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«Todo el mundo desea saber, pero solo unospocosestán dispuestosapagarelprecio». (Décimo Junio Juvenal, Sátiras)
La palabra alumno procede del latín alere, es decir, alimentar. La etimología no es aquí mero capricho filológico, sino que contiene una verdad honda y ajustada, pues los procesos de aprendizaje pueden muy bien explicarse por medio de la analogía digestiva. El profesor Gustavo Bueno, en su libro ¿Qué es la filosofía?, empleaba la expresión “proceso funcional aplicativo” para designarlos, al identificarlos con procesos orgánicos destinados al desarrollo (alimentación, didáctica o escolar, en este caso), del individuo dentro del grupo según códigos comunes, los de las ciencias, letras y artes y, en general, de la racionalidad universal. Pues a pesar de la sempiterna crisis de la escuela y el magnetismo de pantallas y redes, en nuestros centros existen jóvenes estudiantes que necesitan complementos vitamínicos para su hambre de saber. Y los piden.
El programa de Bachillerato de Investigación que desde hace años se desarrolla en el Colegio Montserrat y, más recientemente, en Hipatia, ambos centros de FUHEM, pretende dar respuesta a la iniciativa, curiosidad y compromiso con el estudio de este alumnado sediento. El objetivo, sin olvidar la diversidad, es estimular su interés por el conocimiento y la indagación. Para ello se les da la oportunidad de emprender un estudio riguroso, una investigación sistemática y en profundidad sobre un tema de su elección que desarrollan a lo largo de su primer curso de bachillerato y del primer trimestre de segundo. El proceso culmina en la defensa oral que realizan ante tribunales conformados por personas expertas, en sesiones abiertas a alumnado, docentes y familias, que se retransmiten en directo a través de la página oficial del centro y quedan grabadas en su canal de video.
El programa les asigna un tutor para que les oriente en la investigación, les sugiera correcciones, les ofrezca referencias bibliográficas y les ponga en contacto con expertos, profesionales e instituciones externas. Además, se les proporcionan sesiones de formación y seguimiento hasta la entrega definitiva del trabajo en documento escrito y la preparación de su exposición y defensa oral.
El proceso está lleno de dificultades y obstáculos: designar a los tutores, que realizan una labor completamente desinteresada; encontrar tiempos para las tutorías y las reuniones formativas; sortear los problemas derivados de toda investigación; la laboriosa planificación de los calendarios y la formación de los tribunales de evaluación, que, al contar con personas expertas o profesionales externos, obliga a una compleja tarea de gestión y coordinación.
El hecho de que muchos de los tutores y expertos pertenezcan al ámbito universitario, convierte cada proyecto en una oportunidad única de colaboración entre la educación media y superior, con el fin de conseguir un aprendizaje más significativo. Una práctica que es muy poco habitual, como señalaron M. Huberman y N. Levinson: “No son muchas las situaciones en las que los investigadores se plantean apoyar a los centros en sus procesos de innovación y mejora y son contadas las circunstancias en las que los profesores de infantil, primaria o secundaria acuden a la universidad en busca de conocimientos en los que apoyar sus decisiones. Es, por tanto, deseable que la universidad y la escuela trabajen conjuntamente más de lo que lo hacen” (Revista de Educación, nº 286, 1988). Y nosotros podemos decir con orgullo que nuestros colegios son atendidos y cada vez la respuesta es más satisfactoria para ambas partes.
Tras la experiencia de estos años, la evaluación es, sin duda, positiva. Los inconvenientes que se presentan son inevitables, necesarios e, incluso, provechosos, pues son nutrientes que fortalecen la musculatura académica, cognitiva y conductual del alumnado. Incluso quienes no superan el proceso y abandonan por causas muy dispares experimentan un aprendizaje de gran valor, no sólo para sí, sino para el resto del grupo; y también para quienes colaboran como voluntarios en la organización de las defensas, para el centro en su conjunto y para el equipo docente.
Realizar una comparativa de sus conocimientos y capacidad de expresión escrita y oral antes de empezar el trabajo en el programa del Bachillerato de Investigación y después muestra suficientemente y, a veces, de modo sorprendente, los progresos y la madurez alcanzados a lo largo del proceso. Como es natural, no todos los trabajos y las ponencias orales son del mismo nivel, pero lo más destacable es que, en general, la calidad media tiende a subir, lo que nos invita a pensar que las mejoras en el programa son efectivas y que el aprendizaje de las promociones anteriores sirve para las siguientes, gracias tanto a las sesiones de formación conjuntas con alumnado de distintos cursos que transmiten sus experiencias a quienes comienzan su Bachillerato de Investigación, como por su asistencia a las defensas de sus compañeros. Podríamos decir que la alimentación didáctica mejora curso a curso gracias a las aportaciones a la dietética escolar ganadas por la experiencia y valoración de cada curso.
Es emocionante ver cómo el alumnado de cada edición se impacienta por tener toda la información relativa a su posible participación. Es muy alentador vivir y constatar cómo tantos prejuicios con respecto a la “dejadez” o “poco interés” de las nuevas generaciones se viene abajo.
No podemos olvidar que estos alumnos y alumnas se adentran en un trabajo voluntario que se suma a las exigencias de una nueva etapa, que es el Bachillerato. Un trabajo tan exigente como desconocido, ya que son muchos los desafíos. Desafíos propios de la adquisición del conocimiento del tema que investigan, pero también de la investigación en sí misma, ya que deben aprenderlo todo: dónde buscar la información, cómo citar las fuentes, relacionarse con instituciones, gestionar la frustración cuando las cosas no salen como esperan, encajar que no les contesten a los correos que escriben cuando quieren una entrevista y un largo etcétera.
El Bachillerato de Investigación es un programa pensado para impulsar y potenciar la curiosidad intelectual y el interés académico, científico e investigador del alumnado de bachillerato de nuestros centros y abrir espacios de estudio y formación poniéndoles en contacto con instituciones, profesionales y voces expertas capaces de enriquecer sus campos de investigación.
Con este programa, nuestros estudiantes deciden adoptar una actitud comprometida con el conocimiento y afrontar un desafío para el aprendizaje, asumiendo la responsabilidad de investigar de manera autónoma y yendo más allá de lo aprendido en el aula, exigiéndose a sí mismos al máximo, lo que multiplica sus posibilidades de crecimiento personal y académico por la adquisición de herramientas que les serán de enorme utilidad en su futuro académico, profesional y ciudadano.
Tras la participación en este proceso investigador, el alumnado puede presentarse a certámenes impulsados por las universidades, así como al Certamen Jóvenes Investigadores del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, en el que uno de los alumnos del Colegio Montserrat fue premiado por su trabajo Evaluación de la foto-identificación como herramienta para el seguimiento de poblaciones de anfibios. Este certamen promueve la investigación entre los jóvenes mediante la concesión de premios a trabajos realizados sobre investigaciones básicas o aplicadas, o prototipos relacionados con cualquiera de las áreas del currículo de la Enseñanza Secundaria, el Bachillerato y la Formación Profesional.
Nuestros alumnos del Bachillerato de Investigación muestran una heroicidad singular en la sociedad de la imagen compulsiva al empeñarse en estudiar a fondo por sí mismos, resistiéndose a las inercias del conformismo digital. Séneca decía: «Todo cuanto es verdad me pertenece». Ellos hacen suyo el conocimiento, que de por sí pertenece a todo el que se atreva a pagar el precio del estudio: Sapere aude!