El debate está servido en Murcia. Desde la Comunidad Autónoma, López-Miras se pronuncia e informa sobre la medida de prohibir el uso de pantallas para el aprendizaje de las asignaturas instrumentales de lengua y matemáticas.
Aunque pioneros en España, otros países de la Unión Europea ya han reculado en lo que parecían apuestas punteras para los sistemas educativos. De hecho, este mes se cumple un año desde que Suecia paralizara la digitalización de las aulas con el objetivo de revisar su Plan de Digitalización para mejorar la comprensión lectora de los estudiantes escandinavos. La medida se precipitó tras publicarse los resultados del Informe PIRLS 2021, que evalúa la comprensión lectora de los estudiantes y que, en el caso sueco, reflejó un claro retroceso.
El debate generado en torno a esta medida se divide en distintos ejes. El primero de ellos está relacionado con el desembolso económico que supuso para las arcas de la Región la digitalización de los centros escolares. El segundo, atañe al cuerpo docente, para el cual, la irrupción de las pantallas en sus aulas supuso un esfuerzo formativo adicional y ha requerido de un aprendizaje súbito para responder a las nuevas demandas de su función docente.
Como investigadora del área, cuando me detengo a pensar en los pros y contras del uso de la tecnología en las aulas, mi principal preocupación radica en las implicaciones para el proceso de enseñanza-aprendizaje, y me asalta esta pregunta ¿no deberíamos dejar fuera de la ecuación aspectos económicos y decidir en pro del rendimiento académico del alumnado?
El uso de pantallas en la infancia, tanto como forma de ocio como, como recurso educativo, se ha convertido en una preocupación educativa y social que genera polarización. En nuestro país, según el informe de UNICEF (Andrade et al., 2021) los dispositivos electrónicos son la primera actividad de ocio de los menores, además de la principal herramienta a la hora de relacionarse y comunicarse. A lo largo de la literatura científica, el uso extendido de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación como forma de ocio en la infancia y la adolescencia, se ha relacionado con diferentes problemáticas tales como, problemas de sueño (Martinez-Pastor et al., 2019), fatiga visual (Parra-Reyes, 2018), ciberbullying (González-Cabrera et al., 2020), dismorfia corporal (Vidal-Camacho et al., 2023), estrés (Díaz-López et al., 2020), ansiedad y depresión (Andrade et al., 2021) y el descenso del rendimiento académico (Díaz-López et al., 2021; Adelantado-Renau et al., 2010). Además, otros estudios han señalado que varias horas diarias frente a las pantallas provocan problemas entre la población más joven, a la hora de mantenerse concentrados en tareas que requieren dedicación y atención sostenida en el tiempo y más del 50% de los estudiantes considera que dedicaría más tiempo al estudio si no tuviera acceso continuo a las tecnologías. Además, aquellos menores con una mayor limitación horaria de acceso a Internet presentaron un mayor rendimiento académico (Díaz-López et al., 2021).
Sin embargo, el estado de la cuestión es diverso cuando nos centramos en el uso de los dispositivos como herramienta para el aprendizaje en el aula. Lo cierto es que no es sencillo responder a la cuestión de pantallas si o pantallas no como recurso para el aprendizaje. En este sentido, atendiendo a la evidencia científica más reciente y de mayor impacto de nuestro país, el uso de dispositivos electrónicos en el proceso de enseñanza aprendizaje presenta múltiples ventajas, que hacen más atractivo el día a día de los escolares, como un aumento de la motivación de los estudiantes, mayor participación en clase y el desarrollo de habilidades digitales, pero también entraña ciertos riesgos como que promueve la individualización de la enseñanza, en detrimento de la cooperación y la colaboración, y puede funcionar como un elemento distractor acarreando problemas de atención y concentración (Ricoy y Sánchez-Martínez, 2020). Además, no se observa una mejora significativa de las calificaciones en comparación con los alumnos no participantes en aulas digitales (Loza Arenas et al., 2017).
Es importante recordar que esta medida política no parece pretender demonizar la tecnología ni eliminarla del elenco de herramientas de los estudiantes de Educación Primaria de La Región. Solo apunta a la necesidad de dar un paso atrás en la completa digitalización de las áreas instrumentales de lengua y matemáticas. El porqué de estas asignaturas y no otras tiene una explicación. En cuanto a la asignatura de lengua, investigaciones recientes sugieren que el uso de tabletas puede no ser tan beneficioso como se creía inicialmente, especialmente en términos de comprensión lectora y habilidades de escritura (Salmerón et al., 2022). La escritura manual no se trata solo de ser capaz de dibujar los grafemas, sino que envuelve el desarrollo de la psicomotricidad fina, la retención y comprensión de la información, y la estimulación de un pensamiento crítico más profundo. Sin embargo, en el área de matemáticas, la evidencia científica es escasa y los resultados son mixtos, así, un estudio de metaanálisis concluyó que las tecnologías utilizadas en la enseñanza de las matemáticas en la escuela primaria tienen un pequeño efecto positivo en el rendimiento matemático de los estudiantes (Svela et al., 2019). Mientras que, otros estudios apuntan a que para que las tablets sean efectivas en la enseñanza de matemáticas, es crucial que se integren de manera estratégica y que se utilicen como complemento a los métodos tradicionales de enseñanza, no como un reemplazo completo.
Pese al sustento empírico de la propuesta, se ha de recordar que la tecnología per se no conlleva a un descenso del rendimiento académico, sino el uso que se hace de ella y la finalidad con la que se emplea. Así, la eficacia o el éxito del uso de TIC en el aula está mediado por diferentes variables tales como el grado de formación del profesorado en herramientas digitales, la correcta y justificada selección de los recursos digitales (Apps, videos, juegos…), la coherencia entre los contenidos del currículum y las actividades desarrolladas con las tablets y el nivel de competencia digital de los progenitores de cara a poder ayudar a solventar dudas as sus hijos/as, entre otros.
En esta tesitura, no se puede ni se debe afirmar categóricamente que el uso de las tablets empeore el rendimiento académico, sin embargo, dada la variabilidad de evidencias en ambas direcciones, parece que la balanza se inclina hacia la pertinencia del uso de las tablets como complemento motivacional extra en la enseñanza de estas materias, y no como la única herramienta para su estudio.
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Estoy de acuerdo con el artículo. El desaroyo y capacidad de la persona debe desarrollarse con la mente y a posteriori con los emas medios