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El martes 10 de diciembre de 2024, se celebró el «Día de Recuerdo y Homenaje a todas las víctimas del golpe militar, la Guerra y la Dictadura», «un acto que honra a muchas vidas anónimas sepultadas bajo una losa de indiferencia imperdonable y trata de saldar la deuda de gratitud con quienes se comprometieron con una España libre y democrática», tal y como se indica en su convocatoria. Durante el evento, el presidente del Gobierno de España anunciaba que va a impulsar, con una serie de actos y a lo largo de 2025, la conmemoración de los cincuenta años de España en libertad, al cumplirse cinco décadas de la muerte del dictador Francisco Franco y el inicio de la Transición española a la democracia. Con esta efeméride se pretende «poner en valor la modernización y la gran transformación lograda en este medio siglo de democracia, y homenajear a todas las personas y colectivos que lo han hecho posible», explicó el presidente, «un tiempo en el que nuestro país pasó de ser una dictadura, pobre y aislada, a una de las democracias más avanzadas del mundo. Una economía moderna, abierta y sostenible, una sociedad tolerante e inclusiva, y una potencia internacional, comprometida con el multilateralismo, el europeísmo y la paz“.
En su discurso de presentación, el Dr. Pedro Sánchez recordaba lo siguiente: «Suele decirse que la historia la escriben los vencedores. Y a esa labor, la de escribir la historia a su antojo, se entregó a fondo, muy a fondo, el régimen nacido del golpe de Estado de julio de 1936. La dictadura levantó grandes mausoleos para honrar su triunfo, también para humillar a los derrotados, en muchos casos con mano de obra esclava. Renombró calles y plazas de toda España para perpetuar la memoria de los vencedores. También prohibió libros, obras de teatro, películas y adoctrinó a generaciones enteras de españoles y españolas para defender lo indefendible, y es que aquel golpe de Estado, aquella terrible guerra, aquella terrible dictadura, era no solamente un acto lícito, sino una especie de mal necesario. Pero, sobre todo, el franquismo se afanó en borrar el recuerdo de esa España que reclamaba para sí el progreso, la democracia, la libertad que veía en otros muchos países de Europa. Una España que fue condenada, como se ha dicho aquí, al exilio, a la muerte civil en vida y, en cierto modo, al olvido durante muchos años».
La elección de la fecha escogida para dicho evento y su singular anuncio tiene una gran carga simbólica: es el «Día de los Derechos Humanos». La Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH) fue proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París, el 10 de diciembre de 1948 y establecía, por primera vez, los derechos humanos fundamentales que deben protegerse en el mundo entero. Este documento histórico consagra los derechos inalienables que toda persona tiene como ser humano, independientemente de su raza, color, religión, sexo, idioma, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.
Según las Naciones Unidos, la Declaración se constituye como «una norma común de logros para todos los pueblos y todas las naciones, un proyecto global para leyes y políticas internacionales, nacionales y locales y un pilar esencial de la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible». En su preámbulo, se presenta como «un ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse, a fin de que tanto los individuos como las instituciones, inspirándose constantemente en ella, promuevan, mediante la enseñanza y la educación, el respeto a estos derechos y libertades». Disponible en más de 577 lenguas, desde el abjasio hasta el zulú, es el documento más traducido en todo el mundo.
Es en este contexto que la memoria histórica es un derecho de toda la ciudadanía, en especial cuando es necesario reescribirla de forma objetiva y científica, para que el recuerdo sea una parte fundamental de nuestro presente y nuestro futuro. Los instrumentos pedagógicos para divulgar los resultados de las diferentes investigaciones pueden ser variados: documentales, películas de ficción, obras de teatro, novelas, ensayos y, también, cómics. El potencial visual de la historieta se convierte en un gran aliado de la divulgación, con una gran capacidad didáctica para relatar diferentes momentos de la historia. Y esa fue la elección de un autor malagueño que ha destacado especialmente por su obra a lo largo de su carrera: el dibujante y guionista José Pablo García.
García es autor, entre otras obras, de los cómics La guerra civil española (2016) y La muerte de Guernika (2017), las dos publicadas por el sello Debate del Grupo Editorial Penguin Random House, el segundo título también disponible en catalán publicado por la Editorial Base. Las dos adaptan los ensayos homónimos del historiador Dr. Paul Preston, catedrático emérito de historia internacional en la London School of Economics, uno de los principales hispanistas británicos dedicados al estudio de la historia reciente española. De la colaboración entre los dos autores, en noviembre de 2024 se ha publicado Franco (versión gráfica), publicado también por el sello Debate, que adapta el célebre ensayo Franco, Caudillo de España (Franco: A Biography, 1993), del que en febrero de 2025 se publica una nueva edición coincidiendo con el cincuentenario del fallecimiento del dictador, con un nuevo prólogo de Preston.
Curiosamente, no es el primer cómic sobre Franco. En 1969, la Editorial Rollán publicó Soldado invicto, realizado por varios autores no acreditados en el mismo, que era la biografía de Francisco Franco Bahamonde (1892-1975), realizada con motivo del trigésimo aniversario de la finalización de la Guerra Civil, dibujada y guionizada con un cierto aire hagiográfico. En otras palabras: era una biografía excesivamente elogiosa.
José Pablo García, en cambio, realiza una aportación actual y objetiva, basándose en un ensayo considerado de los mejores trabajos biográficos de Franco, utilizando, además, algunos fragmentos de otras obras de Preston, también fundamentales en el relato, como es Palomas de guerra (Doves of War, 2002), en especial el capítulo dedicado a Carmen Polo (1900-1988), que fue una persona de una gran influencia en la vida del dictador. El cómic, de 192 páginas, condensa de forma magistral las más de mil del ensayo que adapta, empleando el recurso visual para suplir con creces la reducción del texto explicativo, el suficiente para que el lector comprenda las decisiones tomadas por el protagonista de la historia y el contexto histórico en que se producían. En las imágenes queda manifiesto esa contradicción que destaca siempre Preston sobre los valores y austeridad que proclamaba Franco, mientras se enriquecía gracias a una corrupción generalizada del régimen que le sirvió para amasar una gran fortuna, mientras su ambición se sustentaba sobre un régimen totalitario y recriminador.
Con similar inquietud, la de divulgar nuestra memoria histórica, Norma Editorial publicó en mayo de 2024 el cómic ¡Muera la inteligencia!, del guionista salmantino Jorge García y el dibujante barcelonés Gustavo Rico, un dúo creativo que ya llevan varios lustros trabajando conjuntamente. En esta ocasión, la obra está dedicada a la biografía del militar español José Millán Terreros (1879-1954), conocido como José Millán-Astray al adoptar los apellidos de su padre, y recordado especialmente por ser el impulsor de la Legión Española, creada el 28 de enero de 1920, llamada inicialmente el Tercio de Extranjeros en su fundación, creada a imagen de Légion étrangère francesa [Legión extranjera], establecida en 1831, soldados de infantería entrenados para el conflicto bélico, de una procedencia muy heterogénea.
Millán-Astray fue condecorado en varias ocasiones por sus victorias militares y por sus heridas, algunas muy graves y por las que ha quedado identificado visualmente, como la herida de bala en su pecho, la amputación de su brazo izquierdo por culpa de una grave herida o el disparo que le atravesó el cráneo, destrozándole la mandíbula, ocasionándole la pérdida de su ojo izquierdo, que taparía a partir de ese momento con un parche. También fue una persona próxima al rey Alfonso XIII y, posteriormente, a Franco, lo que le permitió seguir en puestos relevantes del ejército y del movimiento, a pesar de sus heridas (que, a cualquier otra persona, le hubiera provocado la baja del servicio activo).
Jorge García es historiador, aunque ejerce de guionista y ensayista, pero su formación ha sido básica para realizar el texto de la biografía basándose en numerosos libros consultados, algunos de ellos registrados en la última hoja del cómic, a modo de bibliografía. Las 108 páginas del cómic son un recorrido por la historia del país desde finales del siglo XIX, empezando por el trabajo y tribulaciones de su padre, que llegó a ser Director de prisiones en 1881 después de dirigir varios centros penitenciarios del país, incluido el de la capital, y ascendido a Jefe de Resguardo en el Servicio de Aduanas en Cuba en 1894, en un momento muy convulso de las colonias españolas, antes de su regreso a la capital, donde asumiría el cargo de director de la cárcel Modelo de Madrid en 1902, recuperando su anterior responsabilidad, y restituyendo moralmente todas las penurias vividas tras ser acusado años atrás de participar en un asesinato.
Gustavo Rico emplea tres colores en su propuesta: blanco, negro y rojo, un color que le permite enfatizar algunas viñetas o parte de ellas, incluso algunos textos, ilustrando las páginas con un estilo documental y fotográfico, realizando en ocasiones un collage a partir de fotografías reales (no existen grabaciones sonoras de José Millán-Astray pero sí numerosas fotografías en diferentes instantes de su vida). El cómic, también en este caso, realiza un recorrido por la historia del país que sirve para contextualizar la formación del carácter del militar, buscando la complicidad del lector que comprenderá, a partir de la información facilitada, la evolución del personaje, en especial en la carrera militar, donde los ascensos se producían de forma más generosa en situaciones de conflicto.
El cómic rememora el célebre enfrentamiento ocurrido el lunes 12 de octubre de 1936 en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, cuando presidía el acto Carmen Polo en representación de su marido, Francisco Franco, que no pudo asistir por motivos de agenda. El discurso del que era en ese instante rector de la universidad, el profesor y escritor Miguel de Unamuno (1864-1936), fue notablemente crítico con el alzamiento, que inicialmente había acogido con entusiasmo, pero que se mostraba ahora contrariado por la evolución de la contienda. Se le atribuye la famosa frase «Venceréis, pero no convenceréis» en medio de un discurso crítico que no se conoce con detalle debido, precisamente, a la censura franquista.
García y Rico recuperan en el cómic parte del artículo publicado en 1941 por Luis Portillo, un texto que ha ayudado a alimentar la leyenda de ese encontronazo. El profesor Ignacio Serrano, presente en la sala, afirmó que las palabras de Unamuro causaron una gran indignación, y Millán-Astray tomó la palabra: «Fue un discurso espontáneo, habló en términos enérgicos diciendo que los catalanes morirán y los que pretendan enseñar teorías averiadas morirán también. Cerró la soflama con vivas y mueras, entre ellos un “Abajo la intelectualidad”, mientras que el tumulto resultante dio por finalizado el acto». En el cómic se recoge el dato de que, en 1970, el periódico El Alcázar reproducía una carta que Millán-Astray había escrito al dramaturgo Antonio Paso, en la que reconocía haber dicho la frase que ha quedado para la historia: «Si esto es la inteligencia, que muera la inteligencia».
En el prólogo del cómic, el guionista Jorge García explica que el 5 de noviembre de 2017, en El Periódico de Catalunya, la periodista Anna Abella publicaba una extensa entrevista sobre su última obra publicada en ese año. A la pregunta de si podía decir en qué nuevos cómics estaba trabajando comentó que estaba preparando el guion sobre la biografía de Millán-Astray (un orden de magnitud que da idea de los años de trabajo que hay detrás de un cómic de estas características, ya que se publicó siete años después). Esa noticia le sirvió al autor para recibir críticas por parte de la Plataforma Patriótica Millán Astray, amenazándolo de denunciarlo en los tribunales en el caso de que se realizara cualquier agravio contra el fundador de la Legión, una críticas, amenazas y advertencias a las que rápidamente se sumaron unos cuantos seguidores más en las redes sociales, y no con muy buenos modales.
Una agresividad y un seguimiento que, seguramente, tiene que ver con las propias palabras del personaje, al parecer, contrario a la inteligencia. Pero hay que tener en cuenta que son una amenazas que provienen de unas personas contemporáneas a nosotros, seguidores de alguien que murió hace siete décadas. Precisamente, el cómic comienza con unas páginas datadas el 3 de enero de 2017, cuando, en el cementerio de la Almudena, la Plataforma Patriótica Millán Astray realizó un homenaje en su tumba, un acto que alguno de los asistentes grabó en vídeo y subió a las redes sociales. Un vídeo que incluía los torpes cantos de los asistentes de El novio de la muerte (1921) y de El himno del Legionario (1936), y, a continuación, «el silencio dura poco, alguien lo rompe con un grito: “Don José Millán-Astray”, y la respuesta unánime de todos los asistentes, al grito de “Presente”», podemos leer en una viñeta, que recoge la escena del vídeo original.
Teniendo en cuenta algunas de las noticias y opiniones de los últimos años, las dos obras recomendadas, Franco, de José Pablo García y Paul Preston, y ¡Muera la inteligencia!, de Jorge García y Gustavo Rico, son dos lecturas apropiadas para todo tipo de personas que quieran conocer, con rigor histórico, una parte fundamental de nuestra historia reciente, tan reciente, que algunos todavía viven en ella a pesar del tiempo transcurrido, alardeando de su incultura o gracias a ella.