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En nuestro mundo actual, marcado por el cambio constante, la figura del docente es fundamental para la sociedad. Este se enfrenta a una serie de dificultades que van más allá de la mera transmisión de contenidos en aulas que han evolucionado del autoritarismo a la ludificación educativa. Sin embargo, los ciudadanos no suelen pararse a pensar en las presiones que afrontan a diario quienes forman a las futuras generaciones. Es tal la situación, que la tasa de renuncia o abandono de los profesionales de la enseñanza no universitaria se ha duplicado en los últimos años, sobre todo en educación secundaria, disparándose la preocupación a nivel internacional.
Además, una de las metas principales en los sistemas educativos es la mejora de la enseñanza, para lo cual es muy significativo abordar y comprender a qué obstáculos se están enfrentando maestros y profesores. Estos profesionales de la educación no solo preparan sus clases y corrigen exámenes, sino que deben lidiar con una amalgama compleja de roles (colaboración con las familias, atención a la diversidad, manejo de conflictos, burocracia…), que les llegan a generar frustración y estrés cuando no se gestionan adecuadamente.
En este sentido, los medios de comunicación se han hecho eco de y algunos estudios han analizado las dificultades que percibe el profesorado en sus funciones docentes, sugiriendo también posibles soluciones para superarlas (Chan y Rodríguez, 2022; Flores, 2021; Fong et al., 2020; Pelcastre y García, 2020; Rodríguez et al., 2020; Rubio y Olivo, 2020; Sánchez et al., 2020; Sanz et al., 2022; Suriá y Villegas, 2023; Travé et al., 2025; Villegas y Lengeling, 2021).
El peaje psicológico de enseñar: cansancio, estrés y malestar
Una de las principales batallas libradas por el profesorado se produce en el ámbito psicológico, específicamente en el aspecto emocional, lo cual suele impactar en su capacidad para inspirar y estimular a los discentes. En este sentido, la sobrecarga laboral se presenta como un factor crítico emergente, pues estos profesionales dedican un incontable número de horas a tareas administrativas, planificación, coordinación y evaluación. Todo esto suele restar mucho tiempo a la docencia y a su preparación previa. Así pues, esta acumulación de responsabilidades puede derivar en cuadros de ansiedad y estrés. En casos más extremos, en el temido síndrome de trabajador quemado (también denominado agotamiento profesional o burnout).
A todo lo dicho se suma la necesidad de mantener la motivación y la disciplina del alumnado, la autoridad del docente y un ambiente proclive al aprendizaje. En la era de lo digital, donde los estímulos constantes y la inmediatez son la norma, otro gran desafío es captar y retener la atención de los estudiantes, lo cual se convierte en un arduo y complicado quehacer.
Por otro lado, algunos medios han alertado de las agresiones a los docentes por parte del alumnado, y casos de acoso de los progenitores a estos profesionales, lo cual ha conducido en el peor de los casos al suicidio.
El doble filo de la brecha digital y la diversidad del aula
Las aulas son actualmente más diversas que nunca. Este fenómeno ha traído consigo riqueza y a su vez un gran reto para el profesorado. Por ende, atender adecuadamente y de forma individualizada a alumnado provenientes de diferentes culturas, con ritmos de aprendizaje dispares o con necesidades educativas especiales requiere un esfuerzo titánico por parte de los docentes, más aún cuando se cuentan con recursos limitados y ratios elevadas de discentes por clase. En esta tesitura, estos profesionales suelen sentir que no disponen de tiempo suficiente o las herramientas necesarias para ofrecer el apoyo diferenciado que cada estudiante precisa.
Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (en adelante TIC) también deben tenerse en cuenta, puesto que exigen la adaptación constante de los docentes y, simultáneamente, ofrecen un inmenso potencial para enriquecer la enseñanza y el aprendizaje. Lidiar con la brecha digital entre generaciones (por ejemplo, progenitores versus hijos e hijas), mantenerse al día con los artefactos digitales conectados a Internet y con sus programas y aplicaciones derivadas, así como llevar a cabo una incorporación eficaz en la cotidianidad de la docencia, son realidades a las que deben enfrentarse maestros y profesores. Todo esto va a exigir soporte técnico y una formación continuada.
Formación y condiciones laborales: claves para el futuro
Puesto que no basta con dominar las materias que los docentes imparten, una formación inicial y continua robusta podría facilitar herramientas psicológicas, sociales y pedagógicas a los docentes para lidiar con las aulas contemporáneas. Entre los bloques de contenidos que podrían contener estos itinerarios formativos destacamos las estrategias para atender a la diversidad de alumnado, la gestión emocional o el uso educativo de las TIC y la prevención de los riesgos de una utilización extendida y continuada.
Entre las posibles soluciones a las dificultades en las funciones docentes, se señalan las siguientes:
- Reducir la sobrecarga burocrática. La simplificación de las tareas administrativas haría posible que los docentes pudiesen dedicar más tiempo a su labor pedagógica.
- El apoyo psicológico, para lo cual es vital la colaboración con los servicios de salud mental, que deben ser conscientes del alto nivel de estrés inherente a este grupo profesional.
- La formación práctica y especializada a través de programas de formación continua que aborden necesidades reales de las aulas.
- La inversión en recursos materiales y en personal de apoyo, sobre todo en lo que concierne a reducir las ratios de discentes por aula y a dotar a los centros educativos de más especialistas (pedagogía terapéutica, audición y lenguaje, orientación educativa, profesor técnico de servicios a la comunidad, coordinador de bienestar, etcétera).
- Una revalorización de la profesión docente, tanto a nivel social como profesional, mejorando las condiciones laborales (sueldos y conciliación, por ejemplo), las cuales deben ser atractivas para la atracción y retención del talento.
- Elevar el nivel de exigencia en todas las etapas (formación de grado y posgrado, contratación y oposiciones) para asegurar que solo los profesionales mejor cualificados lleguen a las aulas
Por lo tanto, el abordaje de estas dificultades en el día a día de los docentes, no es solo una cuestión de justicia para estos profesionales, sino que implica una inversión directa en la calidad de la enseñanza-aprendizaje y, en consecuencia, en el futuro de la sociedad. Apoyar a maestros y profesores es apoyar a la educación, y eso parece beneficiarnos a todos.