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El pasado 12 de febrero de 2025, Oriol Bartomeus, director del Institut de Ciències Polítiques i Socials (ICPS), presentaba el Sondeo de Opinión 2024, el número 35 de la serie, lo que permite comparar año a año la evolución de la opinión del electorado catalán desde 1989. En esta ocasión, el sondeo dedicaba un bloque entero de preguntas a testar la opinión sobre la democracia y la opinión que tienen los jóvenes. En el resumen del estudio se destacaban las principales conclusiones: «…la mayoría de las personas entrevistadas creen que la democracia está amenazada, y que las amenazas proceden sobre todo por las fake news, la extrema derecha y las desigualdades económicas. También muestra que el apoyo a la democracia es significativamente menor entre los más jóvenes, especialmente entre los hombres».
El Institut de Ciències Polítiques i Socials (ICPS) fue creado en 1988 por la Diputació de Barcelona y la Universitat Autònoma de Barcelona bajo la forma jurídica de consorcio. El ICPS es formalmente un instituto adscrito a la Universitat Autònoma de Barcelona, y tiene como propósito fomentar la investigación en Ciencia Política y, en general, en las ciencias sociales en Cataluña. Los datos del estudio reflejan la asincronía entre las políticas de los diferentes gobiernos en los últimos lustros y la realidad de las necesidades de la sociedad, en especial la de los jóvenes. Aun así, algunas de las respuestas sorprenden por su contundencia. En concreto, especialmente las realizadas a la pregunta sobre el sistema político preferido, donde el 16,4% de los hombres entre 18 y 24 años respondía «en algunes circunstancias un régimen autoritario, una dictadura, puede ser preferible al sistema democrático», y un 20% más contestaba que «a la gente como yo le es igual un régimen que otro». Este 36,4% acumulado se reducía ligeramente en el resto de las franjas de edad a menos del 16%, y en el caso de las mujeres, el porcentaje acumulado de las dos respuestas es de 26,9% entre 18 y 24 años, y se reduce en un intervalo entre el 12% i el 19% para el resto de las edades.

El resultado es alarmante, aunque podía ser peor. A finales de enero de 2025, se estrenaba en el canal británico Channel 4 el documental Gen Z: Trends, Truth and Trust [Gen Z: Tendencias, Verdad y Confianza], en la que alertaba, entre otros temas sobre la generación Z, de la creciente divergencia de género, la gran incertidumbre existente sobre en quién y en qué confiar, y en la desconexión democrática: más de la mitad de los jóvenes entre 13 y 27 años (en concreto, el 52%) piensa que «el Reino Unido sería un lugar mejor si un líder fuerte estuviera a cargo y no tuviera que preocuparse por el parlamento y las elecciones», y un tercio (en concreto, el 33%) cree que «el Reino Unido sería un lugar mejor si el ejército estuviera a cargo».
El azar (bueno, y un calendario nacional de estrenos peculiar respecto a las fechas internacionales), ha ocasionado que coincidan en las salas de cine españolas dos películas que tienen un cierto paralelismo, las dos basadas en novelas escritas por los hijos de las protagonistas de las historias, relatos que tienen un denominador en común: las consecuencias de vivir en una dictadura. La primera de las películas estrenadas es la brasileña Aún estoy aquí (Ainda Estou Aquí, 2024), dirigida por Walter Salles, e interpretada por Fernanda Torres y Selton Mello, basada en el libro homónimo escrito en 2015 por Marcelo Rubens Paiva, el hijo pequeño de los protagonistas (el cuarto de cinco hermanos). La historia recupera el caso real del secuestro y posterior asesinato del padre de familia por parte de los militares, en 1971.

Marcelo apenas tenía once años cuando unos militares irrumpieron en el domicilio familiar en Rio de Janeiro y se llevaron a su padre, Rubens Paiva (1929-1971), un ingeniero civil que había sido congresista en la Cámara de Diputados y que se opuso a la dictadura militar que azotó Brasil entre 1964 y 1985. En la película observamos como su padre colaboraba en la clandestinidad con organizaciones contrarias al régimen, lo que le llevó a su detención ilegal a finales de enero de 1971 y a su posterior desaparición. La Comisión Nacional de la Verdad confirmó el asesinato de Paiva cuarenta años después, reconociendo que su cadáver había sido arrojado al mar al cabo de dos años después de su asesinato, que en realidad se había producido pocos días después de su detención, se intuye que por un intento de sus captores y asesinos de eliminar posibles pruebas incriminatorias. A pesar de que ya en pleno siglo XXI se identificaron a los asesinos, estos nunca fueron juzgados ni condenados (algunos todavía están vivos y en libertad).
La actriz Fernanda Torres interpreta el papel de Eunice Paiva (1929-2018), en un papel con el que ha ganado el Premio Globo de Oro a la Mejor Actriz de Drama y ha conseguido una nominación como mejor actriz en los Premios Oscar 2025, en el que la película ha ganado el Premio a Mejor película de habla no inglesa representando a Brasil. Madre de cinco hijos, Eunice Paiva fue detenida también junto a su hija adolescente (probablemente como medida de coacción) a los pocos días de llevarse a su marido, cuando probablemente ya estaba muerto. Fue torturada durante casi dos semanas antes de dejarla en libertad mientras los militares negaban cualquier relación con su marido, a pesar de que ella misma había visto en el parking donde la retenían el coche de su marido. Más tarde, a través de testimonios de amigos también torturados que afortunadamente sobrevivieron, pudo saber de primera mano el fatal desenlace de su marido, aunque sin la posibilidad de poder confirmar exactamente lo que había sucedido realmente. Tuvieron que pasar cuarenta años.

Cuando las circunstancias confirmaron el trágico desenlace, Eunice Paiva decidió volver a Sao Paulo a una vida más modesta y cercana a su familia, y se matriculó en la Facultad de Derecho, donde se graduó a los cuarenta y ocho años, convirtiéndose en una abogada y activista destacada del movimiento contra la dictadura militar en Brasil, ayudando a las víctimas de la represión política y a sus familiares. Durante los gobiernos militares se cometieron numerosas violaciones de los derechos humanos, además de eliminar la libertad de prensa y reprimir severamente la oposición política, con numerosos casos reconocidos de detenciones ilegales, torturas y asesinatos, una gran mayoría con la desaparición de los cuerpos. Una dictadura militar que contó con asistencia logística y económica del gobierno de los Estados Unidos a través del Plan Cóndor (véase el artículo Cuando a los golpistas no les gusta la música que suena).
Walter Salles es el director también de la mítica película Estación central de Brasil (Central do Brasil, 1998), protagonizada por la sublime Fernanda Montenegro, madre de la actriz Fernanda Torres, que aparece fugazmente en la película Aún estoy aquí interpretando a la protagonista ya a una edad avanzada y después de quince años luchando con la enfermedad de Alzheimer. Un entrañable homenaje simbólico para una generación que sufrió una dictadura militar en su propia piel, algo que algunos jóvenes parecen añorar, como si algo les garantizara que no les pasaría nada a ellos.
Salles utiliza un recurso muy visual y cotidiano en la intimidad de los hogares, como son las fotografías familiares en la época analógica, donde las instantáneas eran únicas y singulares, y no se descubrían hasta su futuro revelado químico. La recreación de cómo se realizaron esas imágenes dota de una pátina de verosimilitud y credibilidad apabullante, humanizando el discurso y sorprendiendo al espectador al contemplar al final de la película las fotos ficcionadas con las fotos reales de la familia. Un ejemplo abrumador del poder de la imagen en general y de la fotografía en particular.

El azar ha hecho coincidir esta película con el estreno en las salas de cine de Lee Miller (Lee, 2023), dirigida por Ellen Kuras, e interpretada por Kate Winslet, basada en el libro Las vidas de Lee Miller (The Lives of Lee Miller, 1988), de Antony Penrose, que acaba de editar en castellano la editorial Blume, que también ha publicado el recopilatorio Lee Miller. Fotografías, con las cien fotografías más destacadas de la autora, una selección realizada por su hijo con prólogo de Kate Winslet.
Penrose es un fotógrafo británico hijo del artista Sir Roland Penrose (1900-1984) y de la modelo, fotógrafa y fotoperiodista estadounidense Lee Miller (1907-1977). Desde hace años, tanto él como su hija se han dedicado a divulgar la obra de Miller con charlas, publicaciones y exposiciones (es posible visitar una parte de su trabajo actualmente en el centro de fotografía FotoNostrum de Barcelona, donde asistieron los dos a la inauguración el pasado 16 de enero). Con el estreno de la película, una producción que ha estado casi una década gestándose, se asegura llegar a un público mayoritario que quedará fascinado por la determinación y talento de Miller y su emblemático legado.

La película se centra en la década más interesante de su vida, comprendida entre los años 1938 y 1948, cuando se encuentra por primera vez con su futuro marido, galerista de arte, en su estancia en Francia, donde se codeaba con artistas que había conocido cuando estuvo trabajando como modelo, antes de dedicarse a la fotografía de moda. Ya juntos, la pareja decide regresar a Londres donde él tiene la residencia y desde donde siguen las temidas noticias que provienen del centro de Europa, tras el avance nazi hacia el oeste. En la película veremos a Miller, magistralmente interpretada por Winslet, proponiendo a la revista Vogue para la que trabajaba que se debería centrar en dar noticias a las lectoras sobre lo que realmente estaba aconteciendo en la guerra. Y su propuesta era inaudita: ser ella misma corresponsal de guerra.
La propuesta era tan sorprendente que el ejército británico le denegó el permiso como corresponsal de guerra por ser mujer… hasta que se percató de que ella no era británica, sino estadounidense. Lee Miller estuvo en el desembarco de Normandía, acompañó al ejército aliado hasta su llegada a París y, desde allí, pudo visitar los campos de exterminio nazi, en especial los de Buchenwald y Dachau, siendo sus fotografías claves en la denuncia de lo que se encontraron cuando se liberaron a los prisioneros. El impacto emocional que le supuso contemplar tal barbarie hizo que renegara de este trabajo y que nunca llegara a comentárselo a su hijo, que descubrió sus negativos y fotografías en el desván después de la muerte de su madre.

Las fotografías de guerra de Miller son poco convencionales, destacan cuando se recrea en los pequeños detalles cotidianos: bomberos, gente trabajando en las fábricas de munición, hombres y mujeres durmiendo en las estaciones de metro londinenses, ciudades y pueblos bombardeados, soldados charlando, enfermeras descansando, prisioneros fumando o heridos en los hospitales de campaña. Mítica es la fotografía de ella misma bañándose en la bañera del domicilio de Hitler, del que veremos en la película la prueba de que se llevó un recuerdo de esa peculiar visita.
Las pocas fotografías que aparecen en la película tienen un valor documental por sí mismas, pero también son artísticas teniendo en cuenta las circunstancias difíciles en que debía de trabajar. Esa composición sobria recogió el resultado de la barbarie de una dictadura que exterminó a millones de personas. Solo en los últimos días antes de la liberación de los campos del oeste, los nazis decidieron matar a 10.000 judíos aún sabiendo que el final de la guerra era inminente. Y hay que recordar que sus fotos se concibieron para ser publicadas en una revista dirigida mayoritariamente a mujeres.
El escritor brasileño Marcelo Rubens Paiva, hijo del represaliado ingeniero Rubens Paiva, lleva toda una vida postrado en una silla de ruedas después de que en 1979 saltara de cabeza a un lago poco profundo y se quebrara la columna, dejándolo tetrapléjico a los veinte años. Aun así, ha podido desarrollar una carrera como escritor, guionista y dramaturgo. Desde que publicó la novela en 2015 que ahora ha inspirado la exitosa película, no ha parado de recibir amenazas de los que algunos medios de comunicación denominarían como de «nostálgicos» de otras épocas. Con más educación y más memoria histórica quizás se consiga cambiar la tendencia de las estadísticas que ahora nos afligen sobre lo que opinan una parte importante de los jóvenes, y quizás descubran que vivir en una dictadura no es algo tan idílico como les han vendido.
