje bajo, sino que es un porcentaje importante de la población. Es una prevalencia alta, pero no es más alta que en el resto de países europeos. Los estudios que se han hecho en otros países de Europa muestran el mismo porcentaje.
Lo que se demuestra con estos estudios es que no se invierte en prevención a nivel nacional
Esta prevalencia a lo largo del tiempo, y no solo aquí en España, no varía. ¿Cómo es posible?
Es muy difícil que un problema social al que no se atiende y en el que no se invierten recursos de prevención pueda modificarse. Lo que se demuestra con estos estudios a lo largo de los años en España concretamente es que no se invierte en prevención a nivel nacional; naturalmente siempre hay centros educativos, hay familias, pero necesitamos algo estandarizado, aplicado a todo el país. Esto permitiría, se presupone, rebajar estas cifras. Ahora bien, también es cierto que necesitamos estudios que se hagan bien, anualmente como mínimo, para poder ver los cambios.
Comparar los datos de Félix López con los de estudiantes universitarios de Euskadi, con los que vamos a obtener de adolescentes se hace complicado porque, al final, son fotografías estáticas de una realidad determinada.
Necesitamos que España haga estos estudios de forma sistemática, igual que se hacen de otras formas de violencia, como la de género para ver si hay cambios en función de programas de prevención, de campañas de sensibilización que implementemos, etc.
El estudio de Félix del 94 estaba avalado por algún ministerio, si no recuerdo mal. Pero el vuestro lo financia la Caixa con apoyo del Ministerio de Derechos Sociales…
Exacto, lo subvenciona la Fundación La Caixa con apoyo oficial del Ministerio de Derechos Sociales. Nos hubiera gustado que surgiera de la administración pública, sí, por una cuestión básica que es que, al final, es un tema de salud pública, de educación pero bueno. La verdad es que estamos contentos de, al menos, haber conseguido una carta de apoyo de Derechos Sociales. Lo más importante para nosotros, de todas maneras, es el apoyo de las entidades.
Buscamos el apoyo de todas las entidades que trabajan en España con víctimas, en prevención de la violencia, como FAPMI, Plataforma de Infancia, Save the Children, Unicef. Tenemos apoyo de todas, más las pequeñas, Fundación Vicky Bernadette, ACIM, ACASI. Tenemos realmente apoyo de todas. Esto nos da mucha fuerza, porque queríamos que los datos no se queden en un cajón.
Se publica mucho en España sobre este tema y hay un interés por parte de la investigación, pero luego no se transforma en políticas públicas, no se transforma en cambios basados en la evidencia. Queremos que haya cambios, por eso los datos se facilitarán a las entidades sociales, así como al Ministerio, para que se hagan cambios reales, para que se replanteen cuestiones o se vea hacia dónde tenemos que orientar la prevención.
Quizá tenemos que invertir más en temas de explotación, que es otro tema: la explotación sexual está muy poco estudiada en nuestro país. Porque hasta hace poco lo vinculábamos con trata y con estos niños que vienen de países en vías de desarrollo y ahora vemos que lo tenemos aquí y que son niños y niñas que viven aquí y que están en situaciones vulnerables donde hay un intercambio, como ellos dicen, de sexo por objetos materiales, dinero, obsequios. Esto es una realidad.
Muchos de estos niños y niñas no se identifican como víctimas, dicen que están haciendo un intercambio. No hay ningún intercambio, es explotación
¿Podrías adelantarnos algo del estudio?
Es pronto, pero hay temas que me preocupan; uno es el de la explotación, por eso me sale. Creíamos que era un problema muy vinculado a mafias, y está más vinculado con acciones a través de Internet, de abusadores que conectan con niños y niña. No es el abuso sexual más claro, sino que es “te doy algo a cambio de”, con lo que te estoy corresponsabilizando. Y muchos de estos niños y niñas no se identifican como víctimas, sino que te dicen que están haciendo un intercambio. Esta palabra es perversa. No hay ningún intercambio, es explotación.
También es muy preocupante el cambio que hemos visto desde los últimos estudios sobre la violencia en las relaciones de pareja adolescente. Son relaciones muy violentas. La teoría de género no explica totalmente este fenómeno, porque nuevamente hablamos de menores de edad. Aquí no hay una dependencia económica de estas chicas, por ejemplo, no hay hijos, no hay una propiedad, no pierden la casa. Se trata de una interacción muy violenta entre ambos, basada probablemente en modelos sociales, donde estamos usando la violencia de forma continuada. No quiere decir que vayan a convertirse en agresores futuros, así lo indica la evidencia, pero en algunos casos sí van a seguir en una relación violenta durante mucho tiempo.
Probablemente el foco de la prevención no ha sido del todo correcto por lo que estamos viendo. Habría que enfocarlo más a relaciones sanas, interacciones de equidad entre chico-chica pero también hacia la chica como posible victimaria en algunos casos. Esto puede generar que el otro te responda con violencia, y las consecuencias, eso sí que está demostrado, son más graves siempre, o casi siempre, para la chica. El enfoque de culpabilización del varón como agresor ha generado mucho rechazo en los adolescentes. Se trata de un tema muy complejo. Me gustaría que las personas que trabajan en violencia en el entorno de la pareja partieran de estos datos, para ver cómo podemos enfocar esto, porque es bastante preocupante.
Es como lo de la explotación, hemos hecho un enfoque atractivo del sugar daddy, el planteamiento de la prostitución que lleva a muchas de estas mujeres a querer ser sugar babies. Es explotación, pero socialmente creo que hay que hacer una reflexión hacia dónde vamos y no podemos pedir a los chicos y chicas cosas que como sociedad admitimos. Si blanqueas el pornografía, la prostitución, la sexualización del adolescente, no puedes esperar que no haya un problema como el que estamos viendo de explotación.
El 90% de los casos de violencia sexual se dan en el entorno familiar
Te quería preguntar por los ámbitos en los que se produce la violencia sexual, tenemos en la cabeza a la iglesia por el trabajo del Defensor del Pueblo y también el ámbito escolar y en el del deporte a lo mejor…
No, no, según nuestra experiencia y según todos los estudios, es el entorno familiar en primer lugar; de hecho se habla de que cerca del 90% de los casos de violencia sexual se dan en el entorno familiar.
La figura del coordinador de bienestar no es solo para prevenir que ocurra en la escuela, sino para hacer una buena detección de lo que ocurre en las familias. Creo que se está desvirtuando un poco, porque se dice que lo necesitamos para detectar casos de bullying; no, no es solo para esto, el coordinador tiene que detectar por qué este niño está aislado, por qué ha pegado un bajón en el rendimiento, por qué no quiere volver a casa. Necesitamos también que sean figuras externas, que detecten situaciones que se están produciendo en la familia, si no, es imposible de detectar. Las escuelas deben ser entornos de bienestar y protección, pero naturalmente no son el principal lugar en el que se da violencia sexual, ni violencia en general contra la infancia, sino en el entorno familiar.
Es verdad que en un segundo punto tenemos aquí a las personas que, sin ser familiares, tienen una relación de vínculo y de confianza: puede ser un maestro, un sacerdote, un entrenador. Pero esto siempre será en un segundo término; el primer término es la familia, y es en ella donde hay que intervenir y donde hay que empezar la prevención.
El hecho de que esta violencia contra la infancia esté tan imbricada en el entorno familiar dificulta mucho la prevención pero, ¿cómo y dónde crees que debería desarrollarse la prevención?
La prevención tiene que empezar desde la familia, es decir, tenemos que tener una comunicación fluida con el niño o niña para que sienta que puede hablar de todo. Para que si ocurre algo, pueda contárnoslo. Si no hay comunicación no va a ser posible la detección. Necesitamos enseñarles la privacidad de sus partes íntimas, y esto se enseña cuando lo bañas, cuando estás con él y le pones el pijama, es algo muy natural.
Otras posibilidades son los programas estandarizados que hay para trabajar la prevención en el ámbito educativo, por ejemplo. Tenemos que integrar de alguna manera la educación afectivo-sexual sana, porque siempre se habla del abuso sexual y, en realidad, es una excepción y no lo podemos olvidar. Hay gente que quiere que vayas a hacer una charla o un curso sobre el abuso sexual y lo que es el sexo normal y sano, pero no podemos dirigir a los niños mediante la excepción. Hay que hablar de la sexualidad y de la afectividad en un contexto positivo. A partir de aquí, sí se puede explicar a los niños que hay situaciones a las cuales pueden decir que no, que pueden comunicarlas; que si una persona no les hace caso pueden buscar a otro adulto con el que tengan confianza. Pero partir siempre de algo positivo, el cuerpo es tuyo, tienes derecho a protegerlo, y a que nadie lo mire si no quieres, a que nadie te toque si no quieres. Siempre el mensaje irá de lo más sencillo a lo complicando, como hacemos con otros temas.
Para los niños es mucho más fácil de lo que parece; somos nosotros quienes tenemos nuestros fantasmas
Existen muchísimos materiales para trabajar desde infantil. Tenemos un cuento del Consejo de Europa que se llama Kiko y la mano, que es gratuito, está colgado en internet y básicamente parte de la idea de que las manos son para cuidar y no para tocar las partes íntimas cuando no es necesario; es muy básico. Hay otro cuento muy bonito que se llama Ni un besito a la fuerza, que también está online y que viene a hablar de que los besos son maravillosos, pero siempre que tú quieras, que tienes derecho a decir que no. Esto sería como muy básico, para infantil. A partir de ahí vas complicando porque el niño también va aprendiendo
Pero hay que tener en cuenta siempre que el origen debe ser la familia y la familia es con quien debemos de algún modo intentar crear esta prevención. Si la familia no lo hace, tendremos esta segunda parte una vez el niño esté escolarizado, o deberíamos tenerla, con programas ya más estructurados. No es tan difícil como parece porque al final es enseñarle al niño a comunicar aquellas cosas que no le gustan, que tiene derecho sobre su propio cuerpo y sobre su intimidad y que nadie tiene derecho a violar esta barrera. No hablamos de consentimiento hasta que es más mayor. No es difícil, lo que pasa es que un tabú, es sexo y el sexo ya en sí mismo es un tabú; imagínate si lo mezclamos con infancia. No es sencillo de trabajar, pero por parte de los adultos, porque para los niños es mucho más fácil de lo que parece; somos nosotros quienes tenemos nuestros fantasmas.
Esto no puede limitarse a una iniciativa de un maestro que está súper sensibilizado; tiene que ser algo que tenemos que poder hablar. También entiendo que la escuela lo asume todo, la prevención de accidentes de tráfico, de trastornos de la alimentación, suicidio… Entiendo que es difícil, que no se puede hacer todo, pero algunas sesiones de educación afectivo sexual serían muy buenas la verdad.
¿Por qué crees que genera siempre tanta polémica esto la educación afectiva sexual?
Es que el sexo sigue siendo tabú. Aunque cada vez menos, creo que vamos a mejor. Los autores dicen es que hay tres pilares en el abuso sexual que en sí mismos ya son tabú: uno es el sexo, obviamente; otro es la infancia, esta creencia que necesitamos de la infancia feliz, aunque feliz, feliz no toda lo es, pero necesitamos creerlo. Y, tercero, la familia que también es intocable. Justo el abuso sexual tocas los tres pilares, porque se da en la familia con niños y sexo. Fíjate que no es lo mismo hablar de maltrato físico que de abuso sexual. Aunque es una forma de victimización también; tiene otra connotación. Hay muchos valores morales, mucho desconocimiento de lo que se va a trabajar con los niños.
Hay que decirle a la gente que no todos los niños son felices, que hay familias que no protegen y esto duele, duele mucho y hay gente que lo rechaza y que no quiere saberlo. Incluso hay profesionales que no quieren oír hablar de esto, que les genera malestar y esto aún es más grave.
Para terminar, quería preguntarte sobre la Lopivi, sus las luces y las sombras…
No ha mejorado, tampoco ha empeorado. Es un marco normativo, que es siempre necesario, sobre todo para sustentar y dar más seguridad al profesional, que sepa que está trabajando de acuerdo a unas directrices nacionales. Esto es bueno. Incluye figuras como el coordinador de bienestar, que me parece fundamental, es clave si se aplica bien y aquí viene la parte más oscura. Si se aplica, ¿con qué recursos? Es una ley que se publica sin recursos, no hay detrás una financiación, necesitamos recursos. Si queremos que las cosas se hagan bien, este coordinador de bienestar tiene que estar formado, especializado y para ello se requiere que haga cursos, que pueda ir a un congreso, que pueda leer, necesitamos dinero.
Sé que siempre es lo mismo, que siempre pedimos financiación. Habrá escuelas que lo harán mejor y peor, pero esto es justo lo que tendríamos que evitar, que haya lugares donde se implementa mejor y peor en función de las características de ese espacio en concreto. Necesitamos que sea una directriz general y que todo el mundo tenga el recurso para hacerlo bien. Creo que esta es la clave, si no, vas a coger una figura de la escuela y le vas a añadir el rol de coordinador de bienestar sin una formación detrás y esto tampoco es justo para esa persona.
Creo que como marco la Lopivi está muy bien, que hay muchas iniciativas que también están muy bien, pero que tenemos que dotar de recursos a esta ley para que realmente pueda llegar a ser todo lo que es.