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El pasado 3 de julio, en el aula magna de la Universidad de Vic y coincidiendo con el cincuenta aniversario de los estudios de Enfermería en Vic, se reconocía la contribución de una enfermera, Núria Cuxart, a la exaltación de la importancia capital de los cuidados, como valor social, democrático y solidario. No es la primera vez que una institución distingue a Cuxart públicamente por su desarrollo de la profesión de enfermera y por ese claro énfasis en la reivindicación del cuidado, pero sí es la primera vez que una enfermera catalana es investida ‘honoris causa’ por una universidad de Cataluña.
Una voz referente en la ética del hecho de cuidar en este país. Así fue remarcado en el acto de investidura el vínculo de Núria Cuxart con aquello que se puede decir que ha iluminado su camino como enfermera. ¿Un reconocimiento como este, promovido por la Facultad de Ciencias de la Salud y el Bienestar de Vic, cómo le resuena por dentro?
Cualquier cosa que visibilice el cuidado, que lo recojáis los periodistas y que se hable de ello en el medio universitario, donde hay gente de todas las enseñanzas, está muy bien. Y la Universidad de Vic tiene muy en cuenta el cuidado desde hace muchos años. Creó la Facultad de Ciencias de la Salud y el Bienestar cuando nadie hablaba del bienestar, pero ellos ya tenían una orientación hacia esta concepción de cuidado como la salud que tiene que ver con el bienestar de las personas.
¿Cuál es la esencia del cuidado entendido completamente?
Es la respuesta que conlleva preocupación por el otro, que se interesa por la relación, la franqueza y por el contexto en que se desarrolla. Es la actitud ante la persona y su compromiso, guiada por el “valor cuidado” que la enfermera Rosa Maria Alberdi define como una especial sensibilidad e interés por reconocer y entender las necesidades de las personas de acuerdo con su propia formulación y promoviendo su empoderamiento.
Esto sobrepasa la profesión enfermera.
Es que el cuidado tendría que ser entendido y practicado en un marco social, en el sentido, como defienden muchas autoras, de que una sociedad más cuidadora es una sociedad más democrática, porque tiene en cuenta al otro, y porque va en contra de este individualismo y poca sensibilidad que predomina hoy en día. El cuidado se puede hacer en cada instante y en todas partes. Un recorrido en autobús puede servir de ejemplo. Ves que alguien se levanta cediendo el asiento a una persona mayor, pero quizás esa misma persona que se ha levantado lo que hace es colocarse al lado de una puerta, dificultando la salida de la gente. Y te das cuenta de que aún hay gestos sencillos que no hacemos porque no nos damos cuenta. El cuidado requiere sensibilidad, ética, educación, de darte cuenta.
Una sociedad más cuidadora es una sociedad más democrática, porque tiene en cuenta al otro, y porque va en contra de este individualismo que predomina hoy en día
¿Esto cómo lo podemos aprender socialmente?
Haciéndolo ver, hablándolo, demostrando los beneficios del cuidado. Nosotros, mira que somos reivindicativas colectivamente, pero muchas veces tenemos dificultades para explicar el beneficio del cuidado. No saben qué le pueden pedir a una enfermera, ni qué pueden hacer por ellas. El sistema de salud lo tendría que explicar más, tendría que hacer bandera de este servicio que tiene. Y las enfermeras también tenemos que poner ejemplos de cómo el cuidado te puede cambiar la vida. Y eso puede ayudar mucho.
Hasta ahora, el cuidado de las personas mayores, de los enfermos en casa y de los niños, siempre lo han hecho mayoritariamente mujeres. ¿Por qué pasa esto todavía?
Yo no lo sé, pero tendría que ser un valor social para hombres y para mujeres y en el caso de las profesionales sanitarias con mucho más motivo. El cuidado profesional especializado es nuestra razón de ser y, por lo tanto, lo tenemos que defender como sea. Pero el cuidado genéricamente tendría que ser un valor social y respetado precisamente y prioritariamente por un sistema que se dice de salud. Porque la idea de salud de ahora no es la ausencia de enfermedad solo, sino que está mucho más orientada a la responsabilidad de todos y al bienestar. El cuidado como valor social, yo como enfermera lo reivindico tanto como lo otro. En el ámbito de la administración pública, se hacen pasos importantes, pero aún ahora en nuestro sistema de salud el cuidado no es prioritario o no es tan importante. El cuidado se ha querido descalificar diciendo que es de las mujeres, de las abuelas con los niños, y poca cosa más, cuando el cuidado es de una complejidad tremenda, absolutamente tremenda, esto lo tenemos que admitir, estar convencidos de sus beneficios, y tirar adelante. Queremos que la gente viva más años y que los vivan bien, pero para eso hace falta cuidado, y no vinculado a la enfermedad. Yo aprendí de mis abuelos que la gente moría de vieja. Hoy, se vive hasta los 90 y 100, pero el problema no es morirse, sino morirse bien, y para eso hace falta cuidar cuando se está bien, hace falta aprender a tener cuidado.

¿Cuál puede ser un buen lugar para empezar este aprendizaje?
Yo intentaría, ya en P3, ir formando a los niños en la importancia del cuidado, no el cuidado de la tirita, sino como preocupación por el otro. Hace falta enseñar que el cuidado no siempre está vinculado a una persona enferma, sino que se tiene que aplicar también en la persona sana para que viva de manera satisfactoria y que se pueda desarrollar como persona en todos los aspectos. Los pilares de la salud ya se tienen que poner en la infancia, desde el punto de vista de la prevención. Y el cuidado procura salud. Se tiene que aprender a tener cuidado del entorno, entendiendo en él a las personas con quienes hemos ido a la escuela, al grupo de danza, la gente de nuestra vida comunitaria, todo esto genera vínculos con el vecindario en la escalera, en el barrio, en el pueblo. Y esta promoción de la salud ya es salud, porque te hace sensible a lo que le pasa al otro, te hace darte cuenta de que tienes un entorno donde pasan cosas. Con el apagón de luz lo vimos. En mi escalera, algunos vecinos fueron a ver a la gente mayor para explicar que no se podía coger el ascensor, se compartieron transistores, se hizo una red. Por eso yo digo siempre que el cuidado democratiza, porque nos hace más solidarios, nos hace parar la atención en el otro. Si no sabes que colocándote en la salida de un autobús puedes hacer caer a alguien, alguien te lo tiene que enseñar. Esta sensibilidad por lo que pasa a los demás te pone en alerta y eso puede ser muy útil para los demás y también para uno mismo.
La cura genéricamente tendría que ser un valor social y respetado precisamente y prioritariamente por un sistema que se dice de salud
Por lo tanto, la prevención, como intrínseca en el cuidado, demanda una observación integral de la persona y su vida.
Prevención es todo aquello que evita un mal que es evitable. Por eso es importante preguntarnos cosas como ahora: ¿las personas que atendemos tienen aquellos servicios que hacen falta en una sociedad como la nuestra? ¿Es normal que el sistema público no tenga podólogo? Porque ciertos pacientes acabarán cayendo por culpa de eso. Y la salud bucodental, igual. Solo le prestamos atención cuando está relacionada con una enfermedad, pero no con la situación vital. ¿Cuánta gente hay mayor que camina mal? Por eso hablamos de cuidado en la cotidianidad, el bienestar en la vida diaria que no quiere decir estar sano, sino sentirse bien. Esto requiere un enfoque más integral por parte de los médicos.
Quizás con este contexto necesario que condiciona la mejora o el empeoramiento de una persona, pasa como con el tema del final de la vida, que todavía hoy no se trata en la mayoría de facultades de Medicina.
Nosotros que nos dedicamos al cuidado, por fuerza tenemos que tener una mirada amplia del cuidado. Pero, de la misma manera que nosotros aprendemos determinadas enfermedades porque quienes cuidamos las tienen, es decir que en los estudios básicos estudiamos las enfermedades, los otros profesionales tendrían que tener más conocimiento de lo que es el cuidado porque les conviene. Una persona que el médico trata por una enfermedad, si no hay cuidado, si no se toma bien la medicación, si no está bien alimentada, si no camina lo que tiene que caminar, si no es consciente de lo que tiene que hacer, el tratamiento no funcionará. Para que el tratamiento de una enfermedad tenga un buen resultado se necesita el cuidado. No se puede cuidar la salud sin cuidar a la persona. No es posible separar las dos cosas. Las personas no somos tratables de manera parcelada, porque eso no da resultado. Es, por lo tanto, por el interés del sistema que tendría que haber esta unión. Y, por otra parte, las enfermeras podemos estar reivindicando mucho toda la vida que el cuidado es muy importante, pero precisamente si no modificas el entorno, tampoco funciona. Tener presente el cuidado quiere decir tener sensibilidad, respeto, y una idea relacional del cuidado, es decir, que no soy yo quien te cuida y tú recibes, sino que hay más actores implicados, tiene que haber la implicación también de los otros profesionales. Es un error pensar que podemos prescindir de diferentes enfoques profesionales porque eso resuelve cosas, la trabajadora social, la nutricionista, el podólogo, el fisioterapeuta, entre todos de manera coordinada tendrían que hacer que la persona saliera adelante con su vida de la mejor manera y con el mejor bienestar. Pero es la teoría que no se aplica muchas veces.

Volvemos al concepto de red de mirada abierta, en la escalera, en el ámbito laboral, y en la sociedad. ¿Esto cómo lo podemos impulsar?
Las políticas de salud tendrían que priorizar el cuidado, y el cuidado tendría que estar presente en todas las políticas, sociales, educativas y sanitarias porque nos hace más solidarios, más inclusivos, nos ayuda a relacionarnos mejor. El cuidado es un elemento cohesionador importantísimo, y desde el punto de vista profesional es absolutamente imprescindible. Tal como entendemos la salud ahora es imposible sin preocupación clara y respuesta priorizando el cuidado. El cuidado nos enseña a entender lo que necesita el otro y nos hace conocer situaciones que son diferentes a la nuestra, por eso nos hace más tolerantes.
La empatía activa.
Sí, pero no entendiendo la empatía como ponerse en la piel del otro, sino, desde mi lugar, tratar de entender el tuyo. Y esto no es difícil que socialmente entendamos que nos conviene a todos. No es un tema de reivindicación gremial, es que, si no, no funciona, una persona para curarse tiene que descansar bien, comer bien, relacionarse bien, tiene que eliminar bien… Tener todas las necesidades básicas satisfechas, entonces todo funciona. También se necesita un entorno social. Y todo esto es difícil, pero al menos nos tenemos que preocupar y sobre todo aprender que cuando la enfermedad era el único motivo de actuación del sistema sanitario, era fácil, pero el cuidado es diferente, es muy difícil, pero nos tenemos que poner con ganas y convencidos de que irá bien. El cuidado es complejo porque todos somos diferentes. Y una cosa que siempre he reivindicado, que nos preocupa, es que una persona además de estar sana se encuentre bien. Una cosa es no tener ninguna enfermedad ni síntoma y otra, encontrarse bien. Estar sano y encontrarse bien son dos cosas que tendríamos que considerar siempre, y eso quiere decir cuidar.
Para que el tratamiento de una enfermedad tenga un buen resultado se necesita el cuidado
Desde la jubilación –nada inactiva, pero– ¿diría que ha podido ver suficientemente realizado ese anhelo de cuidado con mirada extensa?
Ya fue una suerte que, cuando estudiaba en la universidad, ya se hizo un giro en los estudios, pasando de aquellos estudios más bien de ATS a propuestas muy orientadas al cuidado, como hacían las enfermeras americanas e inglesas. Después hice Humanidades y así pude juntar la enfermería y la filosofía, que también me interesaba mucho. Empezar a trabajar en el Hospital Clínic en el ámbito pediátrico me gustó mucho, porque me permitía el cuidado en el cual, por fuerza, tenías que tener en cuenta el entorno siempre. Los niños van con un contexto de padres, hermanos, abuelos, amigos y, por lo tanto, todo aquello me rompía los esquemas del cuidado rancio y poco interesante y sentí que se abría ese camino. Y en el 87 tuve la oportunidad de ir al Hospital de Mollet, más pequeño, donde cuidar fue siempre muy importante y me sentí muy cómoda. No encontré ningún tipo de impedimento para poner en marcha servicios donde el cuidado se priorizaba y, al ser más pequeño, todo era más manejable, y podías hablar con todo el mundo.
De la experiencia como docente, fue profesora en la UB y en Blanquerna, ¿qué se lleva?
Para mí la universidad ha sido muy enriquecedora. De hecho, en 2020 me jubilé y hasta el año pasado estuve colaborando con la Universidad de Barcelona. Lo he dejado porque me quiero dedicar a todo lo que estoy haciendo ahora, por ejemplo, con un pequeño colectivo de personas que trabajamos cuestiones de ética del cuidado haciendo un seminario con Grífols del cual cada año sale una publicación y colaboro con grupos de opinión muy interesantes. La universidad es un mundo diferente al sanitario, y conocer mundos diferentes desde el punto de vista del cuidado, es siempre un buen ejercicio, por muy difícil que sea. La relación con los alumnos es muy interesante. Tú como profesora cada año eres un año más mayor, pero los alumnos tienen la misma edad y cada año estás obligada a hacer ese diálogo y comprensión. Vienen de una educación diferente a la tuya. Es un esfuerzo interesante de encontrar la manera de convencer al otro de lo que tú quieres enseñar. Y la universidad da oportunidades que normalmente no tenemos de recursos en red, investigación, al menos la Universidad de Barcelona es muy buena en eso. Abre muchas oportunidades. A mí lo que siempre me ha interesado es la relación con los estudiantes. Lo que explico en un libro a un interlocutor delante, mirar que te entiendan, que se interesen por aquello que a ti te parece interesante, es un buen ejercicio.