Las matemáticas tienen infinitas utilidades. Una de ellas puede suponer un antes y un después en la vida de los centros educativos, al menos para los departamentos de orientación y para tutoras y tutores. Se trata de mapear las relaciones sociales que se tejen entre el alumnado y que hacen que unas personas tengan muchos o pocos amigos. O muchos o pocos «enemigos».
Un consorcio formado por investigadoras e investigadores de la Universidad de Loyola, de la Carlos III (Madrid), de la de Granada, el País Vasco y Barcelona, de disciplinas diferentes, ha querido estudiar cómo son las relaciones dentro de los centros educativos, quiénes son amigos, quiénes no se llevan bien. Cómo actúan chicas y chicos, si son pacientes o impulsivas, si corren más o menos riesgos. Qué habilidades cognitivas tiene y si hay correlaciones entre etas y las relaciones personales. También, con quién les gusta más compartir tiempo de trabajo y por qué. Se trata del estudio TeensLab.
Llevan cuatro años recogiendo información de cerca de 4.000 jóvenes, explica Mónica Vasco, estudiante doctoral de la Universidad Loyola que trabaja estrechamente con Pablo Brañas (Loyola), Jaromir Kovarik (Pais Vasco) y Antonio Cabrales (Carlos III), co-autores del estudio sobre bullying en los datos que se han estado recabando. Se trata de una información muy sensible a la par que valiosa.
Proceso
Francisco Javier Lapuente, profesor de matemáticas del IES Blas de Otero, de Madrid, es el coordinador del proyecto en su centro, de unos 700 estudiantes. Llevan desde 2019 implementando las herramientas que han estado desarrollando desde la universidad. En su caso, la relación la ha tenido con Anxo Sánchez, de la Carlos III de Madrid, donde es profesor de Matemáticas Aplicadas, especialista en sistemas complejos con aplicaciones en sistemas sociales.
Explica que el trabajo consiste en pasar una serie de encuestas más o menos cortas en diferentes momentos del curso. Cada estudiante tiene un papel con un usuario y una contraseña con los que accede de manera anónima al programa en donde deberá responder. Pablo Brañas, de la Loyola y el alma mater en buena medida de todo el proyecto, explica que ni las y los investigadores, ni el personal de los centros educativos (a excepción del equipo de orientación) tienen acceso a la información de cada estudiante. Se codifica y es en los institutos en donde tienen «un diccionario» para traducir los códigos a nombres y apellidos, a aulas concretas.
Lapuente comenta que esta imposición del anonimato, más allá de cuestiones legales, es importante para que chicas y chicos sean sinceros en sus respuestas. De ello deriva que la información recogida sirva para algo verdaderamente. Según cuenta, antes de pasar las encuestas, se les explica que solo el personal de orientación tienen acceso a sus repuestas. Una explicación que corrobora Silvia Ibañez, docente de servicios a la comunidad que trabaja en el departamento de orientación del mismo centro.
Ibañez explica que chicas y chicos no saben exactamente qué están haciendo, aunque les han comentado que es un estudio elaborado con una universidad y que es importante su sinceridad en las respuestas, como lo es el mero hecho de participar en un trabajo de este tipo.
Según Lapuente, aunque al alumnado de 1º de ESO hay que dedicarle más tiempo para rellenar los cuestionarios, a partir de 2º ya las cosas son más rápidas y tan solo es necesario contar con 20 minutos cada trimestre para hacer un seguimiento más o menos bueno de las situaciones que puedan darse.
Pablo Braña explica que el estudio es pionero. No tanto por lo que tiene que ver con la importancia de las relaciones de amistad en los centros como por el impacto que tienen las de «enemistad»; es decir, cómo te impacta el hecho de que haya personas a las que no les caes bien o nada bien.
Con la información que se recoge, al día siguiente, el equipo de orientación obtiene un mapa de las relaciones personales dentro del colegio. Quién tiene más o menos amigos, cuántos, cómo de solo está en el patio, si le cae mal o muy mal a algunas personas y a cuántas… Una información que puede ser muy relevante para evitar, en primer término, que se produzcan casos de acoso escolar cuando alguien está muy solo y no tiene amigos.
«Imagínate que un chaval se acerca a orientación y cuenta que está solo o que está triste por cualquier motivo, que no tiene amigos o no juega con nadie. El equipo de orientación puede consultar en sus informes si alguna persona del centro ha nombrado a este chico como alguien a quien considera su amigo», explica Francisco Javier.
Ibáñez comenta que en este tipo de situaciones pueden hablar con el tutor o tutora del chaval y comenzar, de esta manera, a hacer cierto seguimiento. «El docente te da algunas explicaciones y ya empiezas las observaciones para ver cómo se desarrolla la situación», dice. En las siguientes oleadas de encuestas ven su lo sucedido cambia y en qué sentido.
Quienes sufren acoso, según los datos que han recabado y que explica Mónica Vasco, dicen tener pocos amigos. De hecho, por lo general, nombran a la mitad de personas que aquellos que no son víctimas. A esto se suma que le caen peor (tienen enemigos) a más personas que quienes no los tienen.
Otra de las aplicaciones de este sistema es la posibilidad de detectar a personas que pueden ayudar a mediar en conflictos. Francisco Javier lo explica con otro simil. Un aula que está dividida en dos subgrupos que no se llevan del todo bien y entre los que se ve venir el conflicto. Tal vez en esa clase haya dos o tres personas que caen bien en los dos grupos, incluso perteneciendo abiertamente a alguno de ellos. Esta situación puede ser aprovechada por el tutor para intentar que la sangre no llegue al río y que el conflicto sea atajado antes de haber ocurrido.
La herramienta se ha diseñado con el objetivo de ser muy práctica y ayudar lo máximo posible. Esto ha hecho que haya ido cambiando con el andar de la investigación y se hayan ido viendo nuevas necesidades y usos que pueden conseguirse. Entre estos, además de los anteriores, se encuentra el de poder formar grupos de cara al curso siguiente en los que sea posible que las relaciones interpersonales sean mejores, separando enemigos y juntando amigos. Evitar, de esta manera, que las personas se encuentren a disgusto en el centro.
Ibáñez comenta que en su centro esto no lo han llegado a hacer, pero sí ha facilitado que en las agrupaciones de alumnos se tengan algunas cosas en cuenta. «Podemos hacer actividades de grupo y elegir las agrupaciones y favorecer que el IES sea seguro, que estén a gusto en él», comenta. Aunque no han conformado los grupos utilizando la información, esta docente comenta que sí es práctico cuando quieren organizar actividades y que los grupos sean heterogéneos. Con esta herramienta pueden buscar (y fortalecer) las relaciones positivas entre estudiantes.
A esto se suma lo que cuenta Manuel Redondo, director del colegio concertado Salesianos María Auxiliadora de Algeciras, con cuya congregación han trabajado estrechamente las y los investigadores. Ya en las primeras etapas del estudio, las y los investigadores les pasaron aviso de algunos estudiantes que se encontraban en situaciones complejas, de manera que pudieron hacer alguna intervención para mejorarlas.
Con esta herramienta, explica, pueden «plantear estrategias de intervención y valorarlas para ver si son eficaces, para ver si desaparecen las dificultades».
Infraestructura
Una de las dificultades antes las que se puede encontrar este estudio y sus aplicaciones informáticas es la falta de tiempo y de manos en los centros educativos para hacer frente al trabajo que supone alimentar de datos y de interpretación a los informes. Pero, según cuentan las y los docentes que lo han utilizado en sus centros educativos es un temor infundado.
Como explica Francisco Javier, lleva muy poco tiempo que chicas y chicos pasen los cuestionarios. Aunque en 1º de eso pueden tardar casi una sesión de clase, con el paso de los cursos (y la práctica), este tiempo se reduce hasta los 15 o 20 minutos. Si se hace con cierta periodicidad, digamos, tres veces en el curso, solo llevaría una hora tener tres fotos más o menos fijas de las relaciones personales.
Lo que más tiempo le lleva a este docentes, según explica, es hacer los papeles en los que el estudiante encontrará el usuario y contraseña con los que tendrá que realizar las pruebas.
En su caso, además, como jefe del departamento de Matemáticas del centro, ha puesto en marcha al resto de compañeros que pasan los cuestionarios en las horas de informática que tienen (las hay en todos los grupos de secundaria).
Manuel Redondo, cuyo centro tienen más de 700 chavales desde primaria a FP básica, ha comenzado más tarde en el estudio, solo llevan dos cursos, pero ya le encuentran la utilidad a lo que han hecho. «Es muy útil, nos sirve, nos da claves de intervención», asegura. Es una de las claves para que las escasas molestias que genera en el día a día pasen inadvertidas.
«Es cuestión de explicarlo (el proyecto) bien y que haya feedback y le veamos utilidad», comenta. «Ganamos todos: la ciencia, la escuela y, sobre todo, los alumnos». Además, cuenta, lo único que necesitan es pedirle al profesorado media hora de su tiempo para que chicas y chicos contesten los test, «el profesorado no tiene que hacer nada».
Bullying
Es uno de los elementos centrales de toda la investigación, investigar las circunstancias del acoso escolar y ver la manera de predecirlo o atajarlo, según el caso.
Vasco explica que entre los test les han pedido a chicas y chicas que digan si sufren acoso o si saben quién lo sufre. De esta manera hay tres variables: me nombro, me nombran y, la tercera, la intersección entre ambas. La que más ha preocupado a las y los investigadores es la segunda. Cuando otras personas te nombran como víctima pero tú no. «Si sabes que eres víctima, puedes contarlo al docente», comenta esta investigadora.
El problema está cuando no sabes que lo estás sufriendo, o no quieres reconocerlo. Estas personas tienen peores notas, dos y tres puntos menos de media, y tienen muchos menos amigos. Aunque las víctimas nombran de igual manera que el resto al número de personas que consideran amigas, ellas son nombradas en menos ocasiones (ocho, en vez de 12, que es la media). Además, la mitad de las personas que sufren acoso tienen un amigo que también lo sufre.
A esto se suma que, como novedad, la investigación repasa quiénes son los «enemigos», en realidad, quienes caen mal o muy mal. Las personas que sufren bullying son más nombradas en este apartado. Si no eres víctima, explica Mónica Vasco, te nombran como «enemigo» unas cuatro personas. Si sufres acoso, lo harán 7,5. Además, en muchos casos son conscientes de su posición y señalan que les caen mal más estudiantes que quienes no son víctimas.
Han buscado cuáles son las causas para sufrir este acoso y las que parecían obvias han sido descartadas. Por ejemplo, la obesidad. No hay relación significativa con el acoso, como tampoco la hay en función de si eres una persona impulsiva o reflexiva; o paciente o arriesgada. Sí han visto, por ejemplo, que existen «variables de aversión a la desigualdad».
Esta aversión tienen que ver con la empatía. Han preguntado a los estudiantes si se preocupan por las personas que tienen menos que ellos. Han visto que hay una correlación, aunque no causalidad, de manera que quienes son víctimas también son más empáticas. «No sabemos decir si son víctimas por ser empáticas», explica Vasco, pero comenta que en una escala del 0 al 10, la media responde un 4 ante esta situación de desigualdad, mientras que las víctimas puntúan un 8 de media.
Variables predictivas
En la recogida de datos han intentado encontrar diferentes elementos que pudieran hacer de predictores a la hora de sufrir acoso en las aulas. Entre ellos, por ejemplo, tener problemas de sobrepeso. Según las y los investigadores, no se trata de un predictor de situaciones de acoso.
El ser el «empollón» de la clase tampoco parece ser un problema. Según la información recabada por la investigación, quienes tienen mejores notas, un mayor número de sobresalientes, son nombrados como amigos por más personas que el resto y como enemigos también por menos.
Mónica Vasco explica que lo que han buscado con el estudio era saber «quiénes son los centrales, quiénes son intermediarios, cómo son los clusters… y esas medidas las relacionamos con otras variables: riesgo, paciencia, habilidades cognitivas, notas».
Han podido ver que las relaciones cambian mucho con la edad, se van afinando y cuando, en la primaria o los primeros años de secundaria, se nombras 12 o 14 amigos, ese número cae al final de la ESO, prácticamente a la mitad. También han visto que ellos nombran a más personas como amigas que ellas y lo achacan, entre otros motivos, a la manera de relacionarse, por ejemplo, en el patio, jugando al fútbol y teniendo, ellas, grupos más cerrados.
Con las redes de amistades han podido detectar a esas personas que pueden estar en el medio, no necesariamente porque sean populares, sino porque encajan en diferentes grupos sociales. Personas que, como se explicaba más arriba, pueden mediar en los conflictos. Según Vasco han visto que estos resultados correlacionan (no pueden decir que haya causalidad, pero sí cierta relación) con que sean «personas más reflexivas, menos impulsivas».
En este sentido también han visto correlación entre las personas que tienen mayores habilidades cognitivas y las mejores predicciones que hacen en relación a quiénes son amigos y quienes no tanto. A esto se suma que, por ejemplo, quienes sufren bullying «tienen menos aciertos, tienen una percepción diferentes» y «se equivocan al precedir quiénes con amigos y enemigos».
1 comentario
Un sociograma de toda la vida. Las matemáticas siempre han sido una herramienta de la psicología social y la sociología, que son los que dan sentido a estos resultados y los que lo diseñan. Repito, las matemáticas son la herramienta, pero la investigación es psicológica. Un saludo.