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Con este texto de Jaume Carbonell queremos abrir un espacio de memoria en el que cada quien pueda aportar su historia o su conocimiento, vivido, escuchado, leído, sobre la escuela franquista ahora que se celebran 50 años del fallecimiento del dictador. Envíanos tu aportación a redaccion@eldiariodelaeducacion.com
Asistí a una escuela nacional de un barrio barcelonès en pleno franquismo, años 50. Marta Mata, la fundadora de Rosa Sensat, decía que la escuela en ningún momento de la historia habían avanzado tanto como durante la Segunda República -se refería, en concreto, a los grupos escolares de Barcelona de los que su madre era maestra y a los que ella asistió como alumna-. Al propio tiempo, jamás había retrocedido tanto como en el franquismo. Doy fe de ello. Tengo el testimonio directo de mi madre y de mi padre, estudiantes de la Escola Normal de la Generalitat, y he hablado con un montón de exalumnos de este y otros centros afines y he escrito más de un libro y unos cuantos artículos sobre la enseñanza en ambos períodos.
La dictadura franquista, desde el primer momento, desmanteló todas las instituciones, iniciativas y ensayos pedagógicos anteriores, prohibió las ideas y las prácticas pedagógicas más avanzadas y renovadores -tales como las de la Institución Libre de Enseñanza- . Las ideas laicas, liberales, autonomistas, anarquistas, socialistas, liberales o simplemente antifranquistas, fueron barridas de las aulas.
El magisterio público sufrió un severo proceso de depuración, el cuerpo funcionarial más afectado junto al de Correos y Telégrafos. “El magisterio, durante varias décadas y en todos sus grados ha sido influido y casi monopolizado por ideologías disolventes; hay que revisar total y profundamente el personal de instrucción pública, trámite previo a una reorganización radical y definitiva de la enseñanza”. Las ejecuciones, exilios y suspensiones de empleo y sueldo del profesorado, desde la enseñanza primaria hasta la universitaria, estuvieron al orden del día.
¿Conoces casos de maestras y maestros represaliados? ¿Qué consecuencias tuvo la represión en sus vidas personales y profesionales?
En la exposición que comisioné junto con una amiga titulada “Un segle d’escola a Barcelona (1900-2003)” , representábamos la escuela franquista mediante un túnel. En efecto, fueron años de oscuridad cultural y pedagógica, en los que los principios de la cruzada y del Movimiento que se alzó contra la legalidad democrática republicana, convertidos en pensamiento único, impedían la libertad de expresión y de pensamiento. Tiempos de autarquía y aislamiento económico, cultural y pedagógico.
¿Cómo se vivió este uniformismo ideológico? ¿Tenía fisuras? ¿Podría sortearse de alguna manera?
El pensamiento único de la doctrina del nacional catolicismo es una simbiosis de las aportaciones del fascismo y del falangismo, del ideario integrista de la Iglesia y del pensamiento reaccionario. El adoctrinamiento ideológico tenía dos manifestaciones especialmente llamativas: la educación patriótica y la educación religiosa ultraconservadora.
¿Qué valores, rituales y prácticas patriótico-religiosas te llaman más la atención?
Los conocimientos no se estudiaban en libros de texto para cada asignatura, esto llegó más adelante, sino que se condensaban en la voluminosa Enciclopedia Álvarez, de la que se vendieron 22 millones de ejemplares. La música de fondo , las esencias de la ideología de los vencedores. Mitos, gestas y leyendas donde la espada y la cruz marchaban juntos en el despojo colonial, en viejas y nuevas reconquistas.
¿Qué orientaciones generales y contenidos concretos marcaron más sustancianalmente la doctrina del nacional catolicismo condensada en esta enciclopedia?
La coeducación, otra de los logros más emblemáticos de la reforma republicana, fue suprimida. Centros de chicas y chicos separados, para evitar cualquier tipo de contacto. No solo eso. Hubo una ofensiva intensa y sistemática para reforzar los roles, estereotipos y prácticas sexistas en todos los ámbitos culturales y educativos, con ofertas diferenciadas en los planes de estudio. Y las expresiones de diversidad cultural estaban prohibidas y hasta penalizadas, como la homosexualidad. Y, obviamente, de educación sexual nada de nada.
¿Qué recuerdos y ejemplos podrías contar acerca de la educación sexista y la represión sexual?
Otro de los rasgos singulares de la educación franquista es el autoritarismo. Directores de centros de probada lealtad al régimen franquista impuestos por el Ministerio de Educación, ausencia de cualquier mecanismo de participación democrática por parte del profesorado y de la comunidad educativa y uso de métodos severos de castigo al alumnado, a causa de su comportamiento o simplemente por dar con la respuesta adecuada a una pregunta de cualquier materia o equivocarse en una operación. El manido tópico de “la letra con sangre entra” campó a sus anchas en estos tiempos.
¿Qué castigos fueron más temibles y habituales? ¿Hasta dónde llegaron? ¿Qué huellas dejaban en el alumnado?
Las oleadas inmigratorias hacia las grandes ciudades y, sobre todo, la falta de construcción de nuevos centros públicos provocó la masificación de las aulas, alarmante en algunos casos. En mi colegio llegamos a ser ochenta alumnos en el aula. ¿Qué trabajo en equipo, que acompañamiento docente, qué atención a la diversidad y qué tipo de innovaciones educativas podían llevarse a cabo en estas condiciones? Tampoco lo favorecía el espacio escolar, con la tarima docente separada de los pupitres inamovibles.
¿Qué métodos de enseñanza y qué estrategias docentes se usaban entonces para garantizar la gestión y el control del aula? ¿Hasta qué punto afectaba todo ello en la disminución de la calidad de la enseñanza?
Respecto al profesorado cabe mencionar los planes de estudio caducos en consonancia con la nula oferta de formación permanente. Por no hablar de sus condiciones salariales y de trabajo. Aquí resuena el conocido tópico: “Pasas más hambre que un maestro de escuela”. Muchos recurrían al pluriempleo. El mío, en concreto, trabajaba en una editorial, unas horas al mediodía y otras tardes al término de su jornada escolar, y los domingos redondeaba el sueldo con crónicas taurinas y futbolísticas.
¿Qué imágenes recuerdas de los maestros y maestras de esta época?
La falta de compromiso del Estado hacia la educación pública supuso que buena parte de la escolarización recayera en el sector privado, en especial en los centros religiosos. ¿Hasta qué punto se aplicó en ellos la doctrina del nacional catolicismo y otros pormenores de la educación franquista antes mencionados? ¿Partían de unos criterios comunes o tenían sus propias particularidades en función de las distintas órdenes religiosas?
Las manifestaciones más autoritarias e ideológicas del modelo educativo franquista se fueron suavizando con el paso del tiempo, en la década de los sesenta y más aún con la aprobación y aplicación de la Ley General de Educación en los años setenta, una reforma más netamente tecnocrática, asesorada por la UNESCO y por El Banco Mundial. La llamada Generación de la EGB vive ya otra escuela franquista. Hay otros datos que marcan este punto de inflexión: la enseñanza obligatoria se extiende de los 12 a los 14 años. En 1960 había un millón de niños sin escolarizar y las oportunidades de acceder a la enseñanza secundaria y universitaria eran muy selectivas, en buena parte reservadas a las clases sociales alta y media (pudientes), mientras que en la década siguiente el panorama mejora sustancialmente con la construcción de nuevas escuelas, institutos y universidades.
¿Qué procesos y ejemplos has vivido y conocido respecto a las oportunidades educativas que se cerraban y abrían en el transcurso de los años sesenta y setenta, hasta la muerte de Franco y la transición democrática?
Mi destino escolar cambió radicalmente al cursar el bachillerato superior en un centro privado integrado la resistencia catalana antifranquista, con docentes formados en la Segunda República. Nada que ver con mi escolaridad anterior, la noche y el día. Hubo otros centros de este estilo, no muchos, y poco accesible a las clases populares.
¿Tuviste la misma suerte de asistir a uno de estos centros alternativos al franquismo, o de encontrar un maestro o maestra que, por distintas circunstancias, os proporcionara otro tipo de formación?
Tras este breve recorrido por la educación franquista que cada persona ha vivido y sufrido de manera distinta y que requeriría muchos matices, llegamos al final con las últimas preguntas a título de conclusión, siempre abierta.
¿Qué aprendimos en la escuela franquista? ¿Qué dejamos de aprender? ¿Qué tuvimos que reaprender con nuevos esquemas? ¿A qué mecanismos y estrategias de compensación y supervivencia -familia, amistades, otras actividades…- recurrimos para que esta realidad escolar no condicionara tan negativamente nuestras vidas?
Montgat, 12 de enero de 2025.
Jaume Carbonell. Exdirector de “Cuadernos de Pedagogía” y asesor de Octedro editorial.