Esta historia se remonta a hace más de seis décadas. Allá por los años 50 del siglo XX. En aquellos años, la autarquía que el régimen franquista quiso que fuera España daba claras muestras de estancamiento. Millones de personas se las veían y se las deseaban para sobrevivir en un país basado en una agricultura anticuada, una industria raquítica y un aislacionismo brutal. El dictador decidió dar un golpe de timón y encomendar a ministros cercanos al Opus Dei la modernización. Comienzan a darse los primeros pasos para el futuro desarrollismo.
Uno de estos pasos es la apertura hacia el exterior. Estados Unidos será uno de los primeros aliados de Franco en esta empresa. La construcción de la base naval de Rota para que la utilizara la marina norteamericana le costó a muchas familias la expropiación de sus tierras y la obligación de trasladarse a otros lugares. Uno de estos lugares es el poblado de Doña Blanca que comenzó a contruirse en los 50. Hoy por hoy, ya entonces, permanece prácticamente aislado del núcleo urbano que es el puerto de Santa María.
La población, a la que se le dio un caballo y dos vacas, primero fue alojada en barracones y desde mediados de los 60 ya pudo instalarse en las casas que permanecen inalterables al paso del tiempo. Sus habitantes tienen un bar, una Iglesia (sin párroco) y un colegio, el CEIP Castillo de Doña Blanca, una pequeña comunidad de aprendizaje (CdA) con 70 niñas y niños matriculados.
El colegio lleva dos cursos luchando contra los efectos que causó la pandemia en su modelo pedagógico, basado en buena medida en la apertura al exterior. Este año, el cuarto como comunidad de aprendizaje, parece que han dado un espaldarazo que, comenta Miriam López, su directora, quieren mantener los próximos cuatro.
Una de sus prioridades es la de mantener el alumnado matriculado por la posibilidad de que una bajada suponga el cierre del colegio y el envío de niñas y niños a colegios del Puerto de Santa María. Involucrar a las familias en este objetivo es primordial, o al menos así lo entiende López. Que vayan, claustro y madres y padres de la mano, en la reivindicación de servicios como el del comedor escolar o el aula matinal, así como en el propio desarrollo de la comunidad de aprendizaje, puede marcar la diferencia.
También lo hace la revista que publican cada curso, desde hace cinco, gracias a la pequeña ayuda que reciben de los fondos del Pacto de Estado de lucha contra la violencia de género. Bajo su paraguas, cada curso trabajan sobre una idea relacionada con las mujeres. Lo hacen, principalmente, en los grupos interactivos, una de las partes sustanciales del proyecto de CdA. El resultado final lo envían a imprimir con los escasos fondos que reciben.
Mujeres pioneras
Es el título que ha dado sentido a la revista Sueños, cuyo quinto número han publicado este año. Un trabajo que recoge el esfuerzo de todo un curso alrededor de la figura de mujeres pioneras a lo largo de la historia. También de la historia cotidiana y cercana, esa ‘intrahistoria’ que contaba Unamuno.
Mujeres como Ana Frank, Rosa Parks, Hildegarda de Bingen (una de las muchas «rescatadas» por Ana Navajas en su proyecto Women’s Legacy), Amelia Earhart pasando por algunas nóbeles de la Paz o por la abuela Josefa, una de las mujeres pioneras en el poblado de Doña Blanca, esas gracias a cuyo trabajo se pudo construir una comunidad en ese lugar orillado de cultivos.
Miriam López cuenta que la gran diferencia con respecto a otras revistas de las que han editado es que esta, por primera vez, ha contado con la participación activa de las familias en todos los estadios del proyecto. Todo el colegio, incluidas las criaturas P3, han trabajado la figura de mujeres. Muchos de estos trabajos se han desarrollado en los grupos interactivos con madres, padres y los voluntarios con los que el colegio cuenta.
El voluntariado es una parte fundamental de una CdA. Y lo es porque la heterogeneidad es el eje sobre el que pivotan las actuaciones educativas de éxito que se despliegan. La inteligencia y conocimientos de todas las personas tienen un mismo peso, la construcción del conocimiento se hace en el común, compartiendo y aprendiendo del mayor número de personas posibles. De ahí que la entrada de las familias sea relevante. Como lo es, en el caso del CEIP Castillo de Doña Blanca, del estudiantado de la Universidad de Cádiz o del personal norteamericano de la Base de Rota que, además de inglés, aporta la posibilidad de que estas niñas y niños se relacionen con personas de diferentes razas a la suya.
López explica la importancia de que el alumnado conozca estos referentes de mujeres que, por unas cosas u otras, han sido pioneras. Y, sobre todo, los ejemplos de aquellas que niñas y niños tienen más o menos cerca. Recuerda la jornada que pasaron con la abuela Josefa, a quien pudieron entrevistar. Esta mujer mayor, ya apareció en una publicación que la anterior directora del colegio, Manuela Sánchez, ya jubilada, realizó en 2011. Se trata del libro Queridísimas abuelas: mujeres pioneras del Poblado de Doña Blanca, que reconstruye, a través de la mirada del alumnado del centro en aquel tiempo, la formación del poblado gracias a las manos de las mujeres.
Junto a Josefa, niñas y niños tuvieron la oportunidad de compartir tiempo con otras pioneras. Una de ellas, es Adela del Moral, la primera mujer que ha recibido el Antifaz de Oro, la máxima distinción que se da en los Carnavales de Cádiz. Se trata de un galardón que se da a quienes componen letras y música de las célebres chirigotas. El carnaval tiene una organización muy cerrada dominada por los hombres. Para recibir el Antifaz hay que llevar 25 años vinculada a la celebración del carnaval, de manera que el mérito de Adela del Moral es doble.
Niñas y niños también conocieron a Andrea Guirado, ceutí de nacimiento pero afincada en Cádiz en donde estudió Ciencias Ambientales y que es la creadora de la Asociación SOS Vencejos. Acudió al centro con un ejemplar de esta especie para enseñar a niñas y niños los secretos de un ave que come, duerme y vive mientras vuela, y solo se posa para criar. Su visita se completó con trabajo posterior en grupos interactivos y con la petición a la penitenciaría cercana de unas casitas de pájaros que elaboraron algunos reclusos que trabajan en el taller de carpintería del centro y que enviaron al colegio.
Muchas materias
Durante la elaboración de la revista, niñas y niños han trabajado un sinnúmero de destrezas, explica López, más allá del contenido curricular de las materias. La expresión escrita y oral, la colaboración, la comprensión lectura y escrita… También la historia o las ciencias naturales. E, incluso, el inglés de mano de algunas y algunos voluntarios de la base de Rota que acudieron al colegio y ayudaron a niñas y niños a conocer la vida y la historia de pioneras norteamericanas como Rosa Parks o Amelia Earhart.
El contenido de lo que aprendieron lo han plasmado en la revista en inglés y ne diferentes formar, como es el caso de Rosa Parks, cuya valiente lucha contra la segregación de las personas negras en Estados Unidos se ha hecho mediante un cómic que han protagonizado niñas y niños del centro.
A estos conocimientos, hay que sumar uno que también destaca Miriam López, el relacionado con las competencias digitales. Comenta que la pandemia supuso para el centro conseguir algunos dispositivos digitales y que, con este proyecto, les han dado mucha salida. Entre otras cosas porque niñas y niños han sido quienes han realizado el diseño de toda la revista.
Futuro
Este curso que han cerrado con el quinto número de Sueños es, también, el curso que han cerrado su primer ciclo como comunidad de aprendizaje. Según la normativa aprobada por la Junta de Andalucía para regular este tipo de organización en los centros andaluces, cada colegio o instituto podrá ser CdA durante cuatro cursos. Después habrá de solicitar la ampliación del plazo por otros cuatro. El Castilla de Doña Blanca comenzará el próximo curso con un nuevo ciclo.
Las comunidades de aprendizaje comienzan siempre con lo que se conoce como la fase del sueño en la que toda la comunidad educativa comparte cómo quiere que sea su centro después de esos cuatro años. López cuenta que en el caso de las peticiones de niñas y niños, aunque algunas sean tales como ir al colegio en unicornio, tener más tiempo de recreo o una piscina, esta fase es importante porque ofrece pistas al claustro y a las familias sobre cuestiones que sí pueden afrontarse.
Además, el resultado de la fase del sueño supone la base para la organización de las comisiones mixtas que tendrá el colegio los siguientes años. Su trabajo consistirá en lograr los diferentes objetivos planteados. Si llegan a cumplirse, podrán reorganizar el centro cuando tengan que volver a renovar la comunidad. Es el caso de la comisión dedicada a la digitalización del centro, cuyos objetivos se cumplieron con los equipos que envió la Junta provenientes de los fondos Covid.
Entre las cosas que se entresacan hablando con Miriam López, la posibilidad de que abriesen un aula matinal o un comedor en el centro están muy presentes. También el que la dotación económica anual del centro aumentase sería interesante. López maneja un presupuesto de unos 3.000 euros anuales de los que sale todo el material que utilizan para sus diferentes actividades. Las actividades más o menos innovadoras que realizan necesitan un cierto soporte económico, comenta, porque no se pueden hacer las cosas de manera diferente con la misma cantidad de financiación.
López habla como una docente comprometida que quiere seguir construyendo su comunidad sobre la base de transmitir a alumnado y, sobre todo, a sus familias, la importancia de la educación, de la participación y de la reivindicación.
Como escuela rural que es, el CEIP Castillo de Doña Blanca, trabaja con herramientas y personal limitados. De las diez personas que conforman el centro, tres son compartidas con otros colegios de la zona (logopeda, PT y docente de Religión), y la interinidad suele ser un problema, aunque este curso han podido quedarse tres docentes del curso anterior.
Montar una comunidad de aprendizaje siempre es un esfuerzo extra, al menos, en los primeros compases. Cambiar dinámicas en el claustro y entre las familias no es sencillo. Que la comunidad educativa sea extensa, contar con una red suficiente de voluntariado dispuesto a echar una mano en los grupos interactivos, por ejemplo; que haya organizaciones o asociaciones en el territorio con las que colaborar o tener los recursos económicos suficientes, siempre es un problema.
Lo es más cuando el centro es el único servicio público (sin contar el bar) que tiene un poblado que, inexorablemente, se va vaciando con el tiempo y la falta de inversión de un ayuntamiento que tan solo ha desplegado una línea de autobús para conectarlo con el centro del Puerto de Santa María.
El CEIP Castillo de Doña Blanca es un ejemplo más (y no pequeño) de la importancia que un colegio rural tiene para la localidad en la que se inserta. De ahí la necesidad de que claustro y familias aúnen esfuerzos, primero, en relación a la educación de sus niñas y niños y, segundo, en la reivindicación de mayores recursos y servicios que hagan del centro un lugar al que toda la comunidad quiera acudir.