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En el artículo La génesis del primer cómic de superhéroes de la historia (2025) explicábamos la concatenación de hechos que llevaron a la publicación de la primera historia del personaje de Superman, creado por Jerry Siegel (1914-1996) y Joe Shuster (1914-1992), y que ahora recupera la editorial Panini Comics en formato facsímil, en concreto corresponde al primer número de la colección Action Comics 1 (1938), con la mítica portada del personaje lanzando un vehículo, cuya anécdota sobre las diferencias con el coche dibujado en el interior también la describimos en dicho artículo. La publicación del facsímil coincide con el estreno en salas de cine de la película Superman (2025), con guion y dirección de James Gunn, e interpretada en el papel protagonista por David Corenswet.
Aunque no hayamos visto la nueva película, sabemos algo que seguro aparecerá: en los créditos se indicará claramente que los creadores de Superman son Jerry Siegel y Joe Shuster, aunque algo tan obvio resulta que no fue tan fácil de conseguir. Y todo tiene relación con la forma en que actuaban las editoriales a principios de los años treinta en Estados Unidos. El 1 de mayo de 1934 se considera como el primer instante en que aparece en un registro de una Oficina de Patentes el término «cómic» para referirse a una publicación que contenía tiras cómicas dibujadas. Y se atribuye al director comercial de esa empresa, Eastern Color (1928-2002), Harry Wildenberg, la invención del concepto «comic book» (la traducción podría ser «cuaderno o libro de cómics») cuando dobló una hoja del periódico por la mitad y luego en cuartos, y el tamaño resultante (que ya aparecía también en las revistas de pulpa de la época) ha perdurado hasta hoy: 10 y 1/8 de pulgadas de alto por 6 y 5/8 pulgadas de ancho (es decir, 25,7 cm x 16,8 cm), aunque el formato como tal ya existía con anterioridad.

Este formato innovador empezó a explotarse por diferentes editoriales. En primera instancia, recuperando tiras de prensa ya publicadas en los lustros anteriores, a través de derechos de reimpresión que gestionaban sindicatos de distribución, lo que podía encarecer el producto final. Teniendo en cuenta esas condiciones, la editorial National Allied Publications (1934-en la actualidad con el nombre de DC Comics), creada por el Major Malcolm Wheeler-Nicholson (1890-1968), decide contratar a un grupo de jóvenes artistas y guionistas ansiosos de trabajar, y les encarga material original de cómics, pero con una condición fundamental: controlando la propia empresa la propiedad intelectual de las obras. Las revistas estaban pensadas para su venta independiente de los periódicos, como un producto más. Y la primera publicación no se hizo esperar: New Fun Comics (1934-1935), título de los seis primeros números y, del séptimo hasta el último publicado, el número 127, con el nuevo título: More Fun Comics (1935-1947). De 36 páginas cada número, está considerado el primer cómic con todas las páginas completamente originales.
En el sexto número, publicado en octubre de 1935 y último con la cabecera original, debutaban unos jóvenes Jerry Siegel y Joe Shuster, guionista y dibujante, con apenas veintiún años. Aún deberían de pasar tres años más para la publicación de la primera historia del personaje de Superman, publicada en abril de 1938 aunque con fecha de portada tres meses después. En ese primer número de la revista Action Comics se recopilaban varias historias de diferentes personajes y autoría, siendo la primera historia de todas la correspondiente al personaje de Superman. Esas trece primeras páginas publicadas del kryptoniano se pagaron a diez dólares la página a repartir entre los dos, un cheque de ciento treinta dólares para un contrato que significaba la renuncia de los derechos sobre el personaje de sus dos autores, dos jóvenes que llevaban años esperando una oportunidad como esa.

La firma de ese contrato los marcó para siempre y protagonizaron una de las historias más triste de la historia de los cómics. Mientras los editores se convertían en poco tiempo en multimillonarios, los creadores de Superman cobraban un sueldo, importante para la época, pero un sueldo al fin y al cabo, ejerciendo de coordinadores del equipo creativo de la editorial. En 1947, Jerry Siegel convenció a su compañero para demandar a la compañía y participar del lucrativo negocio que estaba suponiendo el personaje que, en el fondo, tenía un gran componente autobiográfico en su concepción, y ellos no estaban participando ni en el negocio ni en el reconocimiento. Se lo jugaron el todo por el todo, o ganaban o perdían el trabajo en la editorial… y perdieron el juicio.
Las siguientes décadas fueron un calvario para los dos creadores de Superman, y acabaron malviviendo en diferentes ocupaciones sin relación con los cómics: Siegel trabajó en una oficina postal y Shuster de repartidor hasta que sus problemas de visión le limitaron notablemente su calidad de vida. En 1967, con una nueva ley recién aprobada sobre el reconocimiento de los derechos de autor, volvieron de nuevo a denunciar a la compañía… y volvieron a perder, con los consiguientes gastos legales invertidos. En las tres décadas desde su creación, además de la venta de millones de ejemplares de varias colecciones de cómics, incluida la propia del personaje de Superman, se habían creado seriales de radio y televisión, y todo tipo de objetos relacionados con el personaje, con ventas millonarias que no repercutían en sus creadores.

A mediados de los años setenta, el proyecto de una gran producción cinematográfica, con titulares que destacaban la fortuna que cobraría el actor Marlon Brando por un breve papel como padre de Superman, hizo resurgir las viejas heridas de los dos olvidados creadores. Previamente, la editorial DC Comics había sido comprada en 1967 por la misma compañía que compraría el estudio Warner Bros-Seven Arts en 1969, siendo las dos entidades los pilares fundamentales para la creación en 1972 de la marca Warner Communications, impulsora de la producción cinematográfica que acabaría dirigiendo Richard Donner un lustro después, con la idea de que el estreno coincidiera con el cuarenta aniversario de la creación del personaje, en 1978.
La gota que colmó el vaso fue la noticia que el escritor Mario Puzo iba a cobrar 300.000 dólares de la época por escribir el guion. Jerry Siegel sabía que, legalmente, era imposible recuperar la autoría (ya habían perdido dos veces la batalla legal), así que apostó por ganar la batalla moralmente, y decidió escribir su historia relatando cómo el sueño americano se convirtió en una pesadilla para los dos autores que habían sido los auténticos artífices de la creación del personaje de Superman. La carta con su historia la envió a la prensa y al sector, pero solo una persona respondió: el dibujante Neal Adams (1941-2022), justo, en ese momento, uno de los dibujantes estrella de la editorial DC Comics que publicaba al superhéroe, promoviendo una mítica rueda de prensa para dar a conocer la historia real de los creadores del personaje.

Adams acababa de participar en una huelga de autores a principios de los años setenta que exigía a Marvel y a DC mejorar las condiciones económicas de los artistas, que seguían sin cobrar por derechos de autor, solo por el trabajo realizado. El impacto mediático que supuso que la opinión pública supiera la verdad y la situación actual de Siegel y Shuster llevó a la productora Warner a aceptar pagarles un sueldo vitalicio como si fuesen autores en activo, además de los seguros médicos, en definitiva, una retribución digna que les permitiera vivir con comodidad. Y, además, Warner aceptó reconocer su autoría en la nueva película en los créditos iniciales. Y desde entonces, los cómics y productos relacionados con Superman llevan acreditado que es un personaje creado por Jerry Siegel y Joe Shuster, eso sí, sin los derechos de autor, aunque la batalla legal la continuaron los descendientes de los autores tras el fallecimiento de los dos creadores.
Los directivos de Warner alegaron que no tenían ninguna razón legal para dar a los autores nada más que lo acordado en el contrato original, pero que aceptaron las peticiones realizadas en reconocimiento de sus servicios pasados, aunque, imaginamos también, por la preocupación de la mala imagen que se estaba promoviendo desde el sector, a pocos meses del estreno de la nueva película protagonizada por Christopher Reeve. No solo cambiaron la industria del cómic y la cultura popular para siempre, también contribuyeron al reconocimiento de los derechos de autor. En cierta manera, Jerry Siegel y Joe Shuster, como su héroe en la ficción, mantuvieron su lucha durante décadas con perseverancia y honestidad. Y como en las historias de la ficción, los héroes no siempre ganan.
