El estudio, basado en una encuesta a 10.000 docentes, de los cuales, 3.000 son españoles, no entra en grandes valoraciones sobre causas y consecuencias de los resultados que arroja pero, en cualquier caso, abre la ventana a la necesidad de atender a ciertas cuestiones.
Entre ellas, el hecho de que, efectivamente, el 27 % de quienes trabajan en educación, si tuvieran que volver a elegir, no volverían a ser docentes. Están muy en la línea de otro 25 % que opina que el ambiente de trabajo en su centro no es bueno o es muy malo.
Una situación que, tal vez, podría explicarse por el hecho de que una buena cantidad de docentes, el 40 %, crea que en su centro el nivel de disciplina no es especialmente bueno. De hecho, el 10 cree que es muy malo y otro 30 que no es especialmente bueno.
Aunque tan solo un 10 % del profesorado encuestado se siente inseguro en su centro educativo, el 25 % ha sido objeto de violencia en el último año y el 44 % ha sido testigo. Cuando se les pregunta si lo han sido, objeto, por parte del alumnado, el 56 % responde afirmativamente; si es por parte de personal del centro, lo corroboran el 47 %; el 31 % cuando se les pregunta si fueron las familias y un 7 % comentan que fueron personas ajenas al centro.
A esto se suma que el 25 % tiene malas relaciones con la dirección; el 12 % con sus compañeras y compañeros; el 11 % con las familias y un 5 % con el alumnado.
Todos estos ingredientes se van acumulando sobre los hombros de muchas y muchos docentes. Como lo hacen el hecho de que el 48 % no esté especialmente satisfecho con el estado de su centro educativo o que la mitad no lo estén con las condiciones materiales con las que han de trabajar.
La mayor parte de las personas encuestadas, no solo en España, son mujeres, alrededor del 70 %. Tal vez por eso, cuando se pregunta cuántas de ellas proporcionan ayuda a alguien cercano (fuera del trabajo) contesten afirmativamente el 69 %. La vida personal tiene un fuerte impacto y no siempre se vive una correcta conciliación entre las dos facetas, hasta el punto de que el 51 % de quienes respondieron al estudio no siente que tenga un buen equilibrio entre la vida personal y la laboral. De hecho, el 12 % cree que es muy malo.
De hecho, el 54 % del profesorado encuestado ha tenido sentimientos de desequilibrio entre su vida personal y familiar. El 10 % los tiene siempre; el 24, muchas veces y, el 20, a menudo. Una cifra mucho peor si se tiene en cuenta que el 31 % los tiene a veces.
El 41 % cree que las ventajas de su trabajo no compensan (ni del todo ni en absoluto) los inconvenientes que supone. Una cifra que se duplica cuando se les pregunta si sienten que su profesión está socialmente valorada. El 85 % cree que no y, de hecho, el 43 % cree que no lo está en absoluto.
Junto a esto, el 65 % declara que su trabajo en el inicio de curso ha sido bastante o muy estresante; el 39 % ha tenido alguna baja por enfermedad en el último año (el 26 % por razones psicológicas), mientras que el 83 % ha trabajado estando enferma (49 % por su compromiso con el alumnado y el 30 % con el profesorado).
Todas estas cosas confluyen en que el 29 % no esté satisfecho con su trabajo.
A lo largo de todo el informe pueden compararse las opiniones del profesorado en lugares tan diferentes social y culturalmente como Quebec, Japón, Camerún, Marruecos o Francia. A pesar de ello, la mayor parte de los problemas son similares, con variaciones, tal vez, en la magnitud de algunos de los asuntos que se tratan.