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Cualquier docente reflexionamos constantemente sobre las acciones que diariamente llevamos a cabo en un aula, y sobre el papel que nuestro alumnado desempeña en su desarrollo y aprendizaje. Este proceso de investigación se vuelve difícil ante la diversidad de orígenes, intereses, capacidades, inquietudes, etc. de cada una de las personas que forman parte de un grupo clase.
A esta realidad, le sumamos la complejidad de un mundo global al que nuestro alumnado puede acceder de manera desigual, que nos sumerge en la velocidad y la exposición constante de multitud de estímulos. Entonces… ¿por qué parcelamos y acotamos la educación?, ¿es posible perpetuar un sistema que se aleja del momento actual?, ¿podemos acercar a nuestro alumnado a un proceso de aprendizaje que tenga sentido y les sea útil?, ¿sabemos cómo atender a la diversidad?, ¿facilitamos que las personas sean protagonistas, a su ritmo, de su propio proceso de aprendizaje?
Ante estos retos, y aunque no existan respuestas que sostengan certezas absolutas, es posible pensar que tenemos a nuestro alcance nuevas posibilidades curriculares y organizativas dentro de un aula que repercutan en la mejora de los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Una de estas posibilidades es el trabajo por ámbitos interdisciplinares. Esta apuesta educativa engloba distintos aspectos que, lejos de ser una práctica sencilla de articular, se convierten en una posibilidad muy enriquecedora, tanto para el profesorado como para el alumnado.
Entre los muchos beneficios que podemos encontrar, existen algunos que cobran especial relevancia para quienes participan de esta experiencia. Por una parte, facilita a los equipos docentes un acompañamiento más prolongando en el tiempo con su grupo, lo que mejora el seguimiento y conocimiento de las necesidades de cada una de las personas que atienden, ayudando también a crear vínculos más próximos entre sí.
Además, este proceso genera realizar codocencia. Esta nueva realidad, implica al profesorado en una relación de mayor cercanía y tiempos comunes que convergen. La codocencia favorece el reparto de tareas a la hora de gestionar y organizar una clase, así como su puesta en práctica. De forma orgánica, entre las personas surge un aprendizaje vicario en el que, a pesar de proceder de disciplinas diferentes, los equipos docentes se convierten en fuentes de inspiración mutua donde poder apoyarse frente a las diversas situaciones que se acumulan a lo largo de un curso escolar.
Estas figuras de referencia que se establecen compartidas entre el profesorado, ayudan al alumnado a descubrir nuevos modelos de trabajo, facilitando un ambiente con más recursos y capacidad de respuesta frente a sus necesidades.
El trabajo por ámbitos interdisciplinares invita a que los y las estudiantes se adentren en un modelo de aprendizaje donde el conocimiento no se parcela (o al menos se parcela menos), y el desarrollo de las propuestas educativas juega con tiempos, espacios e interacciones que permiten un mejor ajuste a los ritmos de enseñanza y aprendizaje, lo que facilita además que se adquieren actitudes y destrezas que sirven para la mejora del clima dentro del aula.
No existe una única manera de accionar, metodológicamente hablando, los ámbitos en un centro educativo, pero sea cual sea la decisión que los equipos tomen, es importante en cada acción la posibilidad de crear un aprendizaje con sentido. Para ello, los y las docentes pueden planificar y desarrollar propuestas ajustadas a los intereses del alumnado, reconociendo la posibilidad de su capacidad en la toma de decisiones de su proceso de aprendizaje, promoviendo conexiones entre diversas experiencias, considerando el entorno como un medio para aprovechar oportunidades y recursos, así como fomentando la reflexión sobre su propio proceso como aprendices.
No obstante, esta apuesta educativa, para que sea viable y real, requiere poner el foco en la organización del centro escolar. Este aspecto es clave para lograr el éxito en quien quiera articular un cambio de esta índole en sus prácticas. En este sentido, la creación de ámbitos interdisciplinares exige una reorganización de los espacios, horarios de clases, agrupaciones de docentes, grupos de alumnado y selección de áreas o materias disciplinares.
Las direcciones de los centros educativos cuentan con la responsabilidad de poder facilitar y tomar decisiones sobre los aspectos anteriormente mencionados, así como articular la pieza clave de la que subyace esta estrategia educativa, los tiempos que los equipos de docentes deberán compartir e invertir en la preparación de las sesiones.
Estos espacios compartidos ayudarán a que el profesorado entienda su labor dentro del grupo y las implicaciones que subyacen de varias figuras de referencia, analizado con sistematicidad y honestidad sus actuaciones, su estado emocional o su propia formación, entre otras cuestiones.
En el mundo real, necesitamos personas competentes, capaces de enfrentarse a problemas complejos y actuar de una manera que mejore nuestra sociedad y contribuya a sostener los equilibrios ecosistémicos. Los ámbitos interdisciplinares permiten plantear nuevos contextos de aula, cercanos a la vida, donde desarrollar situaciones de aprendizaje desde fuentes y referentes diversos que faciliten el desarrollo integral de cada persona ¿Te animas a habilitar y orientar a tu alumnado hacia esta intervención educativa?