La obra recibió el Premio Marta Matas de Pedagogía por parte de la catalana Asociación de Maestros Rosa Sensat, que tiene la voluntad de dar a conocer realidades positivas y reconocer el trabajo de calidad en el campo de la educación de los niños y jóvenes.
Maria Clapés es maestra de música de educación primaria. La idea de llevar a cabo ‘Desplazadas’ nació durante la pandemia de la covid del 2020 al recordar sus vivencias y aprendizajes en campos de personas refugiadas en Grecia. Con la colaboración del doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación, Juli Palou, quien fue su profesor en la facultad, se dio forma al manuscrito para poner en valor la necesidad de propiciar espacios en los que el alumnado pueda expresarse. Y lo hacen desde un enfoque práctico y analizando experiencias a pie de aula.
Focalizan en la necesidad de escuchar al niño; ¿esto es porque, en general, se le escucha poco?
Maria Clapés: Yo pienso que los escuchamos poco. Yo misma me lo he cuestionado en el aula y, cuando hago una pregunta, miro la cantidad de manos que se levantan, la cantidad de niños y niñas que quieren hablar. Yo soy maestra de música y muchas veces no tengo ese espacio. Cuando, con el proyecto ‘Desplazadas’, quiero conectar con lo que les pasa a las protagonistas para ver cómo lo viven los niños, los escucho y hablamos de eso.
Juli Palou: Hace poco estaba dando clase con alumnos que están haciendo prácticas y se preocupaban mucho sobre ‘¿qué debo hacer cuando un niño hace esto?’ y les dije ‘primero, escucha, mira qué le pasa’, porque cuando alguien es conflictivo o pasa algo con él o con ella, tenemos que preguntar qué tiene, qué le pasa, cómo está, cómo vive, cómo vive en casa, cómo está en relación con los amigos, cómo está consigo mismo. Me parece que escucharlos significa eso, escucharlos cognitivamente y escucharlos también desde el punto de vista de sus sentimientos y de la manera de vivir.
Ponen énfasis en la necesidad del acompañamiento al niño, ya sea en el sufrimiento, en sus experiencias en general o a la hora de contar una historia. Según su experiencia, ¿iría por aquí el trabajo docente, más allá de la trayectoria académica?
M.C.: No recuerdo una asignatura en la facultad sobre esto, que diga cómo es de importante. Sí se dice, y yo creo que lo he ido mejorando a medida que he estado en el aula. Es muy importante que estén bien. Siempre les digo ‘¿necesitas hablar?’, porque necesitan ese espacio. Porque cuando tú los escuchas, cuando pueden expresar lo que les pasa, hay un cambio espectacular en el aula. A veces, lo tienes que hacer fuera del horario. Cuando estoy en el aula con 27 alumnos, no los puedo atender, o no los puedo escuchar de la manera que creo que los debería escuchar. Cuando salgo del aula y cuando estoy haciendo trabajo personal, muchas veces vuelvo a buscar a estos niños para decir ‘qué necesitas, ayer te vi así, ¿querías hablar?’
J.P.: La persona que tiene el cargo de educar a los demás, además, tiene que intentar orientar a esa persona.
J.P.: A mí me parece que acompañar es una palabra muy bonita, pero que no refleja exactamente la relación que hay entre maestros y alumnos. Se ha abusado mucho de la palabra porque queda muy bien, pero no podemos olvidar que entre maestro y alumnos siempre hay una asimetría. Y esta asimetría significa que la persona que tiene el cargo de educar a los demás, además, tiene que intentar orientar a esa persona. Educar, de alguna manera, no es solo estar al lado, sino que significa orientar. Un maestro es intervencionista, lo que tiene que hacer es intervenir con alguna finalidad. Si acompañar significa también capacidad de intervenir, de acuerdo.
Citan a Arcadi Oliveres, que decía que «con la educación se puede transformar casi todo». ¿El objeto de la ‘Cantata’ y de las iniciativas que explican sería este, el de intentar transformar un poco el mundo, hacia mejor?
M.C.: Arcadi me ha acompañado mucho. Era amigo de mi abuelo. Me ha acompañado también en el proceso del campo de refugiados y de las presentaciones. Cuando ya no coincidíamos tanto, de vez en cuando le enviaba correos y le hablaba de situaciones que me encontraba en el aula. Recuerdo esta frase que dijo él y que me hizo ver que no se pueden cambiar grandes cosas, pero que la educación tiene un poder de cambio con los niños y niñas que es espectacular.
M.C.: Soy maestra y puedo lograr muchas cosas en el aula.
Sigo siendo optimista porque pienso que soy maestra y puedo conseguir muchas cosas en el aula, ya sea hablando con los niños, escuchándolos, haciendo proyectos, con su aprendizaje, poder acompañarlos, poder guiarlos, poder marcarlos también a veces y poner límites.
Juli, ¿esta pasión y este dinamismo de Maria, es lo que te encuentras normalmente con tus alumnos y alumnas?
J.P. En la facultad, por suerte, hay alumnos que tienen ganas de entrar en el mundo de la educación porque les gusta y porque tienen empuje. Me sabe muy mal cuando se crea el estereotipo de que los alumnos que estudian magisterio no tienen cultura, que no leen… Es un estereotipo que a mí me molesta mucho y que yo me encuentro con alumnos que, realmente, tienen ganas de aprender, de leer, de saber, de trabajar.
Me encuentro con personas que quieren cambiar el mundo y eso es fantástico. El mundo se cambia, desde luego, con personas que quieren cambiarlo. Eso es lo que encuentro, personas que quieren cambiar el mundo. Y yo les animo a que lo intenten.
Volviendo al libro, Berta y Anna son dos protagonistas ficticias basadas en historias reales. ¿Cómo llegaron a ellas?
M.C.: No son personas reales, pero están inspiradas en hechos de niños reales que han pasado por este tipo de proceso migratorio. Creíamos que eso le daba un sentido. Miquel Martorell, doctor en antropología, realizó una tesis en diferentes escuelas sobre las migraciones y fue una de las personas que lideró el proceso de la narración, teniendo en cuenta estos casos que había visto en las escuelas. Así se crearon los dos personajes.
En el libro hablan del arte como protagonista para que los estudiantes saquen sus propias conclusiones. ¿Dónde hay arte, hay emoción? ¿Y la educación está ligada a la emoción?
J.P.: Yo cambiaría la palabra emoción por sentimiento porque una emoción es individual, pasajera y, en cambio, un sentimiento es colectivo y más profundo. A mí me parece que la educación también se debe ver con los sentimientos de las personas y no tanto con cosas emocionales. Ahora, si la pregunta se refiere a que las personas no llegan solo de manera cognitiva, totalmente de acuerdo; las personas debemos llegar de muchas maneras y, evidentemente, los sentimientos tienen un papel importante y todo lo que nos enseña el arte, que es otra manera de ver la vida, me parece que nos aporta mucho a muchos niveles, también cognitivo. Deberíamos ver qué tienen de artísticas las diferentes áreas del saber, porque enseñar matemáticas puede tener mucho que ver con el arte, y enseñar ciencias y lengua, también. No es que vaya el arte por un lado y el resto por otro, sino que todas pueden aportar el arte.
M.C.: Para mí el arte también lo podemos entender de una manera muy abstracta y eso abre otra puerta a la creatividad, que muchas veces conecta con los sentimientos. Eso es lo que me gusta de este libro, que lo podemos explicar de muchas maneras y lo podemos adaptar al aula porque no todos los niños sienten de la misma manera ni aprenden de la misma manera. El arte es un medio fantástico para poder trabajar y aprender.
¿Qué parte tiene la educación para llegar a un compromiso social o hacer que el alumnado tome conciencia sobre cuestiones de actualidad?
J.P.: A mí me parece que educar comporta compromiso social, compromiso con los demás, compromiso de colaborar, de querer hacer que las cosas vayan, si puede ser, hacia mejor. Este compromiso debe estar siempre. Educar a la persona es educar a una persona que vivirá en sociedad y, por lo tanto, que tiene un compromiso con esa sociedad, aunque hoy vaya en dirección muy contraria. Palabras como compromiso o colaboración han perdido peso, pero el libro precisamente destaca esta cuestión del compromiso social que significa todo acto educativo.
J.P.: Educar comporta compromiso social
M.C.: Creo que este compromiso social o vivir en una sociedad está relacionado con un sentimiento de pertenencia, de tú sentirte que formas parte de esa sociedad. A mí me gusta que sean críticos, despertar la mirada crítica. ¿Por qué? Porque tú vives aquí, formas parte. Y ¿qué es lo que tú quieres en este mundo que estamos construyendo o en este mundo en el que habitamos? Creo que se debe hablar y se debe intentar que los niños y las niñas sean críticos con lo que hacen y con lo que viven. Muchas veces, este despertar la mirada crítica pasa por lo que les sucede a ellos y a su entorno más cercano, que puede ser el barrio, la casa, la escuela, la ciudad…
Cuando hablan de los desahucios, ¿hay algún niño que expresa que en casa no cuentan con él? ¿Hay esta sensación generalizada, que cuando hay un gran problema cotidiano no se les explica lo suficiente? ¿Y se debería hablar más en la escuela?
J.P.: Sí, se debería hablar más de los temas que afectan su vida. Todos juntos estamos hechos de piezas, de pedazos del lugar donde vivimos, del entorno donde vivimos, y es a partir de estos pedazos que construimos nuestra identidad y nuestra manera de estar en el mundo. Preguntarte sobre estos pedazos que me están construyendo crea interés. Interés significa que entra en el ser, preguntarte el sentido de las cosas. Cuando María habla de sentido crítico, en definitiva, es esto, ¿no?
M.C.: Sí, sí. Y creo que a veces no se habla de estos temas porque se crea como un tabú. Yo me he encontrado con alumnos que están pasando por un desahucio y uno puede preguntarse qué decir, qué no decir, qué sabe, qué no sabe. Yo siempre digo a mis compañeras que, si a mí me llega esta información, yo iré a hablar con el alumno de esto, o tal vez no, pero si sale el tema hablaré con normalidad porque es una realidad que ocurre, que le ocurre a él y que ocurre en nuestra sociedad. Creo que es importante hablar de ello.
M.C.: Yo me he encontrado con alumnos que están pasando por un desahucio.
A mí, en una excursión, un alumno me dijo: «A mí ‘Desplazadas’ no me gustó». Lo habíamos trabajado un año antes. Le pregunté: «¿Cómo es eso?». «Porque a mí me echaron de casa». Hablar de ‘Desplazadas’ le llevó a conectar con todo eso, y estuvo muy bien porque le pregunté: «¿No crees que es importante hablar de ello, aunque a ti, en ese momento, no te gustara?», y me dijo: «Me gusta saber que hay otros niños a quienes les pasa». Creo que es bueno no crear un tabú y hablar de por qué pasa, porque estos alumnos lo viven muy mal.
¿Es complicado hablar de estos temas?
M.C.: Creo que lo hacemos complicado los adultos porque son cosas de la vida. La muerte es algo que, seguramente, vemos cuando somos pequeños y que vamos viendo conforme crecemos. La muerte está presente en nuestra vida y creo que hablar de ella, antes de que ocurra o cuando ya ha pasado, con naturalidad, hace que lo integremos. Son temas que no son agradables, pero intento normalizarlo desde mi propia experiencia con la muerte de mi abuelo. Y luego alguien dice «a mí también se me murió…». Normalmente son abuelos, no tanto padres. «Yo me sentí así…». Cuanto más compartimos las cosas que nos pasan de manera natural, como en este tema de la muerte, se genera un espacio para hablar de ello, compartirlo y trabajarlo sin prisas.
J.C.: Me parece precioso lo que dice María porque, ante el dolor, quizás hay un momento que requiere un silencio, que no es callar, es silencio, pero más allá de ese silencio, al dolor me parece que se le deben poner palabras porque es la manera de construir una narración sobre lo que ha pasado y, cuando construyes una narración estás dando sentido a lo que ha pasado y, si eso no llegas a hacer, te queda un agujero, un pozo, que no tiene donde agarrarse.
¿Qué tan importante es narrar historias sea en forma de palabras, dibujo, música o de la manera en que cada uno quiera, para expresar el sufrimiento o la angustia?
J.C.: Narrar historias en un momento en que estamos todos ahogados de tanta información es muy importante y la escuela tiene un papel muy importante, en la línea en que está proponiendo María. La información no genera comunidad, lo que genera comunidad es la capacidad de narrar una historia, y si esa historia se puede cantar, eso es fantástico. El propósito de la ‘Cantata’ es cantar de manera colectiva. Es una manera de compartir, y en este mundo que vivimos, comprometerse, compartir, son palabras que las escuelas deberían tener muy presentes.
Hablar de inmigración es hablar de alumnado porque las aulas cada vez tienen más diversidad de origen. María, ¿tu alumnado se ha sentido interpelado?
M.C.: Me he encontrado con muchas realidades. Ahora estoy en Vic, donde tengo alumnos que son catalanes, pero sus familias son de origen africano… Cuando nosotros pensábamos este proyecto, lo pensábamos sobre todo para que alumnos que hubieran vivido procesos migratorios lo pudieran compartir. ¿Qué ha pasado? Que nos hemos dado cuenta de que es un proyecto en el que se trabajan tantas cosas y temáticas que nosotros creemos tan importantes, que es muy chulo lo que pasa en el aula, tanto para quienes lo han vivido como para personas que no han vivido el proceso migratorio pero que tal vez hacen una investigación y preguntan a sus abuelos cuáles eran sus orígenes. Es una temática que se da desde siempre, no solo de ahora.
Cuando tratan el racismo hablan de la importancia de la mirada y una de las frases de un rap hecho por el alumnado dice: ‘¿Qué miras? ¡No me mires!’ ¿Qué se puede hacer desde la escuela?
M.C.: Yo pienso, ‘¿cómo miro yo a mis alumnos?’, porque creo que, en general, hay una mirada racista. Para empezar, con alumnos que ven otros alumnos diferentes y dicen: ‘No son catalanes’. Perdona, son catalanes. Me gusta tratar este tema en el aula. Muchas veces yo me había dicho que no me sentía cómoda tratándolo porque yo no he vivido ninguna situación de violencia racista. Intento que sean ellos y ellas quienes me expliquen qué les pasa, qué ven. Intento que hablen porque yo no lo he vivido.
Volviendo al inicio, cuando hablábamos del protagonismo del alumnado.
J.P.: Diría que es una cuestión de currículum en la escuela.
¿Hablar de racismo en el aula debería ser una cuestión de currículum?
J.P.: No solo de racismo. Entender que las cosas tienen diferentes miradas. Por ejemplo, cuando hacemos matemáticas, se pueden hacer como las hacemos nosotros, pero se puede explicar muy bien cómo cuentan los chinos. O cuando hacemos lengua podemos decir cómo aprenden a escribir los niños chinos, que no son fonográficos sino que son holográficos. O cuando hacemos ciencias, o cuando enseñamos mapas. De eso se llama aprender a descentrarse. Ni mi lengua es la lengua, ni mi cultura es la cultura, ni mi grupo social es el grupo social. Eso es el reto que tiene la escuela, en general.
La escuela de María tiene una riqueza en eso. Cuando convives con lenguas, culturas y costumbres diferentes, ves cómo los demás dan sentido a lo que viven. En lengua, cuando explicas que hay género y número; no, nuestra lengua tiene esto, las otras, algunas sí y otras no. Es un descentrarse en todo el currículum, no solo en una asignatura. De eso diría una educación desde el perspectivismo, que cada uno tiene su perspectiva del mundo.
La ‘Cantata’ va más allá de la música y visibiliza muchas realidades. ¿Qué es lo que han querido destacar?
M.C.: ‘Desplazadas’ es un proyecto en el que el arte es la excusa para hablar en el aula de todas estas temáticas que hemos dicho y que para mí son importantes: duelo migratorio, racismo, derechos de los niños… Aprendemos unas canciones, nos inventamos unos movimientos, pero estamos hablando de unos personajes y unas situaciones. Para mí, eso es lo que hace que funcione, porque hay unos personajes que son ficticios, pero que conectan muchas veces con historias de los alumnos y que, por tanto, pueden explicar experiencias que han vivido, y se hace a través del arte, con creatividad, expresándose de muchas maneras y con diferentes disciplinas. Destacaría que es la excusa para hablar de estas temáticas en el aula.
J.P.: Desplazar comporta deshabitar. Y deshabitar es una palabra, es una condición, muy fuerte porque significa ‘perder el entorno que habito’; por lo tanto, el entorno que me produce tranquilidad, serenidad, que me da seguridad. Dejar el hábitat es eso, deshabitar, y cuando es forzado, como es el caso del cuento, cuando las personas se encuentran en esta situación, y hay muchos alumnos que lo viven, hay que hablar de ello. Deshabitar implica perder toda esa tranquilidad.
J.P.: Hay escuelas que hacen muchas cosas que están muy bien.
Pienso en el alumnado criado por las abuelas en su país de origen y que vienen aquí cuando los padres pueden traerlos después de muchos años cuando ya se han acostumbrado a vivir con los abuelos y vienen a un mundo que no tiene nada que ver con su mundo. Todos los sentimientos que esto provoca son muy difíciles de compartir. No podemos sentir lo que siente esa persona.
M.C.: Y sobre todo desde la mirada del niño. Para un adulto, ya es complicado todo esto. Imagínate cómo lo vive un niño. Si en el aula hay un espacio para hablar de ello, con personajes que algunos alumnos te dicen que se sienten identificados, se genera un espacio que quizás no es agradable pero que pienso que está bien hablar de ello.
Con ‘El arte de aprender. Aprender del arte’ ganáis el premio Marta Mata de la Asociación de Maestros Rosa Sensat. ¿Cómo es este reconocimiento desde vuestro propio sector?
M.C.: No me lo esperaba. Creo que es un reconocimiento enorme, no al trabajo del libro, sino al trabajo de muchos años. Las cosas se tienen que hacer porque crees en ellas y creo que eso se está perdiendo. Yo no hago las cosas siempre por dinero, y en un mundo capitalista es bastante importante eso. Yo hago las cosas porque creo en ellas. ‘Desplazadas’ es uno de los proyectos que empezó en el confinamiento. Yo había ido a Grecia a los campos de refugiados y quería dar un paso más, que fue esto, hablar de ello a través del arte. Es un reconocimiento al trabajo de personas que creen en lo que hacen porque en la Asociación IURTA todas las personas lo hacen de manera voluntaria y han dedicado parte de su tiempo porque creen en ello. Es también un agradecimiento a todas las maestras que han llevado a cabo este proyecto, que han entendido la mirada de este proyecto.
J.P.: María y yo estamos en tramos de la vida muy diferentes. A mí me hace mucha ilusión, primero, por María, porque es una manera de hacer excepcional. Impulsar esta ‘Cantata’ con tantas escuelas al margen de todos los sistemas de financiamiento tradicionales y sin tener el apoyo decidido y antes de ninguna institución formal, es algo realmente admirable. Después, porque es muy importante que los maestros de las escuelas expliquen lo que hacen, y que los libros como los que publica Rosa Sensat recojan lo que los maestros hacen, porque hay escuelas que hacen muchas cosas que están muy bien y, así como cuando las cosas van mal, como con el informe PISA con pocas análisis sesudas y la prensa también se aboca, al lado de eso hay escuelas que en el día a día hacen cosas que están muy bien y eso no tiene el foco de la prensa ni los comentarios de los sabiondos de siempre ni hace correr tanta tinta, y es una lástima. Eso los maestros lo tienen que saber explicar. Es importante que los equipos de maestros fundamenten lo que hacen porque fundamentar es dar sentido.