En Guatemala este mes de octubre ha sido muy activo y agitado en cuanto a reivindicaciones políticas y ciudadanas se refiere. Pero también estas semanas de dura y digna resistencia, han sido momentos de profundos aprendizajes sobre política, sobre voces que se enfrentan a los poderes.
La indignación por la corrupción en general, pero de manera específica sobre actuaciones de funcionarios públicos en el proceso electoral, ha ido creciendo al punto que liderazgos indígenas muy históricos convocaron a un paro nacional. De este se creía que iba a durar muy poco o que se iba a concentrar en algunos lugares del país y de la ciudad capital.
Sin embargo, la voz indígena impactó tan profundamente, de manera sencilla y profunda, que esa demanda se convirtió en una voz alzada y diversa pero generalizada en todo el país. La solicitud de renuncia de tres funcionarios (fiscal general, fiscal especial y un juez) se transformó en una indetenible ola de manifestaciones y bloques por todo el país. Si normalmente las cosas se desconfiguran con diez o quince bloqueos, como ha sido en otras ocasiones, ahora empezaron por veinte, luego fueron sesenta y en el momento presente son casi ciento cincuenta puntos bloqueados (carreteras, calles, instalaciones).
En todo esto hay una serie de aprendizajes políticos que creo que pueden contribuir a comprender cómo la educación cívica o ciudadana es tan necesaria y fundamental cuando las sociedades llegan a un hartazgo sobre la clase política y los funcionarios. Veamos algunas de esas lecciones.
Un movimiento desde abajo
No fueron ni los académicos, ni los líderes políticos, ni religiosos. Fueron los líderes de pueblos originarios (que representan la exclusión histórica más profunda) quienes convocaron, empezaron las acciones y se posicionaron en un punto estratégico. Poco a poco se les fueron sumando grupos de la ciudad y de otros lugares, hasta que finalmente fue una explosión indetenible, en todo el país. Aprender que desde los pueblos oprimidos es posible el cambio que la sociedad requiere, va a constituir una posibilidad de educación ciudadana y política con mucha evidencia social y humana. Esto no es teoría política, sino práctica concreta y real.
La expresión pacífica como herramienta
Aunque ha habido la tentación de caer en acciones agresivas y violentas, y también ha habido situaciones causadas por los llamados “infiltrados” (personas que no tienen lucha política, que aprovechan para causar destrozos y vandalismo), en general la toma de lugares y bloqueos han sido siempre con mucha actitud pacífica. La paz ha sido parte fundamental de la consigna. Por supuesto, siempre en luchas ciudadanas la línea entre paz y violencia es muy débil y puede romperse, pero después de diez días y todo el país paralizado, sin ninguna víctima, ¡eso es impresionante!
La amplitud de actores manifestantes
Niños, adolescentes, jóvenes, adultos mayores, académicos o no, profesores, trabajadores, desempleados, y otros. Es una diversidad de manifestantes que se ha convertido en una expresión que va desde las familias hasta los grupos organizados de diferente tipo. Ayudas como la elaboración de comida, su envío, hasta apoyo en medicinas de parte de personal sanitario. Hasta los policías, a pesar de las órdenes contrarias, han contribuido con algunos comportamientos más pacíficos.
Una perspectiva unitaria y válida
La lucha contra la corrupción se volvió una bandera que cualquier persona en esta sociedad está enarbolando. Por supuesto, quienes viven de la corrupción, o que su racismo es tan extremo, no sonríen ante estos escenarios.
Un sentimiento que deja de ser sectorial para hacerse un movimiento nacional
Cuando un sentimiento que aparece de manera sectorial se convierte en un movimiento nacional, que a nadie deja indiferente, ¡debemos sentirnos emocionados! La escuela política más poderosa, la de las manifestaciones de toda una sociedad contra los poderes, ¡está funcionando! Aprender y enseñar con esta escuela, es un camino pedagógico para las transformaciones del mundo.