Ana Novella es la responsable en la Universidad de Barcelona del proyecto europeo Imcitizen, un proyecto que busca el fomento de la participación infantil mediante la creación de varios grupos piloto en 10 centros educativos.
El proyecto nace del grupo de investigación en educación moral de la UB, y en él colaboran la Universidad da Coruña, la Complutense, la Federación Provincial de ANPA de A Coruña, la asociación Los Glayus, el Ayuntamiento de Mislata y la asociación Centro Trama. Además tienen socios como Unicef, la asociación Instituto de la Infancia y la Adolescencia de Barcelona, el Ayuntamiento de Madrid y se vincula a varios municipios: Barcelona, Coruña, Mislata, Azuqueca de Henares, Castrillón y Madrid.
El proyecto se está desarrollando en la escuela pública Els Porxos, La Pau, el CP plurilingüe Manuel Murguía, el CP Ramón de la Sagra, el CP Maestro José Luis García Rodríguez, el CP El Vallín, el CP El Espinillo, el CP Nuestra Señora de la Almudena, el CEIP Maestro Serrano, el CP Ausiàs March, el CP Maestra Plácida y el CP La Espiga.
En cada uno de ellos se ha generado una plataforma organizada por las chicas y chicos de los centros que, entre otras cosas, deciden sobre qué temas quieren incidir y piensan el cómo hacer dichas transformaciones.
Cuéntanos qué es el proyecto Imcitizen.
Imcitizen es una propuesta de trabajo colaborativo, con niños y niñas, con la que buscamos incrementar y avanzar su participación en el ámbito municipal, escolar y del tiempo libre.
¿Y por qué con ellos y con ellas?
Desde el Grupo de Investigación en Educación Moral, el GREM, de la UB hace tiempo que trabajamos en participación, en asambleas en las escuelas, sobres valores democráticos, etc.
Este proyecto nos daba la oportunidad de hacerlo con chicos y con chicas, para experimentar otra estructura participativa que les permitiese reconocerse como ciudadanos y, desde ahí, movilizarse.
Lo que busca Imcitizen es generar oportunidades de participación que chicos y chicas quieran llevar a cabo, organizándose, defendiendo y atendiendo temas que les preocupan. No tienen que ser temas que les vienen dados por otros, sino de su entorno próximo que les lleven a asociarse, a encontrarse y a hacer cosas para atenderlos. De ahí viene el proyecto; de la necesidad que veíamos de buscar nuevos retos con chicos y chica.
Imcitizen se centra en fomentar esa identidad ciudadana mediante talleres colaborativos para que descubran y resignifiquen que son sujetos de derechos y que uno de esos derechos es la participación. Que definan qué es para ellos participar. Les invitamos a participar en un proceso a través de voluntariado en una plataforma ciudadana creada por ellos mismos.
Hicieron un proceso de codiseño y ahora están abordando las estrategias que según ellos necesitarían para que la juventud pueda participar más en su territorio. Son espacios que les invitan a estar como ciudadanos, ciudadanas, no como alumnos, ni como hijos, ni como aprendices, sino ciudadanos en sentido político.
Estos procesos participativos a veces pecan de ser de arriba abajo. Invitamos a chicas y chicos a participar y parece un poco impostado. Por lo que dices habéis creado la base para que ellas y ellos hagan el trabajo ahora.
Sí. El grupo de investigación viene acompañando asambleas escolares desde hace mucho tiempo junto a expertos como Josep Maria Puig. Venimos de trabajar en el ámbito de la ciudad con los consejos infantiles, desde Francesco Tonucci y la idea de Ciudades Amigas de la Infancia. Tenemos mucha trayectoria con este tema.
Pero veíamos otras experiencias que estaban funcionando, como las asambleas en defensa de la sostenibilidad, del medio ambiente, o de chicas, mujeres que se organizaban alrededor del 8M.
Entonces, nos preguntamos cómo acompañar para que niños y niñas se descubran sujetos con derechos. Es decir, que participen, sin que se les autorice, que no piden permiso. Los niños y las niñas, en los entornos de socialización que tienen: familia, escuela…, aprenden a pedir permiso para participar, a levantar la mano, como si fuese una concesión externa. El proyecto quiere que descubran que participar es propio de lo humano. El participar, el implicarse en su entorno, en tomar parte, partido.
Además de ser un derecho, tú tienes capacidad de participar, independientemente de tu edad. Desde el momento en el que estás presente, dispones de habilidades que te permiten hacer e implicarte en aquello que te motive y por lo cual quieres luchar. Y te puedes asociar con otros.
¿Y cómo se asocian?
Ese es el siguiente paso, cómo te asocias, cómo creas esa plataforma. Y aquí hicimos con ellos un proceso para dar forma a esas plataformas. Ahora están con ese trabajo, muy acompañados.
No se trata de que venga de arriba y luego los dejas hacer. No, acompañas desde lugares diferentes, desde un trato más horizontal, dialógico, lanzando preguntas, retos pero no resolviéndoles las cuestiones.
El reto es elaborar ahora un plan estratégico para contarle a los adultos, políticos, técnicos municipales, cómo les gusta participar en su entorno. Y decirles, “¿Cómo tenéis información para saber cómo les gustaría a los chicos y las chicas de vuestro barrio participar?”. Chicas y chicos que están en el proyecto han recogido esa información y ahora la analizarán, la ordenarán y podrán identificar propuestas que sus compañeros están elaborando.
¿Existen espacios reales de participación? Se dice que los centros educativos deberían ser lugares democráticos, pero hay una autoridad, que hay una jerarquía muy clara, ¿no? Y que el alumno no está en pie de igualdad. Hay ayuntamientos que se dicen amigos de la infancia pero parece que lo que sale de su participación no permea las políticas municipales. No sé si esos espacios tienen el impacto que deberían. ¿Qué debería pasar en la cabeza de los adultos y de las adultas para que eso fuera así?
Lo que estamos haciendo nosotros es un pilotaje, estamos probando. Y en este ir probando, estamos ajustando, con ellos. Trabajamos con chicas y chicos de primaria, con edades diferentes. Tenemos diez plataformas, diez grupos de chicas en cinco municipios.
Desde el proyecto formamos a educadores, maestros, a técnicos municipales, que nos dicen que lo que les contamos de que la ciudadanía toma partido no pasa ni entre las personas adultas. Creo que estamos en momentos complicados para la democracia, con modelos de liderazgo que nos intranquilizan. Se están perdiendo valores fundamentales, pero creo que se puede resignificar la participación y la democracia, que lo que estamos buscando con esta propuesta es que la ciudadanía, sin importar la edad y su condición, descubra que participar vale la pena, que no depende de si otros llevan a cabo las ideas que les propongo. Hablamos de una participación que no es representativa, es democrática participativa en la cual el hacer es colaborativo, no es algo forzado, estamos haciendo pero dependemos de otros.
Hay una parte de lo participativo que está por redescubrir y con este tipo de procesos lo que buscamos es pararnos a pensar que podemos hacer cosas juntos y que todos pueden aportar. ¡Y que es importante!
Existen causas que nos atrapan y en las que queremos aportar. Y ahí entra el proceso de Imcitizen. Además, hay una cosa muy importante: tenemos que incluir a los chicos y a las chicas en esa mirada de ciudadanía. Ahí tenemos un asunto pendiente. Debemos cambiar la mirada, el paradigma, verlos e incluirlos en los espacios relacionales y no excluirlos y posponer ese reconocimiento de ciudadanía hasta la edad del derecho al voto.
A los niños y niñas les posponemos esta ciudadanía porque consideramos que no saben, que no pueden. Por eso trabajamos esto con ellos, y con personas adultas: que esa ciudadanía se tiene por el hecho de estar, de ser y de habitar en un espacio común y que se dispone de las habilidades para hacerlo y no depende de una edad. Esta no es limitadora. Al contrario, todos y todas desde nuestro posicionamiento, desde nuestro saber, podemos contribuir, sumar y organizarnos.
Mi duda sigue un poco presente. Vivimos en una sociedad muy centrada en lo adulto. Pensar en que les vamos a, literalmente, dejar el espacio para participar y tomar decisiones supone un soltar privilegios de adulto. ¿Estamos preparados?
Ese es el tema central. Un asunto complejo en los procesos educativos es el de la autoridad. Te diría que el dejar participar es un concepto erróneo. Tenemos una cultura adultocéntrica que nos sitúa en ejercer un poder de mirar hacia abajo. Pero ¿quién nos ha dado ese poder? Muchas veces hemos de reconocer que los chicos y las chicas saben más que nosotros en tecnología, en mecanismos de interpretación de códigos de comunicación, etc.
Yo creo que eso es lo que tenemos que empezar a cambiar. Cómo el entorno de lo comunitario no es excluyente y tenemos que tener la capacidad de perder el poder. Pero ¿qué es el poder? El poder está en lo social, entre los iguales, indiferentemente de las edades. Entre los chicos y las chicas también hay poderes y autoridades. Pero la idea es que somos diferentemente iguales. Somos iguales porque formamos parte y nos hemos de corresponsabilizar de una comunidad. Chicos y chicas tienen cosas que aportar.
Los adultos debemos perder ese miedo a no tener eso que llamamos poder. Porque el poder, si se ejerce con democracia, no es imposición y sumisión, sino que es un poder capacitante para todos. Creo que con estos procesos hacemos que chicos y chicas se descubran como ciudadanos capaces de contribuir y de sumar a los retos que tenemos como comunidad. De alguna manera, el reto es, como adultos, aprender a buscar la horizontalidad de los poderes y ver que chicas y chicos también los tienen.
Otra cosa que hemos intentado es cambiar al adulto en los espacios de formación pero tenemos que acompañar para que los chicos y las chicas se sientan y se reconozcan sujetos capaces. De esta manera, no solo es el adulto quien tiene que cambiar su mirada hacia el niño, sino este hacia sí mismo. Se tiene que reconocer capaz de contribuir y tiene que aprender que no se pide permiso para participar. Contribuir es su derecho y su responsabilidad.
A veces me pregunto si acciones de participación que no consiguen un resultado tangible, no puedan generar cierta desafección hacia la democracia.
Una de las necesidades de cualquier proceso de participación es que haya transferencia, incidencia y retorno.
En los procesos que acompañamos ponemos el valor en que en la participación ciudadana el primer beneficiario es el propio grupo, al corresponsabilizarse de que el cambio lo puedo gestionar yo. El tipo de participación que acompañamos no es en la que yo hago la lista a los reyes magos y es otro quien la ejecuta, sino que el grupo hará la carta pero ejercerán de reyes magos. Tendrán espacios propios, independientes, que gestionarán ellos, donde harán acciones de cambio.
El éxito del proceso no está en si me oyen o no, en si me hacen caso o consigo lo que le pedí, sino en reconocer que hemos sido capaces de elaborar un conjunto de propuestas y de estas, una la vamos a llevar a cabo nosotros en este espacio. Voy a ser autor del cambio y no espero que lo haga otro. Para nosotros esto es un elemento muy importante.
Como facilitadores del proceso, ayudamos a que piensen, a que se reconozcan en los avances que han hecho, a ver qué pueden hacer y cómo van a responsabilizarse de su propuesta. También acompañamos esta conciencia de que no todo es posible. Que participar no es obligar a otros a que hagan aquello que les decimos, a veces hay cosas que no se llevan a cabo.
Bueno, es un aprendizaje muy importante el responsabilizarte de tus decisiones y el saber gestionar la frustración cuando no llegan a buen puerto.
Exactamente. Además, este modelo que desarrollamos, con los proyectos piloto de plataformas infantiles buscamos que no dependan de un adulto. Este es facilitador y nunca se les dice: “Ah, sí, pues esto que me propones lo vamos a hacer”.
La clave es que ellos y ellas, como grupo, van priorizando sus necesidades, los temas de los que se quieren ocupar y los van haciendo. No es alguien externo quien decide los temas. Chicas y chicos priorizan: “Queremos hacer una campaña dentro del cole para que todo el mundo conozca que tenemos derechos”. Organizan la campaña y la llevan a cabo. O una exposición o escribir una carta al regidor para que conozca que el grupo se ha constituido. Puede ser importante que el regidor conteste, pero el valor es que nosotros existimos y lo comunicamos.
Los pilotajes que estáis haciendo entiendo que no tienen porqué estar relacionados con la vida en el centro escolar.
Exactamente. Este tipo de proceso lo que busca es que sea una participación ciudadana. Es decir, que acerquemos el ejercicio de la ciudadanía a los espacios cotidianos. Las escuelas ya tienen espacios de participación interna: las asambleas, los consejos de delegados para abordar temas de escuela.
El asunto es que temas de ciudad, de mi entorno, se trabajan en los consejos infantiles, pero están lejos. No llegan a todos los chicos y las chicas. Nuestros proyectos quieren ser un punto de conexión, de cercanía para naturalizar la participación; si hay un grupo de personas a las que nos interesa organizarnos para abordarlo, lo podemos hacer.
También permite que no sean estructuras orgánicas muy estables. Es decir, no siempre tengo que venir; a lo mejor vengo solo cuando se hace la plantada en la plaza o cuando hay una acción colectiva. Pero habrá un grupito de 10, 12, que tiene muchas ganas de estar activa, intensamente.
Con este pilotaje pretendemos que cada plataforma experimente formas de funcionamiento diferentes, que ellos y ellas vayan liderando, dando forma, valorando y ajustando en función de lo que quieren sostener. Porque queremos que sean espacios participativos que tengan vida más allá del adulto. O sea, que los lideren chicas y chicos.
¿Cómo hacéis los pilotajes para que tengan vida más allá de vosotros?
Los pilotajes están acompañados, facilitados por dinamizadores, educadores. Personas que tienen formación en participación infantil, en derechos. Ayudan a proponer actividades, talleres, espacios lúdicos y dinámicas para que los chicos y las chicas desarrollen aquello que se proponen. Entonces facilitan las dinámicas pero el contenido lo ponen ellos.
Entonces, ¿qué pasa? Que ellos y ellas ya incorporan estrategias y dinámicas que después, cuando les preguntas “¿Y cómo lo vais a hacer?”, resulta que las han incorporado, interiorizado, se las apropian y las versionan.
¿Qué ideas están surgiendo de estos grupos? ¿En qué direcciones se están moviendo?
En la página web del proyecto hay un material de vídeo en donde explican quiénes son, cómo han hecho el proceso de creación de su plataforma y su reglamento de funcionamiento, ¿no? Ahora empiezan a darle forma al proyecto para contestar a estas cuestiones de qué nos ayudaría a participar.
Lo que hemos explorado con ellos y que han necesitado pensar es qué les preocupa de su ciudad. Y les preocupan temas de siempre: espacios donde jugar, donde organizarse, verse, la salud, la pobreza, las violencias, los hábitos saludables. Quieren ser escuchados, tener más espacios para hablar entre ellos, cosas así.
Es interesante que en el pilotaje puedan idear su propia metodología.
Les acompañamos un poco porque requiere un proceso de innovación e investigación. Con la facilitación les llevamos a hacerse las preguntas para organizarse, y para la búsqueda de respuestas. Y una vez que tienen la información, para que se pregunten ¿qué hago con ella?
Por ejemplo, en Barcelona han utilizado algunas técnicas para recoger información sobre cómo participar más y mejor en la ciudad. Desde una de las escuelas sugirieron hacer una exposición con la que darse a conocer, donde permitir que otras y otros vengan a jugar y descubrir. Y que, cuando alguien vaya, deje aportaciones sobre cómo les gustaría participar. Una exposición que no se hiciera solo en su escuela sino abierta al barrio.
Ahora se encuentran en ese momento de “cocina”, de pensar cómo lo hacemos, ¿Cómo nos acercamos a los otros para que nos conozcan? En el caso de Barcelona, las dos plataformas que hay quieren coordinarse entre sí y con otras estructuras más orgánicas, como los consejos infantiles. La idea es ampliar ese pensar colectivo.
Por lo que cuentas, tienen las ideas bastante claras…
Son impresionantes. Somos pioneros. Solo nosotros, en estas diez escuelas, estamos haciendo esto. Ese reconocerse como esos protagonistas con capacidad, aventureros que descubren.
Nos contaba una maestra el otro día una causística muy significativa. Fueron a ver una exposición en Barcelona de fotografías de situaciones de vulnerabilidad, de pobreza… Y hablaba de la transformación, de las injusticias… Y la guía del museo preguntó al grupo si sabían qué era eso de la transformación y que si no, lo sabrían cuando fueran mayores, a lo que una niña levantó la mano y contestó: “ Sí que lo sabemos. Es que nosotros tenemos una plataforma donde ya nos ocupamos de las cosas que no nos parecen bien”.
A la profesora le impresionó cómo se había empoderado la niña para contestar que ya lo estaban haciendo, que no tenían que esperar. Cuando veo algo que no me parece bien, tengo un espacio donde poderlo hacer. Cosas así son la constatación de que el proceso que acompañamos desde hace ya año y medio está cambiando sus miradas como sujetos que tienen cosas que aportar. Para nosotros es evidencia de que las cosas van bien.
Te quería preguntar por las dos guías que habéis hecho. Una la han hecho chicas y chicos para enseñar a participar y otra, tal vez, más para el mundo adulto.
Te contaré de las dos y te daré una exclusiva también. En la primera guía, la guía de los derechos humanos, de los derechos de la infancia, está compuesta de actividades que los chicos y las chicas han elaborado para dar a conocer sus derechos. Surge del proceso que hicimos de febrero a junio del año pasado. Mediante los talleres que dinamizamos, redescubrieron los derechos, los interiorizaron y se organizaron para dar forma a campañas para darlos a conocer a otros niños y niñas y a sus profesores.
Les pedimos que de las actividades que habían organizado, eligiesen la que era más significativa y le diesen forma de ficha para que otros chicos la conociesen. Esta es la finalidad de la guía. La recopilación de las dinámicas estrellas que priorizaron. Algunas son la copia de las que ellos vivieron y, otras están versionadas o redescubiertas.
El otro material, la caja formativa es un material que organizamos para acompañar la capacitación adulta en el reconocimiento del niño y la niña como ciudadano. Para hacer una participación más allá de la consulta y para ampliar los espacios relacionales más dialógicos, deliberativos, colaborativos… Que sean inclusivos y que faciliten que chicos y chicas tomen decisiones.
Cada taller es una cápsula teórica breve, para después poner recursos y dinámicas que pueden hacer con los chicos y las chicas. Pero también como claustro, para pensarse.
Hemos hecho una formación con los equipos docentes de las escuelas para que revisasen en su escuela cómo es la participación, cómo la entienden, cómo ven al chico y la chica, cómo lo reconocen. Y cómo, desde ahí, ofrecen y amplían los espacios de deliberación.
También imaginarnos y pararnos a pensar como adultos cuáles son esos espacios que generamos, que damos. Cómo son esos espacios alrededor de los chicos y las chicas.
Hay un gran eje para nosotros. En función de cómo te reconozca así me relacionaré. Si yo te veo como una persona que no sabe, que no puede, te voy a tratar así. Pero si descubro y veo que eres una persona ciudadana presente, con capacidades y habilidades que puedes hacer cosas, te implico en proyectos. Estás participando y aprendiendo a participar. Si solo te instruyo en participación, pospongo el ejercicio auténtico, real, no impostado.
Y la exclusiva. El proyecto tiene un eje de trabajo de derechos, de fomento de los derechos entre iguales y de codiseño de plataformas. Chicos y chicas han hecho su proceso de codiseño que ahora estamos reelaborando conjuntamente. Y junto con la editorial Naono estamos haciendo un libro que permita a cualquier grupo de chicos y chicas hacer un proceso similar al que han hecho ahora.
Será un cuento, un material cercano a través del cual pueden ver los pasos que han seguido estos grupos para elaborar su plataforma. Tuvimos un encuentro en Barcelona con 46 chicos y chicas de estas plataformas donde nos dieron pistas de cómo había sido su proceso, cómo la habían dado forma. Y cada plataforma va a contar un paso.
Habitualmente se busca el resultado y se olvida el proceso.
El resultado está en el proceso. El resultado es percibir que ese viaje que hacemos juntos nos está cambiando y el cambio es darse cuenta de adónde hemos llegado. Quién nos iba a decir a nosotros que íbamos a escribir un libro.
Una de las cosas que alimentamos es que esos poderes que los adultos tenemos que perder tienen que ver con reconocer que chicas y chicos son autores de cambios. Y esa magia es que ellos descubren que tú les tratas con esa capacidad de hacer y que confías en su hacer, que no es impostado.