La educación vuelve a estar sobre la mesa. Desde los informes PISA, que nos daban unos resultados que algunos no esperaban, todo el mundo se ha volcado en analizar qué había pasado. Lo cierto es que hacía tiempo que se sabía que las políticas educativas de nuestro Departament d’Educació durante los últimos años, no funcionaban. Las quejas de los sindicatos, con huelgas incluidas, de muchos profesionales, de algunos analistas y de muchas familias, lo hacían evidente, pero el Departament, curiosamente, no se había enterado.
De todo lo que está ocurriendo en la educación en Cataluña, hay un aspecto que a mí me parece muy importante y que no se habla lo suficiente: el desprecio al profesorado, sobre todo en los centros públicos. Un desprecio que se manifiesta con protestas, desánimo, estrés, malestar, deserción y una gran desilusión. Si partimos de la base de que en el aula quien cuida y enseña a los niños y adolescentes es el profesorado, que éste esté cansado y enfadado es lo peor que le puede pasar a la educación. Y si, además, desde la Administración, los medios de comunicación y las familias, se siente despreciado, es aún más difícil trabajar con ganas e ilusión.
Un desprecio que se manifiesta con protestas, desánimo, estrés, malestar, deserción y una gran desilusión
Y, además de ser negativo para la educación del alumnado, a mí, personalmente, me sabe especialmente mal. Primero, porque yo sí creo que la educación es el futuro, ya que en el aula, niños y adolescentes aprenden conocimientos, valor, actitudes e ideología, lo que significa que la sociedad de mañana tendrá mucho que ver con la educación de hoy. Pero también porque, para mí, la docencia ha sido una experiencia muy positiva y, por suerte, he vivido épocas en las que mayoritariamente, el profesorado trabajaba con cierto entusiasmo e, incluso, con ilusión.
¿Y por qué hablo de desprecio al profesorado? Pues es una lista muy larga, pero señalaré algunos aspectos que creo han llevado a ese desánimo colectivo.
El desprecio del Departament es uno de los más importantes, ya que se supone que, puesto que la educación pública es “la suya”, debería cuidarla, o sea, debería cuidar a sus trabajadores y trabajadoras. Y no lo hace. No lo hace porque no escucha, no hace caso, no se hace cargo de las dificultades que muchos docentes se encuentran en sus aulas, porque impone horarios sin sentido, redacta currículums imposibles de entender, carga con una burocracia absurda, impone metodologías que no funcionan y, finalmente, cuando los resultados son malos, le echa la culpa a ese mismo profesorado que hace tiempo que va avisando de cómo estaban las cosas.
La educación es el futuro ya que, en el aula, niños y adolescentes aprenden conocimientos, valor, actitudes e ideología
Tenemos, desgraciadamente, un sistema educativo totalmente segregado, una doble red que hace que el alumnado se concentre por clase social en unos mismos centros, y esto implica que hay un montón de centros públicos de “alta complejidad” que no significa nada más que han permitido que se concentre en unos determinados centros el alumnado con mayores dificultades, sociales, económicas, culturales y psicológicas. Pero esto no se tiene en cuenta ni se soluciona, se da por supuesto que el profesorado saldrá adelante, aunque la cantidad de alumnos por aula con problemáticas diversas haga dificilísimo hacer bien su trabajo. Y esto crea malestar y frustración.
Por otra parte, con ganas de ser los “más innovadores del mundo mundial”, han ido implementando medidas que no han hecho más que complicar la vida al profesorado y, además, sin resultados positivos. Primero fue la EscolaNova21 que, sin ningún criterio claro ni ninguna evaluación conocida, cuatro organizaciones privadas decidieron qué escuelas eran las “avanzadas” y cuáles no, despreciando la labor cotidiana y los buenos resultados de muchas escuelas que, sin ninguna propaganda, hacían muy bien su trabajo, y obligaron a parte del profesorado a adaptarse a lo que estas cuatro organizaciones habían decidido que era “lo mejor para el alumnado del siglo 21”. Luego se demostró que no era así, pero nadie se echó atrás. Y todo lo que se conseguió fue aumentar la segregación, esta vez dentro de la pública, y aumentar la competitividad entre los centros, algo totalmente nefasto en un sistema educativo público que, se supone, debería basarse en la equidad y la cooperación, y no en la desigualdad y la competencia.
Esta competitividad, además, ha obligado a los docentes a convertirse en “publicistas” y organizar “puertas abiertas” para captar a los “mejores clientes” para su escuela o Instituto. Lo que, además de no ser la tarea que le corresponde al profesorado, es una barbaridad por lo que significa. El sistema público de educación es un todo, y el departamento debería velar para que todos los centros fueran de igual calidad y las familias no tuvieran que peregrinar centro por centro para poder “escoger el mejor”. Hemos terminado que parece que los centros públicos sean una serie de “franquicias” del Departament y no distintos centros que forman parte de un solo sistema educativo.
Dinero y más dinero para comprar aparatos que nadie ha pedido y que, cada vez está más claro, su utilidad es muy limitada en lo que se refiere a un mejor aprendizaje
Y todo esto ha sido posible gracias a un Decreto de direcciones y un Decreto de plantillas, que ha cerrado la boca a una parte muy importante del profesorado, sobre todo a aquel que era interino u ocupaba una plaza “a dedo”, y su lugar de trabajo dependía de la voluntad de la dirección. Dar ese poder a las direcciones ha sido uno de los mayores errores del Departament. Solo decir que somos la única comunidad autónoma en la que esto se practica. Y digo que ha sido un gran error, primero porque la educación es una tarea colectiva, y no puede depender de una persona o de un pequeño grupo de personas, pero sobre todo porque esto ha degradado la función del profesorado, ha limitado su capacidad de participar en las decisiones del centro, ha destruido la democracia y ha convertido los claustros en lugares donde no se discute nada, ha obligado a los docentes a competir entre ellos y ellas para conservar la plaza, ha abierto la puerta a prevaricaciones, injusticias y equivocaciones. Y, por supuesto, ha creado un gran malestar.
Entre las muchas imposiciones del departamento, vía direcciones y con el silencio del profesorado, podemos hablar de su manía por “las pantallas”. Dinero y más dinero para comprar aparatos que nadie ha pedido y que, cada vez está más claro, su utilidad es muy limitada en lo que se refiere a un mejor aprendizaje. Cuando la persona que está en el aula pide menos alumnos, más horas para coordinarse, para atender a las familias, más profesionales para atender a la diversidad y llevar a cabo la “escuela inclusiva”… Y nada de eso llega porque “no hay dinero”, pero de repente llegan pizarras digitales, tabletas, ordenadores e incluso nuevo mobiliario… Que nadie ha pedido, uno puede imaginar que esto se vive, porque lo es, como un desprecio al profesorado.
Otra de las imposiciones son un puñado de “metodologías” que, en muchos casos, implican un aumento sustancial de trabajo y muy malos resultados. O sea, hacer trabajar más en actuaciones que el propio profesorado está viendo que no funcionan es otro desprecio y una fuente de malestar. Y podríamos hablar del “aprendizaje por competencias” (que nadie tiene claro exactamente qué quiere decir), de los “aprendizajes por proyectos” que no tienen nada de innovador y ya hace mucho tiempo que se sabía que no funcionaba, de un aprendizaje de las matemáticas (Innovamat) que ha obligado, sobre todo a los maestros de primaria, a abandonar todo lo que hacían (y funcionaba) por una técnica que no saben exactamente cómo funciona y que las familias no entienden nada. Y todo esto, para que cuando lleguen los PISA se demuestre que no ha funcionado. ¿Cómo se debe sentir el profesorado que ha tenido que cambiar sus métodos porque así lo ha decidido la dirección del centro, vía Departament-Fundació Bofill, que ha tenido que hacer un sobreesfuerzo por algo que nadie había evaluado ni comprobado su eficacia? ¿No es esto un desprecio por la labor de los maestros?
Hacer trabajar más en actuaciones que el propio profesorado está viendo que no funcionan es otro desprecio
Y, finalmente, resulta que ahora los docentes “no deben enseñar”, deben “acompañar” y, sobre todo, deben velar “por la salud emocional” de su alumnado. O sea, que les están diciendo que ya no deben hacer de maestros, como se ha hecho toda la vida, enseñando a su alumnado, sino que deben hacer de “coaching”, deben hacer cursillos de autoayuda, de constelaciones, de yoga… Y de terapias varias, algunas terriblemente dudosas. ¿No es esto una manera de degradar la labor de los docentes? Y, por tanto, ¿de aumentar su malestar?
Pero no es sólo el profesorado. En los centros existen también otros profesionales que tienen sus demandas, tampoco escuchadas, y que son de clara injusticia: sobre todo en sus condiciones laborales, diferencias de salario por el mismo trabajo y precariedad laboral. Todo ello aumenta también el malestar en los centros.
Podría continuar, pero creo que, básicamente, es muy importante que desde los responsables de la educación de este país velen por una educación pública que sea de calidad, y para eso lo primero que deben hacer es respetar al profesorado, escuchar lo que dicen que ocurre en el aula, hacer caso de sus demandas y no imponer cualquier invento antes de haberse asegurado que realmente vale la pena. Es necesario devolver la dignidad a la función docente y el respeto que se merecen sus trabajadores y trabajadoras. Hay que confiar en ellos y ellas, y no sólo en “expertos” que no están al pie del aula y que, muchas veces, no saben muy bien de lo que hablan. Es necesario devolver el bienestar y la ilusión a las personas que se dedican a formar y educar a nuestros niños y jóvenes.
Si el Departament, que es el titular de la educación pública, no respeta a sus docentes, ¿cómo queremos que el alumnado los respete? Y sin respeto no existe educación posible. Y sin ilusión es mucho más difícil educar. Y sin las condiciones y recursos necesarios, es del todo imposible.
No hay comentarios
Muy buena reflexión y análisis sobre el papel del docente.
muy de acuerdo falta mas autonomia del profesorado acorde a los contextos
Buenas noches desde Colombia. Similares dificultades presenta el profesorado en nuestro país, a todo lo referido se suma aca, un monton de normas de dificil aplicación. Los directivos manejan la educación como sí fuera un colegio privado pasandose la ley por la faja, los malos salarios obligan al docente a tomar horas extras quedandose sin tiempo para vivir y tomarlo como «mermelada» para subsistir en el gremio. La esencia de la educación no se toca ya que se privilegia el numero de estudiantes atendidos y no la calidad. En contra de los maestros, su consciencia crítica que hace dificil establecer acuerdos pedagógicos y mucho más, que estos aterricen en el aula.
Buen día desde Bogotá, Colombia para todos los colegas de esta hermosa profesión de educadores, totalmente de acuerdo con la profesora Rosa Cañadell y con los comentarios realizados. Es muy desalentador comenzar el día de clase, sabiendo que como docentes estamos ahogándonos en un mar de tiranía, burocracia e improvisación por parte de los directivos de las instituciones de educación pública de mi país, que solo piensan en llenarse sus bolsillos a costa de calidad de la formación. Y esto, esta generando un desastre socio-económico cada vez mas oscuro para todas las personas que ingresan a estudiar con la ilusión de mejorar su calidad de vida y la de sus seres queridos y solo encuentran otra decepción.
Siempre hay cosas que se tienen que mejorar. Si los tiempos cambian, los procesos de la mediación del aprendizaje tienen que cambiar. En parte concuerdo con lo comentado por Rosa. Estamos trabajando con estudiantes que se están enfrentando a un mundo que debe resolver una serie de problemas que ya de por sí son complejas y si lo proyectamos a unos 30 años más, seguramente serán mucho más. Cambiar los sitemas de dirección pasan necesariamente por desarrollar el pensamiento crítico reflexivo en la interacción maestro – estudiante en el aula. Es decir, pasan por educación.