A pesar de la existencia desde hace más de una década del Observatorio Estatal de Convivencia y de su reciente informe, existe poca investigación (casi nula) sobre la situación de conflicto en los centros educativos: cuáles son las causas, cuáles son las cifras de incidencia, cuáles son los métodos más efectivos para atajarla. Y esto, siendo uno de los problemas más importantes a los que tiene que hacer frente el sistema educativo.
En cualquier caso, el Observatorio sí publica cada año los informes sobre las llamadas que reciben en relación al acoso en los colegios. Se trata de un servicio que presta la Fundación ANAR desde hace años y que ofrecen una foto fija, al menos, de las denuncias que les llegan.
Las cifras que ofrece el informe resultan más o menos reveladoras, al menos, en cuanto a qué tipos de acoso se producen y se denuncian, y a qué edades hay una mayor incidencia de situaciones en las que es necesario algún tipo de intervención.
Que las aulas y los tiempos del recreo y el patio sean los lugares en donde más se dan las situaciones de acoso, al menos las recogidas por el servicio telefónico puesto en marcha por el Ministerio, hace de la actuación de las y los compañeros un elemento clave para comprender qué está pasando y poder actuar al respecto.
KiVa
En 2006 el Ministerio de Educación de Finlandia, a causa del aumento de los casos de acoso en los centros educativos del país, decidió desarrollar lo que se conoce como el método KiVa en el se incide en el trabajo con las personas que por acción u omisión facilitan el acoso.
La violencia en los centros educativos no solo es un problema de relación entre víctima y victimario sino que en ella tienen un papel muy destacado las personas que ven lo que ocurre y no hacen frente a la situación.
Al igual que KiVa la pata dedicada a la convivencia dentro del proyecto de Comunidades de Aprendizaje también pone el énfasis en movilizar a las personas que pueden decantar la balanza hacia el lugar de quien está sufriendo acoso para protegerla.
El objetivo es similar, que las personas que son testigos de lo que está ocurriendo no lo alimenten con su silencio, de manera que el victimario no obtenga el reconocimiento social que hasta entonces consigue, que pierda su posición de poder en el aula.
Además de incidir en las y los testigos, KiVa tiene tres momentos de formación con el alumnado, a lo 7, los 10 y los 13 años, en los que se les educa en la identificación del acoso, además de enseñarles valores como la empatía o el respeto a los demás.
Aunque está enfocado en la prevención, también tiene elementos dedicados a la intervención en caso de producirse una situación de acoso, así como formación para todo el profesorado, aunque habrá tres docentes por centro encargados de la vigilancia, evaluación e intervención. Todo ello se apoya en la necesidad de que todo el centro reme en la misma dirección, por lo que también se establece formación y materiales para que las familias conozcan el proyecto y apoyen la labor en el centro educativo.
Modelo dialógico
En el caso del modelo de comunidades de aprendizaje, una de las patas principales es la construcción dialógica de las normas de convivencia que regirán en el centro, un proceso en el que deberá participar toda la comunidad educativa.
Durante un periodo más o menos largo de tiempo, que puede durar algunas semanas, se lleva a cabo un proceso de diálogo igualitario para consensuar las normas de convivencia. Desde el proceso de comunidades ponen, eso sí, algunas condiciones para que la norma funcione correctamente en la vida del centro: que pueda ser claramente acordada por todas las personas; que tenga relación directa con un tema clave para las vidas de las niñas y niños; que haya apoyo “verbal” claro del conjunto de la sociedad; que (hasta ahora) se incumpla reiteradamente; que se vea posible eliminarlo; que con su superación, la comunidad dé ejemplo.
El proceso de construcción de la norma es lo más participado posible. Una comisión mixta (familias, estudiantes, docentes) escribe la norma. Esta se discute en una asamblea de centro, lo más concurrida posible. Además, la comisión cuenta a las clases la propuesta. Las sugerencias que se tengan al respecto, serán elevadas por representantes del alumnado a la comisión mixta. Las y los representantes del alumnado harán el trabajo, apoyados /por la comisión mixta, de introducir las sugerencias en el texto de la norma. Además, darán cuenta al conjunto del alumnado de los debates que se han tenido en cuenta y de las modificaciones del texto y reúnen todas las respuestas recibidas.
El proceso va acompañado de formación, mediante tertulias dialógicas y feministas dialógicas, de vídeo-foros y otros materiales y procesos.
Las comunidades de aprendizaje se basan en ciertas actuaciones educativas, como las tertulias dialógicas de los clásicos de la literatura, de los grupos interactivos y de la constante entrada y salida del mayor número posible de personas en apoyo del proceso educativo. El diálogo igualitario es la base para que el proceso tenga éxito y promueve, por tanto, espacios como la comisión mixta o asambleas en las que participa la comunidad. También la formación de madres y padres. En todo estos espacios, hablar del consentimiento y de la ruptura con la ley del silencio es algo habitual y que ayuda a prevenir situaciones de acoso.
Como ocurre en el caso de KiVa, comunidades de aprendizaje también pone el foco en que las y los testigos tomen postura y sea siempre del lado de la víctima del acoso. Por eso promueven, al menos en la etapa de primaria, el «club de los valientes», con el que se cultivan relaciones de amistad y solidaridad y que, gracias a la intervención de pares, disminuye o evita que aparezcan situaciones de bullying.
Convivencia restaurativa
Hay muchos centros ya que han optado por aplicar elementos de la justicia restaurativa en su convivencia cotidiana. Se trata, tal vez, del proyecto más reactivo de los tres en relación a los casos de acoso o violencia que pueden vivirse. Aún así, uno de los objetivos fundamentales es mantener un clima adecuado de convivencia y por eso las buenas relaciones entre docentes, alumnos y familias son uno de sus ejes de actuación.
Como en los dos previos, el modelo restaurativo necesita de una cierta cantidad de formación para sus docentes en relación a las prácticas restaurativas. También, como decíamos, en la implicación de la comunidad educativa mediante talleres con las familias para que comprendan cómo se trabaja desde la visión del proyecto.
Se trata de procesos más o menos largos de implementación para que dé tiempo, al menos, a que el profesorado se haya formado y que se haya explicado el procedimiento al resto de la comunidad y puede empezar a implementarse.
Entre las prácticas restaurativas que pueden ponerse en juego en este tipo de programas estarían: dinámicas de escucha activa; diálogo restaurativo; círculos en el aula, una de las prácticas básicas y que pueden desarrollarse no solo entre estudiantes; la celebración de reuniones formales en caso de conflicto grave, la utilización de los círculos en todas las reuniones de familias del centro.
Generar y mantener un buen clima en un centro educativo es básico. Y no solo por lo que se refiere a que las clases fluyan de otra manera y los aprendizajes sean mejores y más duraderos. Los centros educativos pueden y deber ser lugares seguros en donde niñas, niños y adolescentes puedan encontrarse sin temor.