¿Qué debemos agradecer de la difusión televisiva de este beso?
Que las mujeres se sintieron identificadas con la jugadora de fútbol. El hecho de que ella se plantara, no solo ella, sino todo el equipo, nos da la esperanza de que las cosas sí pueden cambiar.
Esta proyección popular y el debate social fueron el detonante para iniciar su investigación. ¿Cómo fue?
Estábamos de vacaciones, pero este hecho tan lamentable del presidente de la FIFA nos causó tanta indignación que nos organizamos. Helena Legido-Quigley, catedrática en el Imperial College del Reino Unido, me llamó. Ya habíamos trabajado juntas hace unos años en un proyecto sobre salud y género, y me dijo que estaba siguiendo el caso Rubiales; su sobrina le decía que debíamos hacer algo al respecto. La imagen que estaba proyectando este caso, además, a nivel internacional, era deplorable.
¿Qué hicieron?
Viendo esa indignación, pensamos que con tanta gente como tenemos en nuestra red social, especialmente en el ámbito profesional de la salud y personas del sistema universitario, debíamos aprovechar el momento para descubrir qué identificaciones había con esos hechos, desde las vivencias de cada uno. El 29 de agosto lanzamos en las redes la pregunta de si en sus ámbitos, académico y sanitario, habían vivido alguna vez abuso o acoso sexual por parte de algún superior o compañero. Porque si para cambiar la estructura patriarcal de la Federación de Fútbol las mujeres se levantaron contra esa situación, primero debemos saber qué pasa en el resto de instituciones.
¿Cuál fue el resultado?
En trece días recibimos más de 251 testimonios de todo el estado español que nos contaron 345 historias. De hecho, en redes sociales solo preguntábamos quién quería participar; luego, a todos los que decían que sí, les enviábamos un cuestionario para que nos contaran su caso. Y nos contaron historias de todo tipo; desde el abuso verbal al físico, pasando por el ciberacoso y combinaciones de todo tipo. Realizamos la investigación con Helena y en colaboración con el grupo Women in Global Health Spain. Queríamos ver cuál era la situación y quedamos alarmadas y aterradas por la gran cantidad de historias de acoso.
El resultado de 3 de cada 4 mujeres con una historia de acoso sexual impresiona. Quizás no somos lo suficientemente conscientes socialmente, ni siquiera las propias mujeres, de que esto esté ocurriendo tanto.
Esto seguramente está relacionado con el silencio de estos abusos, porque otro dato que destaca en nuestra investigación es que solo un 1,5% de las mujeres que contaron historias de acoso lo habían denunciado. Y esto es muy relevante, porque actualmente la legislación vigente obliga a que en las universidades haya unidades de igualdad y en los centros de salud, agentes de igualdad. Pero algo no está funcionando.
¿Qué puede hacersa, además de denunciar más casos?
Hemos visto que la característica principal de las mujeres que han prestado su testimonio es que lo han vivido o lo vivieron en épocas más vulnerables en el trabajo, con situaciones laborales precarias, ya sean enfermeras, médicas residentes o investigadoras de doctorado con contratos predoctorales que dependen de sus directores de tesis para su renovación. Y los acosadores aprovechan estas situaciones de vulnerabilidad. También está el miedo de las personas que son críticas con ciertas situaciones al llegar a un lugar de trabajo a ser tildadas de problemáticas. Y en los mismos entornos laborales encontramos que se normalizan demasiado a menudo conductas que no debemos considerar normales. Se excusa a los culpables y se ponen barreras por parte de superiores o compañeros para que no se denuncien situaciones, y la víctima queda aislada. Por todo esto, la denuncia formal vemos que todavía da mucho miedo. Incluso algunas de las investigadoras que han colaborado en esta investigación, unas veinte en total, han preferido no firmar el trabajo por miedo.
Si no se sanciona ni se obliga a mover a los abusadores o acosadores sexuales de sus lugares de trabajo, perpetuamos el problema
¿Qué tipo de situaciones han relatado las encuestadas?
Por ejemplo, la enfermera que hace guardia y cuando descansa cierra la puerta con una silla porque, mientras cenaba, vio que el médico con el que le tocaba hacer guardia estaba viendo películas porno. O una médica residente a la cual, al regresar en taxi de una cena de trabajo, un médico le pone la mano en el muslo y el acompañante de los dos le dice que no le haga caso porque ha bebido. Son cosas fuertes, inadmisibles en un entorno laboral. Y en la mayoría de los casos, según cuentan las víctimas de hechos así, no volvieron a trabajar con el acosador, pero porque son ellas las que se mueven.
Entonces, nada cambiará.
Esta es una queja bastante reiterativa: son las víctimas las que terminan marchándose o cambiando de trabajo. Cuentan, literalmente, que les fue tan imposible seguir trabajando allí que al final se fueron, y el abusador o acosador se mantiene en su posición. Y si no son ellos a quienes se obliga a moverse o se sancionan, perpetuamos el problema.
Han recopilado testimonios, pero a partir de lo que han recibido, ¿han hecho alguna propuesta para señalar por dónde podemos avanzar para reducir esta plaga y que los casos se denuncien más?
Sí, al final del artículo hacemos una serie de ocho propuestas para intentar principalmente que se aplique la regulación. Empezando por promover el equilibrio de género y la diversidad en los roles de liderazgo, hasta el establecimiento de una estrategia de tolerancia cero, pasando por políticas de prevención, campañas de sensibilización y desarrollar definiciones claras de acoso sexual y abuso de poder. No todos los hombres con poder dentro de una estructura empresarial son abusadores, pero el abusador que ocupa un lugar de poder se vale de esto. También estamos a favor de la incorporación de prácticas de monitoreo para hacer evaluaciones periódicas, sesiones de aprendizaje para la prevención. Consideramos que, cuando una persona entra en una empresa, se le debe dar a conocer el protocolo sobre prevención del acoso sexual y cómo proceder si se encuentra en un caso.
¿Actualmente le dan continuidad a su trabajo de alguna manera?
Sí. Ahora estamos diseñando una segunda fase del proyecto para realizar entrevistas cualitativas y saber precisamente cuáles son las barreras que impiden que se denuncien las situaciones de acoso. Esto nos servirá para hacer recomendaciones a las instituciones y gobiernos, para saber qué cuestiones debemos cambiar para que se pueda realizar la denuncia, y para diseñar programas de reparación de las víctimas y seguimiento de quienes han sufrido el acoso, porque otro de los resultados del trabajo es que el 34,5 % de las víctimas afirman haber sufrido o seguir sufriendo efectos psicológicos como disgusto, miedo, ira, vergüenza, ansiedad, depresión, trauma y diversos problemas de salud mental.
¿Cuál es el origen de este maltrato a las mujeres?
Hemos recibido esta educación la gran mayoría de la sociedad en casa. Los que tenemos cierta edad, nuestros padres nos educaban de manera diferente según el género, comenzando con las tareas del hogar, y esta educación impregna todo. Lo vemos en todas partes, en todas las estructuras. Por eso debemos recibir educación en la igualdad desde el minuto cero.
Al hacer público su trabajo en una revista de prestigio como The Lancet Regional Health-Europe, ¿qué consiguen?
Promover que se hable de ello, que no se calle quien lo padece. Si no, no se toman las acciones necesarias para evitarlo. La estructura patriarcal está en todas las instituciones, no solo en la Federación Española de Fútbol, pero las conductas machistas se esconden, se camuflan o se les resta importancia. Por eso vimos la oportunidad: si una institución ya tan tradicionalmente masculinizada se cuestionaba y hemos visto que se pueden hacer cambios, se pueden hacer también en todas las instituciones. Y, sobre todo, confiamos en mover conciencias.