Cuando la escritora argentina Dolores Reyes leyó en redes sociales publicaciones del Gobierno del ultraderechista Javier Milei atacando su novela Cometierra, que trata el feminicidio y la búsqueda de víctimas de violencia machista, sintió “mucho miedo y luego pánico”. Los mensajes de la vicepresidenta argentina, Victoria Villarruel, se sumaban así a la campaña «¡Con los chicos no!», impulsada por privados para desprestigiar la obra de Reyes y de otras tres escritoras por supuestamente “sexualizar” a los y las menores.
Dos fundaciones, vinculadas a la extrema derecha gobernante, solicitaron a la Justicia argentina la retirada de los cuatro libros de las escuelas de Buenos Aires por considerarlos «pornográficos», y abrieron la veda a una fuerte ola de ataques, insultos y amenazas en contra de sus autoras. Además, denunciaron a Alberto Sileoni, ministro de Educación del gobierno progresista bonaerense, por los presuntos delitos de corrupción de menores, difusión de material pornográfico a menores y abuso de autoridad.
Cometierra fue la obra debut de Reyes, en 2019. Ha sido traducida a 15 idiomas y fue aclamada por el New York Times como uno de los mejores libros de ese año.
Reyes, que además de escritora es docente y trabaja en la secretaría de una escuela, relata la censura vivida como un ejemplo de la arremetida ultra de la Casa Rosada contra la cultura, y denuncia el desarme de la Educación y los retrocesos sociales que ha dejado el primer año de Gobierno de Milei.
Ha pasado varias semanas desde que estalló la polémica en redes. ¿Sigue recibiendo amenazas e insultos?
Todavía hay algunas, pero nada que ver con lo que fue en noviembre. Me insultaron diciéndome desde “pedófila” hasta “corruptora de menores”. Se hicieron campañas digitales instalando este tema. Desde el Gobierno citaron sobre todo Cometierra y lo citaron mal, ni siquiera lo habían leído. La vicepresidenta, Victoria Villarruel, atribuyó a Cometierra una de las citas de forma equivocada, no tenía ni la menor idea. Y así youtubers, formadores de opinión y periodistas que tampoco habían leído el libro repitieron y repitieron esos fragmentos hasta el cansancio.
¿Qué sintió cuando vio publicaciones en su contra por parte de altas autoridades en redes sociales?
Los primeros diez días fue mucho miedo y luego pánico. Muchas agresiones y muchas amenazas, porque esos tiran el tweet y después se desentienden, pero después de ellos viene una patota digital financiada por sus propios sectores para atacarte de una forma impresionante, es una sensación de dilapidación digital muy fuerte.
¿Cómo has recibido la respuesta del mundo de la cultura argentina ante este ataque?
Un grupo de escritoras argentinas que nos solemos reunir para debatir en torno a diversas cuestiones planeamos una respuesta colectiva. En vez de estar dando entrevistas para defender los libros propios, que nos parecía un poco sin sentido, decidimos dar una respuesta colectiva que fue juntarnos en El Picadero, que es un teatro emblemático porque la dictadura (de Jorge Rafael Videla) le puso una bomba (1981), para justamente leer y escucharnos. Iba a ser algo íntimo, pero al final llegaron muchísimos escritores y, finalmente, la respuesta a la censura fue tal que el teatro se desbordó. Quedó gente en la calle porque había cuadras y cuadras de fila para entrar, de gente que venía a dar su apoyo. Fueron horas de leernos, de escucharnos, de reflexionar. Finalmente, el escritor Julián López terminó leyendo un documento colectivo, que se firmó en todo el mundo. Me pareció una respuesta interesante porque ponerse a debatir si un libro de literatura es o no pornografía es retrotraerse a la edad Victoriana.
Estas semanas también la han respaldado muchos seguidores y lectores. Después de cinco años, Cometierra de nuevo se convirtió, en noviembre, en best seller gracias a esta “contracampaña”.
Ese fenómeno se me escapa. Sé que hay mucha gente que lo hizo como una forma de apoyo; otros no sabían del libro y se enteraron de qué se trataba y les interesó. Fue una respuesta enorme y siguen siendo muy extraños los métodos con los que se quiere silenciar. En el fondo, eso despierta la curiosidad y hace que la gente quiera leerlo. Piensan por qué será que quieren censurar este libro.
La violencia de género es un foco de la novela y los adolescentes se identifican mucho con problemáticas muy actuales
¿Qué respuesta ha recibido de los lectores que han leído su libro?
Es la historia de una chica, apodada Cometierra, que pierde a su mamá y ahí descubre el don de la videncia comiendo tierra y en vez de usarlo para beneficio propio, lo ponen en funcionamiento de los demás. Hay una larga historia en Argentina y en toda Latinoamérica de desapariciones y de personas que se están buscando: en Argentina siempre estamos buscando, más allá incluso de los desaparecidos de la dictadura, que es imposible pensar en desapariciones sin pensar en ellos. Hay infinidad de desaparecidos en democracia, muchas son mujeres, chicas muy jóvenes. Hay gente que desde hace décadas están buscando un ser querido, una amiga de infancia o de la adolescencia, pero no hay respuesta, no se toman las denuncias, no se investiga. Esa impunidad es espantosa, pero también genera empatía. La violencia de género es un foco de la novela y los adolescentes se identifican mucho con problemáticas muy actuales. Además, en Cometierra hay ciertos universales, como el cuidado entre hermanos. No es una novela panfletaria. Pone en el centro un personaje muy precarizado y muestra su vida cotidiana (sus amigos, sus amores, su relación con el mundo), eso lo dice todo porque, desafortunadamente, vivimos en un mundo de mucha desigualdad, sobre todo, en Latinoamérica.
Con este nuevo gobierno ultraderechista y su arremetida contra la cultura, ¿teme que Argentina, con una de las capitales con más librerías del mundo, siga el camino de Estados Unidos, donde en 2023 se censuraron 4.000 libros, según la American Library Association?
Sí, el temor está. Es muy coincidente la necesidad imperiosa que tienen de sacar los libros de la mano de sus lectores. Me sorprendí muchísimo de la cantidad de libros censurados y prohibidos que hay en Estados Unidos año a año. Incluso se hacen festivales de lectura de libros baneados. Es algo impresionante. Creo que también por eso se produjo la enorme respuesta de apoyo social y cultural a Cometierra. No queremos eso en Argentina.
¿Por qué cree que incomoda tanto tu figura?
Es muy llamativo que todas seamos escritoras mujeres. Sobre mí, no me sorprende el ensañamiento que genera la voz de Cometierra, la voz de una chica para ellos marginal. Tanto odio y tanta bronca en su contra genera su propio relato de la historia. Imagínense las chicas reales que, justamente, las matan con esa saña y las violentan incluso después de muertas.
Me sorprendí muchísimo de la cantidad de libros censurados y prohibidos que hay en Estados Unidos año a año. Incluso se hacen festivales de lectura de libros baneados
¿Qué balance hace del primer año de gobierno de Milei en materia cultural?
Es un ataque generalizado a la cultura muy claro. Cultura y Educación han sido degradados a nivel nacional, ya ni siquiera son ministerios y ahí te das cuenta del desinterés que tienen en esas áreas. Se está atacando constantemente al mundo del cine, difamando acerca de la financiación de películas. Se ataca a cantantes pop como si fueran enemigas íntimas; es muy extraño. Lo que me tocó vivir a mí, que un presidente o vicepresidente, es decir, lo más alto del poder estatal, ataque a una ciudadana no lo habíamos visto nunca en Argentina, al menos en democracia. Y ataca a todos los ámbitos de la cultura: música, cine, arte, escritura. Es un ataque muy fuerte de este Gobierno a las condiciones de vida populares.
Hay un ataque a la escuela pública, un intento de que los docentes trabajen atemorizados, y un empobrecimiento general del sistema educativo, sobre todo de los salarios
¿Y en el ámbito educativo?
Es terrible. Las universidades están en crisis por desfinanciamiento. Milei mira todo con ojos de mercado y de negocio. Hay un ataque a la escuela pública, un intento de que los docentes trabajen atemorizados, y un empobrecimiento general del sistema educativo, sobre todo de los salarios. La pobreza es infernal, ha crecido mucho, y –desafortunadamente– muchos de esos nuevos pobres son docentes. Ni hablar de los alumnos adolescentes que recibimos en las escuelas, que realmente lo están pasando muy mal económicamente.
¿Qué estrategias están articulando para hacer frente a estos discursos de odio y a la censura cultural del Gobierno?
Nos empezamos a juntar y a debatir, no solo con gente de Argentina, sino a nivel internacional. La respuesta de ferias, universidades y de escritores de afuera fue muy importante y, de alguna forma, se sembró algo ahí. Estamos trabajando a largo plazo y empezando a pensar en temas que hace unos años no existían.