El psicólogo bielorruso, Lev Vygotsky (1896-1934), sostenía en su «Teoría sociocultural del desarrollo cognitivo» que los infantes desarrollan paulatinamente su aprendizaje mediante la interacción social, adquiriendo de forma involuntaria nuevas habilidades que estarán íntimamente ligadas a la cultura en la que crecen, y que tendrán un impacto fundamental en el desarrollo de las personas. Vygotsky afirmaba que el lenguaje es la herramienta que permite el desarrollo cognitivo, y abogaba, además, por la importancia de los pares a la hora de desarrollarse, es decir, a través del aprendizaje de un adulto o de un infante más cualificado, que le proveen de las herramientas necesarias para su progresión. Y destacó la importancia del juego en el aprendizaje, de esas situaciones que suponen retos para el aprendiz y que podrán superar con pequeños soportes que los guíen.
Vygotsky demostró cómo se desarrollaban capacidades cognitivas a través de la interacción con compañeros más hábiles a través del juego en una realidad cambiante que fomentase el pensamiento secuencial, la atención y la memoria voluntaria. Y el ajedrez cumplía con esas premisas, potenciando la imaginación, el pensamiento abstracto, la concentración y la comprensión de los símbolos, así como el respeto, la paciencia, la responsabilidad y la autoestima, desarrollando el pensamiento estratégico al ejercitar la capacidad de solucionar los diferentes problemas con los que se afronta el jugador. Y, lo más importante, todos somos iguales ante un tablero de ajedrez.
Este aforismo se convirtió en la sentencia más utilizado por parte de Enrique Sánchez, más conocido como Donen (por «Don Enrique»), profesor jubilado que impartió clases de educación física durante más de tres décadas en el Colegio de Educación Infantil y Primaria Marcos Frechín, sito en el barrio de Las Fuentes en Zaragoza. Donen fue el promotor e impulsor de la enseñanza del ajedrez en el colegio, convirtiendo su club en uno de los más destacados de la comunidad, alcanzando la fama en el curso 2017-2018 cuando un equipo de cinco jóvenes de entre nueve y once años fueron campeones de España de ajedrez escolar.
Los protagonistas de la historia, África Aguilar, Anahí Ignacio, Alberto Rosu, Catalín Conon y Leo Giménez, una boliviana, dos romaneses y dos autóctonos de Aragón, estudiantes de quinto y sexto curso de primaria, representaron a su modesto colegio público en la competición final celebrada en un colegio concertado que disponía de piscina y campo de fútbol de hierba artificial, entre otras instalaciones destacadas, y lo hicieron con el esfuerzo de los padres y el soporte de los profesores. Y ganaron. Y su gesta se popularizó en los medios de comunicación, dotando a la acción de un mérito considerable teniendo en cuenta los recursos disponibles de los diferentes participantes. O no del todo, porque, como predica el profesor Donen: «Todos somos iguales ante un tablero de ajedrez».
Los cinco campeones de 2018 se sentirán protagonistas de la película Menudas piezas (2024), dirigida por Nacho G. Velilla, que escribe también el guion junto a David S. Olivas y Marta Sánchez, aunque no se sentirán identificados con la trama, puesto que su historia sirve de inspiración pero la película trascurre en el Instituto de Educación Secundaria Luis Buñuel en el distrito de La Almozara en Zaragoza, con unos personajes que parecen estudiantes de bachiller o, al menos, alejados de los últimos cursos de primaria, de la que eran los estudiantes del Marcos Frechín.
En Menudas piezas, la persona que propondrá el ajedrez en una conflictiva aula de apoyo será una nueva profesora interpretada por Alexandra Jiménez, que vuelve a su barrio natal después de un periplo como directora de un centro privado elitista, del que ha sido despedida al inicio del largometraje. La idea le surgirá al recordar su propia experiencia personal a través de las enseñanzas de su padre, interpretado por Francesc Orella, formando entre los dos el alter ego del profesor Donen en la ficción. Los perfiles de los estudiantes en la película corresponden a diferentes estereotipos y procedencias, enfrentados entre sí y marginados por diferentes motivos. El desarrollo verosímil del argumento y una actuación convincente de todo el elenco, tanto de veteranos como debutantes, permite vislumbrar como se transforma el grupo en equipo y como se consigue motivar a todos los estudiantes a través del juego del ajedrez.
Que el ajedrez puede ser la tabla de salvación para unos estudiantes de pocos recursos económicos también se vislumbra en la película Pensamiento crítico (Critical Thinking, 2020), dirigida por John Leguizamo, con guion de Dito Montiel. En este caso no solo se inspira sino que se basa en los hechos reales acontecidos en 1998 cuando los integrantes de un equipo de una escuela marginal de Miami acaban ganando el Campeonato Nacional de Ajedrez de Estados Unidos. El propio Leguizamo interpreta al profesor Mario Martínez, de origen cubano, más conocido como Mr. T, que empezó a enseñar ajedrez en su escuela en 1992. Un lustro después, los cinco adolescentes del Miami Jackson Senior High School aprenderán que el pensamiento crítico no solo les ayudará a ganar sus partidas, sino a desenvolverse en sus vidas.
El profesor Mr. T facilitó un espacio seguro donde los jóvenes que no querían ser deportistas o, simplemente, conflictivos, pudieran desarrollarse como personas, lanzando un mensaje de que el ajedrez te ayuda a tomar decisiones y que el éxito en la elección de la decisión se puede extrapolar a la vida real. La película resulta inspiradora teniendo en cuenta las condiciones marginales de sus protagonistas y las pocas oportunidades que se pueden prever con una opinión estereotipada de las familias latinas y racializadas de los estudiantes protagonistas. El campeón de la escuela fue el joven Marcel Martínez, emigrante cubano que llegó a Florida en 1998, convertido en un factor fundamental del triunfo histórico del equipo aquel mismo año, formado además por Sedrick, Gilbert y Rodelay. En 2002, Martínez había ayudado a la escuela Miami Jackson a conseguir ocho campeonatos del condado, cinco campeonatos estatales y cinco títulos nacionales. Se jubiló en 2015 después de treinta y dos años en la enseñanza, reconociendo como la tecnología le había ayudado a entrenar mejor, y como la robótica, de la que fue profesor, también había contribuido a fomentar los mismos valores que el ajedrez.
Otro ejemplo basado en hecho reales lo constituye la película Fahim (2019), dirigida por Pierre-François Martin-Laval, que se basa en la autobiografía Fahim. Un roi clandestin ([Un rey clandestino], 2016), escrito con la colaboración de Xavier Parmentier y Sophie Le Callennec. La novela y la película narran la historia real del joven Fahim, obligado a escapar de Bangladesh junto a su padre, para acabar los dos en un suburbio de París, viviendo en condiciones muy precarias, sin papeles y sin recursos. Mientras al padre se le deniega el asilo y se prepara su expulsión del país, el hijo se acaba convirtiendo en campeón de Francia individual en la categoría de menores de doce años. De nuevo, un profesor apuesta por el ajedrez y por el talento del joven, Xavier Parmentier (interpretado en la película por Gérard Depardieu), fallecido en 2016 a los cincuenta y tres años, al que se le dedica la película. Por cierto, un año más tarde de su gesta, en 2013, Fahim se proclamó campeón del mundo escolar representando a Francia, mientras esperaba su nacionalización una vez paralizada su expulsión.
Finalmente, Fahim y su padre se pudieron instalar en la ciudad de Créteil, cercana a París, consiguiendo reagrupar a su familia (madre y hermanas) en 2015, dando respuesta a una de las preguntas que se hacía Sophie Le Callennec, una de las personas del equipo de Parmentier y al cuidado de los infantes, que se preguntaba lo siguiente: «Francia es el país de los derechos humanos o solamente el país donde se escribieron los derechos humanos», haciendo referencia a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada el 26 de agosto de 1789 por la Asamblea Nacional Constituyente, convirtiéndose en un legado fundamental de la Revolución Francesa, y la base de la Declaración Universal de Derechos Humanos aprobado por las Naciones Unidas en 1948. El ajedrez se demostró también, en este caso, como un instrumento ideal para salvar los prejuicios teniendo en cuenta que, ante el tablero, todos somos iguales. Palabra del profesor Donen.