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En su primer ensayo publicado,Meditaciones del Quijote (1914), el filósofo José Ortega y Gasset (1883-1955), escribía su mítica frase que ha pasado a la posteridad: «Yo soy yo y mis circunstancias». Con este ensayo iniciaba su etapa como perspectivista, una doctrina filosófica que sostiene que toda percepción e ideación es subjetiva, lo que favorece que el individuo mire su realidad desde su verdad, que puede ser contradictoria respecto de la de los demás. Aunque la frase ha trascendido a la cultura popular, no siempre se interpreta de forma correcta, quizás, en parte, por ser incompleta en su representación popularizada. De hecho, el determinismo que parece indicar la frase en realidad refleja todo lo contrario.
Él mismo lo indica en unos párrafos más adelante cuando se pregunta: «¿Cuándo nos abriremos a la convicción de que el ser definitivo del mundo no es materia ni es alma —no es cosa alguna determinada—, sino una perspectiva?». Es entonces cuando el sentido de la popular sentencia se comprende mejor al leer el texto completo, que es el siguiente: «Yo soy yo y mis circunstancias, y si no la salvo a ella no me salvo yo». Si bien puede ser cierto que el constructo social, inventado o realizado, puede generar unas limitaciones, es en el momento en que le damos un significado a esas limitaciones y lo incorporamos a nuestra vida como parte de un medio entendido por mí, que es entonces cuando puedo salvar a esas circunstancias y, de rebote, me salvo a mí. Es decir, ya no vivo desde una inconsciencia o un silencio, sino que vivo desde la lucidez de qué puedo explicar por qué las cosas son así y cómo han sido para mí, lo que puede tener un significado y, consecuentemente, inducir a una salvación desde un punto de vista filosófico.

Además, Ortega y Gasset abogaba en su ensayo por la importancia de la cultura: «La cultura nos proporciona objetos ya purificados, que alguna vez fueron vida espontánea e inmediata, y hoy, gracias a la labor reflexiva, parecen libres del espacio y del tiempo, de la corrupción y del capricho. Forman como una zona de vida ideal y abstracta, flotando sobre nuestras existencias personales, siempre azarosas y problemáticas». El filósofo remarcaba el valor de la cultura como instrumento de aprendizaje, y remarcaba qué estilo sería el más adecuado: «Quien quiera enseñarnos una verdad que no nos la diga: simplemente que aluda a ella con un breve gesto, gesto que inicie en el aire una ideal trayectoria, deslizándonos por la cual lleguemos nosotros mismos hasta los pies de la nueva verdad».
Y es en ese sentido, emulando la pedagogía de la alusión que Ortega reivindicaba en su texto, que la artista madrileña Teresa Valero recoge el reto de mostrarnos la ciudad de Madrid en 1956 a través de un relato de ficción histórica, donde la trama principal se enmarca en el género negro, una excusa narrativa para mantener la atención del lector para descubrir al asesino, mientras avanzan en paralelo las pesquisas del caso, contemplando, casi sin darnos cuenta, cómo era la realidad de la sociedad del momento. Ese reto le llevó a un trabajo de cuatro años, que finalmente se concretó en el cómic Contrapaso. Los hijos de los otros (Les enfants des autres, 2021), publicado en castellano por Norma Editorial y en francés por la editorial belga Dupuis.

Es la primera obra completa, guion y dibujo, de Teresa Valero, con una amplia experiencia en el ámbito del cómic (con varias obras destacadas como guionista), de la animación y de la enseñanza, como profesora de diferentes materias en universidades y escuelas de arte. Contrapaso es un proyecto titánico concebido como una trilogía, con una extraordinaria planificación y diseño de personajes, y una excepcional documentación para conseguir una representación verosímil de la época, circunscribiendo la historia con personajes y acontecimientos reales, tanto los que aparecen en los libros de historia como aquellas vivencias más personales relatados por los protagonistas anónimos del momento y, también, por la recopilación de anécdotas vividas por los familiares directos de la autora.
El primer volumen de Contrapaso se publica en 2021 cuando la autora tiene cincuenta y dos años, en plena madurez artística, con una loable intención de mostrarnos las vicisitudes que vivían los ciudadanos durante el franquismo, en un momento convulso como era la década de los cincuenta, con toda la complejidad que ello supone. Y su talento y experiencia necesita, básicamente, de una cosa: de tiempo para poder trabajar, tiempo para la documentación, para leer, visionar y realizar entrevistas, visitando lugares y entidades, para, finalmente, preparar el guion, el dibujo y todo lo que supone, con el guion gráfico, el diseño artístico, el color, el paisaje, el vestuario, la caracterización, etc. Es por ello por lo que es importante destacar la confianza de las editoriales que han financiado una obra magna de estas características. Y la de los lectores que han permitido dar continuidad a la apuesta empresarial.

Y esa apuesta se ha consolidado con la publicación en marzo de la segunda parte, con el título Contrapaso. Mayores con reparos (Contrapaso 2, 2025), de nuevo con guion y dibujo de la autora, que ha vuelto a dedicar cuatro años en la concepción y producción de la obra, sin perder un ápice de la calidad manifestada en el anterior número, bien al contrario. Aunque sí que ha habido un cambio significativo en el sector en el período de tiempo entre las dos publicaciones, que ha llevado a la autora a incorporar una nota en los créditos finales de este volumen con la siguiente contundente afirmación: «La autora no ha hecho uso de IAs generativas para la creación de esta obra».
Decía Ortega y Gasset que el acto específicamente cultural es el creador, y alertaba de los peligros del proceso creativo y de su consumo: «Es preciso que no hieraticemos la cultura adquirida, preocupándonos más de repetirla que de aumentarla». En cierta manera, hace más de un siglo que nos alertaba sobre el peligro de conformarnos con replicar lo que ya existe, que en el caso del sector del cómic puede comportar una precarización notable de las condiciones de trabajo de los artistas y participantes en la cadena de edición. Los promotores de las inteligencias artificiales generativas que aprenden de los trabajos previos de autores que no han dado su consentimiento deberían de leer más a Ortega y Gasset, igual se sorprenderían al sentirse retratados en La rebelión de las masas (1927-1930), uno de los libros más importantes de la historia del país.

José Ortega y Gasset muere en Madrid el 18 de octubre de 1955, donde había vivido en la última década después de un obligado exilio para evitar las posibles represalias por parte de la dictadura, aunque sin recuperar la cátedra de metafísica que había ganado en 1910 en la Universidad Central (más tarde, Universidad de Madrid entre 1943 y 1970, precedente de la actual Universidad Complutense de Madrid). Su muerte provocó, a modo de homenaje, una improvisada y tumultuosa manifestación estudiantil, que se alargó en el tiempo, extendida a todo el año siguiente y posteriores (la semilla ya estaba plantada), con diferentes facciones contrarias al régimen, intelectuales y estudiantes universitarios, incluso evidenciando un latido de desafección desde su propio seno franquista. Los disturbios llegaron a provocar en febrero de 1956 la destitución del Ministro de Educación Nacional, el catedrático Joaquín Ruiz-Giménez (1913-2009), recordado posteriormente por ser el primer Defensor del Pueblo entre 1982 y 1987, ya en democracia parlamentaria.
Estas manifestaciones estudiantiles aparecen como parte esencial en los dos cómics de Valero, protagonizados por una pareja de periodistas que son cada uno de ellos la antítesis del otro: uno ya maduro con muchos años de experiencia y bien relacionado con la policía, falangista pero no franquista (aparentemente, parece que había personas que pensaban así), y el novato periodista hijo de un joven comunista francés asesinado, y que es adoptado por su autoritario y estricto tío, militar del régimen. El elenco de personajes secundarios es un reflejo de la sociedad del momento, en que la autora dedica una especial atención al papel de la mujer, representada de diferentes maneras: con la prima del joven periodista que se ha independizado, repudiada por su padre, y que trabaja como dibujante de cómics e ilustradora en revistas femeninas, ensalzando un modelo de mujer muy alejado de sus creencias; su madre, y madre de cuatro niñas, que cumple con el papel que promocionaba el pensamiento nacional católico; y la mujer del servicio, que actúa como segunda madre y criada, homenajeando a tantas mujeres que tuvieron que criar a los hijos de los demás. La trama de ese primer volumen tendrá que ver, precisamente, con el robo de recién nacidos con el beneplácito de religiosas y médicos corruptos.

El segundo título acontece inmediatamente después del primero, a finales de 1956, aunque comienza con una sensación agridulce, puesto que, a pesar de que se indican que continúan las manifestaciones de protesta contra el régimen, por otro lado, coincide con el final del rechazo internacional a la dictadura del General Franco. «Tras la firma de los Pactos de Madrid, se establecen en territorio español cinco bases militares estadounidenses. España ingresa en la ONU y los EE. UU. hablan de integrarla en la OTAN… Los falangistas pierden influencia en el gobierno y los tecnócratas del Opus Dei la ganan», indica Valero en la introducción.
Esta segunda parte funciona a modo de memoria histórica, denunciando los problemas de vivienda de la capital provocado por el éxodo masivo de población rural en busca de trabajo. También del abuso en todos los sentidos por parte de políticos y empresarios, así como de la corrupción imperante en el régimen. Aunque la trama principal está relacionada con el desembarco de los grandes estudios cinematográficos estadounidenses, atraídos por la mano de obra barata y las condiciones de trabajo, que favorece que reinviertan los beneficios obtenidos en más producciones que, por cierto, se graban en dos versiones, una censurada para el mercado local y otra no censurada para el mercado internacional. En el cómic la autora ficciona libremente como se hubiera rodado el documental Notes sur l’émigration: Espagne 1960 (1962), dirigido por el español Jacinto Esteva y el francés Paolo Brunatto, de apenas veinte minutos pero suficientes para mostrar la miseria y el subdesarrollo existente en España. Actualmente, es posible verlo íntegramente y en su forma original en el canal de Youtube de la Filmoteca de Catalunya, un dato importante teniendo en cuenta que el régimen manipuló el audio para alterar el mensaje original del documental. Algo que estaban acostumbrados a hacer habitualmente desde el NO-DO, acrónimo de Noticiarios y Documentales, el noticiario propagandístico del régimen franquista y que se proyectaba en los cines españoles antes del inicio de la película, entre 1943 y 1981, películas también mutiladas por la censura, como recoge Valero en su cómic, evidenciando lo ridículo que era todo lo relacionado con unas decisiones demenciales.
Decía Ortega y Gasset en ese primer ensayo, en su afán de reivindicar el perspectivismo, que «los que viven junto a una catarata no perciben su estruendo: es necesario que pongamos una distancia entre lo que nos rodea inmediatamente y nosotros, para que a nuestros ojos adquiera sentido». Y es en ese sentido que, como lectores y como ciudadanos, debemos agradecer a Teresa Valero que haya dedicado su talento y su trabajo a mostrarnos la dictadura desde la distancia, de una distancia física en realidad muy próxima, y desde una distancia temporal que algunos añoran desde la ignorancia… aunque ahora, una vez más, no tienen excusa, si leen Contrapaso, claro.
